Blog_Dra.-Paula (80)
Blog de la Doctora Paula
Medica especializa en Medicina Física y Rehabilitación trabaja en el servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Fuenlabrada
Bébédjia, a 11 de febrero de 2023
Sábado. Últimas 7 horas laborables de la semana.
Una semana llena de patología traumatológica imposible (y Jose pensaba que aquí poco iba a hacer) y de niños.
La semana en la que nos hemos asentado en el hospital y en la que el equipo se empieza a conocer, creando los lazos que nos habrán unido para siempre. Porque vivir esto “ensemble”, une.
Esta semana comenzó con el fallecimiento de los gemelos y ,laboralmente, ha terminado con una fractura abierta de fémur a la que no podremos hacer radiografía hasta el lunes pero que ya está lavada, cosida e inmovilizada con una ortesis añosa apañada para la ocasión.
Los primerizos del equipo se sorprenden de la forma de hacer las cosas, la forma de curar, de cómo llegan las pacientes con las patologías hiperpasadas, la manera de explorar, de prescribir tratamientos, la negativa de los enfermos a recibir tratamientos occidentales, decantándose demasiadas veces por los remedios del curandero.
Javi y yo ya estamos curados de espanto. Hemos normalizado tanto las cosas que hasta me da un poco de miedo.
La ausencia de electricidad durante la mayor parte del día sigue siendo, a mi parecer, el talón de aquiles del hospital, aunque realmente es el punto débil de todo el país, cuyos habitantes han asumido que la electricidad es un lujo y vivir en la penumbra la normalidad.
Pero no se trata solo de confort. Los concentradores de oxígeno, los monitores, el aparato de rayos, el ecógrafo, el laboratorio y el quirófano sólo funcionan cuando hay luz.
La luz evita que los niños mueran en la sala de urgencias.
La luz permite diagnosticar.
La luz permite traer al mundo a un niño dignamente.
Sin luz no se puede.
Sin luz no se debe.
Afortunadamente, empresas como Cargo Services o el grupo Enara, organizaciones como la Fundacion Juan Entrecanales Azcarate o Energía sin fronteras nos están ayudando a desarrollar el proyecto de la reparación de la planta fotovoltaica. El día 9 llegó a Douala un contenedor con las baterías que sustituirán a las actuales. Todavía quedan un par de semanas para poder cantar victoria (ya que la salida del puerto y los trámites de la aduana en Chad se complican con extrema facilidad) pero espero que pronto descienda de forma significativa la mortalidad infantil al mantener de forma continuada los concentradores funcionando.
Espero que se pueda intervenir a los pacientes cuando sea necesario, o hacer radiografías desde primera hora de la mañana, sin tener que esperar que haya suficiente potencia para poner en marcha el aparato de rayos. Sueño con que las matronas puedan atender los partos sin necesidad de sujetar la linterna entre su cabeza y su hombro, y que para cogerle una vía a un niño no haga falta que otro miembro del personal esté alumbrándote con la linterna del móvil.
La puesta en marcha del grupo electrógeno resulta cada vez más complicada, no sólo por el precio del carburante desde que estalló la guerra de Ucrania, sino porque hay semanas en las que resulta muy difícil encontrarlo. En las gasolineras (escasas) te venden máximo 10 litros al repostar, y en los pueblos lo máximo que te puedes encontrar es un puestecito con botellas de litro y medio que poco apaño te pueden hacer si tienes que poner en marcha un hospital.
Que seamos conscientes, en nuestra pequeña burbuja europea, de lo afortunados que somos de darle a un interruptor y que se haga la luz, de poder guardar los alimentos en el frigorífico y de la seguridad de que, si alguna vez lo necesitamos, dispondremos de oxigenoterapia. Además, todo esto será posible todos los días del año y a cualquier hora del día.
Aunque ahora nos cueste el doble
Sor Mabel
Cada año añado joya al pack de misioneras.
Cuando yo pisé suelo chadiano por primera vez en 2017, Mabel (que era ya enfermera) volvía a Colombia (su país natal) para formarse como fisioterapeuta. Volvió a Doba en 2022 para tomar las riendas de mi sitio prefe de la región, el Centre de Handicapes de Doba.
Llegó con su sonrisa, su energía, sus conocimientos y sus ganas de hacer las cosas mejor, y dio una vuelta al centro que, ya antes, me parecía un pequeño oasis en la región. Igual que la escuela de las hermanitas de los pobres de Mbikou.
Llevo escribiéndome meses con Mabel sin conocerla, compartiendo casos e ilusiones, y ella estaba esperándonos con una lista enoooorme de pacientes para ver.
Hoy fuimos Jose, Rocío y yo para pasar la mañana con ella. Lo de pasar es un decir, porque estuvimos viendo pacientes non stop hasta prácticamente las 16 horas. Casos imposibles, casos desesperados, casos habituales en esta zona del mundo donde existe tanta pobreza, tanta enfermedad, tanto hambre y tan poca sensibilización en lo que a la discapacidad respecta.
Habdicapes de Doba es un centro para la rehabilitación e inserción de las personas con discapacidad. En él trabajan Erica (trabajadora social), Mabel (fisioterapeuta y enfermera), sor Cris (aprendiendo el idioma en la actualidad), Sor Magali e Irene (2 enfermeras), 3 auxiliares de fisiioterapia (hasta que ella llegó había uno a media jornada), un maestro, un carpintero un soldador
En un pabellón están la consulta (atiende a pacientes ambulantes), la sala de enfermería para cura de heridas sucias y de heridas limpias, la sala de fisioterapia de adultos y de niños (básicas pero suficientes) y los pequeños gabinetes independientes. Hay habitaciones con 3 o 4 camastros para los pacientes internos y los edificios donde se forma a los discapacitados como carpinteros o como soldadores. Aquí hacen las muletas, voiturettas (las sillas de ruedas del lugar, pequeños carritos impulsados por el pedaleo de brazos), sillas de ruedas, puertas...
