Blog_Dra.-Paula (80)
Blog de la Doctora Paula
Medica especializa en Medicina Física y Rehabilitación trabaja en el servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Fuenlabrada
Madrid, a 26 de febrero de 2024
Hoy tocaría contaros que entrábamos en la última semana de trabajo en Bébédjia.
Que ya hicimos las formaciones y que nuestros compañeros estuvieron atentos y felices, sobre todo al recibir su título y al compartir comida y bebida al terminar.
Que lamentablemente tanto Mahamat como uno de los recién nacidos que ingresaron antes de nuestra vuelta se unieron al grupo de pequeños pastoreados por mi padre.
Que la pequeña de 10 años que se cayó a un pozo y tuvo una lesión medular evolucionaba bien desde su traslado al centre de handicapés, pero que Mabel les dio permiso para marcharse a su casa el fin de semana y hoy volvió ulcerada e hinchada como un globo, así que ha tenido que reingresar en Saint Joseph.
Que el edificio de la tuberculosis ya tiene todos los retoques hechos, y que pronto empezarán a construir el muro que delimitará la nueva zona donde atenderemos a los pequeños del proyecto Estudiar en Chad.
Que aún no me han traído a Marie, la hermana de Beau Claire, y que espero que nuestra súper matrona Deo sea capaz de avisar a su tía (y ahora madre) Irene para que pueda ver cómo ha crecido la hija de mi querida Blanchie.
Que cada día hace más calor.
Que todavía me quedan por ver a alguno de los ahijados de Estudiar en Chad y a otros tantos del programa “exclusivo” (o, más bien, inclusivo) de discapacidad, como a Mbay, Roland, Juskar, Bernardin, Orianne, Charlotte, Sergine y Severine.
Que estamos preparando la cena de despedida para el jueves, y que habrá jamón, cecina, tortilla de patata, sardinas con tomate, ensalada, pollo con couscous, cerveza, vino y sangría.
Que nos cuesta aceptar que queda un año para volver a ver a compañeros, misioneras y niños.
Y que, aún así, estamos deseando darnos una ducha caliente, lavarnos los dientes con agua del grifo, tomar leche de verdad (y yogur, y chocolate…), encender la luz cuando nos dé la gana y abrazar a los nuestros.
Bébédjia, febrero de 2024.
MAMÁ GRÂCE
Mamá Grâce solo tiene 11 años y lleva ostentando ese título desde antes de los 8.
Su madre, díscola y enferma, viene y va desde que ella tiene uso de razón. Y cada vez que viene, lo hace con el vientre henchido.
La benjamina de esta saga, de unos 16 meses de edad, tiene un retraso psicomotor cada vez más evidente y quién sabe si llegará a hablar.
Aunque Grâce es la tercera de 7 hermanos, siempre ha sido la responsable de este pequeño clan.
Mientras su madre se marchaba durante semanas en busca de afecto.
Mientras la hermana mayor huía imitando a su madre.
Mientras su hermano (el segundo) vivía con la abuela en la aldea, ayudando en las tareas del campo.
Mientras sus tres hermanos pequeños vagaban, descalzos, por los caminos de Bébédjia. Con sus pies sucios y desnudos y con sus tripas bien prominentes como cualquier malnutrido lleno de gusanos que se precie.
Mama Grâce ha sido responsable, desde los 7 años, de que sus hermanos tuvieran algo que llevarse a la boca durante los periodo sin adulto, de que durmieran bajo techo y de comunicar a las hermanas cuando había un problema.
Tiene carácter mamá Grâce. Y está cansada. Cansada de asegurarse de que sus hermanos, más mayores ahora, tengan su uniforme listo, hagan sus deberes, no se metan en líos. Porque son tela marinera los 3 que la siguen. Afortunadamente la cuarta viaja sobre los lomos de su madre, y cuando la madre desaparece, también lo hace la benjamina.
Se queja a las hermanas.
- ¡Ya no puedo más!- les dice.
Y las hermanas hacen lo que pueden para aliviar su pesada carga.
Y a pesar de que está agotada, una le roba estas fotos que sacuden y frustran y hacen feliz, todo a la vez.
Porque Mamá Grâce no ha tenido infancia, pero al ver su sonrisa queda claro que le quedan restos de esa feliz inocencia que ojalá nunca le hubieran robado.
Bébédjia. Febrero de 2024.
Sentiments cachés
En Chad todos los sentimientos se contienen.
Bueno, no todos.
Los niños no son capaces de contener el terror que les produce ver un nasara de carne y hueso aproximarse a ellos. Les dijeron que el demonio es blanco y apareces tú con tu rostro pálido saludando efusivamente, con el típico canturreo ibérico que utilizamos cuando nos relacionamos con los niños. Resultado: llanto cuasi inmediato, giro de 180 º, inicio de carrera (cuando la mayoría están dando sus primeros pasos), caída al suelo a los dos segundos y agravamiento del llanto, que se vuelve inconsolable. Relación rota antes de iniciarse.
Por el momento, ningún niño de la pediatría se me acerca con curiosidad. El otro día tuve un amago de amistad con un niño de unos 3 años a quien le lancé un balón de playa de los que siempre me traigo. Tímidamente comenzó a darle pataditas y yo se las devolvía. Todo apuntaba a que terminaría por aceptarme cuando un golpe de aire desvió la trayectoria del ligero balón y acarició la tripa del niño, roce que debió sentir como si un delantero de rugby te hace un placaje en alguna final. Como podéis imaginar, aquello acabó mal, con 15 minutos de llanto continuado (con matices de grito) acompañado de un coro de risas de todas las madres de la pediatría.
En fin.
Creo que el miedo es, pues, la única emoción no disimulable.
