Blog_Dra.-Paula

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Blog de la Doctora Paula

Medica especializa en Medicina Física y Rehabilitación trabaja en el servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Fuenlabrada

Bébédjia, a 5 de marzo de 2025.

El último día en Saint Joseph es siempre “melincofeliz”.
- Vous partez déjà ? Comme ça ?

Non, non, non. Tu dois rester au moins un mois de plus !

Y es que en estas cuatro semanas se han batido todos los récords de velocidad temporal.

Parece que fue ayer cuando exprimía el seno de Jolie o fotografiaba a Issa con su tercer bebé.

El último día en Saint Joseph tocan las despedidas en los tres turnos de trabajo.

Tocan las prisas por dejar resueltos los casos quirúrgicos más complicados, la revisión de los últimos datos asistenciales de 2024 y la donación de sangre por parte del equipo.

Toca reunirse con el director y cerrar temas pendientes.

Toca hacer maletas y repartir medicación y dinero sobrante.

Despedirse es siempre lo peor. Aquí la vida es, verdaderamente, un regalo cada día. Y ellos son plenamente conscientes. Nada que ver con nuestra forma de vivir, como si fuéramos invulnerables, eternos. Cuando tus compañeros te recriminan que tardes otros 11 meses en verlos porque “es posible que ya no esté aquí”, hay algo que te sacude tan fuerte que aviva el componente melancólico del sentimiento de melincolicidad.

- Vous nous manquerez beaucoup. Vraiment.

Luego chascan la lengua como suelen hacer para terminar con un “kaiiiii” con hache inspirada al final.

Me despido de mis compañeros deseándoles lo mejor pero, sobre todo, mucha salud para ellos y sus familias.

Cómo me gustan esos abrazos. Los de verdad. Los fuertes, los cálidos, los húmedos(que hace mucho calor).

Lo que no he podido hacer es despedirme de los niños del proyecto. Mi corazón de mantequilla no me deja. Prefiero quedarme con la sensación del primer achuchón en febrero y sus caras de alegría máxima. Prefiero que se queden con la imagen de la nasara intentando hablar mil lenguas y desfilando a primera hora con el vestido “gambai” y a última con el “arab”. No coments sobre la cara de “la Pitinbaye”cuando me ha visto con el “Lafaye” en tonos de cuaresma….era para haberla grabado. Estaba admirada por la belleza del paño pero en shock por lo que el atuendo significaba.
- ¿Se ha vuelto musulmana sor Paula?

En mi último día en Saint Joseph mis pasos se hunden suavemente en la tierra, como si este lugar intentara abrazarme un instante más y yo, sin oponer resistencia, me dejara envolver y atrapar un momento más, un día más.

En mi último día en Saint Joseph, también me dedico a llenar mis frascos más preciados: pequeñas botellas que atesoran personas, momentos y sensaciones que no quiero perder, listas para abrirse cuando más las necesite.

Hay un bote pequeño, de cristal de Baccarat, donde guardo a los pequeños más frágiles. Lucas, Arlette, Franklin, Terklesse, Jennifer, Martine, y los tres prematuros de la urgencia. Incluyo a la no tan pequeña pero tremendamente frágil Esther con su feto malformado, aunque ambos pasarán pronto a formar parte del frasco de ángeles.

De cristal de zafiro es el recipiente donde descansa mi querido Survi desde 2019, su oreja pegada a mi pecho, sus dedos índice y pulgar acariciando la tela de mi camisa.

Este año le acompañan Christine, Clarisse y todos los bebés que murieron o nacieron muertos en la maternidad.

El bote de los huérfanos apadrinados de “Estudiar en Chad” cada vez es más grande, porque se adapta al contenido. Tiene vetas de colores y se intuye la música que suena en el interior. Y las risas. Y la voz unísona con la que bendicen la mesa. Veo a Jeanpolito echándose un baile. Me acerco a la botella y sonrío. Marie, por fin, está dentro.

En el recipiente de madres, dando la bienvenida a todas, está mi amiga Blanchie. Han entrado Jolie, Josephine, Ambrosie (aunque es abuela), Germaine, Marina, Catherine y Pelagie.

Añado a Leti y María Chiara en el frasco que contiene a las misioneras a las que quiero desde hace años. La posología, sin cambios: abrir e inhalar cada vez que piense que mi día ha sido duro a cuando la tibieza contamine mi fe.

El frasco de sabores sigue lleno de sabrosos platos de Jeanette. La ensalada campera, el pollo famélico, el cous cous con verduras, la pizza de cabra y la mousaka con bechamel hecha con leche en polvo Nido.

El bote de la naturaleza sigue llena de falsas acacias, de majestuosos mangos con sus frutos todavía verdes, de árboles de karité y neré, de buganvillas, de flores del desierto y de palmeras. El cielo, sus estrellas, la luna que crece desde abajo están aquí dentro.
Me guardo los momentos de risas (que ha habido muchos) y los más tristes, para que se entremezclen y sean brújula en mi vida.

El color azul de Saint Joseph.
Los paños tendidos en la pediatría.
Mis compañeros.
Mis amigos.
Nos espera el viaje de vuelta (perezón), la llegada al centro de acogida (A.K.A el Ritz) y el vuelo de vuelta con escalas.

Termino el día dejando la comida en la pediatría, despidiéndome en silencio de todos y cada uno de los pequeños, emocionada y conmovida.

Gracias a todos los que me habéis acompañado en este viaje. A los que habéis compartido el dolor, la enfermedad y la muerte, la injusticia y también la belleza de esta
parte del mundo.

A todos a los que os entristece el sufrimiento ajeno y os enoja la injusticia.

A los que creéis en nuestra fundación y sus proyectos.

A vosotros, qué soñáis con un mundo mejor, más justo y solidario.

Nos vemos en la web www.enganchados.org, en nuestro perfil de Instagram @enganchados_oficial, en facebook (Enganchados ONG) o en Twitter @eCHADnosunamano.

Merci. Oi djo. .شكرا لك
À tout! Beré!

Domingo, 23 Marzo 2025 08:51

Bébédjia, 4 de marzo de 2025

Dicen que pisar una caca por la calle o que una paloma te deje un “regalo” justo cuando pasas por debajo atrae la buena suerte. Que los martes son días de desgracias y que si ves una araña en casa o una mariposa blanca, tendrás fortuna.

