
Blog_Dra.-Paula (102)
Blog de la Doctora Paula
Medica especializa en Medicina Física y Rehabilitación trabaja en el servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Fuenlabrada
Bébédjia, a 19 de febrero de 2023
El ecuador
Otra semana vivida, otra semana vencida.
Semana en la que los miembros del equipo han ido floreciendo.
Rocío, cada vez más integrada en la pediatría, pendiente de los pacientes en la unidad y de los niños ingresados en las otras unidades, dispuesta a todo y aprendiendo la manera de hacer las cosas aquí, ayudando en curas y donde se la necesita. Al final del día, nos cuenta ilusionada sus pequeños y grandes triunfos y, cuando lo hace, la cara se le ilumina. Me encanta verla así de feliz. Compensa con los otros momentos en los que rabia de frustración y tristeza cuando fallece otro niño mas.
Esta semana ha habido un día sin fallecimientos. Un día. Ojalá este hecho no nos sorprendiera tanto.
Cuántas veces he podido hablar con Elisabeth de esto.
- Paula. En este país es muy fácil morirse, tanto los enfermos como los que están aparentemente sanos. Mueren muchos. Mueren todos los días.
María Jesús acompañada cada día por el enfermero de turno responsable de las curas, intentando mejorar, con infinita paciencia, cada acto. Haciendo hincapié en lo importante: la asepsia, la limpieza profusa y el orden en la sala. Es tranquila y una excelente profesional. Seguro que algún posillo quedará.
Javier, como siempre, genial. Ejecutando con maestría su papel de jefe de misión, de presidente de fundación y de cirujano. Intentando que aprendan, a marchas forzadas, tanto la Dra. Susan como el recién llegado Dr. Djasroal (que parece que destaca con sus habilidades para la Cirugia).
Animándonos y mimándonos a todos. Tuvo el detallazo de prepararnos una cena sorpresa por el día de San Valentín. Llenó el refrectoire de globos rojos con la palabra Love partout, utilizó velas rojas para darle ambiente a la cosa e incluso nos dejó un detalle (unos pendientes) a la tres mujeres debajo del plato. No hay nadie más detallista que el.
Jose trabajando a tope, enseñando a hacer las cosas bien, meticulosamente, con cuidado y cariño. Sigue con el mantra de “mejor no tocar” y ha añadido otro, “el jabón es tu amigo” porque desespera ver que aquí todo, pero todo todo, se infecta.
Yo de un lado a otro. Me gusta pasar visita en la pediatria con Pelagie y su equipo, Rocío y el Dr. Israel (muy fan de el). Saco un hueco para tratar a Charlene, la niña de 8 meses con la hemiparesia derecha después de una malaria cerebral. El resto de niños con daño cerebral están todavía o muy malitos o malnutridos. Martin sigue con su gorrito tieso a pesar de lo cual pasa frío. Ahora comparte incubadora con otra prematurita. Es una monez verlos ahí juntitos, aunque no puedo evitar que la manta térmica me de mal rollito.
Dos días hemos ido a el centro de discapacitados de Doba a trabajar, mano a mano, con súper Mabel, Sor Magali y Erica. El martes que viene Mabel tiene que marcharse a la capital y me ha pedido que me haga cargo de la consulta. Me vendrán a buscar muy temprano esa mañana. Por el madrugón y por la consulta…¡deséenme suerte, señores!
El miércoles pudimos disfrutar de los niños del proyecto “Estudiar en Chad” cuando acabaron las clases. Jugamos con ellos al “enredos” y Javi llevó el altavoz para animar el cotarro. Es lo que más les gusta. Bailar. Y a Javier también. Aunque luego le hayamos tenido cojo por los excesos.
Los niños están felices, bien nutridos, cariñosos. ¡Tienen energía! Es esperanzador ver cómo crece este proyecto que se inició cuando estaba Sor Lourdes y llevábamos dinero en el refajo para los primeros 10 niños. Hoy son 154 los que comen a diario y reciben educación en las mejores escuelas. Aquí empieza el verdadero cambio.
El sábado cambiamos de aires María Jesús y yo y acompañamos a las misioneras del APMS a realizar, en Mbaikoro, test de despistaje de VIH gratuitos. Teníamos 200 tests y 200 se hicieron. Conseguimos 30 extras de las hermanas franciscanas de un dispensario, y todavía quedaron personas sin testar. Un éxito de crítica y público, señores. Bueno, igual el alcalde puede objetar algo porque aquí la nassara lo regañó al ver que se colaba. ¿Cómo iba a saber yo que el señoro que tanto morro tenía era el mismísimo alcalde? Ajena a este dato agité mi dedo índice a un lado y a otro y le pedí, educadamente, que esperara su turno. El, ofendidito a la par que asombrado por tamaño correctivo (que aquí a los jefes no se les puede decir ni mú), me miró con desdén y me increpó:
- Yo soy la autoridad. ¡Yo soy la autoridad!
Así que, aunque me hubiera encantado explicarle que, como autoridad, debía dar ejemplo, opté por hacerme muy, muy pequeña y anoté su número en el papelito y en el test sin mediar otra palabra. Mi mirada era de desdén también, pero no se veía porque llevaba gafas de sol. No es plan acabar en la cárcel local, mixta e infrahumana, por una tontá.
Lo verdaderamente importante es que, de los 230 tests, solo 3 fueron positivos.
El domingo ha sido precioso, pero me lo guardo para otro día, que ya he sobrepasado el umbral de verborrea tolerable.
Un abrazo a todos y ¡a por la semana que viene!
Bébédjia, 18 de febrero de 2023
El mal menor
Siendo todavía una adolescente, sus tíos (ya que ella era huérfana) decidieron con quién se tenia que casar. Al entregarla en matrimonio, ellos aseguraban unos ingresos regulares por parte del marido.
El hombre con quien la casaron era seropositivo, y no sólo le engendró un hijo, sino que contagió a los dos.
Ella buscó ayuda médica, y así comenzó su andadura con las misioneras Hijas de Cristo Resucitado, responsables del centro de Apoyo Psicológico Médico y Social (APMS) de los enfermos de SIDA en este rincón del mundo. Tanto ella como su hijo reciben tratamiento y realizan el seguimiento en su centro.
Cuando su primer marido murió a causa de la enfermedad, sus tíos volvieron a casarla (no hay forma más fácil de seguir cobrando sin trabajar), esta vez con un “viejito” que ya tenía 3 o 4 mujeres más, mucho mayores que ella.
A pesar de su belleza, su carácter y su juventud, nunca fue la preferida del viejito (gracias a Dios).
La mujer principal vive en la capital y el resto están desperdigadas por el país. El marido pasaba la mayor parte del tiempo con alguna de las otras mujeres, pero cuando volvía a Bébédjia, la violaba y la volvía abandonar, sin asegurarse ni su manutención ni la del hijo del primer marido. No cambió la cosa cuando, fruto de esas violaciones, ella comenzó a tener hijos. Hasta seis tiene de este marido, que sigue sin asegurarse de que tengan medios para subsistir.
Las misioneras le dieron un trabajo para que pudiera cuidar de su cada vez más abultada prole. Y, gracias al control que han venido haciendo de su enfermedad, el resto de sus hijos no están contagiados.
