Blog_Dra.-Paula (80)
Blog de la Doctora Paula
Medica especializa en Medicina Física y Rehabilitación trabaja en el servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Fuenlabrada
Bébédjia, a 7 de febrero de 2022
Depassée
Desbordada, agobiada, superada por los pacientes y por sus patologías.
Mi mañana estaba programada para el tratamiento de 3 pequeñas en la pediatría y para la recogida de datos sobre ingresos, estancias y manejo de los pacientes tuberculosos, pero ha acabado con llorera encima de la mesa de comedor.
No hay luz. Es un problema de cables y comidos o chamuscados, pero lo cierto es que no llega la corriente a la pediatría, medicina, maternidad o a las camas de cirugía. Y cada vez que falla algo eléctrico siento que he vuelto a fallar, que soy experta en poner parches pero incapaz de coger al toro por los cuernos.
Ha ingresado otro pequeño con un traumatismo craneoencefálico. Otro más. Con el cráneo fracturado y semicomatoso. Y ni oxígeno podemos ponerle porque no hay luz.
En medio del complejo manejo del pequeño, me ha enviado Francis (auxiliar de fisioterapia de Handicapes de Doba) una preciosa niña de 6 años para valorar una espalda “pas droit”. Si. Escoliosis tiene. Pero también 6 gr de hemoglobina, masas abdominales y una auscultación patológica. Es hija única. Y el juicio diagnóstico en este momento es el de probable linfoma. Y con ese juicio se quedará porque aquí no hay ni posibilidad de confirmación anatomopatológica ni de tratamiento. Solo queda intentar encontrar un donante de sangre compatible y trasfundir para intentar remontar la hemoglobina antes de intentar llegar hasta N’Djamena en busca de una unidad oncológica.
Su madre, Grâce, está separada y el ex no quiere saber nada de ellas. Es elegante, educada y, durante todo el proceso de diagnóstico ha mostrado una serenidad impactante.
También han traído un bebé de un año escaldado al que han tenido que sedar con ketamina para realizar la cura. El pequeño tiene alrededor del 35% de la superficie corporal afectada.
Las quemaduras, en nuestro medio, representan la cuarta causa de muerte accidental. Aquí son lamentablemente más frecuentes. Sobretodo en esta época “fría”, en la que las familias intentan calentase a golpe de fogata.
Sigue ingresada Orphine, la adolescente epiléptica con quemaduras graves producidas al caerse sobre una hoguera en plena crisis. La niña que nos impresionó a todos al principio por su tolerancia al dolor, cada vez aguanta peor las curas y los intentos de movilización. Se juntan el miedo y el dolor. Por eso, y porque los familiares están comprobando que este proceso será mucho más largo y costoso de lo que creían, se la quieren llevar a la aldea. Y no puede irse porque va a morir de una sepsis si se va. Porque pronto habrá que amputarle al menos dos dedos y le quedan semanas de curas.
Aparte de la trauma(y de la primera ola de COVID, donde una hizo lo que pudo), no estoy acostumbrada al manejo del paciente agudo. No sé. Me siento como una R1 en su primer mes de residencia. Se me hace bola. Me angustio porque siento que, probablemente, no estoy ofreciéndole el mejor manejo al paciente con los medios de que disponemos.
Teniendo en cuenta mi base perfeccionista, mi signo del zodiaco y el cansancio acumulado, creo que es normal que haya días que me venga abajo “por rebosamiento”.
Javier me intenta animar, siempre, a pesar de que se que a veces duda de que este sentimiento sea 100% real. Pero lo es. No busco adulaciones. Busco desahogarme, recomponerme y seguir.
Cree que sufro más porque me aprendo el nombre de cada paciente, de las madres, de los cuidadores. Pero es que no sé funcionar de otra manera. Y si fuera ese el motivo del sufrimiento, no querría que fuera de otra manera. No lo hago solo aquí. Lo hago en mi otra casa, Fuenlabrada.
Que este “solo se que no sé nada” sirva de motor para mejorar. Aunque de cuando en cuando me desmorone un poco.
¡Mañana será otro día!
Beré!
Bébédjia, a 6 de febrero de 2022
La kaká
Si en nuestra burbuja las abuelas son IMPRESCINDIBLES, aquí más.
Las abuelas, a las que llaman “kaká”, ya han superado la infancia y la mutilación genital femenina. Han sobrevivido a la maternidad (tanto a las gestaciones como a los partos), a la menopausia y a incontables malarias. Sus arrugas son las medallas que han ido recibiendo en su paso por vida. Ellas han sido las vencedoras de la implacable selección natural.
En cuanto vi a Jackeline, supe que iba a ser una de esas abuelas. Supe, de inmediato, que iba a esforzarse para sacar adelante a la pequeña Ivette, de dos añitos de edad. Y no me equivoqué.
Su nieta ingresó con malaria cerebral poco después de que nosotros llegáramos. Convulsionó durante días y despertó como despiertan mis pacientes después del duro trance. Incapaz de fijar la mirada, de sostener la cabeza, de sentarse, de controlar el movimiento de sus pequeñas extremidades, de comer por si misma, de tragar. Candidata a recibir el temido apelativo: serpiente.
El primer día que trabajé con Ivette, le expliqué a Jackie (así es como me pidió que la llamara) un par de técnicas y ella las entendió rápidamente. Le indiqué que debía hacerle los ejercicios a su nieta cada día. Y así lo hizo.
En tiempo récord Ivette lograba sentarse y ponerse en pie. Aunque todavía no es capaz de fijar la mirada ni controlar su brazo derecho, la he dejado marchar. Jackie conoce la reptacion refleja de Vojta, técnicas de facilitación y técnicas de restricción del lado sano.
Estaba deseando marcharse porque aquí no tiene nadie que pueda comprarle comida, así que con el compromiso de seguir trabajando con la niña y con el compromiso de enseñar a las mujeres de su aldea todo lo que había aprendido, esta mañana se ha marchado..