Se esconde el amor de pareja. Jamás verás a un hombre y una mujer de la mano (ojo que los hombres si se dan la manita), o dirigirse el uno al otro con cariño o cercanía. Nunca un beso en público. Jamás. Aunque sea en la mejilla.
El otro día lo hablaba con mi compañero Stany. Vino su mujer a recoger algo a la pediatría y el, sin darse la vuelta para mirarla, fue a por lo que ella había venido a recoger y se lo entregó sin mediar palabra, sonrisa o ademán de complicidad. Le pregunté si estaba enfadado y él se rió. En público la pareja se relaciona así. No hay otra manera. La pobre nassara, que no entiende. Escandalicé a todos cuando les expliqué nuestro modus vivendi e incontinencia en lo que se refiere a expresar nuestros sentimientos en España. Nos ven como salvajes. Literal.
Por lo general, tampoco se muestra el cariño a los hijos. No hay besos o caricias. No hay abrazos. Hay gestos asociados a acciones concretas: dar de mamar, amarrar al bebé a la espalda, despiojar…pero son gestos estériles, sin ninguna connotación asociada. Hubo un padre que me rompió los esquemas allá por el 2018. Narcise, el padre de el pobre Beau Claire, el marido de mi amiga Blanchie, la mujer que coprotagoniza mi foto de estado y que falleció en el 2020. Narcise sonreía a sus hijos (incluso a Beau, que quedó con grandes secuelas neurologicas tras una malaria cerebral), jugaba con ellos, les abrazaba con ternura. Anecdótico.
No lo he vuelto a ver, ni a él ni a Beau, a quien se llevó a Mondou dejando atrás a la pequeña Marie, encasquetándosela al hermano de Blanchie y desapareciendo definitivamente de la vida de la familia de su difunta esposa.
Aquí yo me encargo de romper esas barreras con los más pequeños. Abrazo a mis niños y les beso la mejilla (bueno: no a todos. A Marie Claire, Sadia y Valentina, que el resto se cortocircuita). Los elevo por los aires y juego con ellos. Les acaricio las tiñosas cabezas con ternura y les limpio los restos de comida de la boca.
Los niños del programa de apadrinamiento han crecido recibiendo eso: amor explícito, sin decapitar. Y aunque fuera del recinto de la APMS se comporten como el resto de los Chadianos, espero que de puertas hacia dentro no les asuste demostrar el afecto, el cariño o el amor a las personas que les rodeen.
LOS PARIAS
En Chad, papá, se celebra la muerte más que la vida.
Los nacimientos no se celebran. Se sufren.
Los cumpleaños no se celebran. Pocos saben qué día nacieron.
Pero la muerte, la muerte se celebra por todo lo alto. Tanto, que vienen familiares desde todos los puntos del país para llorar al finado. Hay que celebrarlo tanto que una muerte puede arruinar económicamente a una familia entera. Pero eso no importa. Lo importante es que la gente llore y coma. Todo el mundo tiene 3 días de permiso para ir a los funerales porque, quien no va, puede ser considerado como responsable del fallecimiento del familiar.
Ahora bien, no todo el mundo es merecedor de semejantes funerales.
Son dignos los que han cumplido con el ciclo de la vida, los que han tenido hijos y han muerto a una edad avanzada (que aquí puede ser a partir de los 40) con todas sus extremidades intactas. Si, si. Sin amputaciones de por medio.
Los indignos no merecen homenajes. La muerte de los parias se convierte en un proceso a liquidar lo antes posible.
Un recién nacido que muere es en realidad un ancestro reencarnado en el pequeño que quiere mandar un mensaje de advertencia a la familia. El destinatario del mensaje sabrá que es a él/ella a quien va dirigido y, cuando esto suceda, el infante, mero vehículo hecho carne, morirá. A estos niños no se les puede llorar. La familia cavará un agujero donde sea y allí lo meterá para cubrirlo de tierra rojiza antes de que termine el día. Cuando me enteré de esto pensé en mi hermana, Sara, a quien siempre he considerado mi ángel de la guarda. A pesar de su corta vida, la amasteis y seguramente llorasteis durante años mamá y tú, aunque nunca quisisteis transmitirme vuestra pena.
Cualquier otra persona que fallezca antes de haber cumplido con el ciclo vital (superar la infancia y tener hijos) es indigno.
Se le enterrará también rápidamente sin funeral previo, aunque será preciso clavarle unos pinchos en las plantas de los pies para que no vuelva jamás a caminar por esta tierra.
Una persona amputada es doblemente maldita, por un lado porque es un discapacitado y por el otro porque no se puede celebrar el funeral de alguien que al que le falta una extremidad por considerar que está incompleto. Salvo que ya sea viejito. Ese ya ha cumplido y se festeja, aunque un poquito menos. Con razón la mayoría rechaza esa técnica quirúrgica a toda costa, aunque se jueguen la vida al hacerlo…
Los discapacitados de cualquier otra causa son malditos también, al igual que las mujeres que no han tenido descendencia (poco importa si era el marido el infértil). Todos ellos serán enterrados con los pinchos en las plantas de los pies y, en el caso de las mujeres, boca abajo.
El ancestro de la familia del prematuro que falleció hace unos días fue diligente con la transmisión del aviso. La madre no lloró. Por lo menos se fue sin pinchos en sus diminutos pies.
PD: dale un abrazo enorme a Sara y dile que es un privilegio haberla tenido allí, velando por mi, desde que nací (aunque casi hubiera preferido poder pelearme por la ropa con su versión terrenal).
Bébédjia- N’Djamena, 15 de enero de 2024
Pues bien.