Mabel, junto con sus hermanas Erica y Cris, mantienen el centro perfectamente organizado, los dosieres de los pacientes ordenados y clasificados (gesta titánica en este país, creedme), las salas y consultas limpias, minimalistas, las salas de curas de circuito sucio y limpio separadas, las habitaciones todo lo presentables que la cultura local permite. Todo paciente tiene que asearse si quiere ser tratado (paso de GIGANTE en esta sociedad) y debe aportar dos mudas, una pastilla de jabón y un paño que posteriormente dividen en secciones que se esterilizan para las curas.
Como ocurrió con los panes y los peces, de un paquete de gasas sacan cuatro cuartos para tratar a dos pares de pacientes.
El centro está tan lleno que trabajan si descanso pero siempre, siempre con esa alegría y esa vitalidad que logran trasformar la vida de quienes la tenemos cerca.
Mabel es intuitiva, inteligente, sabia, razonable, compasiva, ordenada y vital.
Aquí la sanidad no es gratuita. Pero ella no deja a nadie fuera. “Este centro está pensado para los más pobres de entre los pobres. Y así debe seguir.”
- Cuando pueda me va trayendo de 100 francos en 100 francos. Pero usted se queda aquí hasta que este niño camine sin muletas.
Ella es el corazón del Centro.
También va a ser el motor y contraparte del proyecto de Rehabilitacion y Discapacidad Infantil para la región de Logone Oriental.
Hemos salido a las 7:30 de Bébédjia vuelto a las 19:30 a casa.
Estamos agotados pero ha sido un día maravilloso, así que el martes que viene por la tarde volveremos para agotarnos un poco más.
Lo Njia Tar
¡En pie!
Bébédjia a 9 de febrero de 2023
“¡Vamos cariño!”
Voy juntando poquitos de información para lograr componer la historia de nuestro pequeño Esperance.
La madre , Adeline, tiene 25 años y 5 hijos en total. La mayor tiene 10 años y la pequeña, Inocente de nombre, tendrá alrededor de 18 meses.
La madre de Adeline es Christine, la súper kaká.
El padre de Esperance murió en en 2020 o 2021 (eso no me queda claro). Más o menos en la misma época, Esperance sufrió una malaria cerebral que le quitó la autonomía que había logrado tras la meningoencefalitis.
Tras la muerte del padre, nadie quiso hacerse cargo de Adeline y su prole, probablemente por la discapacidad de Esperance. Recordad que aquí un niño con una discapacidad es una carga familiar difícil de asumir desde el punto de vista económico; enfermará y necesitará dinero para ser curado y, para más inri, no será capaz de ganarse la vida y colaborar con los gastos familiares. Pero ojo, que también es una carga social. Existe la creencia mágica de que los niños serpiente (que así los llaman) son el castigo por alguna falta que ha cometido algún miembro de la familia y la culpa no se purgará hasta que el niño muera.
Nadie quiere cargar con tamaña mochila, así que ahora son ellas dos las que deben sacar adelante a los 7 del clan.
Esperance tiene 8 años y pesa 10 kilos. Su madre y su abuela lo quieren porque si no ya habría muerto, pero estoy segura que es el último que come en casa porque es “el que menos renta”, como dirían nuestros nassaradolescentes. Este es el mundo al revés, señores. Cuanto más vulnerable, menos cuidados. Así que malnutrición crónica al canto.
Las secuelas de las dos infecciones del sistema nervioso, la malnutrición y la inmovilidad (a Esperance lo transportan) lo han conducido a la situación en la que se encuentra ahora: limitación de las cuatro extremidades, imposibilidad para desplazarse, dificultad para alimentarse, alteración cognitiva y discapacidad visual severa.
Y a pesar de tooooodo este currículum, es un niño risueño y muy comunicativo aunque no se le entienda bien.
A Esperance le gustan las pelotas y el ruido del xilófono. Le gusta la música de Zaz y cuando le hablas con cariño. Le gustan las galletas y, a pesar de lo poco que ve, es capaz de tantear las superficies y encontrar el pedacito extraviado. Si no atina para llevárselo a la boca y se le cae (solo utiliza la mano izquierda pero hace una garra poco funcional), no desfallece ni se irrita. Lo intenta una vez, y otra, y otra, y otra más hasta que lo consigue. No le gusta que le estires los gemelos pero apenas se queja y enseguida vuelve a la risueñez cuando le dejas en paz. Su sonrisa torcida y su mirada de medio lado transmiten buen rollo y ternura a partes iguales.
En poco tiempo se consigue bastante. Cada vez aguanta mejor sentado. Cada vez está menos tenso. Yo le animo sin parar.
- ¡Vamos cariño! ¡Vamos cariño!
Esperance ha ido más allá.
Tan impresionante y desternillante es la cosa, que Rocío lo grabó para los más escépticos.
Ahora, además de trabajar cada vez mejor, me anima a mi con su lengua de trapo y me dice:
- ¡Vamos cariño!
Me
Lo
Co
Mo
Con
Patatas
Bébédjia, 8 de febrero de 2023
El teléfono escacharrado.
Día 3. Seguimos con la fase de acoplamiento pero ya más integrados en la rutina hospitalaria. Aunque sea el quinto año que vengo aquí, siguen costando los pases de guardia sotto voce. Parece que hay una cámara oculta. El que sale del turno de noche comenta al equipo de la mañana las incidencias que hayan ocurrido en su turno, pero lo hace en una voz TAN baja (modo policía de paisano hablando a micro oculto) que no hay quien se entere. El equipo que entra se mantiene impasible. Alguno asiente. Y tu te quedas perplejo -modo ardilla de ice age- porque no has entendido ni una palabra en toda la reunión.
Tras haber transmitido a susurros toda información relevante, empiezan a hablar en tono normal.