Poco hay escrito sobre el significado de que un dulce bebito se orine encima de ti, pero parece que si, que hay culturas que contemplan esto como un símbolo de buena suerte y prosperidad al considerar que el niño, inocente y puro, te estaría, a su manera, bendiciendo. Y, sea verdadero o falso, yo he decidido que esas culturas tienen razón, porque el día ha mejorado desde que la pequeña Providence (prima de la huérfana Marie) se ha aliviado en mi regazo. Tanto calor hacía que el líquido elemento hasta me ha refrescado.

No es la primera vez que me pasa aquí, no os creáis. Hubo un año en que la malnutrida Anaïs (que acabó uniéndose al ejército de ángeles que colman este cielo) relajaba esfínteres una de cada 3 veces que yo la cogía.

Aquí coger a un rorro es como jugar al “pis ruso”. Los bebés no llevan pañales y deberás decidir si las ganas de tenerlos en brazos sin saber si están cargados supera al asquete que te puede dar si deciden evacuar. Yo elijo brazos. Siempre. Que de ropa uno siempre se puede cambiar y abrazo que no se da, caricia que se pierde.

Mañana pre-bendición

Amarga y frustrante.

Los padres de Emmanuel (el bebé de la Habitación Bonita) y de la adolescente embarazada (Esther) han firmado el alta voluntaria, convencidos de que la medicina occidental nada más les puede ofrecer. A los dos les esperan las escarificaciones o la muerte en casa, pero al no ser espectadora de esos finales, al menos una puede soñar desenlaces alternativos que no duelan tanto. Como Lucas, a quien imagino un poco más gordito en brazos de su madre que se resguarda del sol bajo un imponente mango.

Después del pase de visita, comenzaba el último intento por restablecer la conexión entre la planta fotovoltaica y el ingeniero de EKI en España.

Y es que yo tengo un ángel en España que se llama Ángel.

Es joven, guapetón, tiene pelazo, es generoso con su tiempo y sus conocimientos pero, sobretodo, tiene una paciencia INFINITA.

Y cuando digo infinita no exagero ni un pelo.

Hablo mucho con mi ángel español estos días. El control remoto que compramos para que desde España se pudiera supervisar la actividad de la planta fotovoltaica ha dejado de comunicar. Era importante esa comunicación porque nos ha permitido hacer diagnósticos de los problemas a distancia ya que en Chad encontrar un técnico cualificado y dispuesto a viajar al sur resulta muy complicado.

Cada día probamos algo diferente mi ángel y yo para intentar que la cosa vuelva a funcionar. Limpiarlo todo bien. Reiniciar el control remoto clip mediante. Sacar un cable, volver a meterlo. Cambiar un cable por otro. Encender y apagar el módem.

Comprobar con un ordenador que la sim de dentro funciona. Intentar reiniciar el control.

Reiniciar la planta fotovoltaica…

Hoy, penúltimo día de trabajo en Saint Joseph, Ángel y yo seguimos conectados para intentar que sane ese cordón umbilical que falla desde hace meses.

Esta mañana, como en días previos, mi particular sala de operaciones seguía llena de mugre. Cacas de ratas, milhojas de polvo, telarañas antiguas, nuevas y seminuevas…un horror. Y eso que Jean Paul asegura que había vuelto a limpiar. Claro, que todo depende de los estándares de limpieza del sujeto que limpia.

Primera fase: re-limpieza del campo

Segunda fase: la regleta. Esta fase es inenarrable. Puede que hayan sido los 50 minutos más largos de mi estancia aquí. Adaptadores que no encajan, clavijas que no caben, interruptores que se rompen…todo en calidad china.

Tercera fase: encender el grupo el electrógeno para asegurarnos de que el hospital no se quedaba en la sombra y hacer el único cambio de cables que nos faltaba.

Resultado: fracaso. Anotado. Para el próximo viaje tocará traer un nuevo control remoto.

Con todo y con eso, la situación eléctrica ha mejorado notablemente desde que, en 2018, hartos de tanto niño muerto, nos dispusimos a llevar la luz a Saint Joseph. A finales de 2016, una ONG italiana terminó la instalación de una planta fotovoltaica en Saint Joseph de Bébédjia. Los equipos, auténticos Ferraris cuyo manejo resulta complicado hasta para los técnicos europeos, fueron alojados en un contenedor en cuyo interior se alcanzan temperaturas próximas a los 60° en abril. ¿Qué pasó? Que la planta funcionó unos meses y no había servicio técnico al que llamar cuando dejó de hacerlo.

Long story short, tras 5 años de llamadas, ingenieros, alianzas con otras ONGs, contenedores y mucho esfuerzo, Saint Joseph tiene luz. En marzo, por las altas temperaturas, hay que encender el grupo electrógeno dos o tres horas al día y por las noches sigue en marcha la fotovoltaica en las zonas críticas como la pediatría.

Ahora si. Si un niño necesita oxígeno, lo tiene. Y solo por eso ha merecido la pena esta batalla que más que batalla ha sido una guerra contra la oscuridad.

La mañana pre-pis ha terminado con frustración porque la Dra. Lumière AKA Madame McGyver se creía invencible desde el punto de vista de mañosidad y la realidad es que soy del montón. Zasca de humildad acogido.

Luego vino la alegría de ver a los peques en la APMS, la manita de Sadia en mi mano un ratito y por fin, el pipí de Providence.

Mañana post-pis

Jennifer tenía malaria pero la fiebre ha desaparecido y la saturación de oxígeno se ha normalizado desde que está recibiendo tratamiento.

Catherine, la madre de Martina, y ya sin el tubo de drenaje torácico, ha encontrado fuerzas para Catherine, la madre de Martina, y ya sin el tubo de drenaje torácico, ha encontrado fuerzas para ver a su hija.

Ha ingresado un bollo de 5 meses llamado Joie con 2,7 de hemoglobina para el que pronto se ha encontrado sangre y cuya carita (quelecomolacara) mejora cada segundo que pasa. Y no llora cuando ve a la nasara. Y no sé…que tiene buena pinta la cosa. En la tarde post pis hemos organizado nuestra ya tradicional cena con las misioneras y el staff. Tortillas de patata, ensaladas, embutidos, sangría y alguna delicia más para celebrar que, un año más, seguimos enganchados a Saint Joseph cuyas instalaciones y personal mejoran año tras año.

