Blog_Dra.-Paula (80)
Blog de la Doctora Paula
Medica especializa en Medicina Física y Rehabilitación trabaja en el servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Fuenlabrada
Bébédjia, a 6 de febrero de 2024
Como aquí el barco siempre hace aguas por algún lado, mi alegría es subtotal. Hay más horas de luz, se responde a las demandas extraordinarias pero apenas hay aparatos que enchufar…
No funcionan los monitores (hay dos) para comprobar la saturación. Cuando pregunté que cuándo habían dejado de funcionar, obtuve la respuesta que hacía que a Elisabeth se le fundieran los plomos una y otra vez:
- DEPUIS.
- Mais… depuis quand?
- DEPUIS- DEPUIS
O sea….hace tanto que ya ni me acuerdo.
Pero nadie dijo nada. Si lo hubieran hecho, habríamos venido con al menos uno.
El año pasado trajimos una decena de pulsioximetros pediátricos y ahora solo hay uno de adultos para toda la pediatría. De poco sirve cuando los deditos pertenecen a un prematuro de menos de un kilo y medio.
Hoy, en un intento (absurdo) de averiguar qué les pasa a los monitores (yo, que todavía no entiendo el calentador de mi casa) he dejado sin luz 3 veces la pediatría.
Pero ahí no termina la cosa. Ayer descubrí que dos de los concentradores de la sala (escondidos bajo sus fundas), tampoco funcionan (no tienen botellas, no encienden…) . Os preguntaréis (como yo) desde hace cuánto. Pues eso. Depuis depuis.
Como las desgracias nunca vienen solas, hoy también se ha estropeado uno de los concentradores que sobrevivía. Una de las conexiones no sella bien y hemos estado un rato intentando amarrar trozos de guante para que el oxígeno llegue al extremo de las gafas nasales. Ni modo. Haría falta una brida. Cuando he ido a buscar una al dépôt, Jean Paul y Rosengar (conductor y jefe de mantenimiento respectivamente) se han mirado y han comenzado a reír. Por lo visto una brida no es algo que se pueda encontrar en cualquier lado. Esta piececilla de plástico podríamos encontrarla en Doba (a 35 kilómetros) aunque para asegurarnos, habría que ir a Mondou (a 65), y aún así dudan que encontrara una del tamaño que quiero.
Bref. Que no hay monitores y solo queda un concentrador útil que tiene dos salidas. No estamos en época de lluvia y con uno, por el momento, nos apañamos (cambiándolo de un paciente a otro en función del estado) pero pronto la cosa empeorará y se saturará la pediatría con 15 o más niños con necesidades de oxígeno. ¿Qué harán entonces? ¿Lo utilizarán con los dos niños más graves o con dos que tengan posibilidades? Espero no encontrarme con esa disyuntiva estos días.
Mi sueño de hoy: que alguien que pase por Doba o Mondou encuentre una brida del tamaño perfecto y nos la traiga.
Enchúfanos, papá.
Y no te desesperes. Ça va aller.
Bébédjia, 5 de febrero de 2024
Anoche, antes de acostarnos, pasamos por la pediatría para dejar comida para las familias que lo necesitan (costumbre adquirida desde 2017) y para revisar a los peques. Había 5 niños en la sala de cuidados intensivos. Un prematuro, el resto menores de 2 años. Eran las 23 horas y había luz. Y 3 de los 5 niños, recibían oxígeno de los concentradores. A pesar de eso, el más pequeño de los 5 se fue al cielo contigo esa madrugada, papá. La unidad de cuidados intensivos de Saint Joseph dista mucho de parecerse a una de las nuestras y son pocos los prematuros que lo logran. Hace algunos años hubo una pequeñina de un kilo, huérfana de padre (y, desde el parto, de madre también), que sobrevivió contra todo pronóstico a pesar de las numerosas malarias que padeció a lo largo de su ingreso (que duró, creo recordar, unos 6 meses). Nació el día de Reyes y Sor Lourdes la llamó Epifanía. Algún día te contaré su historia, papá.
Me confirman Pelagie y Sebou que las cosas han cambiado mucho desde que hay baterías nuevas y se renovó la instalación eléctrica para individualizar las diferentes zonas del hospital. Aunque siguen siendo escasas las horas de luz cuando pensamos que se trata de un hospital, siempre que hace falta poner a funcionar un concentrador de oxígeno en la pediatría (sea la hora que sea), se pone. Fue el compromiso que adquirió el director médico de Saint Joseph cuando le dije que se trataba de una condición sine qua non para que yo buscara ayuda financiera para comprar baterías nuevas para la fotovoltaica, el traslado de las mismas a Chad (tarea siempre colosal), la instalación de las mismas, la modernización de la instalación eléctrica y la supervisión de los equipos. Inicialmente se enfadó conmigo. ¿Todo ese dinero para salvar a unos niños? ¿Y qué pasa con los adultos? El niño pequeño importa (y aporta) tan poco…
Yo entiendo que si fallecen los adultos, todo se desmorona. Que si nadie trabaja no habrá nada que llevarse a la boca, pero es que en este país la jerarquía es tan radical! Los menores de 5 años son absolutamente vulnerables y están desprotegidos. Son la casta inferior.
En ese pulso que mantuvimos el director y yo, ganamos ambos. Ahora mueren menos niños por falta de electricidad (o más bien tienen más posibilidades de salir), pero también se benefician los adultos. De hecho, siempre que viene un caso urgente que requiera intervención, se hace la luz. El hospital, en general, funciona mucho mejor.
La Fundación Juan Entrecanales de Azcarate nos concendió la ayuda que redujo a la mitad la factura, el grupo ENARA nos donó otro tanto otra y la empresa Cargo Services asumió el coste del traslado del contenedor hasta Saint Joseph. La Fundación EKI nos financió la compra a 10 años y sus ingenieros ayudaron a los técnicos locales a la puesta en marcha.
Un retraso en la llegada del contenedor el año pasado impidió que fuera testigo del cambio.
Y ahora, por fin, puedo ver los frutos. 6 años después de que iniciara la batalla contra la oscuridad, se empiezan a ver los resultados. ¡6 años!
Chad me ha enseñado a ser paciente (mucho), a no frustrarme y a tener objetivos realistas. A no olvidar que en este país se vive la mitad del día a oscuras, que culturas diferentes entienden la vida de modo diferente y tienen necesidades diferentes. A no juzgar, a aceptar cosas que antes de parecían aberrantes.