Esta mañana, Rocío creyó entender que le había sucedido algo al padre de Pelagie (la jefa de enfermeria de pediatría) y que, por ese motivo, esta no iba a poder estar durante el día en la unidad y tampoco Zebu (mano derecha de Pelagie, el más mayor del servicio), que iba a acompañarla en la búsqueda de medicamentos para su padre, gravemente enfermo. La ausencia de estos dos pilares básicos en la pediatria había provocado un gran revuelo entre el personal de la unidad, por lo que discutían entre ellos, probablemente mientras se decidía quién sería el responsable del pase de visita.
Preocupada, me acerco a la pediatría con paso allegro ma non tropo (aquí correr, no corre nadie) para manifestar nuestra disposición para ayudar en lo que se pueda y nos encontramos con una unidad tranquila. Pelagie y Zebu no están, pero el Dr. Israel (incorporado esta misma semana) acaba de llegar para el pase y Rocío y yo le acompañamos. Al rato se incorporan Pelagie y Zebu.
La conversación real:
Pelagie debía ir con Zebu (también conocido como “papá“ por ser el más añoso) a una reunión con el director y el resto del equipo les exponía quejas sobre el funcionamiento de la unidad (sobretodo por la falta de luz la mayor parte del día; ver morir a niños cuando se va la luz y, por tanto, el oxígeno, es un sapo difícil de tragar).
Y esto, queridos míos, nos pasa a diario (pero mucho peor) con los pacientes.
Generalmente no hablan francés, sino nganbae o árabe. Los que hablan nganbae saben algo tirando a poco de árabe pero la mayoría de los árabes no hablan otra cosa que su idioma.
Cuando quieres saber la historia de algún paciente lo intentas primero en francés. Cuando compruebas que por ahí vas mal, le sueltas los síntomas principales en nganbae o en árabe (se pueden consultar en el pequeño diccionario que he escrito con palabras clave como diarrea, fiebre, dolor o vómitos, tan útiles por estos lares) con la esperanza de que ellos asientan con la cabeza cuando hayas pronunciado el síntoma que tienen (claro que previamente tienen que haberlo entendido, lo cual puede ocurrir en menos de la mitad de los casos). En cualquier caso, es recomendable siempre acompañar la palabra clave con una interpretación teatral que parece sencillo pero tiene su intríngulis en el caso de algunos síntomas (véase diarrea). Pero claro, eso te da una idea de los síntomas, pero no del tiempo de evolución, el ritmo y otra larga ristra de información que los galenos europeos nos aseguramos de poseer antes de explorar y que, por si sola, puede acercarte mucho al diagnóstico.
Generalmente se produce el asentimiento y, posteriormente, un discurso ininteligible para nosotros - aunque nunca demasiado extenso - donde probablemente nos dan uno o más datos relevantes que, por supuesto, no entendemos porque eso no hay diccionario casero que lo recoja.
Cuando has llegado a tu límite comunicativo, vas en busca y captura de alguien que haya estado escolarizado los suficientes años para hacer de traductora espontánea. Una vez encuentras a la rara avis, no la puedes dejar marchar, pues te apoyarás en ella el resto de la jornada. Tu preguntas en francés, rara avis lo traduce al idioma que proceda, paciente o familiar de la paciente emite información de vuelta que avis traduce y te vuelve a ti en un francés apañao. ¿Cuánta información se ha perdido en el proceso de ida y vuelta? Ni idea, oiga. El proceso es lento, tedioso. Pero todo aquí cuesta mucho, así que lo asumes sin desfallecer hasta que quedas satisfecho de datos.
Si no encuentras a la que sera tú persona preferida el resto de la jornada, perseguirás a alguno de tus compañeros enfermeros para que te ayuden, cosa que no siempre pueden hacer por la presión asistencial.
Situación actual en la pediatría: ausencia de traductora oficial por el momento.
La realización de una historia Clinica potable es pura fantasía.
Ainsss.
Bébédjia, a 7 de febrero de 2023
Esperance
Gema, mi compañera fisioterapeuta del Hospital (y de enganCHADos), conoció a Esperance en junio de 2017.
El pequeño, que entonces tenía dos años, había sobrevivido a una meningoencefalitis tuberculosa pero había perdido la capacidad para desplazarse y tenia un defecto visual importante.
A Esperance le acompañaba en el hospital su padre, que caminaba con muletas por las secuelas que le dejó la poliomielitis, y su abuela, Christine, de quien ya os hablé hace años.
Gema trabajó con él y enseñó a la abuela y al padre cómo estimularlo en casa. Cuando yo llegué a Bébédjia en noviembre de ese mismo año, me trajeron al peque. Tengo vídeos y miles de fotos porque me emocionó ver cómo Esperance había mejorado muchísimo ya que pesar de los déficits, gateaba, se ponía de pie y caminaba agarrado por la barra lateral que acabábamos de instalar para nuestro proyecto.
El padre tenía nuestro teléfono, y llamaba a Gema para que le ayudáramos para continuar sus estudios. A mi me lo pedía en persona cuando me veía año tras año en Saint Joseph. Conocía a algún enfermero que le avisaba de que la expedición española había llegado y me lo encontraba, al poco de aterrizar, esperando en la puerta del hospi sin el niño. Le explicaba, año tras año, que enganchados es un proyecto sanitario y que no podíamos subvencionar sus estudios (por mucho que me hubiera gustado), pero que intentaría buscar algún proyecto que pudiera ayudarle (y que nunca encontré).
El año pasado no vino a verme. Pregunté y me contaron que el papá había fallecido, pero que Esperance seguía vivo y al cuidado de su abuela.
Hoy Pelagie, la enfermera jefa de la Pediatria, me ha pedido que valorara un paciente de 8 años con secuelas de malaria cerebral. Al parecer estaba haciendo tratamiento rehabilitador con la hermana Mabel en Doba y lo derivaron a Saint Joseph para ingresar por malnutrición. Reviso la historia. Hay pocos datos.