Los bailes con los médicos y con las hermanas me recuerdan que pronto dejaré mi otro lugar en el mundo para volver a mi preciosa jaula de oro, donde me espera mi otra misión. Qué sensación tan agridulce…

Ha sido un día bonito. Sin brisa, con la dosis justa de frustración y tristeza necesarias para saborear adecuadamente el buen rollo posterior.


Gracias, Providence.

Bébédjia, a 3 de marzo de 2025.

El domingo no pasé por la pediatría en todo el día.

Por eso no me enteré de que ayer falleció el sin nombre de la cama 15 de la urgencia (al que yo llamaba Miguel). Un precioso bebé recién nacido de una bellísima madre llamada Patricia que estudia derecho. Nunca he conocido en Chad una madre tan
preocupada por un pequeño como lo estaba Patricia.

- ¿Cómo está? Creo que tiene más fiebre…¿esto es una convulsión? ¿Le puedes tomar la saturación? ¿Qué tal la analítica de hoy? Paula, crees que se va a curar ¿verdad?

Y no. No estaba bien. El pequeño estaba anémico, febril, hacía hipoglucemias, tenía convulsiones, saturaba mal, la analítica no empeoraba pero tampoco mejoraba. Y no estaba segura de que se fuera a curar, pero tampoco creí que se fuera a ir tan pronto.
Ayer la diarrea (y mi padre, seguro) me alejó físicamente de esa sala de urgencias pediátricas para que yo no viera a esa extraña madre sureña romperse de dolor mientras envolvía en un paño a su precioso segundo hijo.

Puñetazo en la boca del estómago.

Ahora que te habías curado.

En la habitación del fondo de la pediatría, aislado de la luz y del ruido, está hospitalizado un niño de 10 años con tétanos. Todos los años vemos al menos un caso aquí y es que conseguir que los niños se vacunen es toda un gesta en la brousse.

Ayer fue él quien acompañó al sin nombre al cielo. Lo llevaba en brazos. Sonreía. ¡Qué alivio que cesaran esos espasmos tan dolorosos que le inutilizaban las extremidades y le desfiguraban el rostro!.

Pero antes de emprender su viaje al paraíso, hicieron una última parada para llevarse a otro pequeño que permanecía en reanimación desde el sábado por la mañana. Se había caído de un árbol de mango, golpeándose la cabeza con tal fuerza que quedó inconsciente. Su postura, cada vez más alarmante, nos indicaba el camino hacia la descerebración.

Este año ha habido pocos traumatismos craneoencefálicos en comparación con viajes anteriores. Los mangos aún están demasiado verdes, incluso en las copas de los árboles, pero cuando empiecen a madurar, la situación se agravará. Porque el hambre no entiende de peligros.

Ninguno de los tres tendrá funeral.

Miguel ya ha mandado el mensaje a la familia. Misión cumplida.

Los dos niños más mayores, al no haber completado el ciclo “normal” de la vida (llegar a edad adulta, casarse, tener descendencia), serán enterrados con pinchos en los pies, para que no vuelvan a pisar esta tierra. Porque, en la vida que han dejado, han estado malditos.

Frente a tanta muerte, y contra todo pronóstico, la prematura de 30 semanas y 950 gramos de peso que derivaron el viernes desde el hospital de distrito (donde la madre había parido), sigue viva. A pesar de la inmadurez. Y de la malaria. ¿Se obrará el milagro?

El pequeño Emmanuel, de la Habitación Bonita, ahora está en la sala de cuidados intensivos porque a pesar del tratamiento para la malaria y la hipocalcemia, cada vez está peor. Enchufado al concentrador y vigilado por su agotada madre, parece estar más cerca de la muerte que de los vivos.

La habitación de los malnutridos sigue llena, y entrar se hace cada vez más difícil por el intenso olor a orina que llena cada rincón. Van bien los malnutridos. Lentos pero sin grandes complicaciones.

La Habitación Bonita hoy está poco concurrida.

Arlette continuará engordando en casa de su abuela Ambrosie, que hoy estaba feliz de dejar la Habitación.

Martina sigue esperando a que a su madre reciba el alta en el servicio de Medicina. La madre, de nombre Catherine, stuvo gravemente enferma después de dar a luz por culpa de una colección de pus que ocupaba medio pulmón derecho. Se colocó el tubo de tórax el viernes y ya, por fin, está sin oxígeno aunque con tratamiento para la tuberculosis.

Mientras la espera, Martina, de 3 semanas de vida, bebe la leche de fórmula que su familia le da con un vasito de plástico, que aquí el biberón no se estila.

De la nueva inquilina de la Habitación Bonita os hablé hace días. Una huérfana de padre, de 3 meses de edad, con un síndrome polimalformativo severo a quien quise ingresar en su día pero cuya familia se negó. Ya hemos sabido que el padre de la niña era el tío carnal y eso justificaría, según sus creencias, que la niña naciera así. Muerto el padre, no sé muy bien si la familia da por compensada la falta cometida o si, por lo contrario, esperan que muera la pequeña niña serpiente para quedarse todos tranquilos.

Tras días de negociación con la familia y una vez dada de alta en nuestro programa Estudiar en Chad, la pequeña Jennifer ha ingresado con una saturación terrible y fiebre.

Los gastos del ingreso (para los que me habéis preguntado desde Madrid), correrán a cargo del proyecto hasta que le encontremos padrino. A la madre también la alimentaremos, porque nadie va a traer comida a esta triste madre viuda con una hija contrahecha.

En la maternidad sigue viva la niña de 16 años (embarazada de 4 meses de un niño con malformaciones graves) con Dios sabe qué en el tronco del encéfalo. Ha mejorado un poco a pesar de que estamos matando moscas a cañonazos con el tratamiento, pero sé que pronto la familia querrá  levársela para que la trate un curandero que, probablemente, acelerará su muerte.

Y mientras, en el área de cirugía, se opera en dos quirófanos. Partes que antaño eran irrealizables, hoy, gracias a que ha aumentado el personal y a una nueva mesa de quirófano, dos equipos se reparten hernias inguinales, roturas uterinas con resultados fatales, hidroceles, abscesos terribles y fracturas abiertas.

La actividad en Saint Joseph sigue su curso sin pausa, a pesar del calor asfixiante que nos oprime y que no ha hecho más que empezar.

Estoy en mi crisálida, repasando lo vivido en las últimas 24 horas.

La balanza se inclina, claramente, hacia la alegría. Tan poco pesa lo triste que el platillo de las cosas buenas está en contacto con la tierra roja donde se apoya la base.