Y aunque estoy feliz, siempre me parecerá insuficiente.
¿Se vienen cositas? Se vienen cositas. Ya tengo un nuevo proyecto en la cabeza. Bueno, dos.
Te dejo con este buen sabor de boca para que disfrutes de tu sueño celestial.
Hasta mañana, papá
Bébédjia, 4 de febrero de 2024
Me encantan los domingos (creo que así empieza al menos un día del diario de cada año ?).
No poner el despertador. Hacer todas las cosas despacio. Desayunar sin prisa.
Tomar una taza de café hecha en la cafetera que traje hace 3 años.
Tostar un poco de pan chicloso y mejorarlo con un poco de jamón ibérico. Tomarme una segunda taza de café.
Recoger la chambre.
Lavar la ropa.
Hacer la compra.
Si a ese planazo (guiño a mi amiga Cristina Cardenal) le añades una invitación para comer, para qué queremos más. Las anfitrionas han sido las sores mexicanas, Laura y Guadalupe, que son nuestra contraparte del proyecto de Estudiar en Chad, encargadas del seguimiento de los enfermos de VIH del municipio y de los huérfanos que estos han ido dejando, a los que tenemos apadrinados a través de la Fundación. Me encantaría que los padrinos pudieran venir a ver cómo están sus ahijados. Cómo crecen, cómo maduran, cómo superan los cursos. Es un privilegio ser testigo directo de este proceso, poder contároslo y enviaros, una vez en España, las fotos de vuestros pequeños (y no tan pequeños).
Son muy pocos los que han fallecido (hito milagroso aquí) y limitado el grupo que sale del programa (por cambios de domicilio, embarazos, matrimonios forzosos o abandono de la escuela).
Uno de nuestros abandonos fue el de Santa, una de las primeras niñas apadrinadas, antes de que Estudiar en Chad fuera proyecto como tal. Hija de Cristina, tiene una ristra de hermanos que van entrando en el programa conforme nacen. Mbay, Grace, Jean Baptiste, Christophe, Jean Paul (Yanpolito para los amigos) y Nelom Marina, la benjamina.
Santa, una belleza chadiana de semblante serio y porte elegante, abandonó el programa de apadrinamiento cuando desapareció el año pasado. Se había marchado a Mondou, probablemente siguiendo a un hombre maduro y llegamos a sospechar que podría haberse dedicado a buscarse la vida haciéndose valer de su gran atractivo (dato nunca confirmado). El caso es que siempre temimos que volviera embarazada o infectada (si volvía, claro).
Imaginaos mi alegría (tú lo has visto, papá) cuando me he encontrado con ella hoy.
Preciosa, con su vientre plano y el uniforme de su grupo de catequesis.
Volvió este curso y vuelve a estar escolarizada. Esta tarde hemos estado con ella en la fiesta de los niños en la parroquia, un conciertazo en el que han participado todos los grupos de niños que forman sus hermandades (tipo scouts) en Nuestra Señora de la Paz.
Tres horas de espectáculo donde se nos han ido adhiriendo (literal) niños y más niños (qué calorcito humano), fascinados con nuestra blancura, nuestros vídeos y los selfies que demandaban una y otra vez.
Niños felices y orgullosos que han cantado y bailado al ritmo de los tambores, y allí no había ningún padre o madre disfrutando del arte de sus pequeños. Igualito que en España, ¿verdad? Sale tu hijo en la obra del cole de triste árbol estático y hay una grabación de 10 minutos y enemil fotos del antes, del durante y del después.
De testigos estábamos las hermanas, los sacerdotes, los catequistas y nosotros, que hemos hecho vídeos, fotos, e incluso intentado hacer una ola (pero el concepto no ha calado, que aquí nadie conoce el mar).
Sé que ha habido demasiado contacto para ti, papá, pero te he visto disfrutando desde lo alto (aunque te cueste reconocerlo).
Un domingo precioso.
Mucho por lo que dar gracias hoy.
Beré
Bébédjia, 2 de febrero de 2024
Amanece fresco en Bébédjia. No sé muy bien a qué temperatura estamos porque sigo sin datos. Estar incomunicado más de 24 horas: un sueño en el primer mundo, una pesadilla en Chad. Sobre todo cuando tienes que dar señales de vida.
Anoche me quedé dormida en cuanto mi cuerpo rozó el colchón. Andaba yo con sueños vívidos cuando, a las 3 de la mañana, se encendió la luz. Aquí suelo dormir con antifaz, no solo porque amanece a las 5:30 (y soy de las que necesita dormir en la negritud total), sino porque me protejo de las picaduras. Claro está que el antifaz se mantiene en su sitio la primera hora de sueño. A la tercera vuelta en la cama comienza su caprichoso viaje hacia la cabecera o hacia los pies.
A lo que iba. Cuando me acosté no había electricidad , así que se me olvidó apagar el interruptor. Se hizo la luz a las 3 de la madrugada y me desperté. Había que hacer dos cesáreas urgentes y uno de los bebés necesitaba oxígeno. Desde que cambiamos las baterías de la fotovoltaica, ya no se escatima tanto con las cirugías urgentes. También se está respetando lo de la luz en caso de necesidad en la pediatría. En un país donde la vida de los niños vale tan poco, ha costado mucho que comprendieran que hay que echar el resto para que sobrevivan. Aunque se trate de un recién nacido, todavía un “embá”, sin nombre y dependiente de los cuidados de su madre. Y no productivo. En este sentido, más que dos mundos parecen dos planetas distintos. Nuestra vida gira en torno a los niños. Aquí, el adulto es el protagonista.
En el pase de visita por la sala de cuidados intensivos pediátricos el pequeño había muerto, pero como no tenía el oxímetro puesto (se ha averiado y no logran repararlo), nadie se había dado cuenta. Otro año un estreno duro.
Por lo demás la pediatría está tranquila. Hay 38 niños ingresados, de los cuales 15 son malnutridos. Nada que ver con la época de lluvias. Ninguno con secuelas neurologicas por el momento.
Ya sé que te ha parecido que había muchísimos enfermeros. Son la primera promoción de estudiantes de la recién inaugurado “campus” de Ciencias de la Salud de la Université Catholique d’ Afrique Centrale, que está al otro lado de la carretera del hospital. Aquí se forma la primera promoción de matronas, enfermeros y técnicos de laboratorio de la UCA de Bébédjia . ¡Saint Joseph se ha convertido en un hospital universitario!