Asumida la vuelta, la noche anterior invitamos a misioneras, equipo médico y al director a nuestra habitual fiesta de despedida. Había sorpresa incluida como no podía ser de otra manera cuando uno viaja con Javi. Collares de corazones, luces led, la palabra LOVE purpurinada sobre la mesa y globos rojos que se suponía que debían adoptar forma de corazón (pero que en realidad parecían mamas infantiles). Había que celebrar que estábamos juntos y que por fin viajaríamos a N’Djamena 4 personas y el conductor.
Hasta el último minuto tuve la esperanza de que así fuera peeeeeero….nuestro director decidió acompañarnos así que, una vez más, compartí asiento delantero de la Toyota. Nos acompañó él y 3 hermosos pollos metidos en una caja con agujeros sobre las maletas.
Javi y yo nos miramos. ¿Correrían estos mejor suerte que los pollos que llegaron cadáver (y mi-cuit) en aquella vuelta a N’Djamena de 2019?
Hasta el último minuto también mantuvimos el estrés, porque el coche que debía llevarnos a N’Djamena amaneció el miércoles con la caja de cambios caput. Papá, ahí inteviniste seguro, porque no daba yo un duro por que llegara Jean Paul a Mondou al taller y que fueran capaces de arreglarlo antes de que cayera la noche.
El viaje, igual de terrible que siempre. Bueno, un poco menos porque salimos antes de las 7 de la madrugada (despertador 5:15 mueero) e hizo menos calor.
Y aunque físicamente fue algo menos agotador, pasamos más tensión que nunca. En Chad hay una verdadera crisis de carburante. Sencillamente no hay. A ver, hay gasolina para las motillos en los puestecitos donde venden litros sueltos en botellas recicladas de agua, pero mucha está adulterada o muy sucia, y va acabando con los motores. El Diésel para las Toyotas es otra cosa. O lo encuentras en una gasolinera de verdad, o estás vendido. Y si le compras un par de bidones XXL al comerciante de confi, puede que te quedes sin Toyota. Ya han tenido que llevar la del hospital un par de veces al taller por este motivo pero es que NO HAY gasolineras con combustible hasta encontrarte a 20 kilómetros de N’Djamena.
El caso es que íbamos por Kelo y ya estábamos con medio depósito. Fuera aire acondicionado.
Cocínate mientras intentas desesperadamente no caerte sobre el conductor en los baches.
En Bongor paramos en el puesto favorito de Jean Paul. Y tu, papá, que a la ida tampoco te habías fijado mucho porque estabas absorto mirando la cantidad de basura que hay por todos los lados, por fin te percataste de la guarrería del sitio. Las carpas y los pollos en el mismo puesto, con sus moscas volando alrededor, y el fuego (artesanal) que calienta el aceite que está friendo todo a la vez debajo del mostrador. El bidón con grifo a la derecha. El jabón en la parte superior. Tu cara: un poema. Reconoce que emplatado la cosa pintaba mejor y que te tranquilizó que yo no mojara el pollo o la carpa en la salsa líquida.
Después de la comida, reanudamos el camino con la misma tensión y una imagen que nunca olvidaré me sacudió más que los enormes socavones del camino. ¿Recuerdas? Había un pequeño animal atropellado en la “carretera” (de lo destrozado que estaba era imposible adivinar la especie) y unos niños, agachados en el margen de la carretera, esperaban, ansiosos, a que pasáramos para poder agarrar lo que quedaba del bicho y comérselo.
Ese es el nivel de hambre que hay. No quiero ni pensar cómo va a ser la época de lluvias. El año pasado llovió mucho menos de lo normal y apenas hay arroz. Hay mijo, pero el que no haya comprado hace unos meses que estaba más barato, no va a poder permitirse comprar el mijo cuando el precio se ponga por las nubes.
Sacudida física y psíquicamente.
Desde nuestra salida nos paramos en todas las gasolineras del camino para ver si había diésel. Nada.
A 50 kilómetros de N’Djamena ya estábamos en reserva y aquí no hay grúas.
Por fin, a unos 20 km de la capital pasamos por dos gasolineras con muchísima cola. De la primera nos fuimos porque entendimos que con la cola que había, pasaríamos la noche esperando. En la segunda (con infinidad de motos y camiones esperando), tras un posible “unte” del director a unos de los señoros de la gasolinera, conseguimos llenar el depósito tras una hora de espera.
Y así va el país. Hambre, refugiados de Sudán, República Centroafricana, Níger, Nigeria y Camerún (los 3 últimos en la zona del lago Chad) y crisis de combustible a pesar de ser un país productor en un contexto preelectoral (3 años después del asesinato de Idriss).
Algo más de 10 horas de viaje, sanos y salvos aunque tocados y nerviosos porque se iniciaba ahora la ronda de llamadas que anunciarían el prematuro regreso.
Y de fondo, más alto que nunca, se escuchaba la “adhan” (llamada a la oración desde la mezquita) que volvería a despertarnos a las 5 de la mañana.
Bébédjia, 14 de febrero de 2024
Duele
Duele no poder hacer más. Duele no saber hacer más con lo que tienes. Duele quedarse sin tiempo para hacer más.
Duele cada muerte, duele cada vida que tú sabes que se va.
Duele cada persona nueva a la que empiezas a amar aquí.
Duele cada abrazo que sabes que mañana no darás y cada conversación que no ocurrirá.
Duele cada mujer maltratada, violada, vejada.
Duele cada niña embarazada, cada infancia robada.
Duele cada discapacitado ignorado, odiado, temido.
Duele cada bebé quemado, cada niño abandonado, cada huérfano esclavo.
Duele ver a un grupo de niños esperando a que acabes de comer por si sobra algo.
Duele cada cabeza tiñosa, cada herida infectada, cada tripa hinchada.
Duele la falta de educación, de infraestructuras, de lo básico.
Duele saber que tú lo tienes todo pero que la mayoría del mundo no.