Estoy segura de que sacara lo máximo de la pequeña Ivette quien, con alta probabilidad, quedará con secuelas. También estoy segura de que si a algún niño de su aldea le sucede lo mismo, será capaz de pasar el testigo y crear así una escuela de kakás.
Se fue contenta.
Sabe que le ha salvado la vida a su nieta.
Y ahora, además, tiene una misión.
Merci Jackie.
Emmanuel est parti.
Lo primero que hice esta mañana es ir a buscarle a su camilla. Quería regalarle unas caricias para desayunar. Pero ya se había ido.
Dios se lo llevó a su lado durante la noche. Ya había sufrido demasiado su hijo. Y ya había cumplido su cometido en este mundo.
Personas que no lo conocían, rezaron, lloraron, lo quisieron.
Corazones sacudidos salieron de su tibieza. ¡Tantos quisieron apadrinarlo!
Padres que amaron más que nunca a sus hijos. Madres que los observaron dormir cada noche, embelesadas.
Besos, abrazos, achuchones, juegos en familia.
Alcanzó almas de grandes y pequeños: ¡Que suerte tenemos! ¡Gracias por tanto!
Ya tenemos otro angel en el cielo.
Vete a buscar a Survi, pequeño.
Que tus regalos sean eternos, Emmanuel.
Que nunca te olvidemos.
Bébédjia, 4 febrero de 2022
Brotes verdes
Es muy difícil hacerse a la idea de una situación si uno solo mira una foto de un momento determinado, sin saber muy bien qué pasó segundos antes, meses antes, años antes de que la instantánea fuera tomada.
Analizando la foto en cuestión, uno puede hacer un trabajo descriptivo de ese instante, pero poco más.
Por eso es una pasada poder escuchar lo que tiene que contar Sor Pilar, misionera Comboniana en Saint Joseph, que conoce esta zona del planeta desde hace unos 40 años. Cualquier rato con ella es mejor que el mejor libro que os hayáis leído. Su vocación, la reacción de su familia, el primer viaje a Chad…debería escribir un libro. ¡Hay historias de vida tan interesantes que nunca serán contadas!
En este país, origen de los primeros homínidos, conviven pueblos nómadas, islámicos (del norte) y los sara, animistas (del sur). Esta mezcla de culturas forma parte de la riqueza de Chad, aunque también ha sido motivo conflictos civiles en diferentes momentos de la historia.
Cuando Pilar llegó aquí, no había casi de nada. Ni infraestructuras básicas (aunque ahora tampoco es que estemos boyantes), ni campos de cultivo (salvo el algodón), ni posibilidad de comunicarte por teléfono o por correo. Comían alubias rojas, arroz, mijo y, ocasionalmente, cabra. Fin de la variedad. Debían viajar a República Centro Africana para enviar una carta a sus familiares y, si había suerte, igual podrían hacer la ansiada llamada telefónica. Cuando algún misionero de cualquier otra comunidad viajaba a otros países limítrofes, volvía con verduras y hortalizas y las distribuía para que nadie se quedara sin disfrutar de tan exóticos bocados. La práctica totalidad de la población vivía en el medio rural sin acceso a escuelas o servicios sanitarios. Las misioneras se trasladaban de una aldea a otra por caminos de tierra (caminos que en época de lluvias son impracticables), en unos “cuatro latas” de lo más apañados.
Pilar vivió parte de la guerra entre Libia y Chad, que se desarrolló desde mediados de los 70 hasta finales de los 80. No ha sido éste el único conflicto armado que ha sufrido este país, que ha encadenado un enfrentamiento con otro hasta prácticamente 2010.
¡Con razón los chadianos son tan fuertes, duros y sufridos!
Que me voy por las ramas. El caso es que, en medio de ese conflicto, la destinaron 16 años fuera de Africa, y cuenta cómo, al volver (ya pasada la guerra), no podía creer el cambio tan importante que había dado el país y su población.
Recuerda, emocionada, su sorpresa al ver colas de niños esperando a matricularse en la escuela. Campos de cultivos, ganadería…¡Todo había cambiado tanto!
Yo no llevo 40 años aquí pero desde que conocí estas tierras en 2017, he podido ver cómo ha cambiado el paisaje y la población. Aunque queda mucho camino, las infraestructuras van mejorando: hay más kilómetros asfaltados, vuelos internos, cada vez más red…
He visto menos mujeres cargando bebés, más motoristas (y alguno de ellos incluso con casco), más niños jugando cerca du casa, más deporte en los colegios, más risas y curiosidad (sin terror) por ver cómo funcionamos los nazaras. Las mujeres siguen tan bellas, tan elegantes, tan poderosas. Todos llevan las cabezas mas altas. ¡Ese orgullo chadiano! . No han sido ellos, esta vez, los que han más han sufrido durante la última pandemia. Menos mal.No tienen miedo al COVID y nosotros si.
Me enamoré de este país en 2017. Es mi otro lugar en el mundo. Y aunque con altibajos, aquí soy feliz.
Bébédjia, a 3 de febrero de 2022
Simbiosis cooperante
Desde hace años, la Fundación Ilumináfrica organiza misiones quirúrgicas en Chad, tanto en Saint Joseph como en el hospital de Donomanga.
Casi siempre hemos coincidido - al menos unos días- con algún voluntario de su Fundación en Saint Joseph. Generalmente se trata de optometristas o enfermeras que están preparando el terreno para cuando lleguen los oftalmólogos a operar un paciente detrás de otro durante casi dos semanas. Los cooperantes que vienen de avanzadilla trabajan codo con codo con Edouard, el óptico chadiano contratado por ellos. Sensibilización, consultas, “captación” de pacientes y organización de las estresantes jornadas quirúrgicas.