Tres momentos. Tres en las últimas veinticuatro horas en los que he tenido la certeza de que todo estaba bien, que la vida había tejido para mí esos tres instantes perfectos para
que yo pudiera guardarlos en mis frascos.

Me he dejado envolver por ellos como hace días me dejaba envolver por brisa y ahora, refugiada en mi crisálida, lo sentido me desborda y sale por donde puede, hidratandoestos ojos llenos de ese polvo en suspensión que se levanta cuando un grupo de niños y adolescentes bailan. Bendito baile. Benditas gotas de felicidad.

Si.

Acúsenme de lo que quieran. Moñas, sensiblona, corazón de mantequilla.

Culpable.

Quiero congelar esos 3 momentos, para llorármelos cuando lo necesite. Cierro los ojos y los repaso de uno en uno.

Irene ha traído a Marie a casa. Marie, la hija de Blanchie, mi amiga Blanchie que nos dejó mientras el COVID nos retenía en nuestras casas. La niña huérfana de la mirada más triste. La que lucía ese pelo anaranjado que exhiben los que pasan hambre. Si, esa
que cuando tenía algo menos de un año bailaba sobre mi camilla mientras yo le enseñaba ejercicios a su madre para que tratara a Beau Claire.

Hacia falta explicarlo, que Javi dice que pongo demasiados nombres y que la gente no sabe de quién les hablo (aunque está todo escrito en los relatos de años pasados ;) )

El caso es que la cuñada de Blanchie me ha traído a Marie, como cada año desde que Blanchie murió. Casi siempre parece que la pequeña viene a regañadientes. Pero ayer no. Ayer Marie tenía ganas de verme. Vino limpia, bien vestida. Un pañuelo color verde
botella cubría su pelo, pero no parece desnutrida. Ya no se esconde tras las faldas de su tía. Me mira segura, sin miedo. Y su sonrisa…su sonrisa lo ha llenado todo.

Segundo instante. Marie Claire. Mi hija chadiana. Mi díscola adolescente.

Yo soñé con que acabara sus estudios en España, que encontráramos la forma de mejorar el dolor que le provoca su tullida pierna.

Yo la soñé en mi hogar, pero a su padre le venía bien que ella siguiera siendo su sirvienta, y me ofrecía a otros hijos de otras madres todavía vivas.

Marie Claire está en un internado en Doba, por eso apenas la veo cuando vengo.

Hoy ha venido a Bébédjia. Salía de la APMS y me ha visto. Ha lanzado su bolso al suelo y ha corrido todo lo rápido que le ha dejado su cojera. Y me ha abrazado fuerte. Y yo la he correspondido. Y no hay un solo rincón de mi alma que no haya sido ocupado
por la alegría que todo lo ha inundado.

Tercer instante.
Los huérfanos del programa Estudiar en Chad en la inauguración del primer edificio del Hogar Escuela Saint Paul.

Los niños y sus madres, todos de punta en blanco. Globos, música, bendición, cantos de agradecimiento, comida y bebida para todos, entrega de regalos, baile, baile, baile.

Ver a este grupo de niños crecer sanos y felices a pesar de su entorno.

Saber que están alimentados, que están recibiendo la mejor educación, que saben pintar y jugar.

Saber que se sienten queridos y acompañados.

Ver que a veces (aunque con mucho trabajo) los sueños se hacen realidad.

Hemos vuelto al hospital escoltados por Daniel y Bonaventure, que es sábado noche y hay mucho maleante. Y, conforme me acercaba a mi habitación, he notado que me iba rompiendo de felicidad. Una vez en mi crisálida, he dejado que terminara la implosión y
he roto a llorar.

Los padrinos me habéis acompañado toda la tarde. ¿No habéis notado que esta noche hay mucha luz?

 

Martes, 04 Marzo 2025 12:04

Resaca emocional

Bébédjia, 2 de marzo de 2025

Resaca emocional

No falla. En casi todos los viajes a Chad me paso un domingo (tirando hacia el final) en una cama de una de las casas de alguna misionera. Y coincide que suele ser el día después de celebrar algo con los niños, después de haberlo sentido todo, pero todo a la vez.

La clínica suele ser siempre la misma: agotamiento y gastroenteritis. Esta vez, además, aderezado con unos deliciosos 42° a la sombra.

Ya habíamos quedado con Sor Maritza para ir a su casa de Maybombay, y la oportunidad de poder charlar, tranquilamente, con ella y el resto de las Hermanitas de los Pobres es algo que uno no se puede perder.

A Maritza la conocí en 2021 cuando ella estaba en Mbikou llevando nuestro pequeño proyecto de discapacitados. 20 años lleva en este país, con algún corto periodo de descanso, que Chad es mucho Chad y hay que desintoxicarse un poco.

El trayecto a Maybombay es parecido a la ruta Bebotó, aunque más corto. Desde Doba son 40 minutos de camino de arena y cicatrices que, en época de lluvias, deja aislada del mundo a su pequeña (gran) misión. Maritza, en su Toyota, domina la conducción mientras recorre este paso sinuoso entre palmeras y mangos, árboles de karité, acacias y algún neré. Esquiva cabras, gallinas y niños con una destreza envidiable.

Los campos, como ya viera el año pasado hacia Bebotó, están quemados. Los Chadianos tienen la creencia de que así, y solo así, podrán preparar bien la tierra para la época de cosecha, y los niños aprovechan esta absurda práctica que deforesta la sabana para cazar al vuelo las esquivas ratas y asegurarse una degustación de “rat rôti” para cenar.
Resulta imposible que entiendan el concepto de rotación de cultivos. Este trozo de tierra, otrora abarrotado de vegetación, es ahora un campo árido y negruzco que, Inshallah, se convertirá en unos meses en un arrozal.

Maritza lo explica muy bien. La sociedad chadiana busca integrarse en el mundo moderno, pero sigue anclado en tradiciones y creencias ancestrales que resultan imposibles de modificar en el país que ostenta la tasa de alfabetización más baja del mundo.

Ellos han pasado directamente de la ausencia de comunicación (ni telégrafo, ni teléfono analógico, ni televisores…) al móvil y, en los últimos dos años, al smartphone y las redes sociales.
Siguen sin electricidad. Es muy fuerte esto. El país vive, todavía, a oscuras. Todo lo que se instala acaba muriendo por falta de mantenimiento. Intentaron poner luz con placas solares en el puente de Mondou y la cosa duró menos que un caramelo en la puerta de un colegio. ¿Robaron todo? Lo robaron.