Y, contra el dolor de estas características, no hay nada eficaz que trabajar por un mundo más justo, papá.
Palabra de médico.
Vicent
El miércoles 7 recibí un audio de Sor Mabel, la directora, enfermera y fisioterapeuta del Centre de Handicapés de Doba.
“Cantando” colombiano me decía que nos acababan de mandar a un niño que había llegado esa misma mañana a su centro con quemaduras de tercer grado en cara, cuello, brazos, tronco y abdomen. El 30% de superficie corporal. En su torpe caminar se había caído en el fuego que preparan en cada casa para calentarse (ojo que aquí las temperaturas en estas épocas del año oscilan entre 18° de la noche y 40°grados durante el día), pero es su invierno.
- Te agradezco en el alma lo que tú me puedas hacer con ese bebecito, Paula
El pequeño se había pasado 3 semanas en la aldea, supongo que rabiando de dolor, hasta que se decidieron a buscar ayuda “occidental”. Cómo sobrevivió, solo Dios lo sabe. Increíble que no se deshidratara o infectara.
Cuando llegué a la cama que le habían asignado, tuve que contener las lágrimas. Él no hizo nada para ocultarlas, porque fue verme y llorar aterrorizado. Estaba claro que esa iba a ser su reacción así que fui preparada con una chocolatina que no dudó en aceptar con su boquita. Una vez hubo tragado el manjar, volvió al modo llanto.
Las quemaduras de los brazos y manos habían empezado a cicatrizar. Su cuerpito quemado estaba lleno de costras y las articulaciones se habían quedado rígidas en flexión al haber zonas pegadas de piel con piel. El cuello se movía mínimamente. Milagrosamente, su boca, ojos y pestañas estaban intactos. Era lo único que podía hacer. Mover esos ojitos observando lo que ocurría a su alrededor y aceptar de buena gana la comida que se le daba.
Era necesario meterle en quirófano para limpiar todas las costras, movilizarle los hombros, codos y manos para vencer las rigideces y adherencias para posteriormente inmovilizarlos en una posición adecuada para que no volvieran a quedarse rígidos. Después habría que comenzar con las movilizaciones.
El viernes le sedamos e hicimos la cura en quirófano.
- Yo tengo que pensar que es un muñeco para no ponerme a llorar- me decía Javi.
A tres bandas (Javi, Noel y yo) le desbridamos y le vendamos para después inmovilizar sus brazos con ayuda de unos cartones a modo de férulas improvisadas.
No sé por qué, yo no tuve que imaginarme que limpiaba un nenuco. Me centré en la tarea - raspar, quitar costra, lavar con betadine, frotar más y más- mientras rezaba para que no empezara a decaer el efecto de la ketamina. Y, mientras lo limpiaba, pensaba si habría en este país suficientes chocolatinas y globos para ganármelo antes de empezar a moverlo.
Entonces, te lo encomendé.
En nuestra experiencia, a los niños quemados se los suelen llevar a la aldea antes de terminar el tratamiento cuando entienden que el proceso es largo. El pequeño, si salía de esta, quedaría con la cara, brazos, tronco y abdomen blancos, y no sé si la familia y la sociedad llegarían a perdonar esa particularidad física. Además, probablemente iba a quedar con una limitación funcional importante en los miembros superiores.
Ojalá nos dejaran trabajar.
Ojalá evolucionara bien.
Ojalá le dieran una oportunidad al pequeño y no se lo llevaran a morir a la aldea como hicieron con Orphine dos años atrás. Ojalá no le dieran unas hierbas que acabaran con su vida durante su estancia hospitalaria, como le pasó al pequeño Abdel el año pasado
La evolución no fue la esperada. Se intentó. Se le curó a diario y el pequeño se fue apagando hasta que finalmente falleció ayer.
Otro hijo más al que acoger allí arriba, papá. En algo más de dos semanas ya tienes un buen grupete de pequeños haciéndoos compañía. ¿No son preciosos? Cuídamelos anda, y comételos a besos que aquí no han recibido ninguno.
El corazón se te endurece conforme van pasando los años. Cada vez te sorprenden o te espantan menos las cosas. Entiendo que es un mecanismo para poder gestionar lo que vivimos aquí, pero es cierto que a veces me asusta lo serena que estoy en situaciones que hace años me hubieran roto.
No puedo compartir las fotos de este angelito, pero si de su abuela, quien lo acompañó durante todo el ingreso.
Benditas “kakas”.
Aquí y en el mundo entero.
Bébédjia- Bero - Doba - Bébédjia. 13 de febrero de 2024
El hecho de que nuestro proyecto Estudiar en Chad haya crecido tanto implica eso. Desplazamientos bajo un calor infernal para saludar a los ahijados que tenemos en las poblaciones más cercanas en régimen de internado. Hay alguno que se me escapa: los más pequeñitos que son de apoyo nutricional y a los que tenemos en régimen de internado en Sahr y los de Maybombaye, porque quedan muy lejos de Bébédjia y resulta imposible hacer tamaños viajes en el poco tiempo que paso aquí.
Empezamos con 10 niños y ahora mismo tenemos a más de 160 en el programa!
Cada viaje hacemos lo imposible para que yo vea a la mayoría de ellos. A ellos les emociona ver que volvemos porque entienden que les queremos, que nos preocupamos y que seguimos estando allí. Pero el regalo, papá, el regalo me lo hacen a mí. A muchos de ellos los he visto pasar de bebotes a niños y de niños a adolescentes y a unos cuantos, de adolescentes a jóvenes.