Este año veo pocos familiares de pacientes en el recinto, pero en cuanto se enteren de que el cirujano nasara ha venido a operar, estará de bote en bote.
Lo mejor del día: los abrazos de mis compañeros de Saint Joseph, la visita de Rambeye, escuchar como los niños de la carretera me llaman por mi nombre, la pizza de cabra, la compañía alocada de Javi y la recuperación de datos móviles esta tarde.
La guinda: leer los mensajes de mamá y escuchar los audios de Jon y Marina justo antes de apagar la linterna.
Masaa al-kheir, abú ♥
N’ Djamena- Bébédjia , 1 de febrero de 2024
La rapidez con la que salimos del aeropuerto ayer, sin discusiones con la policía ni apertura de maletas, no fue casualidad. Se nota que viajas con nosotros, papá.
Se notó anoche, cuando cenamos tan bien en ese chino con un grupo ecléctico de trabajadores de la Unión Europea, compañeros de Sandra (a la que tuvimos la suerte de conocer en 2022). Los españoles aportaron un Protos y un Cune, que saben a gloria cuando estás lejos de casa.
Se notó esta mañana, cuando conseguimos localizar el móvil extraviado de Javi. Tarea titánica por otra parte, ya que ninguno teníamos datos para avisar a nuestra amiga Sandra de lo sucedido y esta mañana nos quedamos sin luz en el centro de acogida. Y no luz igual a no wifi.
Ha sido un regalo (del cielo) volver a coincidir con Sor Raffaella, a quien despedimos de Saint Joseph hace 5 años y que, magiapotagia, ha venido de viaje con nosotros hasta Bébédjia. Vuelve a Chad esta italiana de ojos claros, aunque en una misión un poco más recóndita, en un dispensario en plena brousse. Qué afortunados los de Laï…
Es cierto que lo de Raffaella ha sido un imprevisto maravilloso a la par que horroroso, porque, una vez más, me ha tocado compartir asiento delantero de la Toyota.
Milagrosamente (otra vez, tu) hemos cabido en la jeepeta Raffaela, Javi, Nuria y Javu (farmacéuticos del Alto), Jean Paul (conductor), 12 maletas, 2 macutos, 6 mochilas, una lavadora y servidora.
11 horas compartiendo dolor de piernas y glúteos , sudor e incomodidad. Pero oye, que hemos llegado a Saint Joseph sanos y salvos. Se ha vuelto a notar que estabas allí.
Estabas continuamente mirando el cuentakilómetros -tu versión celestial sigue siendo igual de temerosa y prudente - así que has podido comprobar que en los tramos más “salvajes” del camino íbamos a 20 km/hora y en los más potables entre 60 y 90.
En Saint Joseph nos esperaban los cooperantes de Ilumináfrica (6 ni más ni menos…hoy dormimos apiñados), sor Pilar, Sor Nunci y el director, Samuel. Y paseando por por la carretera antes de cenar me he encontrado a Chantal, una de nuestras niñas del proyecto que, lamentablemente, se ha quedado muy pequeña por la malnutrición.
¿Recuerdas? Su madre Rambeye se recuperó milagrosamente de una mielitis hace unos años. Es hermana de Eloi y Olive, los que jugaban con el globo verde hace ya unos años en nuestro recinto. Tengo una foto en mi Instagram de ese momento….
En fin…que no ha pasado mucho más hoy.
Estoy feliz y agotada. Volver a casa sabe a cerveza 33 en La Petrolier y a tortilla de patata de Jeanette.
Ya estoy impregnada en relec, en mi crisálida, deseando dormir del tirón esta noche.
Te quiero.
Madrid, 31 de enero de 2024
No vamos a negar que el madrugón ha sido INFERNAL después de 3 horas de sueño CERO reparadoras. Nada que no solucione un café.
Voy paseando el palmito por los aeropuertos de Madrid y Paris con el macuto de 13 kilos, mochila de 5.5 kg, la almohada y el collarín de viaje…a lo que he añadido una bolsa con un par de Bordeaux (gracias por inspirarme, papá) con los que espero brindaremos un día alegre…mejor eso que ahogar penas. Parezco una mula de carga.
De nada han servido los entrenos del lunes y martes. Soy una piltrafa humana y todavía queda lo mejor ?.
Afortunadamente, ya estamos sentaditos en el avión que nos llevará a N’Djamena. A escasos 40 cm, un display lleno de pelis y series. Javi a mi izquierda. Nadie a mi derecha. Pinta bien.
Me llega también un artículo que ha publicado servimedia.
Bien.
A tout!!!
Madrid, 30 de enero de 2024
Últimas horas previaje y me pregunto varias cosas.
- ¿Las mochilas encogen cuando se lavan a mano?
- ¿La ropa engorda de un año a otro?
- ¿Te has estresado al verme estas últimas 24 horas, papá? ¿Acaso es eso posible?
Mi ropa chadiana abulta más que los años previos.
El macuto es, claramente más pequeño.
No sirve de mucho intentar envasar al vacío la ropa porque el sobrante de plástico ocupa espacio ERGO lo que ganas por un lado, lo pierdes por otro. Pero oye, bien que te lo has pasado con Pablete y la aspiradora.
Tampoco resulta útil meter las prendas en los organizadores de maleta con posibilidad de cerrar una segunda cremallera para ceñirlo todo más. Al final ocupan más, pesan más y son menos flexibles. Mejor en los organizadores de siempre.
Lo he probado todo.
He sacado pantalones, camisas, camisetas. He mezclado calcetines con pantalones por si los sujetadores se acomodaban mejor con las camisetas (fíjate tú la chorrada)
He cambiado de modelos y tamaños de organizadores.
He hecho el tetris una y otra vez.
He metido el pie hasta la mitad de la mochila para hacer hueco pero no ha servido de mucho, papá: está claro que hay cosas irreductibles.
Una vez con la mochila semicerrada (que todavía falta el neceser), miro sin querer mirar las costuras que están casi a reventar y llamo a esbirro número 3 (jugador de rugby y con una agudeza visual claramente superior a la mía ) para que me ayude a pesar el bicho con una de esas básculas de mano.
- A ver…23…no. 24 kilos, mamá.
- ¿PEERRRRDONA?
- Sip. Mira, aquí lo dice.
-
Me alejo medio metro del número digital (por aquello de la perspectiva) y si. Efectivamente. Inexplicablemente pesa 24 kilamenes..