Los niños, que son preciosos y risueños, pertenecen al programa de apadrinamientos del proyecto “Estudiar en Chad”, de nuestra fundación. Cada uno de sus hijos acude a una buena escuela y come boule con salsa y carne o pescado a diario en la APMS. Acuden los miércoles a las clases de refuerzo y en periodo vacacional se siguen formando.
El mayor de los hijos abandonó el programa hace un par de años y se puso a trabajar en el mercado. Ayuda a su madre y hermanos comprándoles cosas que necesiten (comida, jabón, ropa, una alfombra…) pero no le da dinero porque, si vuelve a casa su padrastro, además de violarla se lo quitará.
Los periodos sin marido son los mejores. Tiene el apoyo de las hermanas, tiene trabajo y sus hijos acuden a la escuela y están alimentados). Vive en un minúsculo cuarto con los 7, pero le basta. Las otras mujeres y los más de treinta hermanastros de sus hijos corren mejor suerte. El señoro va repartiendo en vida sus posesiones para asegurarse de que a las otras familias les vaya bien cuando él no esté.
Ella le detesta. Sin embargo, la salud del viejito le preocupa mucho.
¿Por qué habría de temer que el hombre que la viola para posteriormente abandonarla se fuera, por fin, al infierno?
Es simple.
Como son musulmanes, si el asqueroso muere, ella deberá permanecer encerrada en la “habitación” donde vive, sin cambiarse de ropa durante 4 meses. No se podrá lavar, ni podrá salir del chamizo para hacer sus necesidades, para ir al mercado o para trabajar durante el periodo de luto. En los casos en los que no haya nadie que pueda mantener a la familia (su caso), se puede reducir el tiempo de encierro pero, en cualquier caso, deberá permanecer autosecuestrada 40 días completos y, posteriormente y hasta cumplir los 4 meses completos, sólo podrá salir para ir al trabajo y volver directamente.
Pero el drama no acaba aquí.
Una vez transcurridos los 4 meses y dado que ella sigue siendo muy joven y fértil, sus tíos dispondrán de nuevo de su vida y la volverán a casar con otro hombre que pague bien. Y si ese hombre no vive en Bébédjia, ella se tendrá que marchar. Dejará de trabajar y abandonará el seguimiento del VIH. Y con ella se marcharán sus 6 hijos menores que perderán, irremediablemente, la posibilidad de seguir estudiando en buenas escuelas y de comer todos los días porque ellos siempre serán hijos de otro y su madre, la mujer estigmatizada por ser seropositiva.
Así que, aunque no lo merezca, que el viejito viva muchos años más. Que se quede en la capital con su mujer favorita y que su salud no le permita hacer el viaje hasta Bébédjia.
Que viva al menos el tiempo suficiente para que esta preciosa mujer deje de ser tan joven y rentable.
Bébédjia, 17 de febrero de 2023
MARTIN
Eran casi las dos de la tarde. Salía yo de la pediatría para encontrarme con Javi y compañía en el refrectoire cuando casi me doy de bruces con una de las matronas que, previo mensaje telegráfico - “la madre acaba de parir”-, me entrega un gurruño de paños ligeramente húmedos y calentitos con una sorpresita oculta: otro prematuro.
Sin saber muy bien cómo ni por qué, me convierto en la mamá transitoria de tan precioso paquete de unos escasos 1800 gramos de peso.
- ¿Que llevas ahí?
- Acabo de parir.
Cachondeo generalizado
- ¡Aremba! - Me animan a darle de mamar.
Les explico que es mejor que tome leche de fórmula que es más rica, que la leche de nassara es demasiado “light” para las necesidades del pequeño.
- ¿Y cómo se llama tu hijo?
- Se llama Martin.
- ¿Como el obispo?
De nuevo cachondeito.
Martin tiene buen aspecto, respira bien y las constantes y glucemia son normales. ¡Qué tío más grande!
Se me quita el hambre mientras le sostengo para que cojan la vía. Adama, que es una máquina, lo logra a la primera a pesar de la minisculez de los vasos del pequeño Martin.
- Si es tu hijo, lo tienes que vestir!
Ay madre, que viene desnudo…
Busco en los armarios algo de ropa de segunda mano para ponerle. En una bañera de plástico encuentro un gorro, unos patucos y una chaquetilla, todo de lana. La chaqueta tiene su pase y le cubre el cuerpo entero (¡Martin es taaaan pequeño!) pero el conjunto de gorro y patucos negros con rayas fucsia (mi niño luciendo el color de moda) están hechos de una lana gruesa y tiesa, de esas que pican aunque te pongas debajo 50 capas del algodón más gozoso que exista. Pienso en mis hijos que no aguantan ni el cashmere y le pido perdón en silencio.
Es lo que hay, machote.
Bien. Ya tengo la ropa, el niño con vía y excelente aspecto.
- Doctora. ¿Ha comprobado usted si los paños están húmedos?
¡Cierto! ¡Que aquí no hay pañales! Cuando un niño se hace pis (o lo otro) encima, la mayoría de madres optan por ignorar lo que ha pasado y esperan a cambiarlo cuando ya no queda ni un centímetro libre de orina y/o excrementos. Igual si se trata de deposiciones limpian con el paño los restos y doblan esa esquinita para que quede oculto el regalo. Pero claro, puede quedar oculto a los ojos, pero JAMAS a la nariz. Os digo que hay paños tan malolientes como las esquinas de los bajos de Orense en los 90.
Dejando lo escatológico aparte, compruebo que, efectivamente, el paño está húmedo así que agarro un retal seco y no maloliente que cuelga de la incubadora (no os vengáis arriba, la incubadora no funciona pero están como más recogiditos allí los prematuros), y lo cambio por el paño mojado que dejo a secar (ya veis, chadianizándome).
Ya está.
Esta con la vía puesta, respirando bien, seco, limpio, tapizado de lana y tranquilo.
Pero falta algo.
Es poco frecuente ver a las madres aquí acunar a sus hijos por el placer de tenerlos cerca, de amarlos. Si un niño llora, la madre saca un pecho por el escote del vestido y le da de manar. Al niño lo sujetan y lo transportan. Pero eso de cantarle, acariciarle y hablarle bonito aquí no se ve. Los bebés ingresados yacen en las camillas, aunque tengan menos de un mes. La madre sentada al lado, eso si.
Eso es lo que le falta a Martin. Una dosis de amor y de mirada embelesada, de caricias y de calor humano.
Lo saco de la incubadora.
Le sostengo entre mis brazos.
Lo llevo al patio. Aire libre. Sol que templa pero no calienta.
Está un poco inquieto.
Le protejo de la brisa con mi cuerpo.
Lo cambio de lado para pegar su orejita derecha a mi corazón.
Se tranquiliza.
Le canto bajito.
Le acaricio las mejillas sin apenas rozarle.
Se para el tiempo.
He podido estar una hora con él en brazos (mientras las madres me miran divertidas y un poco intrigadas).
Muy a mi pesar, debo dejarlo en la cunita. Tengo una pequeña a la que tratar y Martin debe seguir con el suero.
Se lo entrego a Rocío para que ella lo malcríe un poco también.
Tu y yo, Martin, hemos compartido una hora preciosa. Y eso no nos lo quita nadie.