No creas que es tarea fácil lo de verlos a todos. Y todavía es más difícil cuidarlos a todos día tras día. Durante estos años han cambiado mucho las situaciones de sus familias: abandonos, fallecimientos de los dos padres, embarazos no deseados, alcoholismo, abusos, violencia…pero ahí están los chiquillos, gracias a nuestra contraparte (maravillosa), sor Laura y sor Guadalupe, a la responsable del proyecto (Cristina) y a todos los que se decidieron a apadrinar (gran parte amigos míos).
¡Pero noooohombre! (Lupita dixit). Si no fuera por este par de mexicanas, esto no funcionaría. Los conocen como solo una madre conoce a un hijo. Los cuidan cuando están enfermos. Se aseguran de que coman, de que estudien, de que tomen sus pastillas, de que laven sus uniformes. Madres. Y madres “bien mucho” amorosas, no creas, aunque cuando toca echar broncas, ahí le dan!
A todo le ponen eso: amor, sal y una pizquita de chile.
El caso es que ahí nos montamos en la Toyota a las 15 horas y estuvimos en danza hasta las 20:30, visitando a unos y otros, echando lagrimillas, compartiendo cafés, fruta y galletas con los misioneros que cuidan de nuestra extensa prole.
En Bero está el internado de San Francisco de Sales con sus 55 niños de primaria. El padre Yves (que es camerunés y habla inglés y bien podría ser modelo - no me mires así, papá. Estoy describiendo) a organizado a los chicos para que nos hagan un baile de bienvenida. Y al final, he recibido hasta un ramo de buganvillas y florecillas del árbol que parece una pata de elefante. Muy estrella yo, cuando los que se han salido han sido ellos.
De ahí pasamos a Doba a recoger a Brillante, Chanceline y Prisca al internado de las Alcantarinas (donde la risueña Marilda nos recibe con noticias regulares que seguro se podrán gestionar) y las llevamos al internado de chicos (San Francisco de sales también, pero de mayores) donde tenemos a mi queridísimo Arnaud (que solo tiene a las hermanas y a Matxalen), Eloi (le ha cambiado la voz!) y el tímido Moise.
Dispersos por el suelo sobre las alfombras plasticosas de aquí yacen los adolescentes y sus cuadernos. Las niñas están con un corte tremendo, sobre todo Vrillante, que ha venido con la equipación de baloncesto amarilla porque la hemos sacado de un entreno. Sin paño ellas se sienten desnudas, aunque a mí me parece que Brillante estaba absolutamente top con su camiseta y pantalón.
Y la guinda para el final. Mi hija Marie Claire, con su cojera que tan bien disimula y su precioso vestido de dibujos geométricos.
- Te quiero, pequeña. Estudia mucho, se responsable, disfruta. On est ensemble.
Vuelvo llorando en silencio, en el asiento trasero de la Toyota. Siempre me pasa cuando veo a Marie Claire.
Ojalá….
Lloro hasta que Laura reproduce en el móvil una canción tipo Bollywood que le chifla a Lupita.
- Ponme la de los indianos, madre…
Esta pareja nunca dejará de sorprenderme.
NB:
Estudiar en Chad es uno de los 3 proyectos de la fundación el Compromiso (usease nosotros). Por orden de aparición tenemos enganchados (el proyecto sanitario de hermanamiento entre el Hospital de Fuenlabrada y Saint Joseph), Estudiar en Chad (el proyecto socio educativo que apoya a los huérfanos de SIDA y, en algún caso, de familias extremadamente vulnerables - como si aquí no fueran todas vulnerables) y el proyecto Femmes en Detresse (mujeres apoyando a mujeres).
Bebotó- Bébédjia, 12 de febrero de 2024
¿Ves como había que venir, papá? Estabas tú también emocionado al ver a los alumnos del ECA (escuela católica asociada) San Kisito de Bebotó formando filas y cantar el himno chadiano mientras se izaba la bandera. Esta escuela ha recibido el premio de la mejor ECA de la región de Logone Oriental, donde estamos. Una ECA tiene la particularidad de que hay 3 grupos de responsables: la iglesia católica (las instalaciones, la dirección, la administración y 3 de los profesores son “suyos”), el estado (paga un maestro) y las familias (que pagan dos maestros más). Los padres también se hacen cargo, junto con los niños, de la limpieza periódica de las instalaciones. Incluso son los responsables de pintar el cole durante las vacaciones.
San Kisito tiene fama de ser una escuela dura y exigente, tanto en el aspecto académico como en el de la higiene y el comportamiento. Los chicos deben acudir rapados (que la tiña aquí es como nuestros piojos, pero sin tratamiento). Las niñas, trenzadas. Todos deben llevar su uniforme completo, salvo los del kinder, que van “de calle” (o sea: andrajosos pero cada uno con lo que le dé la gana). Lo de uniforme completo es un decir, porque a la mayoría les falta algún botón, se les ha roto una sisa o llevan un agujero en el pantalón.
El material escolar: tablillas de pizarra los pequeños, delgados cuadernos los más mayores, un boli bic y un lápiz.
En sexto de primaria hay niños mayorcisimos. No es infrecuente que las misioneras tengan que modificar el “registro civil” de los chicos (imaginaos lo legal que es todo) para rebajar edades (muchos deberían por edad estar terminando la secundaria e incluso el bachillerato).
Las causas de semejantes desbarajustes son múltiples. Por una parte, hay muchos niños a los que no se les escolariza cuando se debe. Hace falta que una misionera (si, la mayoría mujeres) conozcan a los niños de la calle y sean capaces de convencer a las familias para que los matriculen. Muchos de los niños (la mayoría niñas) son utilizadas para las tareas del hogar: encargarse de los hermanos, ir a recoger leña, prender el fuego, preparar la comida, barrer la hojas con sus rudimentarias escobas y lavar la ropa. También deberán hacer “le petit commerce “ en la carretera. Intentarán encontrar unos mangos un poco maduros para vender en la carretera. El eslabón más bajo de los menores son los discapacitados. Los siguientes, los huérfanos. Ninguno de los dos será escolarizado (salvo que se topen con la iglesia, claro)
El otro motivo por el cual llevan taaanto retraso es que la mayoría comenzó en un colegio público. Los colegios públicos, aparte de estar masificados, sufren continuas huelgas por parte de los maestros por los impagos. Este año, por ejemplo, acaba de comenzar el curso en las escuelas y libros públicos porque hasta este momento los funcionarios estaban de huelga. El curso comienza en octubre y termina a finales de mayo…imaginad la formación que reciben.