¿Pero cómo es posible que pese lo mismo que los maletones? Es imposible que me dejen pasar con este fardo a la cabina. Si tampoco he sido tan exagerada con la ropa…
Entonces pienso en ti, papá. Justo y preciso. Te gustaba viajar con prendas que te cubrieran en caso de cualquier inclemencia meteorológica o incidencia manchil. Calzado para todo: un par para ir, otro para estar, otro para volver. Uno para hacer senderismo en pista, otro para trecking un poco más duro. Sin olvidar el par un poco híbrido que sirviera para salir a cenar pero con su toque rural. Secuelas de los Jesuitas de Tudela, donde solo tenías un par de alpargatillas.
Que se me va la burra a los trigos. Pensando en ti, me he echado a reír. Sin duda, este es tu viaje soñado, tu drimcamtru para llegar al estado de cortocircuito bestial.
Y mientras un trozo de mi cerebro estaba contigo, el otro andaba pensando la manera de bajar 10 kilos de la báscula.
— Mamá …
- Cariño, déjame pensar
- Mamá, escucha…¡que está en libras!
¡¡¡SUBIDÓN!!!
No more tetris.
Pasemos al resto de tareas.
Imprimir diccionario español-ganbae- árabe (la autora: una me da).
Ir a recoger el “paquetito” para Sor Aurita, Salesiana que está en Koumra. Lo que inicialmente eran unas pilas para el audífono se ha convertido en…TACHÁN!…paquete de kilo y medio ?.
- Es que también le metí un poco de chocolate y un juego que nos pidió…pero se lo compramos de viaje, ¿eh?
Se masca la movida en la cola de facturación de AirFrance…todo con sobrepeso. Bueno, todo no. La mochila is under 13k.
Ha habido visita a madre, consulta con Juan, compra de last minute, llevada a rugby de Pablo y compañía, una hora de desestress con el maravilloso grupo de atletismo y nuestra DominAdrix y vuelta a casa para los flecos.
No sé si acostarme, la verdad.
Me lo estoy pensando mientras me doy un bañito caliente (de esos con los que fantasearé en Bébédjia) y una copa de Trus en mano.
En un rato nos vemos en el aeropuerto, papá. Ahora si.
Mientras, vete con mamá y asegúrate de que se tome el Oniria, que si no tampoco pega ojo.
Muchas ganas.
Ya si.
Beré!
Madrid, 29 de enero de 2024
Ay, papá… ¿pero qué hacías a las 6 de la mañana en el aeropuerto? Nos vamos pasado mañana. Que me expliqué mal en la carta que te escribí ayer. Con razón tanta gente se ha despedido de mí la pasada noche ?.
Estoy durmiendo un poco mejor (gracias a tu influencia), pero no lo suficiente para expresarme como Dios manda. Perdón.
Seguimos con el viaje, papá, que queda lo mejor.
Pararemos a comer en Bongor. Te avisaré unos minutos antes para que hagas unas inspiraciones profundas e intentes dominar tus potentes escrúpulos antes de tu primera comida Chadiana.
A la entrada del “establecimiento”donde comeremos habrá un bidón de plástico con un grifillo y una pastilla de jabón bien manoseadita para que nos lavemos las manos. No preguntes de dónde sale ese agua. Luego nos ponemos un poco de gel hidroalcohólico y punto.
Nos traerán en una bandeja grande redonda un par de pollos delgaditos desmembrados con cebolla, pimón (el picante que anulará cualquier sabor a rancio), tomate y limón. Si quieres ver la cocina, acércate al puestecillo que hay un poco más adelante, aunque te aconsejo que te quedes aquí pegadito a mi. Too much information can be overwhelming.
Por cierto. No busques los cubiertos. No hay. Tampoco servilletas. Sé que para alguien que limpiaba disimuladamente todos los cubiertos, así estuviera en un 3 estrellas Michelin, esta experiencia puede ser abrumadora. Tranquilo. Uno se acostumbra a comer con las manos, a dejar los huesecillos en la mesa, a chuparse los dedos al terminar de comer e incluso, en caso de necesidad (por ausencia de agua y jabón, kleenex o gel) a esparcirse el resto de aceite cual crema hidratante en las manos.
Tu cara es un poema. Si. Ya sé que preferirías morir de inanición antes que comer aquí. Me hace toda la gracia que, aún siendo ángel, sigas tan increíblemente aprensivo ?.
Espera que no todo va a ser gore. Acompañando el plato nos traerán unas botellas de 650 ml de cerveza africana. La Gala se parece un poco a la Mahou clásica y la 33 es un poco más fuerte que una Estrella Galicia. Y si. Parece mucha cantidad pero te la acabas. Y te pedirías otra si no fuera porque tendrías que pedirle a Jean Paul que parara cada dos por tres en medio de la carretera para esconderte tras un matorral. La sabrosa cerveza africana es la única bebida que encontrarás fría por aquí. Bueno…miento. Hay unas botellas de Fanta y Top que también están frescas pero es como beberse un sirope hiperdulce o medio litro de flash de fresa en estado líquido. Supongo que será menos sano el alcohol que el azúcar pero en mi caso no hay duda. Céréales más etanol is my choice. Always. Por eso nunca adelgazo cuando vengo aquí. Por el cereal.
La parada en Bongor anima mucho. El pollo sabe a gloria. La cerveza también. Has llegado al ecuador del viaje en coche y la carretera mejora. Se te ha secado el pantalón (el contacto pierna con pierna calienta mucho) y te ha empezado incluso a gustar la monótona melodía que pone en bucle Jean Paul.
Pasaremos por Mondou, la capital económica del país. No esperes una urbe moderna con rascacielos y calles. El Manhattan Chadiano es exactamente igual que todas las poblaciones por las que hemos pasado previamente pero un poco más grande. C’est tout.
La carretera que une Mondou y Bébédjia está muy bien. Es una carretera asfaltada de doble sentido sin arcén, pero no hay nada mejor en todo el país. Disfruta del camino. Cierra los ojos cuando estén cruzando cabras o cebúes. También cuando estemos adelantando a un camión que a su vez adelanta a una moto (donde van montadas 4 personas) que a su vez adelanta a la bici que está pasando a ras de los niños que van camino al cole. Así no verás que viene otra pickup en dirección contraria. Escucharás pitidos, pero no sufrirás.
Cuando la carretera atraviese un verde túnel formado por árboles combados, estaremos llegando a Bébédjia.