Siempre ha habido cierta simpatía entre Iluminafrica y enganCHADos porque la verdad es que son pocos los que se animan a desarrollar proyectos en este país. En el sur, si te cruzas con un blanco, en el 99% de los casos es un religioso. Hombres y mujeres (la mayoría) de distintas congregaciones y países de procedencia, sosteniendo gran parte de la educación, atención sanitaria y social de esta parte de la población. Por eso a todos los blancos nos llaman “ma sœur”.
Si. A Javi también.
Aunque nuestro concepto de proyectos es muy distinto, son los dos compatibles y necesarios.
Ellos devuelven la vista a cientos de pacientes cada expedición. Operan, operan, operan. Mañana y tarde, hasta que cae la noche y caen ellos mismos de puro agotamiento. Queda poco tiempo para mezclarse con compañeros o Bébédjianos, pero se dejan la piel para llegar al mayor número de pacientes posible.
Nosotros apoyamos económicamente al hospital a través de nuestros proyectos, traemos material y nos integramos en los distintos servicios para dar formación “face to face” y mediante sesiones formativas. Ponemos cara al maravilloso hermanamiento entre el Hospital Universitario de Fuenlabrada y Saint Joseph.
Y aunque nos apreciábamos desde la lejanía, nunca habíamos coincidido (al menos en mis viajes) con una de sus maratones quirúrgicas.
Hasta este año.
Durante casi dos semanas nuestra expedición minimalista ha compartido espacios, comidas, risas y viruses varios con los 5 miembros de Ilumináfrica. Ha sido enriquecedor y divertido. Y un placer haber puesto, por fin, cara a nuestros colegas del globo ocular: Enrique, Rhut, Isabel, Olga y Ana. Bueno, en realidad a Ana la queríamos y admirabamos desde que coincidió con nosotros en 2018 (¡y no vemos el momento de que decida compartir algo de su tiempo y alegría cooperante con EnganCHADos!).
Los ilumináfricos han resultado gente buena, maja, trabajadora y competente con la que me encantaría volver coincidir. (Además, traen comida muy rica)
¡Gracias por todo, Iluminadores de Saint Joseph!
Bébédjia, a 2 de febrero de 2022
Ça marche
Que si.
Que hay buenas nuevas en Saint Joseph.
Que la pequeña Bienvenue (que llegó en brazos de Constatino buscando una cirugía imposible que salvara su pierna) evoluciona tan bien, que hoy mismo se marcha a continuar las curas y cuidados en el Centre de Handicapés de Doba.
Que el niño que cayó del árbol y se fracturó el cráneo y llegó inconsciente y tetrapléjico, aquel que tan pocas posibilidades tenía de no hacer una meningitis o de volver a caminar, se ha marchado hoy de alta con un cabestrillo en el brazo derecho (que retíraré la semana que viene) y una parálisis facial como únicas secuelas. Se llama Modeste, pero su madre y yo hemos acordado que a partir de ahora se llama Modeste Miracle. Porque, ciertamente, es un milagro que siga vivo.
Que los padres de la niña que se cayó de otro árbol y que quedó también tetrapléjica por una lesión medular cervical, han accedido a que permanezca ingresada en Handicapés de Doba y realice tratamiento rehabilitador. Hay esperanza.
Que los niños de la APMS han salido felices de su clase de refuerzo y me han rodeado, a modo de melé, para que les hiciera a cada uno su foto. Abrazada por todos, he sentido su alegría, su cariño y sus catarrazos con mocos.
Ça marche!
Bébédjia a 1 de febrero de 2022
Sin fobias y a lo loco
Siempre vengo con las uñas de los pies pintadas con esmalte permanente de color rojo. Y no lo hago por estar más glamourosa (bueno, igual un poco si). Lo hago porque de esa forma evito ver la suciedad acumulada bajo las uñas. Inevitable la roña, permanente, rebelde a cualquier intento de aniquilación por tu parte.
Si. Sigue allí. Pero al menos yo no la veo.
No me importan las uñas negras ajenas.
Me contento con mirar abajo (que siempre hay que mirar, no vaya a ser que se te cruce una cobra escupidora y la liemos parda) y ver destellos rojos perfectamente delimitados en medio de la mugre.
La suciedad en los pies se podría evitar llevando calzado cerrado, pero la verdad es que conforme te vas relajando, vas dejando de usar zapatillas de deporte. Se te cocinan los pies y acaban hechas un asco también.
Al menos los pies se pueden lavar.
También he sido criticada por ir con el morramen pintado. Si voy a trabajar así en España ¿por qué no un rouge en Saint Joseph?. Es cierto que desde que tenemos que ir con la boca tapada utilizo tonos más claritos, así este año más pastel también aquí.
Bastante zarrapastrosos vamos los nazaras en comparación con los compañeros de aquí. ¿Qué menos que uñas, pintalabios y un pañuelo en la cabeza para intentar subir un puntito en la escala de elegancia?
Me pregunto cómo consiguen ellas estar tan limpias y planchadas todos los días cuando aquí la lavadora y la plancha son pura fantasía (vamos; que no hay).
Los aprensivos y escrupulosos no podrían pasar aquí más que unas horitas (si eso) . Absténgase también musofóbicos, entomofobicos y herpetofóbicos. Tampoco aptos los que no toleran olores de procedencia humana y de diferente índole.
Para los que viven con el móvil o el ordenador enchufados a la corriente, esto sería una pesadilla.
En nuestros cuartos tenemos electricidad 2 horas por la mañana y 3 por la tarde. Tiempo suficiente para que, en tu ausencia (ya que apenas disfrutamos de la luz en el cuarto por tema de horarios), se haya cargado la batería externa.
Generalmente hacemos todo a golpe de linterna. Tiene sus ventajas el tema, porque no ves los bichos que acechan desde las esquinas más oscuras. Ojos que no ven….
El lavabo lo utilizas para lavarte la cara o las manos. Para los dientes, mejor agua embotellada. Agüita fresca en minichorro para la ducha (con boca sellada) y cero cremitas, no vaya a ser que el olor atraiga a los mosquitos.