Si. Sé que te ha encantado verlos frente a la bandera, orgullosos e uniformados, y después en sus aulas donde responden al unísono a las preguntas del profesor. Aunque sean muchos. Aunque vayan hechos un desastre, sucios. Aunque sus tiñosas cabezas te hayan recordado la nefasta situación higiénica y sanitaria que asola al país. Es emocionante pensar que un día, alguno de estos pequeños de la remota escuela de San Kisito pueda iniciar un cambio social en Chad. Aunque sea a costa del esfuerzo, lágrimas, sacrificio, frustración e ingente trabajo de las misioneras que han acabado en este país tan mísero y olvidado.
Y no. No me puedo llevar a ninguno a casa porque lo considerarían un secuestro; recuerda que la adopción está prohibida en Chad. Pero ganas, ganas no me faltan.
Bebotó, 11 de febrero de 2024
No he dormido mal, pero si tuve muchos despertares porque con cada volteo en el camastro, los muelles se me clavaban en un sitio nuevo. Y la novedad, despeja. Me puse el despertador a las 6:30 (los que me conocéis sabéis el sufrimiento padecido…un domingo!) porque teníamos invitado especial para el desayuno: el Obispo de Doba, Monseñor Martin. Casualidades (o diosidades) de la vida, se encontraba por estos lares este fin de semana y, al enterarse que yo estaría de visita aquí, quiso acompañarme. Todos los años nos reunimos un par de veces con él para cambiar impresiones sobre nuestros proyectos en el terreno y este año se estaba complicando el encuentro porque monseñor anda de aquí para allá. La semana que entra viajará a Burkina Faso y no volverá hasta fin de mes. Mi visita, pues, a Bebotó, parece providencial, ya que entre bocado de papaya y sorbito de nescafé conseguimos tener esa reunión que se antojaba imposible en esta ocasión.
La misa del domingo se ha celebrado en una capilla singular. Una cúpula verde formada por las copas de 7 imponentes mangos nos resguardan del sol.
La celebración (enterita en ngambay), ha durado casi dos horas (me imagino el careto de mis adolescentes), y ha estado llena de color y música. Afortunadamente me han prestado un misal en francés para seguir la celebración, porque solo he alcanzado a entender algunos números, “gracias” y la palabra “nya”, que significa mucho.
En las estrechas bancadas de cemento se han ido sentando los habitantes de Bebotó, pero no al tuntún. Las mujeres y los niños, en las bancadas delanteras, pero sin mezclar: las mujeres con las mujeres, las niñas (aplastante mayoría) con las niñas y los chicos con los chicos. Los hombres (salvo los del coro, que también se sientan delante), se colocan en los bancos traseros y en uno de los laterales, pero dejando un espacio libre de personas entre las mujeres, la muchachada y ellos.
Aquí no verás un hombre sentado con una mujer. Tampoco si son marido y mujer. Y si van caminando, la mujer siempre debe ir unos pasos por detrás.
Las mujeres y niñas (¡qué bonitas son las chadianas!) visten coloridos paños, pero los hombres parece que prefieren la ropa occidental de segunda mano. Si, esa ropa vieja o pasada de moda que dejas en un contenedor pensando que irá a parar a familias necesitadas acaba en un contenedor en algún punto de África. En el caso de Chad, los árabes compran la mercancía por kilos (son los únicos que tienen dinero) y la venden en los mercados de de las cuidados grandes y medianas.
Después de la misa, ¡la aventura! A casi una hora de Bebotó se encuentra Bebó, el pueblo donde hay un santuario formado por unas extrañas rocas que fueron la guarida de los primeros misioneros que llegaron a principios del siglo XX. Más tarde, durante la guerra civil de 1965 (que duró hasta el 79), fue la guarida de guerrilleros, y nadie salvo ellos osaba acercarse a las rocas.
La gente de aquí lo llama “la montaña”, y me produce mucha ternura. Aquí todo es tan llano que una roca normalita les parece un ocho mil. Son rocas apetecibles para cualquier amante del boulder, pero no me he venido arriba porque aquí no hay traumatólogos y no me la quería jugar.
El plan ha sido completito. Hemos hecho una hoguera y hemos asado (o, más bien, chamuscado) unos duriiiisimos pedazos de cabra que hemos compartido con un grupejo de niños desarrapados que nos observaba desde la distancia. Unos llevaban tirachinas XXL (para cazar ratas), otros unos cuchillazos más grandes que ellos. Y estaban flipados con nuestra blancura (y eso que Chely y Chayito son bien morenitas) y nuestro acoplamiento campestre con mesas y sillas sacadas del recinto del santuario.
El premio a tamaña intimidación pasiva: un plato de arroz y 9 trozos equitativos de cabra que se han terminado en un santiamén.