Llegaremos de noche al hospital (anochece hacia las 17:30). No te asustes con los carteles donde se indica que está prohibido introducir metralletas, katanas o lanzas. Como ves tenemos a nuestros guardas de seguridad armados con una porra y un detector de metales. No te plantees cómo va a ganar una porra a una kalashnikov. Déjate llevar.
Dentro del recinto estarán esperando Sor Pilar, Samuel, los de Iluminafrica y la sabrosa comida de Jeanette.
Y verás y entenderás que ya me siento como en casa.
Ocurrirán muchas cosas que te sorprenderán, que te horrorizarán o te conmoverán. Pero las viviremos juntos.
Te dejo que digieras todo lo leído.
Nos vemos el miércoles a las 4 de la mañana en el aeropuerto.
Deseando viajar contigo, papá. Te quiero.
Madrid, 28 de enero de 2024
Querido papá, seguimos que queda mucho viaje.
Javi y yo embarcaremos a las 6 de la mañana vía Paris y allí nos juntaremos con los dos farmacéuticos voluntarios del Alto que coincidirán con nosotros. Son de León. Buena gente seguro.
Paris-NDjamena se hace un poco pesado pero lo peor es la llegada con la policía de aduanas mirándonos con cara de pocos amigos mientras hurgan las maletas en busca de algún motivo para dejarlas retenidas allí. No te pongas nervioso. Dejaré ropa interior a la vista (disuasoria siempre) y sacaré el comodín de la antena diplomática como el año pasado.
Una vez salgamos del hospital, iremos al centro de acogida de Kabalaye (sitio austero pero limpio, disfruta esa noche porque es el lugar más lujoso donde nos vamos a alojar este mes). La cinta aislante es para los agujeros de las mosquiteras. Y no. Los bichos de gran envergadura que vuelan en el patio no son aves exóticas. Son murciélagos.
Al día siguiente iniciaremos el viaje en la Toyota por carretera/camino/pista hacia Bébédjia. Vamos apiñados pero atados, no te preocupes. Y tú no ocupas lugar. Ni sudas. Eres el compañero ideal. Como vamos 5 contando con el conductor yo no tendré que compartir asiento delantero con nadie este viaje, que ir como una amazona mirando hacia la derecha o izquierda 12 horas te deja los piramidales y las lumbares on fire.
La música que suena es la favorita de Jean Paul, música tradicional chadiana. No. No luches contra ella. Son doce horas de melodía monótona que deberás dejar que entre y salga de tu sistema auditivo rápidamente, como los pensamientos que debes dejar que fluyan cuando meditas. Te acostumbrarás.
Yo siempre tomo stugeron para no marearme al entrar y salir de los cráteres de tierra, pero tú supongo que eso lo tendrás dominado. Mejor cierra los ojos durante el viaje para no ver cómo conduce Jean Paul o como hacemos un sándwich a un pobre ciclista en el momento en que un camión decide adelantarnos a ambos.
El paisaje que verás cambia poco. Puro Sahel. Más cerca de la capital es más desértico, y a medida que nos acerquemos a Saint Joseph va siendo más verde. La tierra también irá adquiriendo un tono más rojizo conforme avancemos. Ni una montaña, eso sí. Con lo que a ti te gustan.
Verás niños bajo árboles de mango, puestos de comida en la carretera, poco coche, bastante moto, alguna bici y mucha gente andando en los márgenes de la carretera. Construcciones de ladrillo de adobe con techos hechos con ramas y paja. Camellos en los primeros kilómetros, cabras siempre, muchas gallinas, algunos cebúes y cerdos comiendo de la basura. Porque verás muuucha basura, papá. Plásticos y papeles por todos los lados, a ambos lados de la carretera o formando montañitas que acabarán por quemarse.
Suficiente dosis para hoy.
Además necesito que estés pendiente de mamá, que la he visto muy tristoncilla esta mañana. Dale la mano, métete en sus sueños para que reviva alguno de los momentos en que hacías reír a todo el personal. Ponte el pañuelo encima de la cabeza y susúrrale al oído que todo va a ir bien.
Hasta mañana, papi. Te quiero.
Madrid, 27 de enero de 2024.
Papá, queda menos de una semana para el viaje a Chad y, como es el primer año que me acompañas (y te conozco bacalao), te quiero explicar un poco lo que te vas a encontrar para que no te cortocircuites allí en el cielo.
Bueno, en realidad vas a tener que estar un poco allí conmigo y otro poco en casa con mamá, que parece que desde que te fuiste están apareciendo los achaques que no se podía permitir tener cuando tú la necesitabas. Así son los de Aragón.
Al lío.
Lo que me has visto hacer hoy en el baño es impregnar la ropa que voy a llevar con permetrina. Parece que el olor (prácticamente imperceptible para los humanos) ahuyenta a los mosquitos, y aunque Javi dice que lo único que consigo es intoxicarme, la realidad es que a lo largo de estos años me han picado muy pocos zancudos chadianos . Cierto es que el único que me picó el año pasado me pasó su dosis de plasmodiums, pero superamos ese bautismo malárico sin complicaciones.
Te veo levantar las cejas.
Por supuesto que os oculté este episodio.
Las maletas gigantes del cuarto de enganchados están ya casi todas llenas de medicación y material de quirófano para Saint Joseph. Se lo está currando Javi solo porque mamá me tiene entretenida con su esófago. Aunque en Chad a veces riñimos (si, con “i” porque son riñas muy lights) nos queremos mucho y es un amigo y compañero maravilloso. Y no. No le pasa nada en la boca. Habla raro porque su cerebro va a mil por hora y los músculos orofaciales no son capaces de seguir su vertiginosa velocidad mental, así que hay muchas letras o sílabas que, directamente, no pronuncia. No te frustres si al terminar el mes en Bébédjia no has conseguido dominar su disfasia. Llevo yo intentándolo desde 2017 y nada.
Llevaremos cada uno 3 megamaletas y el macuto con nuestras cosillas. Y a Chady bien limpito, preparado para ser arrastrado por el suelo, abrazado y untado con mocos de los niños de la APMS. Se queda mucho material en Fuenlabrada porque no hemos conseguido que venga ningún voluntario más este febrero. Ojalá encontremos otro par de locos que quieran ir en mayo y octubre. ¿Puedes hacer algo tú desde ahí? Inspirar corazones, remover conciencias, regalar valentía…seguro que conoces a alguien que tenga mano. Añade ese recado a la lista de mandados que te susurré al oído mientras te ibas.
