Blog_Dra.-Paula (80)
Blog de la Doctora Paula
Medica especializa en Medicina Física y Rehabilitación trabaja en el servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Fuenlabrada
Bébédjia, a 25 de febrero de 2023
Los Hoyuelos
Todos los viajes se añade al grupo de discapacitados de Mbikou un nuevo fichaje.
Cada año paso revisión a la tropa y este es el primero que me han podido ayudar en la difícil tarea de decidir quién sería candidato a cirugía y quien no. En la mayoría de casos el remedio es peor que la enfermedad, así que, como dice Jose, mejor no tocar.
Mbai, nueva incorporación a nuestro prestigioso equipo, fue la excepción. Lo encontramos sentado con el resto de sus compañeros. Cuando Maritza le pidió que se pusiera en pie, no pude contener el “madre mía” que me salió desde lo mas profundo de mi ser.
Madre mía.
¿Cómo es posible que una deformidad así no se haya tratado nada más nacer?
¿Cómo es posible que se pueda poner en pie, que pueda caminar, que no muera de dolor?
Es posible. Aquí todo es posible. Sus rodillas dirigiéndose hacia atrás, mucho más allá de sus talones; su cuerpo excesivamente inclinado hacia delante para no caer; su abdomen a la altura de sus pequeños pies y sus manos que caen hasta alcanzar las rodillas. Mirándolo de lado, el pequeño parece una “S” a punto de caer. Y, a pesar de todo, ante un mínimo estímulo, las comisuras dibujan una enorme sonrisa que termina en unos hoyuelos que no me pueden gustar mas.
Al pobre lo exploramos boca arriba, boca abajo, boca arriba otra vez, de lado, sentado, de pie, sentado, y otra vez de pie. ¡Vaya lío para testar los músculos! Que si este es extensor pero aquí flexiona, que si los isquiotibiales van por aquí o por allá, que si mira este pie…
En fin. Que después de volvernos locos y volver loco al niño, pensamos que quizá se beneficiaría de una pequeña intervención sobre los tendones para evitar la progresión de su deformidad y del dolor en los años que vienen.
Y ayer se hizo.
En el pasillo de quirófano lloraba inconsolablemente. Yo le acariciaba y le decía que todo iba a ir bien, pero la ansiedad fue in crescendo cuando vio al pobre Abdulay (con una cara de bueno que tira para atrás), aproximarse con la ketamina. Con la ayuda de 4 adultos (si, 4), por fin se quedó plácidamente dormido y empezó la faena. A pesar de que era, a priori, una Cirugia “simple” donde solo se actuó sobre los tendones, resulto más complicada de lo previsto. Los tejidos estaban muy fibrosados, la articulación deformada y no se pudo alcanzar la flexión con la que soñábamos. El equipo de quirófano acabó agotado, hipoglucémico y por las miradas continuas al reloj del quirófano, probablemente acordándose de nuestras respectivas familias .
Esta mañana estaba tumbado en la cama, enfurruñado, observando sus piernas enyesadas, rectas por primera vez. Me retiró la mirada las primeras veces pero yo notaba como sus hoyuelos luchaban por asomar. Poco pudo hacer para retenerlos. Son los hoyuelos más poderosos que que jamás haya visto.
Pese a su negativa inicial, lo pusimos de pie con los yeso. La resistencia fue dando paso a una mirada un poco de asombro al comprender las ventajas de ver el mundo desde un poco más arriba.
Todo ha ido bien, si, pero tanto Jose como yo tenemos miedo de que la cirugia fracase, de que Mbai tenga dolor o que le cueste más caminar.
Queda mucho trabajo por delante. Afortunadamente se marchará en un par de días al Centre de Handicapés de Doba para empezar a entrenar la marcha con bastones y, en dos meses, retirar yesos , potenciar y reaprender a andar.
No solo tiene a Sor Mabel detrás. También tiene a las hermanas de Mbikou y al todo el grupo de padrinos españoles de niños con discapacidad de enganCHADos.
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A LA TERCERA VA LA BAJADA
Superado el ecuador, comienza la semana más dura de la mision.
El cansancio físico comienza a pesar, como también pesa el agotamiento mental por estar continuamente intentando expresarte en una lengua que no es la tuya.
Pesa cada grado Celsius y la imposibilidad encontrar red.
Pesa el cansancio de tus compañeros.
Pesan los pacientes que han fallecido, los que se operaron y van mal, cada enfermo por el que nada puedes hacer por no tener los medios básicos o medicamentos necesarios.
Pesa cada carta que te entregan madres, niños o compañeros pidiéndote ayuda económica para empezar un pequeño comercio, para reconstruir su casa, para comprar una máquina de coser o para seguir formándose.
Pesa todo aquello que pensaste que podías mejorar y ahora sabes que llevará demasiado tiempo o que nunca se logrará.
Pesan las desgarradoras historias de vida que te cuentan, las caras de agotamiento de las misioneras que nada piden salvo que atiendas a algún niño con problemas de salud.
Pesa cada minuto sin luz, cada día sin antiretrovirales, cada aparato que se avería, cada bolsa de sangre que no se trasfundirá.
Pesan los pacientes que rehusan el tratamiento en el hospital para buscar a su curandero y aquellos que llegaron demasiado tarde.
Pesa cada ahijado al que sabes que no podrás ver en esta ocasión.
Pesa tanta injusticia y desigualdad.
Y pronto pesará la ausencia de Elisabeth, la misionera milagro que, entre otras cosas, ha sido la mecha y el motor de enganCHADos.
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Bébédjia, 23 de febrero de 2923
LA CARRETERA
Cuenta Sor Nunci, Comboniana de 82 años que llegó a Chad en 1974, que este país ha cambiado mucho en algunos aspectos pero que hay cosas que siguen exactamente igual que hace 50 años.
Cuando ella llegó a este país se asfaltaba la primera carretera (de doble dirección) desde NDjamena hasta Gélengdeng, a 154 km hacia el sur. No fue hasta que encontraron petróleo en Kome en 2003 que siguieron asfaltado los 600 km restantes de carretera que terminan en Sahr.
Desde hace años, el tramo que se asfaltó inicialmente está en tal mal estado que es preferible recorrerla por pistas, también llenas de socavones. 154 km y 4 horas separan la capital de Gélengdeng. Superada esa primera fase la cosa mejora, aunque no deja de ser una carretera no iluminada, de doble dirección, en la que conviven bicicletas, viandantes (la mayoría), mototaxis con una media de 3 minutos pasajeros, vehículos (pocos), camiones (algunos mas), Toyotas con cientoylamadre de personas sentadas encima de sacos de harina y autobuses que van a toda pastilla.
Cuando se inunda todo en época de lluvias, la gente se apea del medio de transporte elegido y prosigue a pie, con el cuerpo medio sumergido y las bolsas y sacos sobre la cabeza. Al otro lado buscarán la manera de proseguir el camino.
Han mejorado las comunicaciones . Casi todo el mundo tiene teléfono, aunque la mayoría sigue utilizando los aparatos que solo permiten mandar sms o realizar llamadas. Un número cada vez mayor tiene un smartphone malillo y en función del momento político que atraviese el país habrá mejor, peor o nula conexión a internet. También hay una mayor oferta de cosas para comprar, aunque para encontrar una sartén, unos vasos grandes o una escoba haya que irse a 65 km de distancia.
Las viviendas siguen siendo las mismas. Se trata de pequeñas construcciones sin electricidad ni agua corriente hechas de ladrillos de adobe, sin ventanas, sin suelo y con techos hechos de paja. Siguen viviendo en el suelo, cocinando sobre las pequeñas hogueras que les sirven también para calentarse en la época de invierno. Son tan frágiles que este año son muchísimos los que se han quedado sin hogares por las terribles inundaciones de agosto que dejaron aisladas a tantas poblaciones.