No hay servicios de saneamiento básicos, la carretera está todavía en construcción (y ha sido gracias a los chinos que trabajan en la planta petrolífera que se han hecho las mejoras), y los enfermos (adultos) se llevan a los curanderos para que les sajen la piel o les pongan en la herida infectada una bosta de la vaca mezclada con la tierra, llena a su vez de basura.
Ya hay un TAC en Mondou, pero no hay un técnico que maneje la máquina ni un radiólogo que interprete las imágenes.

El chadiano vive en el aquí y el ahora, que suena tan romántico como todos esos mensajes manidos que llenan tu feed de Instagram, pero aquí, ese lifestyle, entorpece el progreso y alimenta la miseria.
Si gano 1000 francos hoy, me los pulo hoy. Y, si ya he comido algo, compro datos para mi móvil. Mañana será otro día.
Son incapaces a comprender en conceptos básicos como la compra y almacenamiento de cereales cuando el precio es bajo, en el ahorro o la inversión a futuro. Porque el futuro aquí es tan sumamente incierto, que esas ecuaciones simplemente no tienen sentido.

Aún así, las misiones en Chad, inasequibles al desaliento, siguen creando proyectos de educación, sanidad o agricultura con la casi siempre ineficiente ayuda del estado.

A Maritza le preocupa que cada vez haya menos vocaciones. La mayoría de las congregaciones tan solo cuentan con dos misioneras, número claramente insuficiente para su titánica y multidisciplinar labor. Piensan que pronto tendrán que cerrar una de las dos casas que tienen en Chad y, probablemente, será la de Maybombay, en funcionamiento desde 1997.

Sus palabras no eran un reclamo ni una queja, sino un testimonio honesto de la realidad que viven, contado con la paz de quien ha encontrado sentido en su misión.

Mientras yo me abanicaba en el camastro de soco e intentaba dormir (sin éxito, no solo por la temperatura del cuarto que rondaría los 39 grados, sino porque dormir mientras uno se abanica es imposible), ella y sus hermanas nos preparaban un rico pozole (que no he sido capaz de comer) y se tronchaban con las ocurrencias de Javier.

Mucha vida hay en esa casa.
Mucho amor y mucho servicio.
Gracias, como siempre, por abrirnos los ojos, hermana.

 

Bébédjia, a 28 de febrero de 2025

Lo que pides vs lo que te llega

Me encantan los paños africanos y los vestidos que las chadianas se hacen con ellos. Sus pieles de noche bruñida envueltas por esos lienzos coloridos que no hacen más que resaltar sus exuberantes cuerpos.
Quién tuviera esa piel.
Quién tuviera esos cuerpos.

Lamentablemente, después de unos cuantos viajes a Chad y de haberme confeccionado, tanto aquí como en casa, todo tipo de prendas, he aceptado que sus ceñidas y vibrantes indumentarias no favorecen a una escuálida nasara como yo. Ni a una nasara, aunque no sea escuálida.

Recuerdo ese vestido en colores turquesa y amarillo (con ventanas en forma de corazón en sus mangas, que no le faltaba de nada al atuendo) del que me tuvo que excarcelar Javier un día porque me quedé atascada cuando la cosa pasó del pecho. También es verdad que ni una medida me tomó el sastre del marché. Le bastó con un escaneo con la mirada para decidir las dimensiones del traje de princesa que a los pocos días me entregó.
Ese vestido se lo regalé a mi hija Chadiana pero todavía tengo tops, faldas, pareos y pantalones acumulando polvo en mi casa.

Con la lección por fin aprendida, llevo ya un par de años queriendo hacerme con un pañuelo grande como los que llevan las mujeres árabes. Ellas suelen ser mas menudas y bajas que las “sureñas” , como las denominan aquí. Sus rasgos son más finos y su piel es de color bronce o canela.
Un poco más “yo” si son.
Estas mujeres, que suelen usar aceites perfumados (para gozo de los que nos acercamos a ellas huyendo de alguna peste vecina),
envuelven sus cuerpos con unos sedosos velos de colores algo más discretos que los paños africanos. Es precioso ver cómo baila la tela sobre sus figuras, como se ondula y despliega con cada paso que dan, adaptándose a su cadencia. Cómo acaricia su delicada piel y se desliza por ella cuando se sientan.
Generalmente llevan estos delicados chales sobre otra prenda ceñida, pero hay mujeres que solo se cubren la cabeza y el cuello con ellos a modo de “Shayla” y utilizan vestidos vaporosos por debajo.

Vaya, que yo me veo más con un modelamen árabe y en mi wishlist de este año estaba anotado “encontrar tela vaporosa árabe para mi”.

El caso es que el otro día acabaron pronto el parte de quirófano y el resto del equipo se marchó a dar un voltio por el mercado. Yo tenía pacientes todavía por ver, así que le pedí a Sara que se hiciera con uno de esos velos para mi.

Difícil el recado, lo sé, que habré estado en el marché enemil veces y nunca he visto una boutique (me parece tannn gracioso que llamen así al cutre chiringo hecho con palos y pajas…) que los tenga.

Entre paciente y paciente veía las fotos que me mandaban y, cansadas ambas partes de la búsqueda, me decidí por la tela menos fea que vi colgada.

-Buff…no sé. Creo que el azul mejor, que el rosa es muy feo….

LO QUE PIDES: No me esperaba nada extraordinario, pero al menos si una tela liviana y manejable.

LO QUE RECIBES
El packaging: bolsa caca perro XXL y tela emburruñada en su interior.
La tela:

- ¿Pero esto qué es? Esto está más rígido que una bolsa de rafia…
- Lo que nos has dicho que compremos, nena.

Cómo la voy a matar si habla con un gracejo que dan ganas de comerle la cara.

La tela: fea, tiesa, de las que pican un poco, y con unos flequillos en un extremo mosqueantes…

Vuelta a la bolsa finustica negra.
Ya veremos qué hago con ella.

Al día siguiente me suena el WhatsApp dmientras estoy en la pediatría y mis compis en la cirugía.
Hay una foto.
No se me descargan las fotos automáticamente.
La abro.

Cubriendo cada ventana de la sala de hospitalización, mi tela.
Había comprado una cortina. Una cortina fea. Una cortina que parece un mantel malo del chino.