Para que no te atores, sigo mañana.
Habla con el Jefe a ver si me ayuda a dormir un poco mejor que no pego ojo.
Te quiero y te echo muchísimo de menos.
Más...
Bébédjia, a 1 de marzo de 2023
Toca despedirse.
También toca rellenar los frascos que fabriqué en su día para poder guardar todo aquello que no quiero olvidar, todo lo que me ha hecho feliz. En las pequeñas botellas guardo imágenes, sensaciones, olores y emociones vividas y las abro cuando deseo trasladarme a esos momentos tan especiales, a esos lugares en los que me habría quedado horas, quieta, ensimismada.
No quiero olvidar a Chanceline, Mbay, Charlene, Fatme, Esperance, Ali o Mariam.
Quiero guardar a Martin en el mismo botecito en el que en su día guardé a Emmanuel y a Survi. ¡Cuánto amor hay en este frasco!
Añado a Guadalupe, Mabel, Erika, Cris, Soco, Susan y Alfonsina en el frasco que contiene a las misioneras a las que quiero desde hace años. La pauta de administración se mantendrá sin cambios: abrir e inhalar cada vez que piense que mi día a día es duro o cuando la tibieza contamine mi fe.
Un año más, he conseguido que venga Marie con su tía Irene para despedirme de ella. Hace 3 días que no comen ni ella ni sus primos hermanos (convertidos en hermanastros cuando falleció mi amiga y preciosa mamá, Blanchie). Su mirada sigue triste, aunque he conseguido ver un esbozo de sonrisa cuando ha visto la bolsita de chupachuses y galletas que le había preparado. La ayuda para que salgan al paso poco durará. Su tío (padre en la actualidad) sigue sin encontrar trabajo. Insisto en que entren en el programa de Estudiar en Chad. He regalado a la pequeña de vientre hinchado cuarto y mitad de mebendazol y una camiseta que le utilizará de vestido durante mucho tiempo. A cambio me la llevo en el botecito donde está su madre, Blanchie.
En el frasco destinado a los Discapacitados de Mbikou, he añadido a dos más: Mbay y Bernardin. Todos para dentro. Compartiré su esencia con sus generosos padrinos.
Ojo, que dejo hueco porque, al parecer, conoceremos en breve tres incorporaciones de último minuto.
El bote de los huérfanos apadrinados gracias al proyecto “estudiar en Chad” es cada vez más grande, más ruidoso, más colorido. A través de su cristal se puede ver mucha sonrisa, mejores notas, retales del curso de costura, archivos Word del de informática, niños mejor nutridos. Se ve también a “Jeanpolito”, al que ha habido que escolarizar en el kinder porque toooodos los días se venía desde bien lejos andando porque no quería pasarse de nuevo el día solo. El grupo de adolescentes está cada vez más bonito (y bobo, que el pavo es algo universal). Sin embargo, a la que más se ve brillar a través del vidrio es a mi debilidad, Marie Claire. Una parte generosa de este frasco lo ocupa el grito de alegría y la carrerita que se pegó al verme entrar en su internado. Eso, y el abrazo sincero, prolongado, sentido, caluroso, apretado que nos dimos.
A los alumnos de San Kisito de Bebotó también los incluyo aquí.
¡Cómo me gusta este bote!
La esencia de este la inhalaré cuando esté de bajón. Cuando esté contenta, también.
Sigue en el bote de los sabores nuestra cocinera Jeannette y sus sabrosos platos. El aguacate, la lechuga, la cebolla, la berenjena, la pizza de cabra y la mousaka con bechamel hecha con leche en polvo Nido. Aquí han entrado pisando fuerte Sor Guadalupe con su pozole y Sor Chaíto con su capitán.
En el bote de flora y fauna me guardo el olor ajazminado de unas flores de las falsas acacias, los majestuosos mangos con sus frutos, los árboles de karité y neré , los árboles de flores naranjas, las buganvillas, la flor del desierto, las estrellas que brillan más que en casa, la luna que crece de abajo a arriba, los termiteros con forma de champiñón de Bebotó, el lagarto que vivía en mi ventana y el sonido de las aves nocturnas.
Me guardo los momentos de risas y los más tristes y bajos.
El color azul de Saint Joseph. Mis compañeros. Mis amigos.
Hoy acaba la misión de febrero 2023 en Saint Joseph.
Nos espera el espeluznante viaje de vuelta (aunque Javo siga queriendo “romantizarlo”, la llegada al centro de acogida (lugar donde la ducha fría al menos lleva presión y donde das al interruptor y la luz se enciende a cualquier hora.
Intentaremos vernos con los 2 españoles que andan en Njamena y la madrugada del viernes al sábado nos enfrentaremos a los tediosos trámites del aeropuerto.
Volaremos de noche y, si Dios quiere, llegaremos a nuestra burbuja de amor y de confort el sábado por la mañana.
Y, como cada año, muchas gracias a todos los que habéis querido abrir los ojos y el corazón este mes. Los que me habéis acompañado para compartir el dolor, la enfermedad y la muerte, la injusticia y también la belleza de esta parte del mundo.
A todos a los que os entristece el sufrimiento ajeno y os enoja la injusticia. A vosotros, qué soñáis con un mundo mejor, más equitativo y solidario.
Nos vemos en la web www.enganchados.org, en nuestro perfil de Instagram @enganchados_oficial, en facebook (Enganchados ONG) o en Twitter @eCHADnosunamano.
Merci. Oi djo. شكرا لك.
À tout! Beré!
Bébédjia 28 de febrero de 2023
PERDI LA CUENTA
Perdi la cuenta de los niños que han fallecido estas semanas. Aunque en realidad no sé si perdí la cuenta o decidí no contar, que no es lo mismo.
Martin se fue la madrugada de ayer. Ya hace un par de días que comenzó también con dificultad respiratoria. No aguantó el frío. No aguantó las horas sin oxígeno. No aguantó.
Perdí la cuenta pero sé que en lo que va de mes no ha sobrevivido ninguno de los prematuros que hemos tenido ingresados.
Perdí la cuenta de los niños con malaria grave que no lo han conseguido. Ha sido un goteo continuo salvo dos días en los que no hubo fallecidos. Dos en un mes.
Da miedo pensar en lo que está por venir. Este ha sido el año más tranquilo en la pediatría de todos los que he vivido aquí y aún así, perdí la cuenta. A partir de junio la cosa empeorará, como cada año.