Pelagie me ha acompañado a ver al paciente que estaba tumbado en el suelo sobre un paño. Me parece demasiado pequeño, demasiado delgado para la edad que dicen.
- ¿8 años?
Pelagie asiente.
El chaval está boca abajo, con las piernas hiperextendidas y los pies en punta. Sus brazos, en flexión el derecho y extendido el izquierdo, se mueven torpemente, sobretodo el derecho, cuya mano mantiene fuertemente cerrada. En esta posición solo alcanza a subir ligeramente la cabeza y la parte superior del tórax, y cada vez que lo intenta, las piernas, rígidas, se dirigen hacia arriba y el cuerpo entero se comba. Tiene el pantalón empapado de orina y con restos de jefes. Parece que canturrea. Al menos está contento. Con cuidado lo volteo y me encuentro una carita que reconozco. Esos ojos grandes, redondos. Esa mirada desviada a la derecha.
- ¿Se llama Esperance?
- Si.
- ¿Ha venido con la abuela
Pelagie asiente y se marcha en busca de la abuela. Pronto aparece con Christine, que no me reconoce hasta que no le enseño los vídeos de 2017. Se lleva la mano a la boca, me mira, ríe y empieza a contarle en nganbae nuestra historia a las compañeras de habitación. Supongo que les hablaría de los juguetes que tanto le gustaban a Esperance, de cómo le engañábamos con cacahuetes para que caminara alrededor de la mesa o a lo largo de la barra. De los aplausos y ovaciones cada vez que recorría la pediatría gateando en busca del xilófono.
Esperance y Christine. Me pregunto qué habrá pasado entre medias para que ahora el pequeño esté tan afectado neurológicamente. No consigo enterarme. Christine apenas habla francés y los enfermeros están demasiado liados para hacer de traductores.
Escribo a Gema.
Empezaremos de nuevo.
Bébédjia a 6 de febrero de 2023
Hay una capilla dentro del hospital. La mandaron construir hace unos dos años, gracias a unos benefactores polacos.
En esa capilla se reúnen los lunes los trabajadores de Saint Joseph y con unos cantos, una lectura del evangelio y una reflexión sobre lo leído comienza la actividad cada semana.
La capilla es abierta y austera, con bancos de cemento de principio a fin. En ella también se celebra, una vez al mes, la misa de los enfermos, donde acuden pacientes, familiares y personal.
Es lunes, y aquí ha empezado nuestra jornada laboral hoy también. Una vez presentados en sociedad los 5 (bueno, los 3, que Javier y yo ya casi somos parte del staff), nos hemos distribuido por nuestras respectivas zonas. Yo he acompañado a Rocío a la pediatria que está bastante tranquila (me refiero a la sala de pediatría, que la pediatra estaba nerviosa pensando en el debut). Hay 39 pacientes ingresados cuando en época de lluvias hemos llegado a tener 108.
Calma aparente. Aparente, porque a los pocos minutos de llegar, sin que me hubiera dado tiempo a enseñar a Rocío el control de enfermería o las habitaciones, han traído a un prematuro que acababa de nacer y no respiraba.
Si no hay luz no hay concentrador de oxigeno, así que sirviéndonos del unico ambú de la unidad, hemos empezado con la reanimación del pequeñin. Rocío me mira atónita. Nadie corre, todo se hace lentamente, hasta las ventilaciones del pequeño, como si todo el mundo fuera consciente de que hay muy poco que hacer. Con una prudencia y educación exquisitas, Rocío ha comenzado a dirigir la reanimación hipermegabásica del bebé que yacía inmóvil, pálido y arreactivo. Cuando por fin empezaba a respirar por si mismo, nos ha llegado su hermano que, a priori, pintaba mejor…hasta que se ha parado. Y así hemos estado, ventilando a uno y otro, dando masaje cardiaco al primero y al segundo cuando sus corazoncitos dejaban de latir, poniéndoles cafeína por una sonda nasogástrica (cafeína que hemos traído nosotros, que aquí no hay) porque hasta el momento había sido imposible cogerles una vía. Yo me he ido a ver a un paciente a la consulta y, a mi vuelta, Rocío me confirmaba que ambos respiraban. Por fin había luz. Por fin se pudieron poner en marcha los concentrados Por fin los gemelos parecían reaccionar.
Felicidad.
Superada esta primera fase de ansieuforia, ha sido una tortura ver cómo intentaban cogerles una vía. Sus pequeños brazos con diminutos hematomas lineales en manos, antebrazos, codos y pies fruto de numerosos intentos de canalización fallidos. Los enfermeros, ayudados de las linternas de sus moviles, intentándolo una, otra, otra vez. El llanto lento, débil provocado por el dolor. Sus movimientos espontáneos todavía poco enérgicos, pausados, ineficaces.
Finalmente se ha conseguido colocar sendas vías y se les ha cubierto con una manta térmica que, lamentablemente, de poco ha servido, pues el segundo en llegar ha fallecido al poco tiempo. La abuela se ha quedado sosteniendo el bracito del prematuro primero para que la vía funcione bien. Ojalá salga. Ojalá.
Ha habido más, mucho más este día de estreno. La hermana Mabel del centro de discapacitados de Doba manda un goteo de pacientes que nos mantiene ocupados hasta la hora (sofocante) de la comida.
También se han sucedido los abrazos (que hoy si me los han dado, aunque reconozco que antes de escuchar mi todavía prácticamente inexistente voz), las llamadas de Elisabeth para que valore a alguien o intente poner en orden el almacén (que cada año toca ordenar y tirar) y mucha alegria al comprobar que todavía me acuerdo del Nganbae, de las palabras claves en Árabe y que me manejo mejor en francés.