Por las inundaciones también se perdieron los cultivos y ahora las familias se enfrentan a el gasto extra de la nueva construcción de sus hogares y a la hambruna. A perro flaco, todo son pulgas.
He pasado muchas horas durante este viaje observando el país a través de la ventana de la Toyota.
La tierra seca, más roja cuanto más nos aproximemos a Mondou. Las casas a medio destruir. Los árboles de mango, las falsas acacias, las flores del desierto, las palmeras.
Mujeres llenando de color el Sahel con su impresionantes y ceñidos paños, la mayoría transportando todo tipo de cargas sobre la cabeza y sus bebés anudados a la espalda. Niños con camisetas mugrientas y sucias empujando carros llenos de sacos, haciendo rodar un neumático o simplemente sentados, observando la carretera, como yo. Muchos chavales con sus palos infinitos intentando alcanzar los frutos del mango. Gente sentada en el borde de la carretera vendiendo mangos o bolsitas minúsculas de harina molida, cacahuetes. Transeúntes solos o en pequeños grupos que caminan lento. Vacas, cabras y pollos cruzando la carretera cuando no deben.
Todos paran sus quehaceres para mirarnos y gritar “¡Nasar!”.
Y la nasar, que no se cansa de mirar a través de la ventana como uno no se cansa de mirar el fuego o la cara de un recién nacido.
Dao nya
Hasta mañana
Bébédjia, 22 de febrero de 2023
Y BIENVENUE BAILA
En enero de 2022 os contaba la historia de Bienvenue.
Esta niña, su hermano Marcelin y su madre Constance fueron “rescatados” en la brousse más allá de Palá por el padre Constantino. A Tino le llamó la atención Bienvenue, una pequeña de 3 años con malnutrición crónica de cuya pierna derecha asomaba un pedazo de tibia necrosada. Un año antes sufrió una fractura abierta de tibia (Dios sabe cómo se la hizo) y con esa fractura vivió (o más bien sobrevivió) un año. Como nunca se la redujeron ni la inmovilizaron, el hueso quedó desplazado y fuera.
Por la suciedad de la piel y el estado de su ropa estoy segura de que vivió ese año en el suelo. Se desplazaría arrastrándose (o más bien se quedaría sentadita mientras su madre se ausentaba), porque Marcelin, su hermano pequeño, era quien viajaba anudado al tronco de su madre. Como era de prever, su herida se infectó, el hueso se infectó y la parte del mismo que sobresalía, se necrosó. Para más inri Marcelin, su hermano pequeño, tampoco se podía desplazar por un probable daño cerebral al nacer y por la malnutrición.
A Tino le llamaría la atención la mirada de abatimiento de la madre de los pequeños. Los tres fueron abandonados por el padre de los pequeños quien se negó a cargar con dos niños handicapés. Y si te he visto, no me acuerdo.
Tino montó en una pickup a la familia y se los trajo a Saint Joseph esperando que Elisabeth librara a la pequeña de la amputación, que es lo que le habían dicho que necesitaba la niña en el hospital más cercano.
Cierro los ojos y recuerdo perfectamente la llegada de este sacerdote italiano de ojos claros con el trío. La ropa mugrienta, el olor a paños orinados, la mirada seria de los tres, la tibia asomado por la pierna los vientres abultados de los dos. Tino sostenía a Bienvenue. Costance con Marcelin a los lomos y en las manos el carnet, una cazuela y unos paños. Recuerdo también a Elisabeth valorando a la niña en el pasillo que lleva a la sala de ecografía.
- Si. Se puede hacer la secuestrectomia. He hecho muchas como esta.
Y mientras se marchaba a toda prisa recuerdo cómo daba las órdenes a Abdulay para que gestionara la intervención y a Tino para que hiciera lo suyo con el ingreso.
Y si. Lo hizo. La operó y pudo cerrar la piel.
Después de la intervención los niños siempre estaban solos en la cama, con la misma ropa, haciendo sus necesidades una y otra vez sobre esos paños que nunca lograban secarse.
La madre no venía acompañada ni tenía familia en Bébédjia, así que era ella misma la que iba y venía del mercado, la que preparaba la comida fuera del hospital, la que iba a la caja a pagar.
¡Esos niños eran tan tristes!
Nunca, logré una sonrisa de los pequeños (y mira que hago el payaso). De mala gana me entregaban su manita para saludarme cada día. Tímidamente aceptaban los globos o las galletas que les llevábamos, pero el ceño fruncido de ella y la cara de terror de él eran para verlos.
Justo antes de nuestro regreso, Tino los llevó a Handicapés de Doba y es ahí donde les cambió la vida, pero yo no lo supe hasta hace unos días.
Bienve empezó la reeducación. La cara de tristeza y desconfianza fue desapareciendo a medida que iba ganando autonomía y mejorando su alimentación. El Handicapés se les obliga a “ducharse” a diario y a llevar la ropa limpia. Paso número uno hacia la dignificación. Pronto se puso en pie con dos muletas, y poco después comenzó a caminar. Cuando ya era capaz de caminar con una, se le dio el alta unas semanas para que pudieran viajar a la aldea, aunque debían volver concluido el periodo de “descanso” para continuar el tratamiento (que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, los dos niños hacían rehabilitacion y, de paso, se les incluyó en el programa de apoyo nutricional).
Volvieron según lo previsto pero a los pocos días Constance avisó a las hermanas que debía marcharse 2 meses a la aldea por una cuestión familiar. Erika y Mabel, sabiendo lo importante que era que los chicos salieran de su centro caminando por su propio pie y superando la malnutrición, ofrecieron a la mamá quedarse ellas con los dos hasta que ella regresara. ¿Quién podía negarse?
Bienvenue y Marcelin no eran conscientes de que les había tocado la lotería. Y es que, en casa de estas misioneras, los niños recibieron una atención integral: amor, nutrición, hábitos higiénicos, educación, estimulación y descubrimiento del juego.
Dormían compartiendo colchón dentro de una mosquitera.
La primera semana Erika se levantaba cada dos horas para llevarlos a hacer sus necesidades en un orinal. La semana siguiente cada tres, y así hasta conseguir una reeducación vesical completa. Resultado: los peques ya no se hacen nada encima. Ropa limpia y con olor aceptable.
Los levantaban a las 6:00 para que visitaran el orinal y para que Alfonsina, la joven aspirante a hermana, los bañara en su barreño con agua previamente precalentada. Luego desayunaban y hacía las 7:30 los llevaba Alfonsina al centro, donde los peques hacían sus terapias y jugaban con otros niños. A la una Erika se los llevaba a comer y después dormían dos horas de siesta. Por la tarde sesión de juegos, nuevo baño, cena a las siete y a las ocho de la tarde todos dormidos.
Y así, con cariño, rutina y buenos hábitos, Bienvenue y Marcelin se convirtieran en dos bomboncitos felices, parlanchines, curiosos, juguetones, amados, sanos. Los dos lograron caminar sin muletas, correr y bailar. Bailar. Qué bonito es verlos bailar.
Dos meses pasaron y Constance volvió con el vientre abultado y el padre de la criatura a su lado. Dijo que estaba embarazada de seis meses, pero una de las siguientes noches avisaron a las hermanas porque Constance había parido sola, sobre la tierra, detrás de las habitaciones. Mabel y Erika cortaron el cordón, lavaron a la recién nacida, la calentaron, y las llevaron al hospital porque la mamá no lograba alumbrar. Como todo en este país tiende a infectarse, ellas no iban a ser menos, así que los 20 días que duró el ingreso, Bienve y Marcelin siguieron en el “Resort”.
Constance intentó, antes de volver a la aldea con su prole, que las hermanas se quedaran con los chiquillos sine die.