Bébédjia, a 16 de febrero de 2023
Merci, Odjo ,Shukran lak querida Elisabeth
Hace doce años que llegó a este territorio comanche una misionera italiana de ojos claros para hacerse cargo de la atención médica de Bébédjia.
Doce años de duro trabajo y de lucha contra los elementos (humanos, infecciosos y climáticos).
Doce años dándose a los demás hasta vaciarse de sí misma.
Doce años ganándose la confianza de los habitantes de toda etnia y religión.
Doce años en los que ha ido recibiendo pacientes cada vez más complicados desde todos los rincones de Chad.
Y de esos 12 años, casi 8 compartiendo casos y conocimientos con los miembros de enganchados.
Sor Elisabeth cierra otra etapa de su vida misionera, y hoy se ha celebrado su fiesta de despedida.
El espacio abierto, frente al almacén de farmacia, estaba decorado con globos y, al fondo, la mesa presidencial y un gran cartel donde, con letras hechas con retales de palos africanos, se leía un mensaje de agradecimiento a la misionera. Perpendicularmente a esta mesa se disponían otras mesas y, al final, bancos y sillas para todo el personal del hospital. En el centro de ese rectángulo humano, dos mesas con comida para todos.
Solo ha hecho falta echar un vistazo a la mesa presidencial para entender lo mucho que es querida y admirada esta mujer. Sentados junto a ella han estado el obispo de Doba y el director del hospital, el jefe del cantón, el prefecto y el alcalde (debidamente acompañado de un intimidante militar y su metralleta). También presidiendo han estado las autoridades sanitarias de la región y el Imán de Bébédjia. A Javi y a mi nos han colocado en la siguiente mesa, con los médicos nuevos (Israel, Ramadan y Djasroel) y con la misionera que tomará el relevo a Sor Elisabeth, la ugandesa Susan.
Ha habido discursos de casi todas las autoridades y, para terminar, Elisabeth ha dicho unas palabras. La italiana, que aborrece hablar en público estaba, horas antes, nerviosa como una R1 antes de dar su primera sesión. Tras el agradecimiento, unas palabras de motivación para el personal que queda al cuidado de este barco, haciendo hincapié en que lo más importante es el bienestar del paciente, al que debemos amar y cuidar como si fuera nuestro propio hermano. Esto, que parece de perogrullo, no es una tontería teniendo en cuenta el odio que existe entre individuos de diferentes etnias.
¿Y ahora quién va a curar a nuestras mujeres con fístulas vaginales?
El jefe del cantón ha repetido esta frase hasta 4 veces para después, sin cortarse ni medio pelo, perderle al obispo (que nada puede hacer) que retengan aquí a Elisabeth m, que es muy necesaria.
Estoicamente ha aguantado Susan cada uno de los discursos que hacían énfasis en que NUNCA ha habido ni habrá un médico como ella. Y es que en parte es verdad.
La mochila que hereda la apacible y simpática doctora Susan debe pesar cientos de toneladas que intentaremos aliviar entre los médicos recién llegados (que esperemos que nos duren al menos dos añitos), el personal sanitario local y todos los que formamos el equipo de enganchados (¡incluidos asesores no Fuenlabreños!)
Después de lo solemne, dosis de cabra o pescado (aquí mejor animales no acuáticos) con salsa de verduras y a comer a lo chadiano (es decir, con las manos, porque intentar gestionar un pedazo de cabra con la cuchara es pura fantasía).
No pongáis esa cara. Os advierto que uno se acostumbra a repartir el exceso de grasa de la comida por el dorso de las manos a modo de cremita hidratante a la espera del próximo encuentro con la pastilla de jabón de la chambre.
El fin de fiesta con musicolo tradicional siempre acaba igual. Tus compañeros de trabajo locales muriendo de la risa mientras tú intentas (sin éxito) coordinar la parte superior del abdomen (sólo la superior), con el pecho (que debe ir en sentido inverso al abdomen) mientras los brazos se agitan como bailando los pajaritos, las manos en modo flapping como si unos estuviera diciendo “madre mía la que se ha liado” y los glúteos se mantienen inmóviles (esto es lo más difícil).
Tu haces el ridículo pero ¿y lo bien que se lo pasan ellos?
Bébédjia, 15 de febrero de 2023
Primum non nocere
Handicapes de Doba es el lugar donde acuden los casos desesperados, las deformidades imposibles, las heridas que no cierran, las osteomielitis indómitas.
Habitualmente se organizan una o dos misiones al año de traumatólogos franceses en Mondou, que es la capital económica del país y está a 65 km de Bébédjia. El problema con esas misiones es que los cirujanos solo conocen de antemano (si es que conocen algo) las fotos de las deformidades, la edad (al menos aproximada) del paciente y, en ocasiones, las radiografías, pero saben poco más de los pacientes a los que van a operar. Dónde viven (en una aldea recóndita o cerca de una ciudad), los medios económicos de la familia o el nivel educativo (a menor nivel, menos probablilidades de que confíen más en tu criterio que en el curandero). Ocurre eso y que el cirujano que intervino al paciente se marcha a los 10 días y quién sabe cuándo volverá.
Todo tratamiento quirúrgico debería ir seguido de las curas pertinentes, un periodo de reeducación y consultas de revisión por parte del cirujano. Algunos necesitarán material ortopédico y la mayoría alzas. Si no, la probabilidad de fracaso quirúrgico es altísima en países como Chad.
No basta con alinear articulaciones o dejar las piernas o brazos más « bonitos ». Hay que pensar en el después, aunque aquí se tienda a vivir el ahora porque mañana quién sabe si uno seguirá caminando por estas tierras rojizas.
Algo que se opera tiene un riesgo altísimo de infectarse. Recordad que los pacientes duermen, comen y descansan en el suelo. Que las casas no tienen agua, ni letrina, ni zona destinada al baño. Que aquí no se recogen basuras sino que todo se tira al suelo. El paraíso de los microorganismos, vaya. Por eso Jose repite hasta la saciedad: “mejor no tocar”.
Los tejidos cicatrizan muy, muy mal por la malnutrición endémica. La ingesta de proteínas es esporádica. Y eso, se nota. ¿Malnutrido? Again: « mejor no tocar »
Si te empeñas en enderezar, debes tener en cuenta que no debes empeorar la función que el paciente tiene. Tampoco el dolor. Y eso, que es un principio básico también en España, cobra una importancia capital aquí. De nada sirve tener una pierna más estetica pero dolorosa, infectada, más corta y/o menos estable. Además, hay que tener en cuenta otras cuestiones.
¿El paciente va a poder costearse las curas, la rehabilitacion, una ortesis o una prótesis?
Si no van a poder: “mejor no tocar.” Vas a empeorar la situación y a un precio muy alto: dolor, infección, menos funcionalidad.
Si tienen algo de dinerillo porque no se lo han gastado en curanderos, ¿Van a aceptar que se les ponga un yeso tras realizar la cirugia, van a querer hacer reeducación o utilizar la ortesis? La mayoría no, sobretodo si el paciente es mujer o un niño. Ergo “mejor no tocar”.