A las 10 de la noche toca vuelta rápida por la pediatría para repartir comida y para comprobar que el primer gemelo decidió acompañar a su hermano en el cielo, que allí no duelen los pinchazos ni te molestan un par de nazaras insuflándote aire en tus inmaduros pulmones cuando todos los demás sabían que no había nada que hacer. Y es que sin dolor y sin disnea se puede uno dormir, y dormidito se está mejor.
Impresionante la respuesta de nuestra pediatra, Rocío. Su calma, el respeto con el que ha manejado la situación y la aceptación inmediata de esta realidad, la realidad en la que tendrá que trabajar y luchar el resto del mes.
Hoy ganó la muerte, pero mañana puede que no. Ademas, las baterías para la planta fotovoltaica siguen acercándose a Douala. Y con ellas estoy segura de que a la muerte le costará más imponerse.
Palabra de la Dra. Lumière.
Bébédjia, a 5 de febrero de 2023
Amanecí sin voz pero con todísimas las ganas de hablar. No sólo estoy muda. Me acompaña una tos perruna que aleja hasta a los más valientes. Difícil abrazar a diestro y siniestro (y mira que me gustan los abrazos, pero hay que contarse cuando el modo infectocontagioso is ON).
Parece imposible que ya haya pasado un año. Bébédjia ha cambiado poco. La misma carretera, el lento ir y venir de la gente por sus orillas, la tierra roja, los árboles de mango con sus frutos todavía inmaduros, los niños que te llaman “nazara” desde lo lejos para captar tu atención, las cabras, gallinas y cerdos libres, comiendo Dios sabe qué del suelo (porque sólo hay tierra y basura), el puesto de la madre de Eveline, la tiendita de Abakar y la de Abdel (que me gusta más), el Amikal, las pequeñas montañas de ceniza por aquí y por allá, el mercado…
Hace mucho calor para la época del año en la que estamos. Mucho más que el año pasado. El calentamiento global es, efectivamente, global.
Parece que van a abrir la gasolinera que cerró antes de que yo pusiera un pie en esta tierra. Mientras tanto, los pequeños comerciantes siguen ofreciendo sus botellas rellenas del preciado líquido.
Han abierto una nueva discoteca que se llama Facebook. Dicen que la música es buena y es algo más chic que la corrala de La Petrolier.
Prometo ampliar la información a este respecto.
Y aunque el escenario sigue más o menos como lo dejamos hace algo menos de un año, han cambiado alguna de las actrices principales.
En la casa de las Combonianas hay nuevas caras. Sor Susan, Ugandesa, ha venido a tomarle el relevo a Sor Elisabeth, que se retira de la cancha de juego (merecidisimamente) durante un tiempo todavía por determinar. Es mucho más tranquila que la brava italiana, pero es cercana, amable y parece que aprende rápido (no le queda otra a la pobre). La presión supongo que será inmensa. Cómo sustituir a la doctora que ejerce de ginecóloga, cirujana general, traumatóloga, uróloga, internista, pediatra y radióloga? Je ne sais pas, vraiment. On verá.
Sor Pilar volverá en unos días de Congo y Delphine ya se marchó a Italia. Parece que Marie la seguirá en un mes. Ambas deben seguir su formación antes de realizar los votos definitivos.
En casa de las mexicanas también hay sangre nueva. A Sor Laura ya la conocíamos del año pasado. Había llegado 4 meses antes que nosotros con su sonrisa gigante y sincera, sus ganas y sus nulos conocimientos en francés. Se ha hecho con los niños de la APMS y parece seguir contenta. Ines y Teresa se han marchado, y ha llegado una hermana que se llama Guadalupe que me ha requetechiflado. Es de esas personas que sonríen con los ojos que a mi me gustan tanto. Simpática, divertida y sobrepasada por el francés (ella ni papa tampoco). Nos han invitado a un licuado de concentrado de hibisco, limón y apio que Jose quiere plagiar desde ya, aunque sin licuadora no veo cómo se va a apañar. Y sin apio, que yo no he visto ninguno en el mercado. Y sin frigorífico que funcione 24/7.
El hermano Jesuita que operaba en Goundi se ha marchado, así que ahora también vienen a Saint Joseph los pacientes de esa parte del país. La Cirugía, a tope.
Llegaron 3 médicos recién licenciados hace unos días, pero lamentablemente uno de ellos (el que parecía tener más habilidad con el bisturí) ya ha causado “alta voluntaria” (por no decir que se ha fugado tras firmar el contrato) porque quiere quedarse en la capital. Qué difícil es la fidelización de los médicos aquí. O los integra el estado, o se marchan a ciudades más grandes o incluso a otros países para hacer la especialidad (normal por otra parte) o les contrata una gran ONG. Elisabeth está que trina. Solo espera que los otros dos duren un poquito más.
Mañana nos esperan a las 7 de la mañana para iniciar la semana. Conoceremos a los nuevos médicos y Jose, Rocio y María Jesús podrán tomar el pulso al Saint Joseph.
Un abrazo a todos.
No os hagáis los remolones que a vosotros no os contagio y me encantan los achuchones.
Dos semanas antes: tu marido se pone enfermo y no para de toser. Noche y día. Tu a lo tuyo, con la sesión en francés sobre los traumatismos craneoencefálicos.
5 días antes: cae numero 3. Inicialmente síntomas débiles
4 días antes: síntomas floridos del virus que toque. Compendio respiratorio e intestinal.
Pero claro, tú ya te lo has comido a besos.
48 horas antes: llevas tus gafas progresivas (si, progresivas) a una Optica random para que te ajuste las patillas y te las ajusta. También calienta tanto la cosa que las lentes se cuartean tipo tierra seca de zona semidesértica en verano. Ya no ves. Y ella, se hace la sueca. Y, por supuesto, NADIE te hace unas progresivas con ene mil tratamientos (o sin ellos) en 48 horas.