Supongo que ambas soñaron con ver a esos pequeños crecer a su lado, pero unos niños deben estar con su madre, y así se lo explicaron a Constance. No puede ir desperdigando hijos por todo el país. Debe hacerse responsable de su salud, su educación y de su bienestar. Aunque Dios sabe si lo hará.
Se marcharon a la aldea dos semanas antes de que nosotros llegáramos. Tampoco los veré en la revisión, prevista para finales de marzo.
El padre de la bebé parece que acepta a los hijos de otro hombre. Si la cosa no se tuerce, es poco probable que el padrastro vaya a obligar a Constance separarse de ellos.
Mabel les seguirá citando para revisiones periódicamente (aunque no las necesiten) para comprobar que todo va bien.
Y yo mientras estaré tranquila y feliz, porque ellas están detrás y porque tengo un vídeo en el que Bienvenue baila.
Bébédjia, a 21 de febrero de 2023
LES BEQUILLES
ESPAÑA:
Objetivo: que el joven amputado tenga muletas para que deje de estar postrado en la cama.
Acciones necesarias:
- Decirle al paciente que necesita comprar muletas para caminar.
- Como el paciente ya las tiene de cuando se hizo un esguince, regularlas apretando la muesca que sobresale.
Tiempo empleado: 5 minutos
Esfuerzo físico: mínimo
Esfuerzo mental: cero
CHAD
Objetivo: que el joven amputado tenga muletas para que deje de estar postrado en la cama.
Tiempo estimado: ni idea.
Recursos necesarios (estimados):
- humanos: traumatólogo, médico rehabilitador
- Materiales: muletas, llave inglesa.
Acciones necesarias:
- Decirle al paciente que necesita comprar muletas para caminar.
- Buscar a alguien que hable nganbae para que le diga que tiene que comprarse muletas para caminar.
- Conseguir que ese alguien no se vaya porque tiene que seguir traduciendo lo que sale por la boca del paciente.
- Comprender que no tiene dinero para comprarse las muletas. Aceptarlo.
- Preguntar a los veteranos dónde se compran las muletas.
- Buscar a Elisabeth.
- Seguir buscándola.
- Encontrar a Elisabeth en quirófano.
- Cambiarse para entrar en el quirófano y poder preguntar a Elisabeth dónde tiene las muletas y cuánto cuestan.
- Conseguir las llaves del almacén de quirófano.
- Buscar, a lo Indiana Jones, unas muletas en la escombrera. ¡Uy perdón! Quería decir en el almacén.
- Volver al quirófano y explicarle a Elisabeth que las vas a comprar tú para no dilatar más el temita.
- Interpretar que cuando farfulla en realidad es que está de acuerdo.
- Entregar al chico las muletas y ponerle a caminar.
- El médico rehabilitador considera que las muletas están demasiado bajas.
- Hacer foto de la tuerca.
- Ir a la otra punta del recinto donde, supuestamente, se encuentra el encargado del almacén/ferretería y pedirle una llave inglesa para quitar la tuerca.
- Encargado localizado.
- Aceptar que te diga que debes volver a por la muleta en cuestión para ver, in situ, cuál es la llave inglesa que procede utilizar.
- Volver a por la muleta y excusarse con el paciente (que no comprende nada de lo que estás diciendo o haciendo).
- Atender a los que te interceptan por el camino con radiografías, carnets o preguntas.
- Llevar la muleta de nuevo a la otra punta, buscar el tamaño idóneo. No desesperarse al ver que la llave está un poco mellada.
- Intentar desenroscar la tuerca, sin éxito, ya que gira todo: la tuerca de tu lado, el tornillo y la tuerca del otro lado.
- Pedir ayuda al estudiante de enfermería y darte cuenta que no sólo necesitas a otro humano sino que te hace falta otra herramienta.
- Buscar unas pinzas picopato para el bloqueo de la tuerca del otro lado..
- Atender a los que te interceptan por el camino con radiografías, carnets o preguntas.
- Sacar los dos tornillos de la primera muleta. Comprobar que están un poco torcidos. Divagar; te recuerdan a las torres Kio. Estimar la altura ideal. Volver a meter tornillos y a enroscar tuercas. Mucho. Demasiado. La madera endeble empieza a astillarse. Aflojar un poco. Muleta terminada con gasto energético elevado.
- Poner en pie al pobre amputado (que lleva meses sin hacerlo) y comprobar que quizá la muleta esté un poco baja.
- Plantearse qué hacer. Optar por dejar esta como está y empezar con la otra.
- Desenroscar tornillos de la segunda muleta. Dejar la muleta más larga que la otra. Volver a meter tornillos y a enroscar tuercas.
- Aceptar que el estudiante haga un Hannover y abandone el barco.
- Poner en pie de nuevo al amputado y comprobar que la segunda muleta queda un poco larga. (Cagoentó)
- Preguntar al paciente con cuál de las dos se encuentra más cómodo.
- Darse cuenta de que el paciente no entiende francés. Empezar la comunicación gestual.
- El paciente asiente cuando le señalas un lado. El paciente también asiente cuando le señala el otro. Intentar interpretar sendos asentimientos. Seguir intentándolo.
- El paciente, con un gesto, te indica que un lado está más alto que otro. Pero claro, eso tú ya lo sabes.
- Tras 5 minutos de esfuerzos ímprobos teatralizados, entender que el paciente está más cómodo con la segunda muleta, la que se ha dejado más alta (aceptando la posibilidad del error de interpretación).
- Desenroscar tuercas, sacar tornillos e intentar alargar la muleta más baja. Los agujeros no coinciden por unos milímetros. Intentar forzarlo pero desistir porque vas a acabar cargándotela.
- Aceptar que las muletas van a quedar un poco bajas.
- Pasar los tornillos y enroscar las tuercas de la primera muleta con la altura inicial.
- Desenroscar tuercas, desatornillas y bajar altura de la segunda muleta. Pasar tornillos y enroscar
- Secarse el sudor.
- Entregar muletas al paciente quien, de nuevo, asiente.
- Devolver la pinza picopato que encontraste en el bloc.
- Devolver la llave inglesa en la otra punta del hospital.
- Ir a comer con la sensación de haber terminado una clase de body pump. Satisfacción subóptima.
Tiempo empleado: alrededor de dos horas.
Esfuerzo físico: intensidad media-alta
Esfuerzo mental: máximo
Y así, TODO.
Bébédjia, a 20 de febrero de 2023
No es lo mismo.
No es lo mismo enterarse por la mañana que la noche previa (cuando no había luz) ha fallecido un niño que presenciarlo.
No es lo mismo.
Recuerdo mi primer niño fallecido, en directo, en la urgencia pediátrica. Era pequeña, menor de un año, y la traían inconsciente, comatosa. Tenía mucha fiebre. No había electricidad, así que no pudimos poner en marcha el concentrador. Se cogió una vía y se empezó a pasar un suero previa determinación de la glucosa. Murió a los pocos minutos.
Siempre vienen cuando es demasiado tarde.
La madre, reprimiendo el llanto, buscó un paño para colocarlo bajo la mandíbula de la pequeña para luego anudarlo en la cabeza. Mantenía así cerrada su pequeña boca. Posteriormente buscó un paño más grande mientras el enfermero retiraba la vía y cerraba los ojos de la niña, que seguían entreabiertos. En silencio y sin derramar una lágrima colocó el paño al lado de la pequeña, cogió con delicadeza su pequeño cuerpo y lo puso sobre el paño para después cubrirlo por completo. Lo hizo de una manera tan mecánica que me preguntaba cuántas veces habría hecho esto mismo con anterioridad. Fue aterrador.
A esta niña le sucedieron muchos, demasiados niños. Sobretodo en época de lluvias.
Hoy le ha tocado a Rocío ver a las madres rotas, ver a los niños inertes, comprobar que Grace, la enfermera, llora con ellos.