El drama “electrodomestiquil” mayor (a mon avis) es el tema de la lavadora. Lavar a mano es un infierno para los perfeccionistas. Nuestro lavadero es ideal para que la ropa se ensucie de nuevo después de aclararla; o bien se escurre y se cae de nuevo a la tierra o bien le caen hojas y bichos mientras la tienes en el montoncito de espera. Además, el jabón que utilizamos aquí es como la roña de la que hemos hablado antes. JAMÁS consigues aclarar bien lo que lavas. Si para un calcetín tardas un ratillo, imaginaos para los pijamas de hospital o para las sábanas. Lavadora, I miss you.
Al lado de lo de la lavadora, lo del frigorífico es lo de menos. Hemos mejorado en este sentido porque ahora tenemos uno nuevito que, aunque funciona solo 5 horas al día, consigue mantener bastante bien el frío si no lo abres mucho.
A pesar de todas las incomodidades, me siento como en casa. Mi “yo” pijo aceptó esta forma de vida desde el primer momento. Uno se acostumbra a todo si está feliz en un sitio. Y yo lo estoy.
Bébédjia, a 29 enero de 2022
Bienvenue
Ayer os contaba que aquí todo llegaba tarde. Uno de los motivos es que confían más en la medicina tradicional que en la occidental, y cuando todo ha fracasado y los pacientes constatan que las escarificaciones, los brebajes de hierba y los emplastes de arena mezclada con bostas de vaca no han sido efectivos, entonces es cuando deciden venir al hospital, muchos de ellos a morir.
La otra razón es que los chadianos son fuertes y con un umbral del dolor altísimo.
Hace unos días llegó el padre Constantino con una pequeña de unos 3 años con un vendaje pútrido en la pierna derecha. El pie derecho caído e hinchado. Estaba muy sucia (toda ella) y vestía una sudadera mugrienta que escondía su abdomen abombado por los parásitos y la malnutrición. La tripa llegaba a apoyarse sobre sus delgados muslos, atrofiados por el desuso. Antes de saludar a la pequeña en nganbae, ella ya estaba con el ceño fruncido y con la mirada fija en mis rodillas.
- ¡Tobanúa!
Y sin contestarme el “tomayé” de turno, ya había alzado su diminuta manita devolverme el saludo.
Al parecer la pequeña tenia una infección desde hace un año (¡UN AÑO!) y en el hospital de Mondou (el más grande de la región) le habían indicado la amputación. Aún así, le habían recomendado que viniera a ver a Sœr Elisabeth, porque si ella consideraba que no había otra opción, definitivamente no la había.
Constantino miraba impotente a Elisabeth. Una amputación la convierte en una handicapée para toda la vida. Aquí casi nadie se puede permitir una prótesis. Imaginaos que hay que ir cambiándole la prótesis periódicamente a medida que crece. Pura fantasía.
Entonces le soltó el pesado fardo a nuestra cirujana.
- Eres nuestra última esperanza.
Y ahí, sobre la marcha, Elisabeth retiró el vendaje para comprobar que la niña había tenido una fractura abierta (que es cuando el hueso se rompe de dentro hacia fuera, desgarrando la piel) de tibia, que se había infectado (normal, porque nadie se lo había colocado y seguía el hueso fuera, necrosado), afectando ya a todo el hueso.
Volviendo al principio: una niña que a los dos años tiene una fractura abierta de tibia no tratada (no entremos en detalles de cómo se la hizo), osteomielitis crónica, malnutrida…¿cómo aguanta el dolor? ¿Cómo es posible que no hiciera una sepsis y se muriera?
Pues ya lo veis. Aquí suceden cosas así.
Aunque tengas tierra hasta en el carnet de identidad, no comas todos los días y vivas en una aldea recóndita en la sabana africana.
- Si. Es Posible. ¡Abduuu! …..
Y así se inicia el proceso del preoperatorio. Con Abdulaye incluyéndola en el parte.
Bienvenue está operada. La madre, tras varias broncas “Elisabethianas”,
mantiene a la niña bastante limpia (no así a su hermano pequeño, igual de malnutrido y con la misma tripota que la otra). Un par de curas y podrá irse al Centre de Handicapés de Doba, desparasitada (igual que el hermano), con tratamiento antituberculoso puesto y con la pierna en su sitio.
(Y esto así, entre tú y yo….¿será que las boñigas tienen algún poder curativo?)
Bébédjia, a 28 de enero de 2022
RehAfrique
Mucha gente se sorprende de que un médico rehabilitador pueda hacer algo en Africa, y es cierto que así, a bote pronto, puede extrañar, porque uno diría que lo que importa por aquí es salvar vidas y no mejorar su calidad.
Eso es precisamente lo que me vino a la cabeza cuando David, pediatra de mi hospital que pertenecía al proyecto enganchados, me propuso que fuera a Saint Joseph en una de las misiones médicas que organizaban. Al parecer, las misioneras encargadas de la pediatría querían que fuera alguien para enseñar al personal sanitario técnicas de rehabilitación neurológica para los niños con daño cerebral. Hay gente que los llama niños serpiente. A mi me gusta verlos como los verdaderos supervivientes, los más fuertes de entre los fuertes..
Ser niño aquí no es fácil. Hasta que cumples 6-7 años te consideran un “embá”, que significa extranjero, que no pertenece a la tierra. Es como si aceptaran que, hasta que alcanzas una edad suficiente, puedes estar de paso.
Las madres tienen una media de 7 hijos, y el objetivo es que esos hijos sirvan para trabajar y para ganar dinero para la familia. Solo unos pocos irán a la escuela. Se come una vez al día. Si una familia tiene un puñado de mijo y una patata para comer, primero comerá el padre. Posteriormente la madre, luego el hermano mayor, el siguiente, el siguiente…y, si queda algo, comerá el mas pequeño. Si un niño llora de dolor (porque aquí pocos lloran por rabietas o por capricho), no se le suele abrazar o besar. Eso los convertirá en débiles, y deben ser fuertes para afrontar todos los reveses que les dará la vida. Y si. Los niños aquí son fuertes y valientes y soportan el dolor alucinantemente bien.