Casi se ahoga Pelagie de la risa cuando le he traído la cortina. Ha presentado mi caso en sesión. Ha intentado colocármelo a modo vestido. Se ha abierto un debate sobre las compras “online” y, entre risa y risa (que os digo que pocas cosas suenan tan bien aquí como las risas de Pelagie), he visto a la jefa de pediatría mirar mi cortina con ojos golositos.

Una mujer tan top como ella se merece una cortina tiesa, de los colores de moda, que cubra la puerta de su humilde casa.
Y de paso que le recuerde que tiene una amiga y compañera española con muy mal gusto que la quiere y admira a partes iguales.

Martes, 04 Marzo 2025 12:01

Elles sont parties.

Bébédjia, a 27 de febrero de 2025.

Elles sont parties.

Se marcharon.
Se marcharon las dos.
Cama 1 y cama 4 de la urgencia pediátrica. Cristine y Clarisse, de un año y 20 meses respectivamente. Malaria grave.
Maldito parásito.

La primera vez que escuché la expresión, no la entendí. Tampoco quería entenderla. El pequeño Survi (de Survivant) nos dejaba una madrugada. Cuánto amor pude derramar en ese magullado bebé, que de tan magullado que estaba, ni siquiera era bonito. Cuántos ratos nos pasamos él y yo en la pediatría. El, con su oreja pegada a mi pecho, escuchando el compás de mi corazón, su cuenco tibetano. Le recordaría al vientre materno, ese vientre que no se opuso al maltrato al que le sometió el animal de su padre.
Yo, mirándole hipnotizada, intentando trasferirle a través de sus receptores sensitivos y sensoriales cuánto lo amaba, aunque no compartiéramos más que esos ratos juntos.

- Il est parti ce matin.
No comprendo.
- Il est parti où ? (¿Quién se lo ha llevado?)
- Il est décédé (mira que es cortita la nasara)

Desde ese día, partir es un verbo que tiene una connotación diferente para mí. Apenas me atrevo a pronunciarlo. Me recuerda a esa mañana. A esa venda que le mantenía la mandíbula cerrada. A su cuerpo en esa cunita donde horas antes le dejé. A esa oración improvisada alrededor de su pequeño cuerpo.

Esta mañana he tenido una sensación extraña. Extraña por el disconfort que produce saber que algo va mal, pero dolorosamente conocida por mi, vivida ya tantas veces con anterioridad.

La sala de cuidados intensivos no estaba abarrotada como en años previos, en los que se amontonaban los niños en las camillas, en el suelo, en brazos de sus madres mientras convulsionaban, mientras se les transfundía, mientras uno debía decidir qué niño tenía más posibilidades de seguir adelante para que fuera él, y no otros tantos, los que se beneficiaran del oxígeno del concentrador.

No estaba abarrotada pero los 5 niños ingresados estaban muy graves.

Fiebre. Anemia. Dificultad respiratoria. Convulsiones. Fiebre. Más anemia. Convulsiones.
No hay donantes compatibles o sanos.

Ese disconfort cuando me he ido a comer me ha acompañado por la tarde, así que he vuelto después de comer.

Clarisse ya se había marchado. Media hora después de que yo me fuera a comer.

Interconsultando a Marimar vía WhatsApp me quedé un rato más. Revisando historias, anotando las cosas que debían hacerse en el pase de visita de mañana. Acariciando a los otros 4 en el moflete. Un segundo en la Habitación Bonita porque Emmanuel tampoco me gusta un pelo.

Al final de la tarde Sebou me confirma que Cristine se marchó también. Media hora después de que yo me fuera.

Media hora.
Como si alguien hubiera puesto un temporizador celestial.
Y lo agradezco.
Que vivir en directo la marcha de dos pequeñas y el ritual de sus madres al llevarse sus cuerpos es algo que cuesta mucho digerir.
Aunque lo hayas visto ya demasiadas veces.

Alicaída pero no aclimuerta.
Que todavía quedan batallas por ganar

Martes, 04 Marzo 2025 11:59

La brise

Bébédjia, a 26 de febrero de 2025

La brise

Amaneció encapotado.
Además, una suave brisa templada (que no caliente) nos ha regalado un comienzo de mañana mucho más agradable que en días previos.

Esa brisa también me ha empujado, a ritmo chadiano, de un lado a otro de Saint Joseph. Y menos mal que me ha empujado, porque hoy ha sido el típico día pinball. Que si Saint Joseph fuera como un 12 de Octubre, se pondría el sol e igual, antes del siguiente amanecer, una habría acabado. Y con pasos de sobra para repartir al resto del grupo para que todos llegáramos al objetivo de actividad de un atleta.

La brisa me ha llevado, primero, a la pediatría, porque sabe que es mi lugar favorito del hospital. Ahí la pobre se ha entremezclado con los olores de la sala de cuidados intensivos que, aunque está un paciente más vacía que ayer, huele a paños llenos de los excrementos de los pequeños, secos los de ayer, húmedos los de hoy. Que en este contexto de extrema pobreza, ¿quién puede permitirse un pañal? Yo creo que, además, las madres tienen el nervio olfatorio tan petado de señales, que ya no son capaces de discernir lo que huelen. Por eso utilizan y reutilizan el paño hasta que, en el pase de visita, uno levanta el paño para ver al niño y, al tocarlo mojado (cuántos pises puedo haber tocado desde que he llegado aquí ni yo lo sé), le pides al garde-malade que porelamordeDios cambie la tela. Y que lave el paño remojado, que lo suelen dejar a modo de almohadón en algún lado de la camilla.
La vuelta por la sala de cuidados intensivos ha sido más breve que la de ayer, porque la pequeña de 6 meses con neumonía ya ha dejado de necesitar el oxígeno.

De ahí la brisa me ha acompañado a la Habitación Bonita. No ha querido pasar (la pija de ella) porque la ropa de Franklin hoy estaba maloliente as ever, y ya se había saturado lo suficiente con la peste de la sala anterior.

Da igual que huela mal, que yo soy cinturón negro en hablar horas sin respirar y el espectáculo bonito de la Habitación Bonita no me lo pierdo yo por nada en el mundo.