Y no, no es lo mismo vivirlo a que te lo cuenten.
Esta mañana, en el pase de visita de la urgencia, había cuatro niños nuevos, dos de ellos muy graves. Uno que había nacido 48 horas antes, séptico, con muy mala pinta. La otra era una preciosa niña de un año con una malaria grave, en coma.
Al pasar por la niña de la malaria, hemos tenido que ponerle nuestros pulsioximetros en diferentes dedos de sus extremidades (y en los nuestros) en los nuestros, para comprobar que, efectivamente, los cacharros funcionaban . La pequeña, que respiraba superficialmente, saturaba por debajo del 70%. Cuando llegó ayer por la noche, se puso en marcha el pequeño generador que tuvimos que coger del laboratorio (ya que el grupo de emergencia de la pediatría estaba averiado, como siempre), y la pequeña estuvo con aporte de oxígeno hasta que se acabó la gasolina a la 1 de la mañana. Quizá llegó viva a la mañana por eso. Después de comprobar su saturación, Pelagie mandó a alguien a buscar combustible para poner el pequeño grupo en marcha.
Bien. Remontada.
El recién nacido también necesitaba oxígeno. Segundo concentrador en marcha. Y amor en marcha, que le he tenido que pedir a la abuela que cogiera al pequeñín en brazos. Si se muere, que antes haya sentido el calor humano.
Todo ha ido bien por la mañana. La luz de los paneles se encendió hacia las 9:30 y ha aguantado hasta las 14:00. Y a esa hora nos hemos ido a comer.
Rocío sabía que dos horas sin electricidad podrían llevar a los dos a la muerte y ha querido estar con ellos. Y allí, en la sala de “cuidados intensivos” pediátricos se marchó uno y después el otro. Y sus madres han gritado, han llorado, se han tirado al suelo. La madre que nunca coge a su bebé y a la cual hay que regañar toooooodas las mañanas para que le de de mamar, ha cogido a su pequeño y se lo ha puesto al pecho, como si fuera consciente, por fin, de que su hijo podía morir si ella no pone de su parte. Quiero creer que los dos pequeños que “se fueron” (que aquí se dice que uno “est parti” cuando fallece), obraron su pequeño milagro en la sala de pediatría.
Los dos pequeños estaban muy graves, lo sé.
Pero también sé que siempre los traen tarde, que esperan demasiado porque creen que el curandero tradicional les va a ayudar, porque no quieren gastarse dinero en salvar a un “embá” que no produce nada para la familia, porque no son conscientes de que cada minuto cuenta, que están participando en una carrera contra la muerte. Porque la educación en este país es pura fantasía, sobretodo si eres mujer.
Estaban muy graves, lo sé. Igual tampoco habrían sobrevivido en nuestro oasis; también lo sé. Pero lo que no podemos es normalizar que un ser humano se muera porque no tiene acceso a la electricidad.
Desde nuestra pequeñez, no podemos mejorar la educación de un país entero, pero si podemos trabajar con un grupo pequeño de niños vulnerables para que estén mejor formados y mas informados y quizá, el día de mañana, quieran trabajar para levantar este país desde dentro; quizá sepan que es mejor llevar a sus hijos enfermos al hospital antes de que sea demasiado tarde. Quizá.
Desde nuestra pequeñez no podemos mejorar las infraestructuras de este maltratado territorio. Este es un país sin carreteras, sin electricidad, sin agua potable, sin construcciones que aseguren una higiene básica y sin una red de transportes aceptable. Es demasiado grande nuestro enemigo.
Lo que sí podemos intentar es que en el hospital de Saint Joseph haya luz la mayor parte de horas al día para asegurar que funcionen los equipos médicos, para poder trabajar de forma más segura y eficaz, para que la oscuridad no lo pare todo. Y quizá la población que acude a nuestro centro deje de creer que vivir en la penumbra es normal y aceptable. Y quizá entonces empiecen a moverse por el cambio. Y quizá los profesionales le den valor a seguir trabajando aquí y podamos fidelizar al personal. Quizá.
Por casos como los de estos niños merece la pena cada minuto trabajado para conseguir reparar la fotovoltaica.
Por ellos debemos seguir luchando, aunque nos desgastemos, aunque todo sea tan lento y tedioso, aunque la población no sepa darle el valor que tiene a vivir con luz.
El contenedor con las baterías sigue en Lome (Togo) y, aunque yo ya he perdido la esperanza de ver cómo descargan las baterías nuevas en Saint Joseph, me emociono al pensar que un día, mientras esté pasando consulta en Fuenlabrada, recibiré un mensaje desde Chad diciéndome que las baterías por fin llegaron a Bébédjia.
Y pegaré un gritito y saltaré de mi silla y abrazaré a mi residente como en su día hice cuando me comunicaron que la Fundación Juan Entrecanales de Azcarate nos había concedido la ayuda.
Pero no será lo mismo que me lo cuenten a vivirlo. Aunque el resultado final me vaya a hacer igual de feliz.
Bébédjia, a 19 de febrero de 2023
El ecuador
Otra semana vivida, otra semana vencida.
Semana en la que los miembros del equipo han ido floreciendo.
Rocío, cada vez más integrada en la pediatría, pendiente de los pacientes en la unidad y de los niños ingresados en las otras unidades, dispuesta a todo y aprendiendo la manera de hacer las cosas aquí, ayudando en curas y donde se la necesita. Al final del día, nos cuenta ilusionada sus pequeños y grandes triunfos y, cuando lo hace, la cara se le ilumina. Me encanta verla así de feliz. Compensa con los otros momentos en los que rabia de frustración y tristeza cuando fallece otro niño mas.
Esta semana ha habido un día sin fallecimientos. Un día. Ojalá este hecho no nos sorprendiera tanto.
Cuántas veces he podido hablar con Elisabeth de esto.
- Paula. En este país es muy fácil morirse, tanto los enfermos como los que están aparentemente sanos. Mueren muchos. Mueren todos los días.
María Jesús acompañada cada día por el enfermero de turno responsable de las curas, intentando mejorar, con infinita paciencia, cada acto. Haciendo hincapié en lo importante: la asepsia, la limpieza profusa y el orden en la sala. Es tranquila y una excelente profesional. Seguro que algún posillo quedará.
Javier, como siempre, genial. Ejecutando con maestría su papel de jefe de misión, de presidente de fundación y de cirujano. Intentando que aprendan, a marchas forzadas, tanto la Dra. Susan como el recién llegado Dr. Djasroal (que parece que destaca con sus habilidades para la Cirugia).
Animándonos y mimándonos a todos. Tuvo el detallazo de prepararnos una cena sorpresa por el día de San Valentín. Llenó el refrectoire de globos rojos con la palabra Love partout, utilizó velas rojas para darle ambiente a la cosa e incluso nos dejó un detalle (unos pendientes) a la tres mujeres debajo del plato. No hay nadie más detallista que el.
Jose trabajando a tope, enseñando a hacer las cosas bien, meticulosamente, con cuidado y cariño. Sigue con el mantra de “mejor no tocar” y ha añadido otro, “el jabón es tu amigo” porque desespera ver que aquí todo, pero todo todo, se infecta.
Yo de un lado a otro. Me gusta pasar visita en la pediatria con Pelagie y su equipo, Rocío y el Dr. Israel (muy fan de el). Saco un hueco para tratar a Charlene, la niña de 8 meses con la hemiparesia derecha después de una malaria cerebral. El resto de niños con daño cerebral están todavía o muy malitos o malnutridos. Martin sigue con su gorrito tieso a pesar de lo cual pasa frío. Ahora comparte incubadora con otra prematurita. Es una monez verlos ahí juntitos, aunque no puedo evitar que la manta térmica me de mal rollito.