Es una gozada la valoración multidisciplinar con Jose aquí. El brainstorming que sigue al “qué se podría hacer en un quirófano”. Los pacientes se deben volver locos. Dos nasaras moviéndoles las articulaciones, explorando músculos, retracciones, golpeando los tendones con lo que pillen para sacar reflejos, haciendo que se siente, que se levante, que camine, vuelta a la camilla, otra vez arriba, abajo, exploro yo, explora Jose, y todo en un idioma extraño y a toda velocidad.
Conclusión en el 99% de los casos: “mejor no tocar. Rehabilitación”
El lunes entrará en quirófano uno de los pacientes a los que marramos el otro dia. El pequeño Mbaïadem nació con las piernas “invertidas” pero los músculos funcionan. Haremos unas tenotomías (articulación: mejor no tocar) para intentar que mejore su calidad de vida sin empeorar su función (de verdad, parece increíble que el pobre niño sea capaz de caminar). Pero no descarto yo que la misma mañana, al darle de nuevo mil vueltas al pobre, decidamos ser más minimalistas de lo que inicialmente pensamos.
Jose creía que poco iba a hacer con los medios que hay aquí y sigue pensando que no aporta nada, pero no le creáis cuando os lo diga. Está enseñando a Susan a hacer amputaciones (le quedan rebonitas), hace curas y suturas de heridas horrorosas en un pequeño quirofanito sin apenas medios, ha extraído dispositivos hormonales del brazo de una chica porque su marido quería tener más hijos (que cuatro no son suficientes aunque no pueda ni alimentarlos), operó un tumor axilar psicodélico, en Doba ha realizado tenotomias en camilla a la luz de las linternas, ha puesto (y enseñado a poner) yesos e incluso ha reparado escrotos. Habéis leído bien. Escrotos.
Pero lo más importante es formación que está haciendo sin darse cuenta.
No tocar.
Reducir fracturas e inmovilizar con yesos.
Si hay que abrir: la máxima asepsia que se pueda.
Y, después de meter mano, agua y jabón como si se acabara el mundo.
Creo que Jose está abriendo el camino a la nueva “traumatología sensata” en el país. Y si. Es una pieza imprescindible del equipo, aunque él no lo quiera (o sepa) ver.
Merci doc.
Bébédjia, a 14 de febrero de 2023
El día de los enamorados es el día que nació la mujer a la que más admiro en el mundo. Mi madre.
Precisamente hoy le he enseñado una foto de ella a Chanceline. Al verla ha sonreído y ha susurrado con ojos tristes
-“todavía vive”
Chanceline tiene 15 años y está en el curso que equivale a 3º de la ESO.
Es huérfana de padre y madre, y está al cuidado de su abuela materna. Tiene un hermano pequeño al que no he visto por aquí.
Hace cuatro semanas que trepó a un árbol de mango para alcanzar un fruto maduro en alguna de las ramas menos accesibles (el pan nuestro de cada día). Y como ocurre taaaantas veces en esta época del año, resbaló y cayó. Sufrió un traumatismo craneoencefálico, una fractura abierta del húmero derecho y otra desplazada de la muñeca izquierda. Perdió la conciencia unas horas y despertó con una parálisis que le afecta al ojo derecho, pero desde el punto de vista neurológico poco más.
Milagro.
Intentaron operarle el brazo derecho poniéndole un fijador externo que lesionó el nervio radial y que posteriormente se infectó. El hecho de que tampoco estuviera cumpliendo su función poco importa.
Desastre.
La muñeca izquierda se inmovilizó 4 semanas sin haberla reducido previamente.
Horror.
Hace unos días Jose le quitó el fijador del brazo derecho (apestaba la infección) y la escayola del izquierdo. La adolescente feliz por poder llevarse la mano izquierda a la boca pero rabiando de dolor porque los fragmentos del húmero derecho bailan en el interior del brazo.
Nueva cura, yeso con ventanas en el brazo derecho para poder seguir curándola y a rezar que pegue. La muñeca izquierda le duele mucho y está limitada, así que en mi puesto multitask he comenzado a tratarla.
Tumbada en la camilla comienza a tejerse una bonita relación.
Le enseño a mi familia y a mis perros.
Le pongo música.
- Paula.
- Dime
- Me encanta bailar. Cuando me cure, voy a bailar y podrás ver lo bien que lo hago.
Me encanta ver cómo va desprendiéndose de sus capas de cebolla para mostrarme quién es en realidad. En las curas es rebelde, te atraviesa con una mirada retadora, se comporta como una fierecilla, mira al ejecutor del acto con . De hecho, le digo que su nombre debe ser Ferocité. Que se confundieron los que escribieron sus datos en el carnet. Ríe. Su abuela también.
- Paula…
- Chanceline.
- ¡Enséñame español!
Y en un par de minutos ya ha aprendido a decir hola, cómo estás y mi nombre es Chanceline. La fierecilla es lista, muy lista.
Me enseña un par de palabras en nganbae. Se ríe de mi (normal).
- Paula.
- Dime.
- Cuando esté mejor me quiero ir contigo, a tu casa, a vivir.
Uno tiene que tener el corazón como una piedra para no conmoverse. Pienso en mi hija. En lo deseada que fue. En lo mucho que la quiero, que la admiro. En que daría mi vida por ella. Y miro a Chancelin, huérfana, con su ojo derecho cerrado y sus extremidades superiores con una funcionalidad que está por ver, con sus ganas de aprender español y su deseo de alejarse de este país donde siempre será una persona de segunda o tercera por ser mujer y por tener un ojo cerrado y unos brazos a la virulé.
- Tengo mi partida de nacimiento en casa. ¿Qué más necesito para irme contigo?
Y los que me conocéis sabéis que a mi me haría falta poco más. Pero aquí la adopción está prohibida y los trámites para viajar demasiado complicados y costosos.
- No me quiero ir a casa e ir y volver para hacer las curas, Paula. Me quiero quedar aquí contigo.
Le pellizco suavemente la mejilla.
- El viernes te hacemos la cura en Handicapes. ¡Courage!
Gruñe. Niega con la cabeza.
Ve mi movil. Me pide que le haga una foto. La abuela también. Y la Tia. La tía quiere varias.
Hasta que me marche, te cuidaré. Luego te seguiré la pista.
Y mientras tanto, como soñar es gratis, ¡soñemos las dos otro final para esta historia!
Bébédjia, a 13 de febrero de 2023
Aunque comparativamente con la época de lluvias la mortalidad por semana no ha sido excesivamente alta, en lo que la pediatría respecta, se han marchado más pacientes de los que han llegado.
A Nohemy, la pequeña que nació con una obstrucción intestinal, se la llevaron el viernes pasado a morir a la aldea. Dando a luz, la mamá murió. El padre falleció pocos días después en la aldea. Las abuelas materna y paterna se quedaron con la pequeña en el hospital, pero como era huérfana, nadie quería tomar la decisión de operarla. La responsabilidad debía recaer sobre un hermano del padre que, al estar en plena celebración del funeral, no pudo (o no quiso) desplazarse para dar el consentimiento. (Mal)Gastar dinero en un hijo tan pequeño casi nunca se contempla. Imaginaos la inversión en una niña que ni siquiera es tu hija. No se plantea.