La sanidad no es gratuita, a las familias les cuesta gastar dinero para curar o salvar la vida a un niño que no produce nada, que no es capaz de trabajar invertirán dinero en salvar a aquellos que traen la comida a la mesa. Y eso no quiere decir que no los quieran. Ojo.
Con razón las misioneras estaban tan preocupadas por estos niños que, por un problema durante el parto, por una malaria cerebral o por una meningoencefalitis, quedan con problemas motores o cognitivos.
Son una carga demasiado pesada.
Además, este tipo de enfermedades son consideradas, con frecuencia, un castigo por algún acto cometido por alguien de la familia. Hasta que no muera el niño, la deuda no se saldará. Y ahí lo dejo.
Con esto no quiero generalizar, y repito que no decir que no se les quiera. Pero la vida aquí es otra cosa, y hay que conocer bien su cultura para ponerse en su lugar sin juzgar. En el primer mundo todo gira alrededor de los niños y aquí no.
El caso es que primero vino mi compañera Gema, fisioterapeuta del hospital y luego empecé a venir yo. Y en este camino, hay un montón de personas que me han enseñado mucho para poder cumplir con nuestra misión primera: la neurorehabilitación infantil. Tratar a un niño con daño cerebral y que consiga desplazarse o comer solo, es MuCHO. Conseguir que deje de ser una carga aumentará sus posibilidades de supervivencia y disminuirá el sufrimiento de la familia. Mucho.
Llegas aquí con la idea de dedicarte a tu cosa y ¡zas!. Te enfrentas con cuadros complejísimos y con patologías que estudiaste en un apartadillo de un libro, destacado sobre el texto por resultar interesante y anecdótico. Así que abres tu maletín de conocimientos (algunos en la memoria RAM de tu cerebro y muchos otros en la nube) para poder ayudar en la medida que puedas.
Nuestra formación como médicos rehabilitadores (especialidad de la que estoy absolutamente enamorada) nos permite fusionar la neurología y la ortopedia, lo que resulta muy interesante en un país donde encontrarás ni neurólogos ni traumatólogos.
Ademas, antes de ser médicos especialistas hemos sido médicos generales. Hemos tocado tripas, visto gargantas y auscultado. Está en la nube, pero sigue ahí.
Tardas un par de viajes para darte cuenta de que lo que pensabas hacer es irrealizable y que lo realizable va a resultar tremendamente tedioso. Pero al tercero ya sabes que terreno pisas.
Ahora mi sueño es otro pequeño proyecto que puede llamarse HandiChad (o cualquier otra cosa; ya me ayudaréis a bautizarlo). Escuelas de madres y formación a el personal del Centro de Handicapés de Doba. Y apoyo económico para estudios y cuidados médicos de los paciente. Y… Y…
Buenas noches, gente buena
Beré!
Bébédjia, a 27 de enero de 2022
Marie-Mar
En los años 90 se estrenó una telenovela mexicana basada en una radionovela de los 70 llamada “la indomable”. Esta adaptación a la televisión, protagonizada por Thalía, es uno de las series de éxito que se proyectan en el cine de Bébédjia, y toma el nombre de nuestra pediatra, Marimar. Por eso, cuando ella se presenta, la gente canturrea su nombre, descomponiéndolo en dos: Marie - Mar. Les divierte conocer a una nazara llamada como la protagonista de ésta versión moderna de la cenicienta, en la que un par de brujas pasan el día humillando a la bella, pobre y analfabeta pretendiente del guaperas de turno, hijo de una de las malas malísimas.
A mi me hace especial gracia todo el tema, porque mi Marimar es antagónica a aquella (salvo por lo de bella, que lo es).
Creo que nunca había conocido a alguien que, sabiendo tanto (tantísimo), fuera tan humilde y tuviera tantas ganas de aprender.
Pediatra especializada en intensivos, ha formado parte del equipo de UCI en tiempos de COVID. No porque sea osada, sino porque es valiente, curiosa, estudiosa y una trabajadora incansable. Tiene una capacidad de estudio increíble, y su CPU está tan llena de ciencia, que es capaz de integrarlo todo para posteriormente aplicar lo aprendido sin titubear.
Yo me imagino su cerebro lleno de algoritmos y tablas de dosis por kilo de cada uno de los medicamentos del vademécum. Debe tener una zona de capacidad ilimitada donde se guardan cosas por aprender. Dentro de ese área (podríamos llamarla área de la curiosidad), hay un rincón donde estoy con ella. “Apprentissage de la langue française” se llama.
Él área del lenguaje expresivo es ENOOOORME. Muchas veces me pregunto cómo es posible que sea capaz de emitir tantas palabras por minuto durante tanto tiempo seguido.
Su sistema límbico está muy desarrollado. Hay siempre sitio para el voluntariado, el amor, la amistad y unas cañas en una terracita.
Lo que le gusta es el paciente agudo, y se nota. Es una auténtica pasada verla trabajar. Seguridad, calma, sabiduría y profesionalidad. Si a eso le sumas la prudencia y el respeto, la conviertes en la médico perfecta para estar en SaintJoseph. Me maravilla su forma de aceptar que aquí solo dispone de los concentradores de oxígeno, un guedel, un ambú y algo de medicación ( casi nunca la que ella utilizaría) para sacar adelante a los pacientes. Lo acepta y se adapta. Como directora de orquestra, va intentando marcar los pasos, y cuando no es posible, por falta de medios, dar alguno de ellos, habla con los enfermeros para buscar la mejor alternativa. Cuando algo se hace mal, intenta explicar cómo se puede mejorar el manejo, siempre desde el respeto y con absoluta delicadeza. Hay quienes quieren absorber todo lo que dice como una esponja (véase:YO), y hay otros que sabes que nunca le darán una oportunidad al tema. Pero ella siempre está dispuesta a “partager sa sagesse”.