Sin brisa le he dado un achuchón (flojito) a Arlette (mofletillos in crescendo) y me he acercado a ver al pequeño sin nombre que ya tiene nombre y también tiene malaria. Emmanuel (que así le he bautizado porque me recuerda a otro malnutrido de Laï que se convirtió en querubín) está poco reactivo, y he pillado a su madre dándole, con sus dedos sucios, un agua sucia que guardaba en una cazuela sucia. Chivatazo a Pelagie.
Franklin huele fatal (bueno, él no…su ropa) pero tose menos. Josephine, su madre, no ve el momento de marcharse. Se masca el alta.
Al lado de Franklin, tumbada en la cama, me encuentro con una inquilina también pequeña, probablemente prematura, de dos semanas de vida. Martine. Su joven madre, Catherine, está ingresada en la Medicina, enganchada a la vida por vía nasal y vía venosa. Tiene mal aspecto. Muy malo. Espero que lleguemos al diagnóstico antes de que Martine pase a engrosar la lista de huérfanos en Saint Joseph.

Al salir de la Habitación Bonita me reclaman porque hay un sacerdote esperándome en la APMS con secuelas de una fractura de mano. Viene conmigo la brisa, e inhalo sus partículas en suspensión porque, al menos, estas son inodoras.
Cruzamos el hospital la brisa y yo, y me encuentro no solo con el padre en cuestión, sino con Nathalie, la joven viuda, sosteniendo a la pobre Jennifer y sus múltiples malformaciones. Apenas la mira, aunque sí la alimenta, porque si no esta bebé serpiente nunca habría cumplido los 3 meses de vida. Creo que Nathalie sigue pensando que lo de la chiquilla tiene remedio y yo, que tengo claro que no lo tiene, solo pienso en descartar una neumonía y en aliviar el dolor que sufre la preciosa Jennifer cada vez que le intentamos movilizar los dedos para medirle la saturación. Su rígido cuerpo va a doler cada vez que su madre la cambie de posición, cada vez que la sostenga erguida, cada vez que intente cargarla a la espalda. Resulta difícil decidir hasta dónde llegar en estos casos porque, en realidad, lo que queda es acompañar a madre e hija y evitar, en la medida de lo posible, que a la pequeña le duela la probablemente sucinta vida.
Las dos pasarán a engrosar la lista de familias de Estudiar en Chad. El proyecto se hará cargo de las necesidades médicas y alimentarias que tenga la pequeña, y a la madre se le dará una ayuda para que pueda hacer pasta de cacahuete que pueda vender en el mercado. Esa es la única manera de que el segundo marido de su madre acepte tenerla en su casa. Que se gane el sustento. En caso contrario, las dos seguirán cambiando de hogar cada pocos días, de casa de un tío a casa de otro, porque nadie las querrá tener bajo su techo. Una viuda y una bebé serpiente son, simplemente, una carga demasiado pesada para cualquiera.

La brisa, que si que corre a través de la APMS, me lleva de Patrice a Jennifer y de ésta a la sobrina de uno de los auxiliares de fisioterapia de Handicapés. Nelom tiene 7 años, y la columna deformada. Su piel habla del dolor de columna que lleva arrastrando desde octubre. Su radiografía habla del mal de Pott. Con la faja lumbar que nos hemos traído, Nico la deja apañada. Y, sin más prueba diagnóstica procedo, con tele-ayuda de Marimar y a ajustar las endiabladas dosis de cada uno de los antibióticos que hacen falta para acabar con el bacilo tuberculoso (cómo no, no queda la combinación infantil de antituberculosos en el hospital).
La brisa nos ha llevado al despacho de la encargada de la tuberculosis que ha supervisado que estaba todo bien explicado en el carnet de Nelom y que la madre había comprendido cómo tendrá que realizar el tedioso tratamiento.

En ese momento ha desaparecido la brisa. Es como si estuviera cansada de nuestra lentitud, cansada de ver otra niña enferma, cansada de acompañar a la nasara que huele a relec.

Me ha dejado sola cuando he tenido que explorar a una niña de 16 años, embarazada, que ingresó con síntomas de malaria pero que en realidad parece que tiene un tumor o una encefalitis que le impide, ya, mantenerse en pie o caminar. Como las desgracias nunca vienen solas, el feto de Esther tiene, también, malformaciones graves. Y aquí no se pueden hacer las pruebas diagnósticas que necesitaríamos para ver si la adolescente tiene algo curable o no, así que mataremos moscas a cañonazos con lo que tenemos y lo que trajimos y, como siempre, rezaremos para que su final y el del feto sean, al menos, indoloros.

Impotencia.

Brisa, llévate esta impotencia que lastra mi corazón.

Y la brisa volvió, y me llevó a la Habitación Bonita (aunque no entró) y me acompañó al refrectoire a comer y, después, al aula de docencia donde hemos dado las sesiones formativas Javi, Nico y yo.

Ha esperado fuera la brisa, porque dentro del aula no cabía una sola partícula más de lo abarrotada que estaba.

Y al terminar el curso, mientras nuestros compañeros tomaban el tradicional ágape, ha vuelto a por mí.
Estaba más fresca la brisa, y la he recibido como quien recibe una caricia de alguien muy querido.
Y no me ha dejado salir de sus entrañas hasta que me ha dejado en la alfombra azul, tumbada, con mis pies mugrientos frente a nuestro árbol de mango.

Bébédjia, 25 de febrero de 2025

KAR OSIN NYÁ (el sol pega fuerte)

Lo de ayer fue un simulacro. Llegar a una situación de pre-tocar fondo térmico nos ha preparado para que hoy pudiéramos entregarnos al trabajo bajo un Lorenzo castigador.

Pero no, no quiero empezar el relato quejándome. Hoy ha sido un día tristonito (con más dosis de bonito que de triste) y agosionante (también más ilusionante/impresionante/acojo-idem que agotador).

Triste.
Porque la pediatría empieza a llenarse de pacientes graves. Christine, de un año, no parece mejorar con el tratamiento para la malaria y ha llegado a convulsionar. Es preciosa pero tiene esa mirada perdida que he visto tantas veces en los que sobreviven al « neuropalu ». Gracias a Dios tenemos luz y los concentradores de la sala funcionan, porque necesita ese aporte extra de oxígeno para seguir enganchada a la vida. Si deja de tener fiebre y con la transfusión remonta los 6 gramos de hemoglobina que tiene, podré empezar a trabajar con ella y con su madre esta semana.
Acompañándola en la sala de cuidados intensivos, encontramos otros 3 niños graves (aunque menos): dos con malaria (de 4 años y 4 mesecitos) y la pequeña Charité, de 6 meses con con una neumonía.