Mientras, el abdomen de la pequeña iba expandiéndose a la vez que aumentaba el dolor. Nos costó Dios y ayuda que, al menos, le diesen el paracetamol intravenoso para el dolor. Tuvimos que convencer al personal sanitario y familiares. Debieron pensar que era una forma tontisíma de malgastar el dinero y el medicamento cuando a todo el mundo le quedaba claro que Nohemy no tardaría en morir. La calidad de vida aquí está en un quinto plano. Fuera de plano, en realidad.
Como era de prever el tío de la niña nunca llegó, y la abuela paterna quería marcharse al funeral de su hijo. Los funerales aquí son auténticas celebraciones que duran días, semanas o hasta que el último de los familiares se haya marchado. Mientras tanto, la familia invita a comer a todo el que llegue lo que en ocasiones conduce a la familia del finado a la ruina.
Pudo más la muerte de los padres que el futuro sombrío de la niña.
Al quitarle la vía y alejarla de Saint Joseph, la condenaron a una muerte dolorosa aunque probablemente más rápida. Cuando muere un niño no hay funeral, así que eso que se ahorran los tíos.
También falleció la prematura a la que le prescribió el curandero una mezcla de raíces que la familia no dudó en darle.
Al pequeño de 4 meses con malaria grave y neumonía no le bastaron las escasas horas de oxígeno que aseguró la electricidad de Saint Joseph. Tampoco a la niña de 6 años con malaria e insuficiencia cardíaca.
El niño del traumatismo craneoencefálico que llegó el jueves pasado tampoco lo logró.
Para compensar, dos cesáreas nos regalaron dos hermosos bebés vivos. Bebés que saben a gloria y a vida. Bebés que todos quisimos abrazar y acariciar, porque ya tocaba sonreír y celebrar.
Bébédjia, a 12 de febrero de 2023
Domingo.
Ese maravilloso día en que el despertador no suena a las 6 de la madrugada y posteriormente tantas veces como le de a “posponer” hasta que logro salir de la crisálida para trabajar.
También es el día que dedicamos a limpiar nuestro cuarto. Los nganbaes, sin embargo, prefieren hacer limpieza general los sábados, y es por ello que se refieren a este día como “ndoh bale” (día de barrer).
Los domingos por la mañana hay misa en la parroquia de Nuestra Señora de La Paz. Se celebra una en nganbae y otra en francés. Es un una ceremonia distinta y colorista que no hay que perderse. Los niños y las mujeres se ponen sus mejores galas (que, en el caso de los primeros pueden estar llenos de agujeros y manchas, pero realmente utilizan su ropa preferida) y hay un coro acompañado de instrumentos de percusión y guitarra eléctrica. Sensacional.
Hoy no hemos ido a la misa de Bébédjia porque ayer por la tarde, en la pequeña capilla del hospital, se celebró una misa preciosa en nganbae por los enfermos.
Las primeras filas de la izquierda las ocupaban ellos. Madres con sus niños a la espalda, pacientes en sillas de ruedas del hospital o con bastones. Ancianos, muchos ancianos.
Las primeras filas de la derecha estaban llenas de preciosas mujeres vestidas todas igual, con paños blancos y azules con la imagen de Santa Teresa de Jesús, miembros del coro de la parroquia. ¡Que belleza! Es un espectáculo ver a esta marea de mujeres de todas las edades y complexiones cantar, aplaudir, moverse, emitir ese ruido tribal que hacen al mover la lengua contra el paladar (imposible de reproducir por una nasara).
Personas que nada tienen han dejado ofrendas para los pacientes (tanto comida como donativos) y después ha tenido lugar la ceremonia de unción de los enfermos. Primero, los pacientes. Luego han seguido desfilando frente al sacerdote decenas de personas aparentemente sanas, y digo aparentemente porque aquí todo el mundo está, de una manera u otra, enferma. Anemias por las malarias repetidas o por drepanocitosis, hipertensión o diabetes sin tratamiento por falta de medicación, osteomielitis cronicas….
Nos hemos pasado gran parte de la mañana haciendo compras en el mercado para la comida y la cena. También buscábamos un estropajo para lavar los platos, una sartén nueva (preveíamos el desastre) y unos vasos de cristal tamaño agua. 2 horas de marché y ¡0 de 3 ítems encontrados! La verdad es que uno no no se acostumbra a no encontrar lo que uno necesita cuando en su pais todo está a golpe del Chino, Carrefour o de Amazon. ¡Que fácil es nuestra vida, caray!
Si hubiéramos encontrado el exótico utensilio para cocinar no nos hubiéramos quedado con cara de idiotas hambrientos cuando Jose se ha quedado con el mango mientras la sartén se precipitaba al vacío con los huevos anémicos mezclados con las berenjenas que con mimo llevaba un rato preparando María Jesús. Y claro, nada que se caiga en ese suelo es aprovechable.
Sobretodo si la tortilla está poco cuajada.
Sor Pilar ha prometido ir a Mondou (a 65 km de distancia) para intentar encontrarnos una, aunque ya nos ha avisado que puede que venga con las manos vacías porque hace mucho que no ve los productos de nuestra wishlist en los mercados de allá.
Seguro que las tortillas a la cazuela están de muerte, y ¡a seguir brindando con tazones!
Et voilà los problemas banales en el tercer mundo.
¡Feliz semana!
Bébédjia, a 11 de febrero de 2023
Sábado. Últimas 7 horas laborables de la semana.
Una semana llena de patología traumatológica imposible (y Jose pensaba que aquí poco iba a hacer) y de niños.
La semana en la que nos hemos asentado en el hospital y en la que el equipo se empieza a conocer, creando los lazos que nos habrán unido para siempre. Porque vivir esto “ensemble”, une.
Esta semana comenzó con el fallecimiento de los gemelos y ,laboralmente, ha terminado con una fractura abierta de fémur a la que no podremos hacer radiografía hasta el lunes pero que ya está lavada, cosida e inmovilizada con una ortesis añosa apañada para la ocasión.
Los primerizos del equipo se sorprenden de la forma de hacer las cosas, la forma de curar, de cómo llegan las pacientes con las patologías hiperpasadas, la manera de explorar, de prescribir tratamientos, la negativa de los enfermos a recibir tratamientos occidentales, decantándose demasiadas veces por los remedios del curandero.
Javi y yo ya estamos curados de espanto. Hemos normalizado tanto las cosas que hasta me da un poco de miedo.
La ausencia de electricidad durante la mayor parte del día sigue siendo, a mi parecer, el talón de aquiles del hospital, aunque realmente es el punto débil de todo el país, cuyos habitantes han asumido que la electricidad es un lujo y vivir en la penumbra la normalidad.
Pero no se trata solo de confort. Los concentradores de oxígeno, los monitores, el aparato de rayos, el ecógrafo, el laboratorio y el quirófano sólo funcionan cuando hay luz.
La luz evita que los niños mueran en la sala de urgencias.
La luz permite diagnosticar.
La luz permite traer al mundo a un niño dignamente.
Sin luz no se puede.
Sin luz no se debe.
Afortunadamente, empresas como Cargo Services o el grupo Enara, organizaciones como la Fundacion Juan Entrecanales Azcarate o Energía sin fronteras nos están ayudando a desarrollar el proyecto de la reparación de la planta fotovoltaica. El día 9 llegó a Douala un contenedor con las baterías que sustituirán a las actuales. Todavía quedan un par de semanas para poder cantar victoria (ya que la salida del puerto y los trámites de la aduana en Chad se complican con extrema facilidad) pero espero que pronto descienda de forma significativa la mortalidad infantil al mantener de forma continuada los concentradores funcionando.