Dos días hemos ido a el centro de discapacitados de Doba a trabajar, mano a mano, con súper Mabel, Sor Magali y Erica. El martes que viene Mabel tiene que marcharse a la capital y me ha pedido que me haga cargo de la consulta. Me vendrán a buscar muy temprano esa mañana. Por el madrugón y por la consulta…¡deséenme suerte, señores!
El miércoles pudimos disfrutar de los niños del proyecto “Estudiar en Chad” cuando acabaron las clases. Jugamos con ellos al “enredos” y Javi llevó el altavoz para animar el cotarro. Es lo que más les gusta. Bailar. Y a Javier también. Aunque luego le hayamos tenido cojo por los excesos.
Los niños están felices, bien nutridos, cariñosos. ¡Tienen energía! Es esperanzador ver cómo crece este proyecto que se inició cuando estaba Sor Lourdes y llevábamos dinero en el refajo para los primeros 10 niños. Hoy son 154 los que comen a diario y reciben educación en las mejores escuelas. Aquí empieza el verdadero cambio.
El sábado cambiamos de aires María Jesús y yo y acompañamos a las misioneras del APMS a realizar, en Mbaikoro, test de despistaje de VIH gratuitos. Teníamos 200 tests y 200 se hicieron. Conseguimos 30 extras de las hermanas franciscanas de un dispensario, y todavía quedaron personas sin testar. Un éxito de crítica y público, señores. Bueno, igual el alcalde puede objetar algo porque aquí la nassara lo regañó al ver que se colaba. ¿Cómo iba a saber yo que el señoro que tanto morro tenía era el mismísimo alcalde? Ajena a este dato agité mi dedo índice a un lado y a otro y le pedí, educadamente, que esperara su turno. El, ofendidito a la par que asombrado por tamaño correctivo (que aquí a los jefes no se les puede decir ni mú), me miró con desdén y me increpó:
- Yo soy la autoridad. ¡Yo soy la autoridad!
Así que, aunque me hubiera encantado explicarle que, como autoridad, debía dar ejemplo, opté por hacerme muy, muy pequeña y anoté su número en el papelito y en el test sin mediar otra palabra. Mi mirada era de desdén también, pero no se veía porque llevaba gafas de sol. No es plan acabar en la cárcel local, mixta e infrahumana, por una tontá.
Lo verdaderamente importante es que, de los 230 tests, solo 3 fueron positivos.
El domingo ha sido precioso, pero me lo guardo para otro día, que ya he sobrepasado el umbral de verborrea tolerable.
Un abrazo a todos y ¡a por la semana que viene!
Bébédjia, 18 de febrero de 2023
El mal menor
Siendo todavía una adolescente, sus tíos (ya que ella era huérfana) decidieron con quién se tenia que casar. Al entregarla en matrimonio, ellos aseguraban unos ingresos regulares por parte del marido.
El hombre con quien la casaron era seropositivo, y no sólo le engendró un hijo, sino que contagió a los dos.
Ella buscó ayuda médica, y así comenzó su andadura con las misioneras Hijas de Cristo Resucitado, responsables del centro de Apoyo Psicológico Médico y Social (APMS) de los enfermos de SIDA en este rincón del mundo. Tanto ella como su hijo reciben tratamiento y realizan el seguimiento en su centro.
Cuando su primer marido murió a causa de la enfermedad, sus tíos volvieron a casarla (no hay forma más fácil de seguir cobrando sin trabajar), esta vez con un “viejito” que ya tenía 3 o 4 mujeres más, mucho mayores que ella.
A pesar de su belleza, su carácter y su juventud, nunca fue la preferida del viejito (gracias a Dios).
La mujer principal vive en la capital y el resto están desperdigadas por el país. El marido pasaba la mayor parte del tiempo con alguna de las otras mujeres, pero cuando volvía a Bébédjia, la violaba y la volvía abandonar, sin asegurarse ni su manutención ni la del hijo del primer marido. No cambió la cosa cuando, fruto de esas violaciones, ella comenzó a tener hijos. Hasta seis tiene de este marido, que sigue sin asegurarse de que tengan medios para subsistir.
Las misioneras le dieron un trabajo para que pudiera cuidar de su cada vez más abultada prole. Y, gracias al control que han venido haciendo de su enfermedad, el resto de sus hijos no están contagiados.
Los niños, que son preciosos y risueños, pertenecen al programa de apadrinamientos del proyecto “Estudiar en Chad”, de nuestra fundación. Cada uno de sus hijos acude a una buena escuela y come boule con salsa y carne o pescado a diario en la APMS. Acuden los miércoles a las clases de refuerzo y en periodo vacacional se siguen formando.
El mayor de los hijos abandonó el programa hace un par de años y se puso a trabajar en el mercado. Ayuda a su madre y hermanos comprándoles cosas que necesiten (comida, jabón, ropa, una alfombra…) pero no le da dinero porque, si vuelve a casa su padrastro, además de violarla se lo quitará.
Los periodos sin marido son los mejores. Tiene el apoyo de las hermanas, tiene trabajo y sus hijos acuden a la escuela y están alimentados). Vive en un minúsculo cuarto con los 7, pero le basta. Las otras mujeres y los más de treinta hermanastros de sus hijos corren mejor suerte. El señoro va repartiendo en vida sus posesiones para asegurarse de que a las otras familias les vaya bien cuando él no esté.
Ella le detesta. Sin embargo, la salud del viejito le preocupa mucho.
¿Por qué habría de temer que el hombre que la viola para posteriormente abandonarla se fuera, por fin, al infierno?
Es simple.
Como son musulmanes, si el asqueroso muere, ella deberá permanecer encerrada en la “habitación” donde vive, sin cambiarse de ropa durante 4 meses. No se podrá lavar, ni podrá salir del chamizo para hacer sus necesidades, para ir al mercado o para trabajar durante el periodo de luto. En los casos en los que no haya nadie que pueda mantener a la familia (su caso), se puede reducir el tiempo de encierro pero, en cualquier caso, deberá permanecer autosecuestrada 40 días completos y, posteriormente y hasta cumplir los 4 meses completos, sólo podrá salir para ir al trabajo y volver directamente.
Pero el drama no acaba aquí.
Una vez transcurridos los 4 meses y dado que ella sigue siendo muy joven y fértil, sus tíos dispondrán de nuevo de su vida y la volverán a casar con otro hombre que pague bien. Y si ese hombre no vive en Bébédjia, ella se tendrá que marchar. Dejará de trabajar y abandonará el seguimiento del VIH. Y con ella se marcharán sus 6 hijos menores que perderán, irremediablemente, la posibilidad de seguir estudiando en buenas escuelas y de comer todos los días porque ellos siempre serán hijos de otro y su madre, la mujer estigmatizada por ser seropositiva.
Así que, aunque no lo merezca, que el viejito viva muchos años más. Que se quede en la capital con su mujer favorita y que su salud no le permita hacer el viaje hasta Bébédjia.
Que viva al menos el tiempo suficiente para que esta preciosa mujer deje de ser tan joven y rentable.
Bébédjia, 17 de febrero de 2023
MARTIN
Eran casi las dos de la tarde. Salía yo de la pediatría para encontrarme con Javi y compañía en el refrectoire cuando casi me doy de bruces con una de las matronas que, previo mensaje telegráfico - “la madre acaba de parir”-, me entrega un gurruño de paños ligeramente húmedos y calentitos con una sorpresita oculta: otro prematuro.
Sin saber muy bien cómo ni por qué, me convierto en la mamá transitoria de tan precioso paquete de unos escasos 1800 gramos de peso.
- ¿Que llevas ahí?
- Acabo de parir.
Cachondeo generalizado
- ¡Aremba! - Me animan a darle de mamar.