Oh wait! Si tienes el mejor óptico del universo en Villaviciosa de Odon! Él lo intentará.
48 horas antes también: te empiezas a encontrar como el culo. Trasferencia vírica de número 3 a madre COMPLETED.
Menos de 24 horas antes: tienes que comprar unas gafas más pequeñas que las que tienes para adaptarle las progresivas que vienen, en plan carrera de relevos, desde Alemania ni mas ni menos. Con la de cosas que tienes que hacer, a menos de 24 horas del despegue, una menda se halla en la zona de gafas de sol del Hipercor de Pozuelo en busca de unas gafas para microcéfala, graduables y que no se apoyen con toda su ira en la nariz. Crees que las has encontrado aunque quedan un poco grandes. Utilizas una tarjeta abono que te encuentras en el bolso para pagar. Te vas a la óptica del corte inglés donde te dicen que ese plasticazo no admiten modificaciones ni graduación. Vueeeeeelta a la zona gafas para devolverlas y buscar otras. Devolución a la tarjeta regalo que se queda en el puesto de pago a la espera de reutilizar mientras buscas otras. En ese ínterin otra clienta pasa a la zona de caja para devolver unas gafas y no se sabe bien ni cómo ni por qué acaba con mi tarjeta de abono con mi dinerito y el suyo en mi tarjeta de abono. Cuando nos damos cuenta ha desaparecido. Trámites de recuperación de saldo: 1 hora y media.
Ohhhhhhhm.
Tareas pendientes: acabar maleta, imprimir billetes, seguros, charlas, certificados COVID, comprar algodón y tierra biodegradable para el hámster, vuelta a la farmacia (6ª vez en la última semana) porque se te ha olvidado comprar algo, llamadas, ir a Villaviciosa de Odón a que me adapten las lentes (en serio: lo de mi nuevo óptico es increíble), cenar, beberme una copa de vino, hablar con los niños y ronda de mimos, atar cabos sueltos con marido, cargar cajas y maletas en el coche, meterme en la cama e intentar dormir antes de que suene la alarma a las 3:00.
Ojos como platos
3:00. Empieza el viaje
Cada viaje es distinto y todos igual de terroríficos.
Las escalas demasiado largas, pero nunca lo suficiente para que no te encuentres a ti misma el el último minuto corriendo de un lado a otro para que te de tiempo a ir al baño, rellenar la botellita de agua y comprar algo de comida antes del embarque.
Bajo los efectos de los corticoides, puedo presumir de no haber echado ni un sueñecito en las 10 horas de vuelo que siguieron al estrés pero embarque.
Y con ese estado de alerta aterrizamos en NDjamena a la hora prevista, dispuestos a enfrentarnos al control policial, al momento en que te cambian tu pasaporte por un salvoconducto y al momentazo final aeropuertil de discusión sobre el contenido de las maletas, si tenemos este u ese papel, que si nos las quedamos, que si el ministro de sanidad no ha dado el ok…
Advertidos de que es la última vez que nos dejan llevarnos las maletas sin tener todos los papeles en regla, vamos a la busca de Jean Paul y la Toyota del hospital que nos llevará al centro de acogida donde pondremos las piernas en alto unas 6 horas antes de salir para los trámites en el viceconsulado y emprender la tortura de viaje que nos llevará a Bébédjia.
11 horitas alternando carretera potable y pista de ralley que nos ha obligado a parar varias veces para evitar que la pobre Rocio colapsara del mareo que llevaba la pobre. Y agradecidos de cada parada que nos permitía desencajarnos del asiento y estirar las piernas.
11 horas hasta llegar a Bébédjia con la bolsa de medicamentos que necesitan frio en una mochila térmica que ha hecho su papel gracias al hielo que nos ha conseguido Jean Paul en NDjamena.
11 horas de sudor, dolor de sacro, de rodillas, de garganta in crescendo amenizados por la música de la lista más choni de Jose.
Y tras casi cuatro horas de asentamiento en Saint Joseph, de reparto de chambres, búsqueda de misioneras para que el contenido del termomacuto no se perdiera después de toooodos los kilómetros recorridos, cena y charla con Elisabeth, me encuentro de nuevo en mi crisálida, preguntándome si el sonido del mosquito está fuera o dentro de la misma.
Ya estoy en casa.
Bébédjia, a 12 de febrero de 2022
Mis frascos
Siempre he pensado que sería maravilloso poder guardar imágenes, sonidos, sensaciones, olores y emociones en pequeños botecitos mágicos que uno pudiera abrir cuando lo necesitara para trasladarte, momentáneamente, a esos lugares o a esos momentos tan especiales.
Hoy toca fabricar esas botellitas imaginarias para guardar todo lo que no quiero olvidar.
No quiero olvidar a Modeste-Miracle, a Issa, a Bienvenue, a Yvette y Jackie, a Orphine, a Sandra, Michel, Moustapha o Ahmed.
Quiero guardar en un botecito especial a Emmanuel, en el mismo en el que guardé a Survi en 2019.
Un frasquito contendrá a las misioneras a las que quiero desde hace años y a las nuevas incorporaciones de Mbikou, Doba y Bebotó. Este frasco habré de abrirlo cada vez que piense que mi día a día es duro o cuando la tibieza contamine mi fe.
He conseguido que venga Marie con su tía para despedirme de ella y darle un pañuelito mío que cubra sus cabellos pelirrojos por la malnutrición y que, de paso, alegre su triste mirada. Y unos bombones. Y unas espirales antimosquitos. Y unas galletitas. Y jabón. Y una tetera de plástico. Y agua. A cambio me la llevo en el botecito donde está Blanchie.
En el frasco destinado a los Discapacitados de Mbikou, he añadido a dos más: Franklin y Charlotte. Todos para dentro. Compartiré su esencia con sus generosos padrinos.