Espero que se pueda intervenir a los pacientes cuando sea necesario, o hacer radiografías desde primera hora de la mañana, sin tener que esperar que haya suficiente potencia para poner en marcha el aparato de rayos. Sueño con que las matronas puedan atender los partos sin necesidad de sujetar la linterna entre su cabeza y su hombro, y que para cogerle una vía a un niño no haga falta que otro miembro del personal esté alumbrándote con la linterna del móvil.
La puesta en marcha del grupo electrógeno resulta cada vez más complicada, no sólo por el precio del carburante desde que estalló la guerra de Ucrania, sino porque hay semanas en las que resulta muy difícil encontrarlo. En las gasolineras (escasas) te venden máximo 10 litros al repostar, y en los pueblos lo máximo que te puedes encontrar es un puestecito con botellas de litro y medio que poco apaño te pueden hacer si tienes que poner en marcha un hospital.
Que seamos conscientes, en nuestra pequeña burbuja europea, de lo afortunados que somos de darle a un interruptor y que se haga la luz, de poder guardar los alimentos en el frigorífico y de la seguridad de que, si alguna vez lo necesitamos, dispondremos de oxigenoterapia. Además, todo esto será posible todos los días del año y a cualquier hora del día.
Aunque ahora nos cueste el doble
Sor Mabel
Cada año añado joya al pack de misioneras.
Cuando yo pisé suelo chadiano por primera vez en 2017, Mabel (que era ya enfermera) volvía a Colombia (su país natal) para formarse como fisioterapeuta. Volvió a Doba en 2022 para tomar las riendas de mi sitio prefe de la región, el Centre de Handicapes de Doba.
Llegó con su sonrisa, su energía, sus conocimientos y sus ganas de hacer las cosas mejor, y dio una vuelta al centro que, ya antes, me parecía un pequeño oasis en la región. Igual que la escuela de las hermanitas de los pobres de Mbikou.
Llevo escribiéndome meses con Mabel sin conocerla, compartiendo casos e ilusiones, y ella estaba esperándonos con una lista enoooorme de pacientes para ver.
Hoy fuimos Jose, Rocío y yo para pasar la mañana con ella. Lo de pasar es un decir, porque estuvimos viendo pacientes non stop hasta prácticamente las 16 horas. Casos imposibles, casos desesperados, casos habituales en esta zona del mundo donde existe tanta pobreza, tanta enfermedad, tanto hambre y tan poca sensibilización en lo que a la discapacidad respecta.
Habdicapes de Doba es un centro para la rehabilitación e inserción de las personas con discapacidad. En él trabajan Erica (trabajadora social), Mabel (fisioterapeuta y enfermera), sor Cris (aprendiendo el idioma en la actualidad), Sor Magali e Irene (2 enfermeras), 3 auxiliares de fisiioterapia (hasta que ella llegó había uno a media jornada), un maestro, un carpintero un soldador
En un pabellón están la consulta (atiende a pacientes ambulantes), la sala de enfermería para cura de heridas sucias y de heridas limpias, la sala de fisioterapia de adultos y de niños (básicas pero suficientes) y los pequeños gabinetes independientes. Hay habitaciones con 3 o 4 camastros para los pacientes internos y los edificios donde se forma a los discapacitados como carpinteros o como soldadores. Aquí hacen las muletas, voiturettas (las sillas de ruedas del lugar, pequeños carritos impulsados por el pedaleo de brazos), sillas de ruedas, puertas...
Mabel, junto con sus hermanas Erica y Cris, mantienen el centro perfectamente organizado, los dosieres de los pacientes ordenados y clasificados (gesta titánica en este país, creedme), las salas y consultas limpias, minimalistas, las salas de curas de circuito sucio y limpio separadas, las habitaciones todo lo presentables que la cultura local permite. Todo paciente tiene que asearse si quiere ser tratado (paso de GIGANTE en esta sociedad) y debe aportar dos mudas, una pastilla de jabón y un paño que posteriormente dividen en secciones que se esterilizan para las curas.
Como ocurrió con los panes y los peces, de un paquete de gasas sacan cuatro cuartos para tratar a dos pares de pacientes.
El centro está tan lleno que trabajan si descanso pero siempre, siempre con esa alegría y esa vitalidad que logran trasformar la vida de quienes la tenemos cerca.
Mabel es intuitiva, inteligente, sabia, razonable, compasiva, ordenada y vital.
Aquí la sanidad no es gratuita. Pero ella no deja a nadie fuera. “Este centro está pensado para los más pobres de entre los pobres. Y así debe seguir.”
- Cuando pueda me va trayendo de 100 francos en 100 francos. Pero usted se queda aquí hasta que este niño camine sin muletas.
Ella es el corazón del Centro.
También va a ser el motor y contraparte del proyecto de Rehabilitacion y Discapacidad Infantil para la región de Logone Oriental.
Hemos salido a las 7:30 de Bébédjia vuelto a las 19:30 a casa.
Estamos agotados pero ha sido un día maravilloso, así que el martes que viene por la tarde volveremos para agotarnos un poco más.
Lo Njia Tar
¡En pie!
Más...
Bébédjia a 9 de febrero de 2023
“¡Vamos cariño!”
Voy juntando poquitos de información para lograr componer la historia de nuestro pequeño Esperance.
La madre , Adeline, tiene 25 años y 5 hijos en total. La mayor tiene 10 años y la pequeña, Inocente de nombre, tendrá alrededor de 18 meses.
La madre de Adeline es Christine, la súper kaká.
El padre de Esperance murió en en 2020 o 2021 (eso no me queda claro). Más o menos en la misma época, Esperance sufrió una malaria cerebral que le quitó la autonomía que había logrado tras la meningoencefalitis.
Tras la muerte del padre, nadie quiso hacerse cargo de Adeline y su prole, probablemente por la discapacidad de Esperance. Recordad que aquí un niño con una discapacidad es una carga familiar difícil de asumir desde el punto de vista económico; enfermará y necesitará dinero para ser curado y, para más inri, no será capaz de ganarse la vida y colaborar con los gastos familiares. Pero ojo, que también es una carga social. Existe la creencia mágica de que los niños serpiente (que así los llaman) son el castigo por alguna falta que ha cometido algún miembro de la familia y la culpa no se purgará hasta que el niño muera.
Nadie quiere cargar con tamaña mochila, así que ahora son ellas dos las que deben sacar adelante a los 7 del clan.
Esperance tiene 8 años y pesa 10 kilos. Su madre y su abuela lo quieren porque si no ya habría muerto, pero estoy segura que es el último que come en casa porque es “el que menos renta”, como dirían nuestros nassaradolescentes. Este es el mundo al revés, señores. Cuanto más vulnerable, menos cuidados. Así que malnutrición crónica al canto.
Las secuelas de las dos infecciones del sistema nervioso, la malnutrición y la inmovilidad (a Esperance lo transportan) lo han conducido a la situación en la que se encuentra ahora: limitación de las cuatro extremidades, imposibilidad para desplazarse, dificultad para alimentarse, alteración cognitiva y discapacidad visual severa.