Me imaginaba estar con Pablete aquí, recogiendo las ramas y los ladrillos para montar la lumbre sobre una parrilla que ha visto muuuucha cabra muerta a lo largo de estos años. Hemos llevado nuestra neverita sin hielo, claro. Más bien para que lo que estaba dentro no alcanzara los 40° del ambiente. Y ahí hemos estado, platicando sobre nuestras vidas, nuestras familias, sus vocaciones, los problemas de esta sociedad y de la nuestra hasta que ha caído un poco el sol y nos hemos lanzado a “la montaña”. En un par de trepaditas bien fáciles he llegado a una altura suficiente para disfrutar del paisaje del sahel desde lo alto. Las copas de los árboles (casi todas acacias o mangos), la bruma, el polvo del Sáhara en suspensión, focos de incendios controlados, las aves, el sol. Nunca vemos Chad desde esta perspectiva. Ha sido precioso.
Sor Chayito, que parece que tiene tanta vocación de fotógrafa como de misionera, me ha sometido a una sesión de fotos mientras colocaba el móvil en unas posiciones imposibles (e ineficaces, que he tenido que eliminar la mayoría de fotos por estar descentradas o con ramas interpuestas?).
Por cierto. Aviso a los bienhechores de Bebotó: entregué en mano a Sor Chely el dinero que recogimos en septiembre y octubre después de que Sor Chayito se viniera a Chad. 750 euros “extras” que recaen sobre un grupo de niños poco afortunados que tendrán la suerte de continuar sus estudios un año más. Sigue llegando hasta este remoto pueblo la ola solidaria de mis amigos y familia de España.
Gracias ♥
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Bébédjia- Bebotó, 10 de febrero de 2024
Llegó el día de encontrarme con las hermanas Guadalupanas de Bebotó, un pueblo recóndito del sur de Chad. Terminada la jornada en Saint Joseph, nos montamos en la recién estrenada Toyota que tiene, todavía, todos los protectores de plástico habidos y por haber: en el símbolo de Toyota del volante, en el display del salpicadero, sobre el cuenta quilómetros y en los parasoles. Llevamos de pasajero a Isidore, un adolescente de unos 16 años que sueña con ser maestro. Es el tercero de 6 hermanos y cuentan las sores que, más que un hermano, es un papá. Se ocupa de que sus tres hermanos pequeños tengan todo lo necesario para ir al colegio, recoge y firma el boletín de notas, los lleva y los trae. Y es uno de los becados de Bebotó.
El camino es por pura pista desde Doba, 59 kilómetros de camino de tierra que se inunda tanto en la época de lluvias que poblaciones como Bebotó se quedan aisaladas durante meses.
Lo primero que encontramos es la zona destinada a los arrozales. Ahora el campo está quemado porque creen que así preparan mejor el terreno para la siembra. Además, los niños aprovechan cuando salen las ratas de sus guaridas para cazarlas con sus tirachinas y poder asegurarse una comida ese día.
Entre arrozal y arrozal hay tumbas, construcciones elevadas acabadas con azulejos. Solo los más ricos se las pueden permitir. Aquí más bien uno cava un hoyo donde sea y ahí mete el cuerpo sin vida del familiar.
A esta zona del sur, más verde y más fértil que el resto del país, se la conoce como el granero de Chad. Los musulmanes dicen que aquí viven los “grupos rebeldes”, pero es porque las tribus africanas originarias de este lugar están en contra del gobierno árabe musulmán que lleva rigiendo el país desde hace años. La realidad es que único conflicto que tienen estos agricultores (conflicto, porque problemas tienen muchos) es con los nómadas que contratan desde el norte para que lleven el ganado hacia el sur. Los animales atraviesan los campos y acaban con las cosechas, por lo que acaban matándose los unos a los otros cada año.
A pesar de que los tienen aislados del resto del país, los árabes llevan sus camiones por esas tortuosas pistas hasta el mercado más grande de esta zona, el de Beboungaye, para poder comprar mijo, arroz, sorgo y penicillaire para vender en sus mercados. Los camiones agrandan surcos y socavones, haciendo el camino intransitable en la época lluviosa.
El día de mercado es el miércoles y hoy solo alcanzo ver las estructuras de madera bajo las que se resguardan del sol las vendedoras y basura, mucha basura por todos los lados.
Llegamos a Bebotó tras 3 horas y media de camino desde Bébédjia donde nos esperan un grupo de chavales, alumnos del colegio de San Kisito, que hacen de jardineros voluntarios en la casa de las hermanas quienes, a cambio, les regalan los frutos de los árboles y material para el cole.
No hay red desde hace un buen rato. Estamos aisladas. Creí que estaría más incómoda por la desconexión, pero la verdad es que estoy encantada. Como si estuviera en un retiro espiritual.
Mi habitación es austera, con una “regadera” que funciona, un lavabo con luz, una cama con almohada de consistencia pétrea, una mosquitera y un par de mesas. En todas las estancias hay bidones de agua porque las hermanas pasaron 3 años, ni más ni menos, sin agua por problemas con las tuberías y todavía, a día de hoy, les vuelve a pasar de cuando en cuando. Deben entonces ir a un pozo, sacar todo el agua que puedan y almacenarla.
El día termina con mucha plática y tres partidas de Rummy, con Sor Chely invicta.
Los muelles del colchón me recuerdan que no estoy en mi chambre pero caigo rendida a pesar de los mismos y del ruido que hacen los búhos que viven sobre el techo que mantienen a raya a las ratas que se escuchan correr en cualquier edificio del Chad.
Y noto que estas aquí, papá.
Bébédjia, a 9 de febrero de 2024
Madame McGyver
Contra todo pronóstico y, seguramente, previa insuflación de una inspiración divina, aquí la nasara escuálida ha arreglado el concentrador de oxígeno azul.
¿Cómo os quedáis?
He apretado el bote por aquí y por allá, he quitado los trozos de guante que pretendían, sin éxito, asegurar el sellado, he movido el tubo y…TACHAN!!! Le concentrateur d'oxygène fonctionne!!!
INCREÍBLE! Y no creáis que he estado mucho tiempo, no…menos de 5 minutillos.