La encontrareis en la pediatria, pasando visita con el Dr. Esaie (responsable de la pediatria actualmente) y el personal de enfermeria. Si no está atendiendo a algún paciente o discutiendo alguna analítica o tratamiento, estará explicando al personal los protocolos de tratamiento que ha traído plastificados, listos para empapelar las paredes de cuidados intensivos. En cuanto hay un momento de tranquilidad, la verás haciendo esquemas , estudiando patologías frecuentes aquí y excepcionales en Madrid, lavando sondas y cámaras de inhalación o haciendo orden y limpieza en el almacén. Y así , enganchando una actividad con otra (y todas ellas orientadas al paciente), llena su “horror vacui” temporal y de actividad porque cada minuto es precioso.
Marimar es una de las mejores cosas que me pasó en el 2018. Y este año vuelvo a tenerla para mi solita tooodo un mes.
Más...
Bébédjia, 26 de enero de 2022
“Janvier”
Es así como lo llaman aquí. Les cuesta la jota, como a la mayoría de personas que no hablan castellano.
Es la quinta misión del Dr. De la Torre y la cuarta conmigo como compañera. Ganándose el cielo, el pobre. No sé muy bien cómo me sentiría si él no me acompañara. No conozco el Chad sin Javier.
Vivir esto es como participar en un reality, pero quitando todo lo feo (que es mucho) de este formato. No hay competición, somos equipo. Aprendemos los unos de los otros y nos acompañamos en los momentos malos, en los peores y en los geniales. Compartimos mesa, pacientes, dinero, escoba, cerveza y la alfombra de 6 plazas donde escuchamos música y admiramos las estrellas en este lugar sin contaminación lumínica.
Aquí yo lo llamo “le koró” - el jefe- y nuestros compañeros de aquí se mueren de risa cuando lo llamo así, pero en realidad es eso. El jefe quitándole los atributos tiranos, el veterano, el hermano mayor que a veces gruñe, pero cada vez menos, la verdad. El dice que gruñe menos porque nos estamos portando mejor, lo que significa que nos hemos llegado a portar mal. Yo creo que soy un angelito siempre, pero él sabrá.
Todos los años curra como el que más, pero este se está llevando la palma.
El pobre no para de operar, ¡hay lista de espera quirúrgica en Saint Joseph!
Se enfunda su pijama, se pone su delantal de plástico (gracias al cual pierde unos kilos de líquido cada día) y se mete en faena desde primera hora.
Pero no solo opera. Con paciencia y a pesar de las limitaciones - nada tiene que ver éste quirófano. con los de nuestro hospital- explica al Dr. Rodrigue, paso a paso, cada técnica, cada cirugía. Se trata de compartir conocimientos y acompañar. Eso libera a Elisabeth. Y digo libera pero en realidad lo que consigue es sacarla del quirófano para que pueda dedicarse a hacer ecografías, drenajes torácicos o gestionar el continuo goteo de pacientes que buscan su buen hacer.
Y por las tardes o por la noche, aunque Elisabeth sea la primera llamada, Javier toma las riendas para que ella pueda descansar u orar, lujos que no puede permitirse cuando no hay otro cirujano por aquí. Su sensatez, prudencia y experiencia le permiten ayudar a Elisabeth a tomar decisiones; otra mochila fuera para ella.
Han pasado 5 años desde nuestro primer viaje “ensemble”, y puedo confirmar que nuestro koró sigue siendo un ser humano generoso, bromista, trabajador, divertido y maravilloso.
Y a pesar de que la convivencia en nuestro rincón africano puede llegar a ser intensita, ha sobrevivido nuestra amistad. Hasta ha crecido yo diría.
Bébédjia, a 24 de enero de 2022
Ella.
El día empieza muy pronto en Saint Joseph. A las 7 de la mañana todos los trabajadores se reúnen en sus respectivos servicios (pediatria, medicina o maternidad-Cirugia) para el pase de guardia , la oración y el canto matinal. Una vez terminada la reunión, se hace el pase de visita.
Los que me leísteis en el último viaje, sabéis que la pediatria estaba al 200% y que tuve días bajos, muy bajos. Llegamos a tener más de 100 niños ingresados, cuando el número de camas es de 50. La pequeña sala de cuidados intensivos pediátrica estaba hasta los topes, con niños convulsionando en cada una de las camillas compartidas, otros en el suelo o ya fallecidos en brazos de sus madres. Todos los días 2, 3 pequeños dejaban este mundo por culpa del paludismo.
Los parásitos son resistentes a casi todos los fármacos porque la gente los compra en el mercado y los toma anárquicamente, así que el plasmodium va haciéndose más y más resistente. ¿Qué esperanza hay si ya ni los tratamientos son efectivos?
Parece increíble que todavía estemos esperando a que se desarrolle una vacuna eficaz. ¿Cuándo empezará a ser esta enfermedad importante el mundo desarrollado?
El caso es que este año, gracias a Dios (y a qué hemos venido en época seca), hay pocos niños ingresados. Casi todos malnutridos y tienen malaria o se contagian aquí, porque los mosquitos que vuelan por nuestro hospital están llenitos de parásitos. Pero afortunadamente, nos mantenemos por debajo de 50 pequeños hospitalizados.
Cómo está más tranquilo ese “ala” del hospital, empiezo el día con Sor Elisabeth , Javier y el Dr. Rodrigue, contratado por enganCHADos.
Es un espectáculo ver trabajar a esta misionera dia tras día. Es el alma de Saint Joseph. Demasiado delgada para la inmensa carga que soporta, ágil, atlética, llena de energía. Se atreve con todo. Tan pronto opera una peritonitis como una ruptura uterina. Atiende partos complicados, hace cirugías traumatológicas sin escopia y amputa un miembro cuando es estrictamente necesario (porque salva más miembros de los que amputa). Con absoluta destreza en el uso del ecógrafo, es capaz de hacer tanto el seguimiento de un embarazo como el diagnóstico de una leishmaniasis visceral o un hepatocarcinoma. Es fuerte, exigente, políglota y trabajadora. Su doble vocación de médico y misionera la convierten en un ser humano tan extraordinario, completo y potente, que una no puede evitar sentirse minúscula a su lado.