Y a pesar de tooooodo este currículum, es un niño risueño y muy comunicativo aunque no se le entienda bien.
A Esperance le gustan las pelotas y el ruido del xilófono. Le gusta la música de Zaz y cuando le hablas con cariño. Le gustan las galletas y, a pesar de lo poco que ve, es capaz de tantear las superficies y encontrar el pedacito extraviado. Si no atina para llevárselo a la boca y se le cae (solo utiliza la mano izquierda pero hace una garra poco funcional), no desfallece ni se irrita. Lo intenta una vez, y otra, y otra, y otra más hasta que lo consigue. No le gusta que le estires los gemelos pero apenas se queja y enseguida vuelve a la risueñez cuando le dejas en paz. Su sonrisa torcida y su mirada de medio lado transmiten buen rollo y ternura a partes iguales.
En poco tiempo se consigue bastante. Cada vez aguanta mejor sentado. Cada vez está menos tenso. Yo le animo sin parar.
- ¡Vamos cariño! ¡Vamos cariño!
Esperance ha ido más allá.
Tan impresionante y desternillante es la cosa, que Rocío lo grabó para los más escépticos.
Ahora, además de trabajar cada vez mejor, me anima a mi con su lengua de trapo y me dice:
- ¡Vamos cariño!
Me
Lo
Co
Mo
Con
Patatas
Bébédjia, 8 de febrero de 2023
El teléfono escacharrado.
Día 3. Seguimos con la fase de acoplamiento pero ya más integrados en la rutina hospitalaria. Aunque sea el quinto año que vengo aquí, siguen costando los pases de guardia sotto voce. Parece que hay una cámara oculta. El que sale del turno de noche comenta al equipo de la mañana las incidencias que hayan ocurrido en su turno, pero lo hace en una voz TAN baja (modo policía de paisano hablando a micro oculto) que no hay quien se entere. El equipo que entra se mantiene impasible. Alguno asiente. Y tu te quedas perplejo -modo ardilla de ice age- porque no has entendido ni una palabra en toda la reunión.
Tras haber transmitido a susurros toda información relevante, empiezan a hablar en tono normal.
Esta mañana, Rocío creyó entender que le había sucedido algo al padre de Pelagie (la jefa de enfermeria de pediatría) y que, por ese motivo, esta no iba a poder estar durante el día en la unidad y tampoco Zebu (mano derecha de Pelagie, el más mayor del servicio), que iba a acompañarla en la búsqueda de medicamentos para su padre, gravemente enfermo. La ausencia de estos dos pilares básicos en la pediatria había provocado un gran revuelo entre el personal de la unidad, por lo que discutían entre ellos, probablemente mientras se decidía quién sería el responsable del pase de visita.
Preocupada, me acerco a la pediatría con paso allegro ma non tropo (aquí correr, no corre nadie) para manifestar nuestra disposición para ayudar en lo que se pueda y nos encontramos con una unidad tranquila. Pelagie y Zebu no están, pero el Dr. Israel (incorporado esta misma semana) acaba de llegar para el pase y Rocío y yo le acompañamos. Al rato se incorporan Pelagie y Zebu.
La conversación real:
Pelagie debía ir con Zebu (también conocido como “papá“ por ser el más añoso) a una reunión con el director y el resto del equipo les exponía quejas sobre el funcionamiento de la unidad (sobretodo por la falta de luz la mayor parte del día; ver morir a niños cuando se va la luz y, por tanto, el oxígeno, es un sapo difícil de tragar).
Y esto, queridos míos, nos pasa a diario (pero mucho peor) con los pacientes.
Generalmente no hablan francés, sino nganbae o árabe. Los que hablan nganbae saben algo tirando a poco de árabe pero la mayoría de los árabes no hablan otra cosa que su idioma.
Cuando quieres saber la historia de algún paciente lo intentas primero en francés. Cuando compruebas que por ahí vas mal, le sueltas los síntomas principales en nganbae o en árabe (se pueden consultar en el pequeño diccionario que he escrito con palabras clave como diarrea, fiebre, dolor o vómitos, tan útiles por estos lares) con la esperanza de que ellos asientan con la cabeza cuando hayas pronunciado el síntoma que tienen (claro que previamente tienen que haberlo entendido, lo cual puede ocurrir en menos de la mitad de los casos). En cualquier caso, es recomendable siempre acompañar la palabra clave con una interpretación teatral que parece sencillo pero tiene su intríngulis en el caso de algunos síntomas (véase diarrea). Pero claro, eso te da una idea de los síntomas, pero no del tiempo de evolución, el ritmo y otra larga ristra de información que los galenos europeos nos aseguramos de poseer antes de explorar y que, por si sola, puede acercarte mucho al diagnóstico.
Generalmente se produce el asentimiento y, posteriormente, un discurso ininteligible para nosotros - aunque nunca demasiado extenso - donde probablemente nos dan uno o más datos relevantes que, por supuesto, no entendemos porque eso no hay diccionario casero que lo recoja.
Cuando has llegado a tu límite comunicativo, vas en busca y captura de alguien que haya estado escolarizado los suficientes años para hacer de traductora espontánea. Una vez encuentras a la rara avis, no la puedes dejar marchar, pues te apoyarás en ella el resto de la jornada. Tu preguntas en francés, rara avis lo traduce al idioma que proceda, paciente o familiar de la paciente emite información de vuelta que avis traduce y te vuelve a ti en un francés apañao. ¿Cuánta información se ha perdido en el proceso de ida y vuelta? Ni idea, oiga. El proceso es lento, tedioso. Pero todo aquí cuesta mucho, así que lo asumes sin desfallecer hasta que quedas satisfecho de datos.
Si no encuentras a la que sera tú persona preferida el resto de la jornada, perseguirás a alguno de tus compañeros enfermeros para que te ayuden, cosa que no siempre pueden hacer por la presión asistencial.
Situación actual en la pediatría: ausencia de traductora oficial por el momento.
La realización de una historia Clinica potable es pura fantasía.
Ainsss.
Bébédjia, a 7 de febrero de 2023
Esperance
Gema, mi compañera fisioterapeuta del Hospital (y de enganCHADos), conoció a Esperance en junio de 2017.
El pequeño, que entonces tenía dos años, había sobrevivido a una meningoencefalitis tuberculosa pero había perdido la capacidad para desplazarse y tenia un defecto visual importante.
A Esperance le acompañaba en el hospital su padre, que caminaba con muletas por las secuelas que le dejó la poliomielitis, y su abuela, Christine, de quien ya os hablé hace años.
Gema trabajó con él y enseñó a la abuela y al padre cómo estimularlo en casa. Cuando yo llegué a Bébédjia en noviembre de ese mismo año, me trajeron al peque. Tengo vídeos y miles de fotos porque me emocionó ver cómo Esperance había mejorado muchísimo ya que pesar de los déficits, gateaba, se ponía de pie y caminaba agarrado por la barra lateral que acabábamos de instalar para nuestro proyecto.
El padre tenía nuestro teléfono, y llamaba a Gema para que le ayudáramos para continuar sus estudios. A mi me lo pedía en persona cuando me veía año tras año en Saint Joseph. Conocía a algún enfermero que le avisaba de que la expedición española había llegado y me lo encontraba, al poco de aterrizar, esperando en la puerta del hospi sin el niño. Le explicaba, año tras año, que enganchados es un proyecto sanitario y que no podíamos subvencionar sus estudios (por mucho que me hubiera gustado), pero que intentaría buscar algún proyecto que pudiera ayudarle (y que nunca encontré).