Les explico que es mejor que tome leche de fórmula que es más rica, que la leche de nassara es demasiado “light” para las necesidades del pequeño.
- ¿Y cómo se llama tu hijo?
- Se llama Martin.
- ¿Como el obispo?
De nuevo cachondeito.
Martin tiene buen aspecto, respira bien y las constantes y glucemia son normales. ¡Qué tío más grande!
Se me quita el hambre mientras le sostengo para que cojan la vía. Adama, que es una máquina, lo logra a la primera a pesar de la minisculez de los vasos del pequeño Martin.
- Si es tu hijo, lo tienes que vestir!
Ay madre, que viene desnudo…
Busco en los armarios algo de ropa de segunda mano para ponerle. En una bañera de plástico encuentro un gorro, unos patucos y una chaquetilla, todo de lana. La chaqueta tiene su pase y le cubre el cuerpo entero (¡Martin es taaaan pequeño!) pero el conjunto de gorro y patucos negros con rayas fucsia (mi niño luciendo el color de moda) están hechos de una lana gruesa y tiesa, de esas que pican aunque te pongas debajo 50 capas del algodón más gozoso que exista. Pienso en mis hijos que no aguantan ni el cashmere y le pido perdón en silencio.
Es lo que hay, machote.
Bien. Ya tengo la ropa, el niño con vía y excelente aspecto.
- Doctora. ¿Ha comprobado usted si los paños están húmedos?
¡Cierto! ¡Que aquí no hay pañales! Cuando un niño se hace pis (o lo otro) encima, la mayoría de madres optan por ignorar lo que ha pasado y esperan a cambiarlo cuando ya no queda ni un centímetro libre de orina y/o excrementos. Igual si se trata de deposiciones limpian con el paño los restos y doblan esa esquinita para que quede oculto el regalo. Pero claro, puede quedar oculto a los ojos, pero JAMAS a la nariz. Os digo que hay paños tan malolientes como las esquinas de los bajos de Orense en los 90.
Dejando lo escatológico aparte, compruebo que, efectivamente, el paño está húmedo así que agarro un retal seco y no maloliente que cuelga de la incubadora (no os vengáis arriba, la incubadora no funciona pero están como más recogiditos allí los prematuros), y lo cambio por el paño mojado que dejo a secar (ya veis, chadianizándome).
Ya está.
Esta con la vía puesta, respirando bien, seco, limpio, tapizado de lana y tranquilo.
Pero falta algo.
Es poco frecuente ver a las madres aquí acunar a sus hijos por el placer de tenerlos cerca, de amarlos. Si un niño llora, la madre saca un pecho por el escote del vestido y le da de manar. Al niño lo sujetan y lo transportan. Pero eso de cantarle, acariciarle y hablarle bonito aquí no se ve. Los bebés ingresados yacen en las camillas, aunque tengan menos de un mes. La madre sentada al lado, eso si.
Eso es lo que le falta a Martin. Una dosis de amor y de mirada embelesada, de caricias y de calor humano.
Lo saco de la incubadora.
Le sostengo entre mis brazos.
Lo llevo al patio. Aire libre. Sol que templa pero no calienta.
Está un poco inquieto.
Le protejo de la brisa con mi cuerpo.
Lo cambio de lado para pegar su orejita derecha a mi corazón.
Se tranquiliza.
Le canto bajito.
Le acaricio las mejillas sin apenas rozarle.
Se para el tiempo.
He podido estar una hora con él en brazos (mientras las madres me miran divertidas y un poco intrigadas).
Muy a mi pesar, debo dejarlo en la cunita. Tengo una pequeña a la que tratar y Martin debe seguir con el suero.
Se lo entrego a Rocío para que ella lo malcríe un poco también.
Tu y yo, Martin, hemos compartido una hora preciosa. Y eso no nos lo quita nadie.
Bébédjia, a 16 de febrero de 2023
Merci, Odjo ,Shukran lak querida Elisabeth
Hace doce años que llegó a este territorio comanche una misionera italiana de ojos claros para hacerse cargo de la atención médica de Bébédjia.
Doce años de duro trabajo y de lucha contra los elementos (humanos, infecciosos y climáticos).
Doce años dándose a los demás hasta vaciarse de sí misma.
Doce años ganándose la confianza de los habitantes de toda etnia y religión.
Doce años en los que ha ido recibiendo pacientes cada vez más complicados desde todos los rincones de Chad.
Y de esos 12 años, casi 8 compartiendo casos y conocimientos con los miembros de enganchados.
Sor Elisabeth cierra otra etapa de su vida misionera, y hoy se ha celebrado su fiesta de despedida.
El espacio abierto, frente al almacén de farmacia, estaba decorado con globos y, al fondo, la mesa presidencial y un gran cartel donde, con letras hechas con retales de palos africanos, se leía un mensaje de agradecimiento a la misionera. Perpendicularmente a esta mesa se disponían otras mesas y, al final, bancos y sillas para todo el personal del hospital. En el centro de ese rectángulo humano, dos mesas con comida para todos.
Solo ha hecho falta echar un vistazo a la mesa presidencial para entender lo mucho que es querida y admirada esta mujer. Sentados junto a ella han estado el obispo de Doba y el director del hospital, el jefe del cantón, el prefecto y el alcalde (debidamente acompañado de un intimidante militar y su metralleta). También presidiendo han estado las autoridades sanitarias de la región y el Imán de Bébédjia. A Javi y a mi nos han colocado en la siguiente mesa, con los médicos nuevos (Israel, Ramadan y Djasroel) y con la misionera que tomará el relevo a Sor Elisabeth, la ugandesa Susan.
Ha habido discursos de casi todas las autoridades y, para terminar, Elisabeth ha dicho unas palabras. La italiana, que aborrece hablar en público estaba, horas antes, nerviosa como una R1 antes de dar su primera sesión. Tras el agradecimiento, unas palabras de motivación para el personal que queda al cuidado de este barco, haciendo hincapié en que lo más importante es el bienestar del paciente, al que debemos amar y cuidar como si fuera nuestro propio hermano. Esto, que parece de perogrullo, no es una tontería teniendo en cuenta el odio que existe entre individuos de diferentes etnias.
¿Y ahora quién va a curar a nuestras mujeres con fístulas vaginales?
El jefe del cantón ha repetido esta frase hasta 4 veces para después, sin cortarse ni medio pelo, perderle al obispo (que nada puede hacer) que retengan aquí a Elisabeth m, que es muy necesaria.
Estoicamente ha aguantado Susan cada uno de los discursos que hacían énfasis en que NUNCA ha habido ni habrá un médico como ella. Y es que en parte es verdad.
La mochila que hereda la apacible y simpática doctora Susan debe pesar cientos de toneladas que intentaremos aliviar entre los médicos recién llegados (que esperemos que nos duren al menos dos añitos), el personal sanitario local y todos los que formamos el equipo de enganchados (¡incluidos asesores no Fuenlabreños!)
Después de lo solemne, dosis de cabra o pescado (aquí mejor animales no acuáticos) con salsa de verduras y a comer a lo chadiano (es decir, con las manos, porque intentar gestionar un pedazo de cabra con la cuchara es pura fantasía).
No pongáis esa cara. Os advierto que uno se acostumbra a repartir el exceso de grasa de la comida por el dorso de las manos a modo de cremita hidratante a la espera del próximo encuentro con la pastilla de jabón de la chambre.
El fin de fiesta con musicolo tradicional siempre acaba igual. Tus compañeros de trabajo locales muriendo de la risa mientras tú intentas (sin éxito) coordinar la parte superior del abdomen (sólo la superior), con el pecho (que debe ir en sentido inverso al abdomen) mientras los brazos se agitan como bailando los pajaritos, las manos en modo flapping como si unos estuviera diciendo “madre mía la que se ha liado” y los glúteos se mantienen inmóviles (esto es lo más difícil).