Vienen pacientes de todo el país, muchas veces traídos por misioneros, casos casi siempre complejos, imposibles, desesperados. La proporción de “puros” a los que atiende se aproxima al 95%. Y me quedo corta.
Mujeres de parto desde hace 5 días con el feto muerto en su vientre, fracturas abiertas de un año de evolución, peritonitis superpasadas, tumores de mama enormes y necrosados, osteomielitis crónicas, fistulizadas desde hace 4 años, complicaciones de los tratamientos tradicionales…
El caso es que no hay un día normal.
Alterna esta actividad con el pase de planta, diagnósticos ecográficos, la organización del hospital, la oración y el estudio. Duerme unas cinco horas al día. Y está de guardia 365 días del año, 24/7.
Se cansa, se exaspera por lo tedioso que resulta todo aquí, pero remonta porque ama lo que hace. Y porque la necesitan tanto, que no tiene otra que remontar.
Le admiran los ngambae, los árabes, los mbororó y los delicados caucásicos. Echa broncas a los pacientes y familiares con firmeza y educación , pero se asegura de que todos puedan pagar y recibir su tratamiento.
Si los familiares no dan de comer a los pacientes, o no quieren donarles la sangre que necesitan: bronca.
Que los pacientes no se lavan o no caminan: bronca.
Si las las madres no dan de mamar o no limpian a sus hijos: bronca.
Si la médico europea no recicla un vendaje y lo corta con tijeras: bronca.
Todas merecidas.
Todas sin subir el tono o perder los modales.
Todas necesarias.
Acepta -aunque con tristeza - cuando los pacientes o los familiares rechazan el tratamiento prescrito y deciden acudir al curandero, aún sabiendo que su paciente morirá en su casa o reingresará con un cuadro todavía más complicado que el anterior.
Ella sigue, sigue, sigue.
Mis abuelos eran ambos médicos rurales, y mis padres me cuentan que ellos no pasaron nunca hambre, porque los pacientes les regalaban gallinas, huevos o conejos como agradecimiento y único medio de pago.
Ayer el padre de una paciente árabe le regaló un par de pollos a nuestra Sœur, aunque bien merecería una granja entera.
Bébédjia, a 22 de enero de 2022
El mosquito.
¿Hay algo más molesto que escuchar un mosquito merodeando alrededor de tu oreja cuando te metes en la cama?
Hay algo más molesto que escuchar un mosquito merodeando alrededor de tu oreja cuando te metes en la cama.
Y yo lo he vivido.
Porque te has metido en una pequeña crisálida y estás atrapada en ese pequeño espacio con el vector del paludismo. Y no entiendes cómo ha logrado colarse, porque creías haber tapado todos los agujeros de la mosquitera con cinta americana, has sido muy cuidadosa metiéndola bien bajo el colchón y cerrando la puerta con mosquitera incorporada. Además apenas utilizas las linternas para evitar atraer la atención del maldito bicho y te embadurnas con el relec extraforte desde primera hora de la mañana para resultar CERO apetecible para el peligroso díptero. Sin mencionar que antes del viaje, has rociado toooooooda tu ropa con una solución de permetrina que deja un olorcillo apestoso y unos cercos grasosos en todas tus prendas.
Y, aun habiendo tomado TODAS las precauciones, ahí estás, buscándolo con tu linterna de luz roja porque no quieres estimularlo demasiado, pero te das cuenta que no ves un pijo, y te pones de los nervios porque cada segundo cuenta y puede estar ya posado sobre tu epidermis y tú no ser consciente de ello. Necesitas encontrarlo YA porque el primer objetivo es cargártelo de una palmada. Pero nooo, él se esconde entre los pliegues de la mosquitera, se confunde con las rayas de tu manta y vuela en modo silencio para que pierdas definitivamente los nervios y te lances fuera de la mosquitera. La dejas completamente abierta. Luego la cierras porque te parece que está demasiado abierta y pueden entrar otros seres si tienen tanto espacio para transitar. Mientras piensas cuál será el tamaño de apertura ideal para que salga tu enemigo, enciendes las linternas (todas) en su punto de máxima blancura y las dejas lejos de la cama, muy lejos.
Decides que probablemente no lleves encima una capa de relec lo suficientemente generosa y, sin desnudarte del todo, te vas aplicando una cantidad ingente en cada milímetro de tu piel, incluida la cara. Y en tu ropa. Y en tu pelo. Y te pones la sudadera porque prefieres cocinarte a contagiarte. Y dejas que pase un buen rato (cada vez menos horas de sueño) y decides intentarlo de nuevo. Entras rápidamente y metes histéricamente la mosquitera por debajo del colchón. No se oye nada. No se ve nada. Ha salido. Objetivo alcanzado.
Pero claro, con tanta tensión se te olvidó apagar la fuente múltiple de luz masiva que está en la otra punta de la habitación.
Sales de la mosquitera abriendo un agujero ridículamente minúsculo (que se amplía enseguida porque aunque quieras moverte como una ninja eres una blanca normalita que está agotada y atacada) y metes de nuevo la mosquitera bajo el colchón. Rápidamente te aproximas al rincón, apagas todas las luces y ya si que no ves nada de nada, porque se te olvidó dejar el farolillo rojo encendido antes de salir de la cama.