El año pasado no vino a verme. Pregunté y me contaron que el papá había fallecido, pero que Esperance seguía vivo y al cuidado de su abuela.
Hoy Pelagie, la enfermera jefa de la Pediatria, me ha pedido que valorara un paciente de 8 años con secuelas de malaria cerebral. Al parecer estaba haciendo tratamiento rehabilitador con la hermana Mabel en Doba y lo derivaron a Saint Joseph para ingresar por malnutrición. Reviso la historia. Hay pocos datos.
Pelagie me ha acompañado a ver al paciente que estaba tumbado en el suelo sobre un paño. Me parece demasiado pequeño, demasiado delgado para la edad que dicen.
- ¿8 años?
Pelagie asiente.
El chaval está boca abajo, con las piernas hiperextendidas y los pies en punta. Sus brazos, en flexión el derecho y extendido el izquierdo, se mueven torpemente, sobretodo el derecho, cuya mano mantiene fuertemente cerrada. En esta posición solo alcanza a subir ligeramente la cabeza y la parte superior del tórax, y cada vez que lo intenta, las piernas, rígidas, se dirigen hacia arriba y el cuerpo entero se comba. Tiene el pantalón empapado de orina y con restos de jefes. Parece que canturrea. Al menos está contento. Con cuidado lo volteo y me encuentro una carita que reconozco. Esos ojos grandes, redondos. Esa mirada desviada a la derecha.
- ¿Se llama Esperance?
- Si.
- ¿Ha venido con la abuela
Pelagie asiente y se marcha en busca de la abuela. Pronto aparece con Christine, que no me reconoce hasta que no le enseño los vídeos de 2017. Se lleva la mano a la boca, me mira, ríe y empieza a contarle en nganbae nuestra historia a las compañeras de habitación. Supongo que les hablaría de los juguetes que tanto le gustaban a Esperance, de cómo le engañábamos con cacahuetes para que caminara alrededor de la mesa o a lo largo de la barra. De los aplausos y ovaciones cada vez que recorría la pediatría gateando en busca del xilófono.
Esperance y Christine. Me pregunto qué habrá pasado entre medias para que ahora el pequeño esté tan afectado neurológicamente. No consigo enterarme. Christine apenas habla francés y los enfermeros están demasiado liados para hacer de traductores.
Escribo a Gema.
Empezaremos de nuevo.
Bébédjia a 6 de febrero de 2023
Hay una capilla dentro del hospital. La mandaron construir hace unos dos años, gracias a unos benefactores polacos.
En esa capilla se reúnen los lunes los trabajadores de Saint Joseph y con unos cantos, una lectura del evangelio y una reflexión sobre lo leído comienza la actividad cada semana.
La capilla es abierta y austera, con bancos de cemento de principio a fin. En ella también se celebra, una vez al mes, la misa de los enfermos, donde acuden pacientes, familiares y personal.
Es lunes, y aquí ha empezado nuestra jornada laboral hoy también. Una vez presentados en sociedad los 5 (bueno, los 3, que Javier y yo ya casi somos parte del staff), nos hemos distribuido por nuestras respectivas zonas. Yo he acompañado a Rocío a la pediatria que está bastante tranquila (me refiero a la sala de pediatría, que la pediatra estaba nerviosa pensando en el debut). Hay 39 pacientes ingresados cuando en época de lluvias hemos llegado a tener 108.
Calma aparente. Aparente, porque a los pocos minutos de llegar, sin que me hubiera dado tiempo a enseñar a Rocío el control de enfermería o las habitaciones, han traído a un prematuro que acababa de nacer y no respiraba.
Si no hay luz no hay concentrador de oxigeno, así que sirviéndonos del unico ambú de la unidad, hemos empezado con la reanimación del pequeñin. Rocío me mira atónita. Nadie corre, todo se hace lentamente, hasta las ventilaciones del pequeño, como si todo el mundo fuera consciente de que hay muy poco que hacer. Con una prudencia y educación exquisitas, Rocío ha comenzado a dirigir la reanimación hipermegabásica del bebé que yacía inmóvil, pálido y arreactivo. Cuando por fin empezaba a respirar por si mismo, nos ha llegado su hermano que, a priori, pintaba mejor…hasta que se ha parado. Y así hemos estado, ventilando a uno y otro, dando masaje cardiaco al primero y al segundo cuando sus corazoncitos dejaban de latir, poniéndoles cafeína por una sonda nasogástrica (cafeína que hemos traído nosotros, que aquí no hay) porque hasta el momento había sido imposible cogerles una vía. Yo me he ido a ver a un paciente a la consulta y, a mi vuelta, Rocío me confirmaba que ambos respiraban. Por fin había luz. Por fin se pudieron poner en marcha los concentrados Por fin los gemelos parecían reaccionar.
Felicidad.
Superada esta primera fase de ansieuforia, ha sido una tortura ver cómo intentaban cogerles una vía. Sus pequeños brazos con diminutos hematomas lineales en manos, antebrazos, codos y pies fruto de numerosos intentos de canalización fallidos. Los enfermeros, ayudados de las linternas de sus moviles, intentándolo una, otra, otra vez. El llanto lento, débil provocado por el dolor. Sus movimientos espontáneos todavía poco enérgicos, pausados, ineficaces.
Finalmente se ha conseguido colocar sendas vías y se les ha cubierto con una manta térmica que, lamentablemente, de poco ha servido, pues el segundo en llegar ha fallecido al poco tiempo. La abuela se ha quedado sosteniendo el bracito del prematuro primero para que la vía funcione bien. Ojalá salga. Ojalá.
Ha habido más, mucho más este día de estreno. La hermana Mabel del centro de discapacitados de Doba manda un goteo de pacientes que nos mantiene ocupados hasta la hora (sofocante) de la comida.
También se han sucedido los abrazos (que hoy si me los han dado, aunque reconozco que antes de escuchar mi todavía prácticamente inexistente voz), las llamadas de Elisabeth para que valore a alguien o intente poner en orden el almacén (que cada año toca ordenar y tirar) y mucha alegria al comprobar que todavía me acuerdo del Nganbae, de las palabras claves en Árabe y que me manejo mejor en francés.
A las 10 de la noche toca vuelta rápida por la pediatría para repartir comida y para comprobar que el primer gemelo decidió acompañar a su hermano en el cielo, que allí no duelen los pinchazos ni te molestan un par de nazaras insuflándote aire en tus inmaduros pulmones cuando todos los demás sabían que no había nada que hacer. Y es que sin dolor y sin disnea se puede uno dormir, y dormidito se está mejor.
Impresionante la respuesta de nuestra pediatra, Rocío. Su calma, el respeto con el que ha manejado la situación y la aceptación inmediata de esta realidad, la realidad en la que tendrá que trabajar y luchar el resto del mes.
Hoy ganó la muerte, pero mañana puede que no. Ademas, las baterías para la planta fotovoltaica siguen acercándose a Douala. Y con ellas estoy segura de que a la muerte le costará más imponerse.
Palabra de la Dra. Lumière.