Triste también porque en la habitación de neonatos ha ingresado otro sin nombre (que tiene solo 4 días) con malaria y porque Franklin tampoco se libra de su infección respiratoria.

Bonito.
Porque Arlette (la prematura huérfana) cambia a mejor cada día que pasa. Hoy, incluso, la he visto monilla.
Porque hoy lloraba de hambre y aprovechando que su abuela se había ido a lavar los paños, he podido disfrutar de su pequeñez mientras intentaba consolarla (sin éxito, también os digo) entre mis antebrazos.

Porque Sor Raquel nos ha traído unas naranjas gordas verdes (y a un paciente de su parroquia al que ojalá podamos ayudar). Pero ver a la jovial Raquel siempre es bonito.

Porque he visto a Irene y a su bebé Providence (de unos 3 meses de edad). Irene era la cuñada de mi amiga Blanchie, con la que salgo en mi foto de perfil. Sus hijos Beau Claire y Marie quedaron huérfanos cuando Blanchie falleció en 2020. Irene se quedó con Marie y el viudo se marchó a Mondou con Beau. Pocas veces he visto un rostro tan triste como el de Marie el primer año que volví después del COVID. Por eso siempre espero que venga Irene a traerme a Marie, a que me cuente cómo va en el cole, si se ha puesto enferma, si necesitan algo. Y yo aprovecho para darle un abrazo, acariciarle la cara, mirar al cielo y prometerle a Blanchie que seguiré los pasos de su benjamina mientras pueda.
Irene me traerá a Marie el viernes. Ese día será bonito también.

Ilusionante e impresionante.
Porque bajo el sol de justicia Cristina, Laura y yo hemos movido ladrillos y convocado a los niños del APMS para conseguir hacer una foto y un vídeo y así concursar, un año más, en un Matchfunding que (inshallah) nos ayudará a construir el siguiente edificio del hogar escuela para los huérfanos de VIH.

Impresionante el trabajo que han hecho los niños esta tarde adecentando el terreno, sacando ladrillos de tres en tres (me río yo del crossfit), recogiendo hojas, haciendo montoncitos de basura.

Impresionante, también, el hecho de que no nos hayamos desmayado las 3 nasaras.
¡ACLIMATADAS!

Agotador.
Porque la mugre de los pies es directamente proporcional a los pasos dados, y hoy mis pies han batido todos los récords de mugrez.
Estos pasos valen el doble porque al hacerlos a 40º, lo considero un entrenamiento Bikram.

Porque los ladrillos pesaban unos 2-3 kilos cada uno y habremos movido un casi un centenar de ellos.

Porque hoy he sido, en mi misma, un equipo multidisciplinar: médico, fisio, docente, garde-malade, creativo, fotógrafa, peón de la construcción, nasara abraza niños.

Hoy, día bonitriste e ilusocansante, me acuesto feliz bajo mi blanca crisálida.

Bébédjia, 23 de febrero de 2025

Dimash djo (domingo dos)

A pesar de que todo aquí discurre tan lento, los días pasan rápido, demasiado rápido.

Los chadianos caminan despacio, tanto en la calle como en el hospital. Será por el calor. O por la anemia crónica después de tanta malaria. Es como si estuvieran continuamente ahorrando energía.
Da igual que venga una emergencia vital. Nadie corre aquí. Tampoco he visto a nadie echando una carrera para llegar a una camioneta.

Los que me conocéis bien sabéis que yo no camino, que yo hago marcha atlética para desplazarme de un sitio a otro.
Siempre con el mismo compás, tanto que son muchos los compañeros que saben que me acerco cuando escuchan mis pasos, invariables en cuanto al ritmo.
Siempre con prisa para terminar a una hora razonable la consulta, con prisa para llegar a la siguiente actividad de la tarde. Con prisa por el simple hecho de que caminar rápido es una actividad deportiva (que una es también un poco vigoréxica).

Pues bien, cuando estoy aquí me cuesta adaptarme a este ritmo pausado. Tan despacio van que a veces me da la impresión de estar yendo hacia atrás.

La primera semana hay que frenarme, pero finalizando la segunda, ya he adquirido la cadencia chadiana que, para mí, es terapéutica. Me ayuda a modular la ansiedad, a centrarme en el aquí y ahora, a empaparme de los colores, los rostros, las voces de los que se cruzan por mi camino. Me ayuda a no frustrarme cuando las cosas no se hacen como a mí me gustaría y a mejorar mi paciencia. Porque aquí no es solo paciente el paciente.

“O te aclimatas o te aclimueres” (madre dixit).

Y, a paso lento, me encanta recorrer el espacio entre nuestras habitaciones y el hospital. Cruzarte con gente y saludarles en su idioma, pero saludarles de verdad deseándoles, de corazón, que pasen un buen día.
Fijarte en sus ojos y encontrarte con miradas de afecto, de curiosidad, de asombro, miradas divertidas, miradas agradecidas, miradas de terror.

Hacer ese paseo con sosiego y repetir, un día y otro, el ritual del mirar, saludar y sonreír me carga de buena vibra y me ayuda a trabajar.

Hoy Dimash hace un calor casi aplastante. Y lo “bueno” está, todavía, por llegar. Seguimos viendo chadianos con sus mangas largas y sus pelucas o gorros de lana, mientras los nasaras ya no sabemos qué más ropa quitarnos sin generar un conflicto inter-racial o religioso.
Hoy los chadianos siguen con su ritmo caribeño mientras nosotros andamos siempre en primera, sin poder embragar.

Mañana empieza la tercera semana, semana que siempre me ha parecido la más dura. Por delante quedan 4 días de formaciones para el personal, acoger a Jennifer el miércoles en el programa, ir a Handicapés para ver algún caso y aprovechar para seguir viendo ahijados, una cena en casa de Alice, la inauguración del primer edificio del Hogar Escuela para huérfanos de VIH y, ojalá, un viaje dominguero a Maybombay para comer rico en casa de Sor Maritza y Sor Soco.
Queda todo eso por delante y también una subida de las temperaturas y todos los casos que lleguen al hospital.

Hoy, un plato de pasta fresca casero hecho por Giuditta (con Javier como ayudante), sirve de combustible para acabar el día. ¡A ver qué nos inventamos mañana para no desfallecer!

Espero que hayáis pasado un fin de semana estupendo.
A por Cula-Kara!!

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