A tientas tocas las superficies y se te engancha el meñique del pie izquierdo con la pata de la silla. Pero el dolor no te paraliza. El instinto de protección es así. Una vez tocas la cama repites la maniobra de la mosquitera emulando a la Z -Jones y te encierras de nuevo en tu habitáculo traslúcido. Golpeas la ropa de cama contra el colchón por si se hubiera quedado el insecto agazapado bajo tus sábanas, aunque dudas mucho que con la sobredosis de relec el pobre sobreviviera. Encuentras el farolillo. Te has dejado el móvil fuera pero abandonas la idea de recuperarlo. Te pones los tapones, el antifaz y te cubres por completo con la sábana. Empiezas a sudar y te abandonas a la modorra, que si no no hay quien se levante a las 6 mañana.
Bébédjia, 23 enero de 2022
El mango
Fue la directora de mi colegio, Mrs. Mazón, la que me contagió el amor por los árboles. Uno de mis lugares favoritos en Madrid es el jardín botánico. Dentro de él hay unos bancos escondidos bajo unos tilos exuberantes. Si tuviera que elegir un sitio dentro del botánico, sería ese: tumbada en uno de esos bancos un día de primavera, mirando las hojas de esos tilos.
Aparte de los tilos, me chiflan los árboles frutales y aquí he descubierto dos que me fascinan: el mango y el anacardo.
El mango es un árbol imponente y frondoso que da una sombra extensa y densa. A los chadianos les gusta cobijarse en su penumbra, sobretodo a partir de finales de febrero, cuando empieza el calor del infierno. Y es que la temperatura debajo de estos gigantes cae unos grados y se agradece.
En el patio de nuestras habitaciones hay uno precioso, pero nunca había visto sus frutos hasta este viaje. Dentro de un mes caerán al suelo, ya maduros, pero por el momento están verdes y duros. Y aunque todavía inmaduros, cuando el hambre aprieta y algún madrugador ya se ha comido los frutos que están más a mano, los niños intentan alcanzar sus frutos golpeando sus ramas con largos palos. Si fracasan, trepan para conseguir lo que, probablemente, será lo único que coman en el día. Los niños son más ágiles que los adultos, pero también más osados, así que con demasiada frecuencia resbalan y caen desde alturas cada vez mayores.
Este año lo que más me ha llamado la atención es, precisamente, la cantidad de traumatismos cráneoencefálicos y lesiones medulares traumáticas que ingresan por caídas de este tipo (o caídas de la moto, que aquí nadie va con casco). Solo en una semana hemos atendido siete pacientes de este tipo: dos niños pequeños (uno de ellos ya fallecido), una adolescente y dos adultos con traumatismos craneoencefálicos graves así como dos casos de tetraplejia por lesión medular (en este caso una niña de 16 años y un adulto).
El manejo de estos pacientes es muy complejo en nuestro medio; la mayoría requieren un TAC urgente, ingreso inicial en una unidad de cuidados intensivos, muchas veces neurocirugía y casi siempre un tratamiento rehabilitador intensivo y multidisciplinar prolongado.
En Saint Joseph, el tratamiento se simplifica de forma dramática. Básicamente consiste en el control de las constantes, paracetamol, corticoides y antibióticos. Y rezar. Mucho.
Los médicos del primer mundo estamos tan acostumbrados a las pruebas complementarias que ya apenas sabemos manejarnos sin ellas. Nuestros ojos contactan fugazmente con los ojos del paciente. Luego vuelven a la pantalla, siempre. El teclado es una prolongación de nuestros dedos, y cuando logramos despegarlos de las teclas, los cubrimos de látex o vinilo para explorar, de forma somera, a los pacientes. Tenemos todavía el comodín de las pruebas que nos ayudarán a realizar el diagnóstico y orientar el tratamiento, que será el mejor y el más completo que podamos ofrecer al enfermo.
Venir aquí ayuda a recuperar esa parte de la medicina ya olvidada. La parte de la anamnesis la quitamos del algoritmo. Para empezar, casi nadie sabe la edad que tiene. Los niños que no se tocan la oreja contraria por encima de la cabeza tienen menos de 6. Pero los adultos son otra cosa. Muy muy difícil acertar.
Por otra parte, la noción del tiempo aquí es relativa (cuántas veces escuchamos ese “depuis….” tan poco preciso!) y siempre son necesarios los traductores que hablen Nganbae o árabe para medio enterarte de qué va la cosa. Es como si la mayoría de los pacientes fueran neonatos; no pueden contarte lo que les pasa pero la observación de su cuerpo, su forma de moverse y la expresión casi siempre te ofrecen información suficiente.
Y, aunque volver a la esencia de la medicina tiene su morbo, es frustrante no poder hacer más. Aquí la discapacidad es una carga tan, tan grande, que, en muchos casos, la familia decide llevarse a los pacientes de alta para que mueran en casa. Quizá intenten un tratamiento tradicional antes de tirar la toalla (aunque la mayoría ya ha agotado ese cartucho antes de tráelo aquí), pero generalmente ya no disponen de medios para costeárselo.
¿Cómo convencerlos de que paguen el mejor tratamiento disponible cuando sabes que el pronóstico funcional es infausto?
De los 7 casos de este tipo atendidos esta semana ha fallecido un paciente aquí y a dos de ellos se los llevaron a casa a morir. Estamos negociando con el padre de la niña tetrapléjica para que permanezca ingresada en el centro de Discapacitados de Doba pero en realidad, ¿que vida le espera? ¿Quien le cambiará la sonda, o evitará que se escare cuando sabemos que va a permanecer tendida en el suelo todo el día? Era ya la una de la tarde y la niña llevaba un día sin comer ni beber. ¿Ya ha comenzado el lento proceso de dejar morir?
Y al joven con secuelas de conducta y del lenguaje, ¿que tratamiento le podemos ofrecer? Ninguno. Absolutamente ninguno.
Otra vez, las diferencias abisales e injustas.
Seamos capaces de reconocer la suerte que hemos tenido al nacer en el primer mundo, capaces de apreciar la atención sanitaria de máxima calidad que podemos recibir en España, independientemente de nuestro nivel socioeconómico o cultural.
Hagamos eso al menos.