El bote de los huérfanos apadrinados gracias al proyecto “estudiar en Chad” está cada vez más lleno. Brilla más, hay más risas, menos malnutridos y mejores notas. Esta esencia la inhalaré cuando esté de bajón. Probablemente iré necesitando un continente mayor, porque hay casi 100 alumnos en Bebotó que necesitan padrino. Ya os contaré más adelante.
Nuestra cocinera Jeannette y sus sabrosos platos merecen el bote de los sabores. El aguacate, la lechuga, la cebolla, la berenjena, la pizza de cabra y la mousaka con bechamel hecha con leche en polvo Nido.
Me guardo el olor ajazminado de unas flores que nunca llegué a identificar. Un olor dulce y suave que nos ha acompañado todo el viaje y que nunca había sentido en las misiones previas.
Los majestuosos mangos con sus frutos todavía inmaduros, los árboles de flores naranjas, las buganvillas, las estrellas que brillan más que en casa, la luna que crece de abajo a arriba, el sonido de las aves nocturnas y la voz de Sor Marie cantando.
Me guardo los momentos de risas (muchos) y los más tristes y bajos.
El color azul de Saint Joseph. Mis compañeros. Mis amigos.
Hoy acaba la misión en Saint Joseph.
Nos espera el espantoso viaje de vuelta pero también la llegada al maravilloso dentro de acogida, lugar donde das al interruptor y la luz se enciende ¡a cualquier hora!
Antes de montarnos en el avión nos haremos la PCR (que esperemos sea negativa), nos enfrentaremos a los tediosos trámites del aeropuerto y, si Dios quiere, volaremos la madrugada del martes al miércoles.
Muchas gracias a todos los que habéis querido abrir los ojos y los oídos durante este mes. Los que habéis accedido a compartir el dolor, la enfermedad y la muerte con nosotros, con ellos. A todos a los que os entristece el sufrimiento ajeno y os enoja la injusticia. A vosotros, qué soñáis con un mundo mejor, más equitativo y solidario.
Nos vemos en la web www.enganchados.org, en nuestro perfil de Instagram @enganchados_oficial, en facebook (Enganchados ONG) o en Twitter @eCHADnosunamano.
Merci. Oi djo. شكرا لك.
À tout! Beré! إلى اللقاء
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Bébédjia, a 11 de febrero de 2022
Oro rojo
Los españoles somos conocidos por nuestra generosidad como donantes. Nuestro espíritu solidario debería exportarse, como el aceite de oliva o el vino. Marca España. Sobretodo a países como éste donde tanta necesidad hay a diario.
Las malarias de repetición ocasionan un aumento de destrucción de glóbulos rojos y una disminución de su producción, causando anemias graves y siendo especialmente susceptibles los niños y las mujeres embarazadas. Todos los que hemos trabajado aquí nos hemos enfrentado con hemoglobinas de 1 o 2 gramos y nos hemos preguntado cómo es posible que sigan vivos. Son la raza fuerte, de eso no tengo duda.
Teniendo en cuenta que la mayoría de chadianos son más bien de hemoglobina baja, en caso de parto o cirugía todos necesitarán al menos « une poche » del preciado líquido.
Gracias a nuestro hematólogo enganCHADo, Alfredo Bermejo, creamos un banco de sangre en Saint Joseph. La cosa tiene su intríngulis, porque para mantener la sangre donada en condiciones, tienes que disponer de un frigorífico cuyo funcionamiento no dependa de la electricidad, sino de la energía solar, del gas o de ambas. Encontrar el bicho no resultó no fácil ni barato, pero gracias a él, a las campañas de sensibilización y a las mejoras en el laboratorio, ahora podemos presumir de un pequeño banco.
Hay dos tipos de donantes: los donantes voluntarios y los donantes “por necesidad”. Los voluntarios suelen ser estudiantes de liceo, sores y enganchados. Pero somos minoría. Y eso que te dan un snack como premio. La mayoría de los que acuden al banco son familiares de pacientes. Llegan varios juntos (no siempre, que hay pacientes que mueren esperando a que algún pariente se acerque por allí), confiando en que al menos uno de ellos sea de un grupo compatible.
Una vez encontrado el donante, hay que hacer una batería de tests para descartar que tengas infección por VIH, hepatitis B, C o sífilis. Lamentablemente, en ese despistaje, son muchos los que se quedan fuera.
Da un poco de nervios todo el proceso. El cuarto de extracción es pequeño y está concurrido: familiares pendientes de testar, donantes voluntarios zampándose el premio post-donación, y una rata a la que le gusta trepar por la pared que está justo en frente de la camilla de donación (que, por cierto, es comodísima). Primero analítica en brazo derecho para despistaje de enfermedades contagiosas.
La espera para recibir el resultado de las serologías se hace eterno, por muy tranquilo que seas.
Una vez recibido el “apto” para donar, te toca el momento “atravesar la vena” con una “aguja” que parece una pajita de esas que vienen con los refrescos.Un tubito pequeño mínimamente biselado. ¿Es necesario tamaño diámetro? Pues parece que si, porque semejante tubo facilita que la sangre salga a toooooda pastilla, que no hay un minuto que perder. Es molesto, pero dura poco.
Para animar al personal, a los voluntarios se les premia con una bebida de cola y una lata de sardinas. Son muchos los que piensan que bebiendo Coca cola la sangre se repone porque es el mismo color, así que aprovechemos el efecto placebo ?.
Mi grupo sanguíneo es el más deseado aquí (y en todo el mundo). Intento no donar hasta el final del viaje (que después siempre me pongo malucha y no sé bien por qué), pero si hay algún paciente que necesita desesperadamente una bolsa de mi grupo, adelanto mi donación.
Este año, mientras donábamos, Marimar intentaba animar a los candidatos a donantes “por necesidad” a que regalaran una bolsa de su sangre “a fondo perdido”, para otros pacientes. La filosofía del banco de sangre, vaya.