Tu haces el ridículo pero ¿y lo bien que se lo pasan ellos?
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Bébédjia, 15 de febrero de 2023
Primum non nocere
Handicapes de Doba es el lugar donde acuden los casos desesperados, las deformidades imposibles, las heridas que no cierran, las osteomielitis indómitas.
Habitualmente se organizan una o dos misiones al año de traumatólogos franceses en Mondou, que es la capital económica del país y está a 65 km de Bébédjia. El problema con esas misiones es que los cirujanos solo conocen de antemano (si es que conocen algo) las fotos de las deformidades, la edad (al menos aproximada) del paciente y, en ocasiones, las radiografías, pero saben poco más de los pacientes a los que van a operar. Dónde viven (en una aldea recóndita o cerca de una ciudad), los medios económicos de la familia o el nivel educativo (a menor nivel, menos probablilidades de que confíen más en tu criterio que en el curandero). Ocurre eso y que el cirujano que intervino al paciente se marcha a los 10 días y quién sabe cuándo volverá.
Todo tratamiento quirúrgico debería ir seguido de las curas pertinentes, un periodo de reeducación y consultas de revisión por parte del cirujano. Algunos necesitarán material ortopédico y la mayoría alzas. Si no, la probabilidad de fracaso quirúrgico es altísima en países como Chad.
No basta con alinear articulaciones o dejar las piernas o brazos más « bonitos ». Hay que pensar en el después, aunque aquí se tienda a vivir el ahora porque mañana quién sabe si uno seguirá caminando por estas tierras rojizas.
Algo que se opera tiene un riesgo altísimo de infectarse. Recordad que los pacientes duermen, comen y descansan en el suelo. Que las casas no tienen agua, ni letrina, ni zona destinada al baño. Que aquí no se recogen basuras sino que todo se tira al suelo. El paraíso de los microorganismos, vaya. Por eso Jose repite hasta la saciedad: “mejor no tocar”.
Los tejidos cicatrizan muy, muy mal por la malnutrición endémica. La ingesta de proteínas es esporádica. Y eso, se nota. ¿Malnutrido? Again: « mejor no tocar »
Si te empeñas en enderezar, debes tener en cuenta que no debes empeorar la función que el paciente tiene. Tampoco el dolor. Y eso, que es un principio básico también en España, cobra una importancia capital aquí. De nada sirve tener una pierna más estetica pero dolorosa, infectada, más corta y/o menos estable. Además, hay que tener en cuenta otras cuestiones.
¿El paciente va a poder costearse las curas, la rehabilitacion, una ortesis o una prótesis?
Si no van a poder: “mejor no tocar.” Vas a empeorar la situación y a un precio muy alto: dolor, infección, menos funcionalidad.
Si tienen algo de dinerillo porque no se lo han gastado en curanderos, ¿Van a aceptar que se les ponga un yeso tras realizar la cirugia, van a querer hacer reeducación o utilizar la ortesis? La mayoría no, sobretodo si el paciente es mujer o un niño. Ergo “mejor no tocar”.
Es una gozada la valoración multidisciplinar con Jose aquí. El brainstorming que sigue al “qué se podría hacer en un quirófano”. Los pacientes se deben volver locos. Dos nasaras moviéndoles las articulaciones, explorando músculos, retracciones, golpeando los tendones con lo que pillen para sacar reflejos, haciendo que se siente, que se levante, que camine, vuelta a la camilla, otra vez arriba, abajo, exploro yo, explora Jose, y todo en un idioma extraño y a toda velocidad.
Conclusión en el 99% de los casos: “mejor no tocar. Rehabilitación”
El lunes entrará en quirófano uno de los pacientes a los que marramos el otro dia. El pequeño Mbaïadem nació con las piernas “invertidas” pero los músculos funcionan. Haremos unas tenotomías (articulación: mejor no tocar) para intentar que mejore su calidad de vida sin empeorar su función (de verdad, parece increíble que el pobre niño sea capaz de caminar). Pero no descarto yo que la misma mañana, al darle de nuevo mil vueltas al pobre, decidamos ser más minimalistas de lo que inicialmente pensamos.
Jose creía que poco iba a hacer con los medios que hay aquí y sigue pensando que no aporta nada, pero no le creáis cuando os lo diga. Está enseñando a Susan a hacer amputaciones (le quedan rebonitas), hace curas y suturas de heridas horrorosas en un pequeño quirofanito sin apenas medios, ha extraído dispositivos hormonales del brazo de una chica porque su marido quería tener más hijos (que cuatro no son suficientes aunque no pueda ni alimentarlos), operó un tumor axilar psicodélico, en Doba ha realizado tenotomias en camilla a la luz de las linternas, ha puesto (y enseñado a poner) yesos e incluso ha reparado escrotos. Habéis leído bien. Escrotos.
Pero lo más importante es formación que está haciendo sin darse cuenta.
No tocar.
Reducir fracturas e inmovilizar con yesos.
Si hay que abrir: la máxima asepsia que se pueda.
Y, después de meter mano, agua y jabón como si se acabara el mundo.
Creo que Jose está abriendo el camino a la nueva “traumatología sensata” en el país. Y si. Es una pieza imprescindible del equipo, aunque él no lo quiera (o sepa) ver.
Merci doc.
Bébédjia, a 14 de febrero de 2023
El día de los enamorados es el día que nació la mujer a la que más admiro en el mundo. Mi madre.
Precisamente hoy le he enseñado una foto de ella a Chanceline. Al verla ha sonreído y ha susurrado con ojos tristes
-“todavía vive”
Chanceline tiene 15 años y está en el curso que equivale a 3º de la ESO.
Es huérfana de padre y madre, y está al cuidado de su abuela materna. Tiene un hermano pequeño al que no he visto por aquí.
Hace cuatro semanas que trepó a un árbol de mango para alcanzar un fruto maduro en alguna de las ramas menos accesibles (el pan nuestro de cada día). Y como ocurre taaaantas veces en esta época del año, resbaló y cayó. Sufrió un traumatismo craneoencefálico, una fractura abierta del húmero derecho y otra desplazada de la muñeca izquierda. Perdió la conciencia unas horas y despertó con una parálisis que le afecta al ojo derecho, pero desde el punto de vista neurológico poco más.
Milagro.
Intentaron operarle el brazo derecho poniéndole un fijador externo que lesionó el nervio radial y que posteriormente se infectó. El hecho de que tampoco estuviera cumpliendo su función poco importa.
Desastre.
La muñeca izquierda se inmovilizó 4 semanas sin haberla reducido previamente.
Horror.
Hace unos días Jose le quitó el fijador del brazo derecho (apestaba la infección) y la escayola del izquierdo. La adolescente feliz por poder llevarse la mano izquierda a la boca pero rabiando de dolor porque los fragmentos del húmero derecho bailan en el interior del brazo.
Nueva cura, yeso con ventanas en el brazo derecho para poder seguir curándola y a rezar que pegue. La muñeca izquierda le duele mucho y está limitada, así que en mi puesto multitask he comenzado a tratarla.
Tumbada en la camilla comienza a tejerse una bonita relación.
Le enseño a mi familia y a mis perros.
Le pongo música.
- Paula.
- Dime
- Me encanta bailar. Cuando me cure, voy a bailar y podrás ver lo bien que lo hago.
Me encanta ver cómo va desprendiéndose de sus capas de cebolla para mostrarme quién es en realidad. En las curas es rebelde, te atraviesa con una mirada retadora, se comporta como una fierecilla, mira al ejecutor del acto con . De hecho, le digo que su nombre debe ser Ferocité. Que se confundieron los que escribieron sus datos en el carnet. Ríe. Su abuela también.
- Paula…
- Chanceline.
- ¡Enséñame español!