Perdí la cuenta de los pacientes a los que no hemos podido tratar o diagnosticar por falta de medios. Son muchos, pero uno no se me borrará jamás de la memoria. El estudiante de 17 años que viajaba desde el campo a Doba montado en la parte trasera de un camión a quien, tras apearse, se le cayeron encima dos enormes sacos de harina, partiéndole el cuello y dejándole tetrapléjico.
No se me olvidará cómo le tuve que explicar al padre que no había solución, que su precioso hijo varón que tanto le ayudaba en sus tareas agrícolas y que tan bien iba en el liceo nunca volvería a caminar ni podría manejar una voituretta, que no volvería a comer solo o a escribir, que estaba condenado a vivir con el collarín que le pusimos en el hospital porque la lesión del cuello era inestable e inoperable aquí, que tendría que seguir sondado y que necesitaría ayuda de laxantes y estimulación para vaciar el intestino. Lo trasladamos a Handicapés donde intentarán darle una vida digna en un entorno tranquilo, pero pronto los familiares se irán agotando y, como ya hizo la joven Celine el año pasado (tetrapléjica tras caerse de un mango), se dejará morir.
Y ojalá ocurra pronto, porque en este escenario, si sobrevive el tiempo suficiente, le queda malvivir.
Perdi la cuenta de los niños a los que he saludado, de los globos que he inflado, de los “chupachuses” que he entregado, de los mofletes que he acariciado.
De las misioneras a las que he abrazado, de los “tobanuas” y “salam” que he pronunciado, de los kilómetros recorridos, de los retratos que he tomado.
Pero no me olvido de los pacientes que salieron adelante, ¡de eso no hay que olvidarse!
No me olvidaré de Fatme, la pequeña malnutrida huérfana de madre a la que con mimo cuidaba su kaká, Aicha. Tampoco de Chantelle, la bebota con secuelas de malaria que empezó a mejorar ya estando aquí y que espero continúe tratamiento en handicapes.
De Mariam, la niña que sobrevivió a la meningoencefalitis, despertándose ciega y sorda. De cómo poco a poco empezaba a seguir objetos grandes con la mirada y parecía escuchar la música de mi spotify hasta que hoy, por fin, nos ha visto y ha bailado con la bachata de Manuel Turizo.
Nunca me olvidaré de Esperance, de su lengua de trapo, de su mirada estrábica, de cómo se emociona cuando escucha su nombre. El pequeño aguanta sentado cada vez más tiempo y en Handicapés lo mantienen limpio y bien vestido. ¡Vamos, cariño! ¡Sigue luchando!
Alí, el risueño árabe que perdió la visión de un ojo por Dios sabe qué motivo y que llevaba un año arrastrándose por una probable polio (pero váyase usted a saber) , ya puede caminar con sus muletas y los bitutores que le hicieron. ¿Cómo olvidarlo a él?
Siempre en mi corazón llevaré a la testaruda de Chanceline, que milagrosamente va mejorando del ojo y cuyas heridas van de cine, aunque deba seguir escondiendo la escayola unas semanas más porque la fractura no ha pegado todavía.
Hay dos prematuros nuevos en la incubadora antediluviana cubiertos por la manta térmica. Ninguno de ellos ha heredado el gorrito negro con rayas fucsias de Martin. Es mejor. Debía picar un montón.
Me quedo con el recuerdo de su pequeñez entre mis brazos y con la esperanza de que se sintiera amado en algún momento de su corta vida.
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Bébédjia, 27 de febrero de 2023
La Brousse
Hace un año conocí a las misioneras Guadalupanas de Bebotó. Siempre digo que fue una encerrona de sor Tere. Ella sabía bien que si AnaLi, Ana Rosa y Chaito me contaban situación en la que se encontraban los alumnos de su escuela, San Kisito, yo intentaría ayudarles. Era otra mochila más, si, pero podía intentarse.
Bebotó está en la pura brousse. Saliendo de Bébédjia hacia Doba hay unos 30 kilómetros. Una vez allí, si quieres llegar al hogar de estas misioneras Mexicanas y a la escuela que sostienen, debes lanzarte a la maravillosa y estrecha pista de tierra con socavones y cráteres. Cómo será la cosa que para recorrer los casi 60 km que separan Doba y Bebotó hay que echarle un par de horas y mucha biodramina. Y sujetador deportivo, eso también.
Aunque el paisaje es más frondoso conforme avanzamos, ahora está muy seco. Esto después de las lluvias tiene que ser espectacular. Hay campos de cultivo quemados repartidos a ambos lados de la pista. Cada año los agricultores los queman antes de la época de lluvias, parece ser que para preparar la tierra para la próxima siembra. Los niños aprovechan los incendios controlados para perseguir a las ratas que ya no tienen donde esconderse. Una vez cazada una rata, la echan a un zurrón y siguen con las batidas hasta que la bolsa esté bien llenita. Entonces ensartan a los roedores en un pincho, los cocinan a la brasa y se los zampan. Lo que no se coman, se vende. Brocheta de rata con todos sus pelos. Ñam.
Además de los terrenos hechos ceniza se ven campos de cultivo de mandioca, que debe crecer mejor en esta época. Hay menos mangos y más árboles de karité. También abundan los “neré”, árboles de aspecto escuálido y desnudo de los que cuelgan pequeños frutos de color rojizo o negro que son una especia muy preciada en Chad. Tanto que si a uno se le ocurre recoger estos frutos antes de que se abra la veda, ingresará en prisión. Y las cárceles de aquí son de película de terror (y no teorizo; hace unos años estuvimos atendiendo a los presos y madremiademivida)…
A lo que vamos: tierra roja, mangos, árboles de karité y neré, pequeños campos de mandioca y alguno de penicillaire. Y a ambos lados, cabezas de ganado conducidas por niños de etnia mbororó.
Y esto que parece tan bucólico es frecuentemente la causa del derramamiento de sangre en estas tierras conocidas como “el granero del Chad”. Los bororós, nómadas, cruzan estos campos y sus cabezas de ganado arrasan con el esfuerzo y la inversión de familias enteras, abocándolas a la pobreza y el hambre. Los agricultores, en un intento de salvar sus cultivos, se enfrentan con los nómadas y ahí comienza las batallas cuerpo a cuerpo donde todos pierden. Es cierto que antes de que lleguen desde el norte con las vacas, las autoridades locales acuerdan un pasillo para pastar, pero cuentan que últimamente apenas se respetan esos límites. Las malas lenguas dicen que el ganado pertenece a las personas con poder del norte del país y que los nómadas son simplemente pastores contratados y que, por ese motivo, a nadie le interesa poner freno a este problema que tanto daño, dolor y muerte acarrea.