Claro, que me he creado una fama y acaban de venir del paritorio para que les arregle el suyo. A ver si recibo ración doble de esa inspiración y consigo apañarlo.
Y como las alegrías tampoco vienen solas y quiero dejaros un buen sabor de boca para el finde, sabed que los dos oximetros de mesa han sido reparados en Doba!
Solo había que decir que estaban estropeados y llevarlos a que lo arreglaran.
Pas mal, no?
Mañana sábado viajaré a Bebotó para visitar la escuela de las hermanas Guadalupanas para las que hicimos esa súper colecta en septiembre. Participasteis muchos, muchísimos: amigos, las hermanas de emaus del Carmen, mi parroquia Santo Tomás Moro, vecinos… qué menos que mandaros alguna foto desde allí ¿no?
Probablemente estaré un par de días sin conexión (que aquello es la pura brousse) pero ahí estarán Chely y Chayito (y tu, papá) para mimarme.
Bon week-end!
Bébédjia, a 8 de febrero de 2024
Papá, gracias por acoger con tanto amor al recién nacido y al malnutrido de la sala de cuidados intensivos. Se veía venir. Estaban tan malitos y eran tan frágiles!
Ya ves que pronto se han rellenado los huecos que dejaron sus cuerpecitos. La niña que está en la cama donde estaba el malnutrido venía tan hinchada que apenas se podían adivinar sus rasgos. Estaba en una habitación normal hasta que ha comenzado a convulsionar. Sería importante hacerle más pruebas pero la madre no tiene con qué pagarlas. Sigo las indicaciones de Marimar que nos va guiando desde España. Ella sabe bien los medios de que disponemos así que no pide imposibles. A pesar de las convulsiones, la he visto mejor al final del día.
La siguiente camilla de la derecha y la del centro siguen con los mismos inquilinos. Y, ocupando la camilla del recién nacido que se fue contigo ayer, hay otro recién nacido que mandan desde la maternidad y un bebé que, con un mes de vida, ya tiene cicatrices de las escarificaciones abdominales que le han hecho los curanderos tradicionales. Los cortes longitudinales están perfectamente cicatrizados (se los harían a los pocos días de vida) y todo parece indicar que sería para calmar unos posibles cólicos abdominales, aunque ahora el pobrecito (que se llama Ange para más inri) tiene de todo. La madre es joven (como todas aquí) y evita mirarme a los ojos cuando le pregunto que por qué le hicieron esos cortes.
Mahamat sigue igual. Cada vez más espástico y con dolor en cuanto le intentas movilizar el cuello o los brazos. Lo he empezado a tratar, y también a la pequeña de la camilla central que, por fin, dejó de convulsionar ayer. Poco a poco (saen saen como dicen aquí).
Además, tengo otros dos casos tremendos que acaban de llegar (si, ya sé que los has visto).
No te preocupes por mi gastroenteritis. Es el episodio de rigor de la segunda semana en Chad. Con el mix de medicamentos que he tomado, esto estará superado en menos que canta un gallo (gallo que, por cierto, empieza su canto a las 4 de la madrugada) .
Vigílame a los peques por la noche.
Y sigue cuidando de mamá.
Ambakr ♥
Bébédjia, a 7 de febrero de 2024
La sala de cuidados intensivos pediátricos está cada vez más llena. Las camillas están pegadas a la pared, y en cada una se pueden acostar 2 o 3 pacientes. Hay dos en la derecha,
tres en la izquierda y una en el centro. Y la incabudora, en la pared de la puerta. Ahora es amplia y más luminosa. Antes de la obra que hicimos, esta sala era un angosto cuartillo donde se amontonaban vas camillas, los niños, las cazuelas, las madres, los concentradores, las bolsas de transfusión. El aire era irrespirable. Los paños sobre los que echan a los niños huelen a orina, heces, leche materna. Y hace calor.
En época de lluvias tenías que mirar donde pisabas y no era raro encontrarse algún niño en el suelo, en brazos de su madre (por falta de espacio en las camillas, no porque tengan ese reflejo de abrazar al niño enfermo) ya fallecido.
Anoche estaban todas las camillas ocupadas por niños menores de dos años. A la derecha, un bebé, malnutrido agudo severo, remitido desde el Centre de Handicapes de Doba para que se obrara el milagro aquí. Muy mala pinta. En la siguiente camilla un niño con insuficiencia respiratoria. En el centro una niña de unos 10 meses que lleva convulsionando desde hace una semana. Un paludismo cerebral que podré empezar a tratar una vez se estabilice un poco.
El la pared de la izquierda, otra neumonía, un recién nacido de anoche al que hubo que reanimar y, finalmente, el pobre Mahamat, que llegó con una quemadura en la mejilla, pútrida. Parece que la herida ha causado una infección diseminada y ahora también tiene neumonía , un absceso cerebral y (cómo no), malaria.
La incubadora antediluviana (a la que algunos llamamos cajita de muertos) está situada en la pared donde está la puerta.
Tres niños con necesidad de concentrador de oxígeno, pero solo hay dos tomas.
Los enfermeros están tranquilos. Lo hacen todo despacio, como si quisieran ahorrar energía para prepararse para la estación lluviosa donde todos están sobrepasados.
Cada noche nos acercamos a llevar comida a las familias que no tienen nada que llevarse a la boca. Los enfermeros saben siempre quien la necesita.
El personal de guardia duerme en el suelo del control de enfermería, con sus mosquiteras, sobre un delgado colchón.
De fondo, la niña de la cama 47 rompe el silencio nocturno con sus gritos de dolor. No hay nada que le calme, y hemos probado de todo (de todo lo que hay aquí, claro).
Si, papá: esta es la foto de un mes muy bueno en la urgencia.
Vendrán historias más bonitas.
LoveU