Bébédjia, 25 de febrero de 2025
KAR OSIN NYÁ (el sol pega fuerte)
Lo de ayer fue un simulacro. Llegar a una situación de pre-tocar fondo térmico nos ha preparado para que hoy pudiéramos entregarnos al trabajo bajo un Lorenzo castigador.
Pero no, no quiero empezar el relato quejándome. Hoy ha sido un día tristonito (con más dosis de bonito que de triste) y agosionante (también más ilusionante/impresionante/acojo-idem que agotador).
Triste.
Porque la pediatría empieza a llenarse de pacientes graves. Christine, de un año, no parece mejorar con el tratamiento para la malaria y ha llegado a convulsionar. Es preciosa pero tiene esa mirada perdida que he visto tantas veces en los que sobreviven al « neuropalu ». Gracias a Dios tenemos luz y los concentradores de la sala funcionan, porque necesita ese aporte extra de oxígeno para seguir enganchada a la vida. Si deja de tener fiebre y con la transfusión remonta los 6 gramos de hemoglobina que tiene, podré empezar a trabajar con ella y con su madre esta semana.
Acompañándola en la sala de cuidados intensivos, encontramos otros 3 niños graves (aunque menos): dos con malaria (de 4 años y 4 mesecitos) y la pequeña Charité, de 6 meses con con una neumonía.
Triste también porque en la habitación de neonatos ha ingresado otro sin nombre (que tiene solo 4 días) con malaria y porque Franklin tampoco se libra de su infección respiratoria.
Bonito.
Porque Arlette (la prematura huérfana) cambia a mejor cada día que pasa. Hoy, incluso, la he visto monilla.
Porque hoy lloraba de hambre y aprovechando que su abuela se había ido a lavar los paños, he podido disfrutar de su pequeñez mientras intentaba consolarla (sin éxito, también os digo) entre mis antebrazos.
Porque Sor Raquel nos ha traído unas naranjas gordas verdes (y a un paciente de su parroquia al que ojalá podamos ayudar). Pero ver a la jovial Raquel siempre es bonito.
Porque he visto a Irene y a su bebé Providence (de unos 3 meses de edad). Irene era la cuñada de mi amiga Blanchie, con la que salgo en mi foto de perfil. Sus hijos Beau Claire y Marie quedaron huérfanos cuando Blanchie falleció en 2020. Irene se quedó con Marie y el viudo se marchó a Mondou con Beau. Pocas veces he visto un rostro tan triste como el de Marie el primer año que volví después del COVID. Por eso siempre espero que venga Irene a traerme a Marie, a que me cuente cómo va en el cole, si se ha puesto enferma, si necesitan algo. Y yo aprovecho para darle un abrazo, acariciarle la cara, mirar al cielo y prometerle a Blanchie que seguiré los pasos de su benjamina mientras pueda.
Irene me traerá a Marie el viernes. Ese día será bonito también.
Ilusionante e impresionante.
Porque bajo el sol de justicia Cristina, Laura y yo hemos movido ladrillos y convocado a los niños del APMS para conseguir hacer una foto y un vídeo y así concursar, un año más, en un Matchfunding que (inshallah) nos ayudará a construir el siguiente edificio del hogar escuela para los huérfanos de VIH.
Impresionante el trabajo que han hecho los niños esta tarde adecentando el terreno, sacando ladrillos de tres en tres (me río yo del crossfit), recogiendo hojas, haciendo montoncitos de basura.
Impresionante, también, el hecho de que no nos hayamos desmayado las 3 nasaras.
¡ACLIMATADAS!
Agotador.
Porque la mugre de los pies es directamente proporcional a los pasos dados, y hoy mis pies han batido todos los récords de mugrez.
Estos pasos valen el doble porque al hacerlos a 40º, lo considero un entrenamiento Bikram.
Porque los ladrillos pesaban unos 2-3 kilos cada uno y habremos movido un casi un centenar de ellos.
Porque hoy he sido, en mi misma, un equipo multidisciplinar: médico, fisio, docente, garde-malade, creativo, fotógrafa, peón de la construcción, nasara abraza niños.
Hoy, día bonitriste e ilusocansante, me acuesto feliz bajo mi blanca crisálida.