Y en un par de minutos ya ha aprendido a decir hola, cómo estás y mi nombre es Chanceline. La fierecilla es lista, muy lista.
Me enseña un par de palabras en nganbae. Se ríe de mi (normal).
- Paula.
- Dime.
- Cuando esté mejor me quiero ir contigo, a tu casa, a vivir.
Uno tiene que tener el corazón como una piedra para no conmoverse. Pienso en mi hija. En lo deseada que fue. En lo mucho que la quiero, que la admiro. En que daría mi vida por ella. Y miro a Chancelin, huérfana, con su ojo derecho cerrado y sus extremidades superiores con una funcionalidad que está por ver, con sus ganas de aprender español y su deseo de alejarse de este país donde siempre será una persona de segunda o tercera por ser mujer y por tener un ojo cerrado y unos brazos a la virulé.
- Tengo mi partida de nacimiento en casa. ¿Qué más necesito para irme contigo?
Y los que me conocéis sabéis que a mi me haría falta poco más. Pero aquí la adopción está prohibida y los trámites para viajar demasiado complicados y costosos.
- No me quiero ir a casa e ir y volver para hacer las curas, Paula. Me quiero quedar aquí contigo.
Le pellizco suavemente la mejilla.
- El viernes te hacemos la cura en Handicapes. ¡Courage!
Gruñe. Niega con la cabeza.
Ve mi movil. Me pide que le haga una foto. La abuela también. Y la Tia. La tía quiere varias.
Hasta que me marche, te cuidaré. Luego te seguiré la pista.
Y mientras tanto, como soñar es gratis, ¡soñemos las dos otro final para esta historia!
Bébédjia, a 13 de febrero de 2023
Aunque comparativamente con la época de lluvias la mortalidad por semana no ha sido excesivamente alta, en lo que la pediatría respecta, se han marchado más pacientes de los que han llegado.
A Nohemy, la pequeña que nació con una obstrucción intestinal, se la llevaron el viernes pasado a morir a la aldea. Dando a luz, la mamá murió. El padre falleció pocos días después en la aldea. Las abuelas materna y paterna se quedaron con la pequeña en el hospital, pero como era huérfana, nadie quería tomar la decisión de operarla. La responsabilidad debía recaer sobre un hermano del padre que, al estar en plena celebración del funeral, no pudo (o no quiso) desplazarse para dar el consentimiento. (Mal)Gastar dinero en un hijo tan pequeño casi nunca se contempla. Imaginaos la inversión en una niña que ni siquiera es tu hija. No se plantea.
Mientras, el abdomen de la pequeña iba expandiéndose a la vez que aumentaba el dolor. Nos costó Dios y ayuda que, al menos, le diesen el paracetamol intravenoso para el dolor. Tuvimos que convencer al personal sanitario y familiares. Debieron pensar que era una forma tontisíma de malgastar el dinero y el medicamento cuando a todo el mundo le quedaba claro que Nohemy no tardaría en morir. La calidad de vida aquí está en un quinto plano. Fuera de plano, en realidad.
Como era de prever el tío de la niña nunca llegó, y la abuela paterna quería marcharse al funeral de su hijo. Los funerales aquí son auténticas celebraciones que duran días, semanas o hasta que el último de los familiares se haya marchado. Mientras tanto, la familia invita a comer a todo el que llegue lo que en ocasiones conduce a la familia del finado a la ruina.
Pudo más la muerte de los padres que el futuro sombrío de la niña.
Al quitarle la vía y alejarla de Saint Joseph, la condenaron a una muerte dolorosa aunque probablemente más rápida. Cuando muere un niño no hay funeral, así que eso que se ahorran los tíos.
También falleció la prematura a la que le prescribió el curandero una mezcla de raíces que la familia no dudó en darle.
Al pequeño de 4 meses con malaria grave y neumonía no le bastaron las escasas horas de oxígeno que aseguró la electricidad de Saint Joseph. Tampoco a la niña de 6 años con malaria e insuficiencia cardíaca.
El niño del traumatismo craneoencefálico que llegó el jueves pasado tampoco lo logró.
Para compensar, dos cesáreas nos regalaron dos hermosos bebés vivos. Bebés que saben a gloria y a vida. Bebés que todos quisimos abrazar y acariciar, porque ya tocaba sonreír y celebrar.
Bébédjia, a 12 de febrero de 2023
Domingo.
Ese maravilloso día en que el despertador no suena a las 6 de la madrugada y posteriormente tantas veces como le de a “posponer” hasta que logro salir de la crisálida para trabajar.
También es el día que dedicamos a limpiar nuestro cuarto. Los nganbaes, sin embargo, prefieren hacer limpieza general los sábados, y es por ello que se refieren a este día como “ndoh bale” (día de barrer).
Los domingos por la mañana hay misa en la parroquia de Nuestra Señora de La Paz. Se celebra una en nganbae y otra en francés. Es un una ceremonia distinta y colorista que no hay que perderse. Los niños y las mujeres se ponen sus mejores galas (que, en el caso de los primeros pueden estar llenos de agujeros y manchas, pero realmente utilizan su ropa preferida) y hay un coro acompañado de instrumentos de percusión y guitarra eléctrica. Sensacional.
Hoy no hemos ido a la misa de Bébédjia porque ayer por la tarde, en la pequeña capilla del hospital, se celebró una misa preciosa en nganbae por los enfermos.
Las primeras filas de la izquierda las ocupaban ellos. Madres con sus niños a la espalda, pacientes en sillas de ruedas del hospital o con bastones. Ancianos, muchos ancianos.
Las primeras filas de la derecha estaban llenas de preciosas mujeres vestidas todas igual, con paños blancos y azules con la imagen de Santa Teresa de Jesús, miembros del coro de la parroquia. ¡Que belleza! Es un espectáculo ver a esta marea de mujeres de todas las edades y complexiones cantar, aplaudir, moverse, emitir ese ruido tribal que hacen al mover la lengua contra el paladar (imposible de reproducir por una nasara).
Personas que nada tienen han dejado ofrendas para los pacientes (tanto comida como donativos) y después ha tenido lugar la ceremonia de unción de los enfermos. Primero, los pacientes. Luego han seguido desfilando frente al sacerdote decenas de personas aparentemente sanas, y digo aparentemente porque aquí todo el mundo está, de una manera u otra, enferma. Anemias por las malarias repetidas o por drepanocitosis, hipertensión o diabetes sin tratamiento por falta de medicación, osteomielitis cronicas….
Nos hemos pasado gran parte de la mañana haciendo compras en el mercado para la comida y la cena. También buscábamos un estropajo para lavar los platos, una sartén nueva (preveíamos el desastre) y unos vasos de cristal tamaño agua. 2 horas de marché y ¡0 de 3 ítems encontrados! La verdad es que uno no no se acostumbra a no encontrar lo que uno necesita cuando en su pais todo está a golpe del Chino, Carrefour o de Amazon. ¡Que fácil es nuestra vida, caray!
Si hubiéramos encontrado el exótico utensilio para cocinar no nos hubiéramos quedado con cara de idiotas hambrientos cuando Jose se ha quedado con el mango mientras la sartén se precipitaba al vacío con los huevos anémicos mezclados con las berenjenas que con mimo llevaba un rato preparando María Jesús. Y claro, nada que se caiga en ese suelo es aprovechable.
Sobretodo si la tortilla está poco cuajada.
Sor Pilar ha prometido ir a Mondou (a 65 km de distancia) para intentar encontrarnos una, aunque ya nos ha avisado que puede que venga con las manos vacías porque hace mucho que no ve los productos de nuestra wishlist en los mercados de allá.
Seguro que las tortillas a la cazuela están de muerte, y ¡a seguir brindando con tazones!
Et voilà los problemas banales en el tercer mundo.
¡Feliz semana!