Se ven pequeñas aldeas alejadas de la pista, con construcciones idénticas a las que se ven por todo el país.
Parece que cada vez son más los bororós que construyen sus chozas para quedarse, despojándose de su ADN nómada. Sus casitas son redondas y algo más bajas de las de los chadianos, y entre ellas incluso hay huertos bien cuidados.
A la altura de Beboungaye está el mercado de cereal más grande de la zona. Verlo vacío te da una idea de lo bullicioso que debe ser un día de mercado.
En la Toyota vamos las tres hermanas de BEBOTÓ, cuatro “mamás” del pueblo que van comiendo mangos y charlando en la parte de atrás y Rocío y yo.
Llegamos a la Escuela San Kisito de Bebotó un poco más tarde de lo previsto (SIEMPRE surgen cosas imprevistas) y sabemos que los niños nos esperan ansiosos para tomar la bouille. Deberían mostrarnos su enfado pero, por el contrario, cada una de las clases (desde linderos hasta 6º de primaria) nos da una calurosa bienvenida. Cantan para nosotras e incluso uno de los chavales se ha aprendido un discurso de acogida en español.
Todos con sus uniformes azules, se muestran curiosos y divertidos. Somos las únicas nassaras que han visto aparte de las hermanas (que aunque consideradas nassaras, son muuucho menos blancas que nosotras).
En esta ECA (escuela católica asociada) hay unos 400 niños de los cuales casi la mitad necesitan beca. Si no se los becara, no vendrían a la escuela, o bien porque son tan humildes que no se lo pueden permitir o, sencillamente, porque sus padres no creen que la educación sea necesaria. Las mujeres de Emaus de la parroquia del Carmen de Pozuelo apostaron por este proyecto y yo tuve la suerte de conocer a los alumnos becados y de darles la bouille, que es una bebida que contiene de penicillaire, cacahuete, arroz y en ocasiones tamarindo. La bouille es un reclamo para ellos porque, para muchos, será la única comida del día. Por eso hay niños que quieren venir a este cole, poco importan los 4 kilómetros a pie que les separa de su casa. Otro plus son los maestros, que están motivados y comprometidos. Se ve que aman su profesión. Las escuelas públicas son harina de otro costal.
Cuando, al son de la música elegida por Sor Ana Rosa, he visto desfilar a la chiquillada para irse ya a sus casas, no he podido reprimir unas lágrimas (benditas gafas de sol).
Lagrimas de Alegria, esperanza y gratitud.
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Bébédjia, 26 de febrero de 2023
LO LUNGA NYA
Hace un calor sofocante. Dicen que en unos días será peor, y así durante un par de meses.
Es posible entender la lentitud con la que caminan, la letargia de las personas que esperan, tumbadas sobre la tierra, días enteros alrededor del hospital. Un grupo de mujeres árabes acompañadas de un hombre de cierta edad se han hecho fuertes en una zona techada próxima a nuestras habitaciones. Pensada inicialmente como una “cafetería”, la pausa es ahora un tenderete con paredes formadas por los paños y pañuelos de preciosos diseños y llamativos colores de nuestras vecinas. Creemos que subarriendan esos metros cuadrados a algún conocido que tenga en Saint Joseph un familiar enfermo.
Los menos afortunados se tumban bajo los árboles y se van moviendo a medida que lo hace el sol.
Hace calor, pero a pesar de ello Martin sigue pasando frío. Su acompañante prematura murió hace unos días durante la noche. Así que ahí está solito, con su madre que se sienta en una de las sillas pequeñas cerca de él pero que solo lo toma en brazos cuando vamos a pasar visita.
El calor es sofocante pero el pequeño Mbai aguanta sus yesos cerrados desde la ingle hsta los pies, su frente llena de sudor que se desliza, en forma de gotas, hacia esos hoyuelos que tanto me gustan.
Los pacientes, en sus camas, siguen tumbados sobre sus gruesas mantas y yo me pregunto cómo aguantan con la torradera que hace.
Aunque hace tanto calor, los recién nacidos llevan todos su chaqueta, su gorros y sus patucos de lana. También Rhut, la limpiadora de la zona de la pediatría, lleva su gorro con orejeras y unas gafas de las que llevábamos en plena época COVID.
Hace mucho calor, a pesar de lo cual los niños siguen caminando kilómetros para ir a la escuela. Los que no tienen esa suerte, siguen en el margen de la carretera vendiendo cuatro cosillas que nadie, nunca, compra.
Hace calor y no hay mucho que hacer para refrescarse. Tan solo encontrar un lugar sombreado donde corra un poco de brisa y dormitar.
El quirófano sigue funcionando, y los cirujanos siguen llevando su delantal de plástico bajo la bata quirúrgica para operar. Quién sabe cuántos litros de líquido pueden perder en cada operación.
Todo es más difícil cuando hace calor, porque además saben que les esperan unos meses en los que los termómetros alcanzarán máximos y no quedará nada para comer de lo que se cultivó en la época de lluvia. Y este año será especialmente duro por las inundaciones que arrasaron con carreteras, viviendas y campos de cultivo.
Hace mucho calor se dice lo lunga nya en ganbae.
Yo ando todo el día sudando, abanicándome con cualquier papel que pillo.
- Lo lunga nya! - les digo todas las mañanas.
Les hace toda gracia que les comente el tiempo en ganbae. Después de sus segundos de carcajadas, me contestan:
- Aie, Paula. Lo lunga nya!
Y para sus adentros pensarán que si me quedará una semana más vería yo lo que es el lo lunga de verdad.
El sábado hicimos una fiesta con los ahijados de Estudiar en Chad. Comieron su boule, nos bailaron y luego les entregamos, uno a uno, unas pulseras con sus nombres.
Fue tan bestia el lo lunga que aquí una no pudo ir a un viaje que tenía previsto hoy a Bebotó de lo mal que me encontraba. Benditas hermanas de Doba, que me acogieron en su casa, me hidrataron y me prestaron una cama para que se me pasara el lolunga. ¡4 horas de siesta del carnero, señores!
Mamá, no te preocupes que por la noche ya estaba recuperada.
Mañana volveremos a intentarlo.
Disfrutad de vuestro cul o nya mientras una aquí se cocina lentamente..