Obtuvimos una negativa clara y argumentada: todos tienen anemia y no tienen qué comer. Fin de la discusión.
Todo es difícil aquí. Todo.
Esperemos que de los liceos salgan muchos voluntarios, porque la época de lluvias está cerca y empieza el crecimiento exponencial de anemias graves.
Uno de los objetivos de este año es mejorar el laboratorio, no sólo ampliando los espacios, sino dotándolo de equipos que permitan ampliar los estudios que ya hacemos. Y, por qué no, ideando estrategias que incrementen el número de donantes voluntarios.
¡Tú puedes empezar a ayudarnos contando nuestro proyecto! Necesitamos socios y donaciones.
Encontrareis más info en la web www.enganchados.org
Gracias a todos
Bébédjia, 10 febrero de 2022
El tsunami
La muerte aquí se celebra más que la vida.
No se festejan los nacimientos.
No se celebran los cumpleaños.
Si alguien enferma, la familia intentará ahorrarse hasta el último franco aunque le cueste la vida al doliente.
Se llevarán a los enfermos a la aldea a morir, como pasó con Orphine, la niña con quemaduras graves que debería haberse quedado para seguir con las curas y para que Elisabeth le amputara la mano, necrosada e infectada. Morirá sola en la aldea, aislada porque cada vez olerá peor su mano putrefacta, ignorada porque la enfermedad en alguien que no ha completado su ciclo de vida “normal” es debida a un mal de ojo o a un pecado cometido por otro miembro de la familia, y debería purgarse.
Si la vida de alguien se ha detenido antes de casarse y de tener descendencia, no se celebrará funeral. Creen que volverá de nuevo a la tierra y se volverá a repetir su malograda vida una y otra vez. Por eso, si te marchas demasiado pronto, puede que te entierren con agujas o pinchos en las plantas de los pies, para que no vuelvas nunca.
Pero si el que fallece no es un niño o un adolescente, comenzará la locura: las jornadas de funeral. Vendrán a celebrarlo los familiares de todos los rincones de Chad. Teniendo en cuenta que se practica la poligamia y que uno puede tener más de 30 hermanos sembrados por aquí y por allá, imaginaos la convocatoria.
Hay madres que dejan a sus hijos en casa para acudir a un funeral remoto de un primo para comprobar, a su regreso, que alguno de los pequeños ha muerto de inanición. Esto ha pasado. Pero se acepta porque la madre iba a festejar un entierro y eso, mes amis, es lo que verdaderamente importa. Siempre.
La comida la proporcionará el familiar más directo (mujer, marido, madre, padre, hermano…) durante los días que duren las exequias (variable según el poderío).
Nos cuentan las hermanas de Bebotó que , últimamente, está muriendo mucha gente de todas edades y que hay familias azotadas con 3 o 4 bajas en un espacio corto de tiempo. Si ya les resulta difícil vivir de lo que cultivan, imaginaos cómo se enfrenta una familia a 4 decesos seguidos. Los dos sacos de milo con los que podría vivir una madre y sus hijos hasta que terminara la época de lluvias, se esfuma. Y no hay manera de intentar razonar con ellos. Lo primero es el muerto. Aunque el fallecido se lleve por delante, finalmente, a todos los miembros de una misma familia.
Por eso igual tiran la toalla tan pronto.. Porque si se endeudan con los tratamientos y finalmente el paciente muere, no podrán enfrentarse al funeral.
Abandonar al enfermo y acompañar al difunto. Así es y así seguirá siendo. Y hay que conocer el por qué de las cosas y aceptarlo para no enzarzarte en una discusión inútil cuando luchas para que no dejen morir a una niña sola, muerta de dolor y estigmatizada.
Que la muerte te lleve pronto, pequeña.
Bébédjia, 9 de febrero de 2022
La formation
Todavía recuerdo el día que imparti mi primera formación en Saint joseph. Hablé (bueno, quizá eso es mucho decir) sobre la terapia Vojta en el manejo de los niños con daño cerebral.
Me expresaba tan mal en francés que tuve que hacer teatro. Mucho. Tanto que parecía que estuviera jugando a uno de esos juegos en los que uno interpreta y el resto de su equipo intenta adivinar una peli o una profesión. Afortunadamente el contenido era más práctico que teórico (porque explicar las bases de la locomoción refleja me parecía too much), así que con pocas diapositivas (muy visuales) creo que la mayoría entendió lo esencial de la charla. No conseguí ningún voluntario (todos agachando la cabeza y mirando el cuaderno), así que utilicé a la pobre Nerea (que se colocó sobre una mesa) para que al menos entendieran las posiciones de partida. Desconcierto inicial, muchas risas al final. También llevé material plastificado para que pudieran pegar en las paredes de la pediatría y, los enfermeros que tuvieron curiosidad, pudieron aprender la técnica con modelos de verdad durante unas semanas.
Las sesiones que imparto suelen ser así. Prácticas e interactivas. Ya no tanto para subsanar las lagunas lingüísticas en francés (que también) , sino para que se despierten (porque la hora es criminal), para distender un poco el ambiente y , de paso, que pasen un buen rato riéndose de la nazara.
Sin duda, la sesión más divertida fue la de las disfunciones del suelo pélvico.Tuve al personal respirando y concentrándose en contraer los elevadores del ano durante más de media hora. Épico total.
Dejemos para otro día la dificultad que entraña prepararte sesiones en francés (tarea titánica donde las haya).
A lo largo de estos años, los voluntarios de enganCHADos hemos llegado a impartir más de 40 sesiones sobre temas muy dispares. Después de cada día de formación, les entregamos el correspondiente diploma y, posteriormente, les invitamos a comer y beber.
Este año hemos simplificado un poco el menú porque el tema cabra o pollo es de complicada gestión. Una mujer emprendedora “Bébédjiana”preparó unos deliciosos bocadillos de carne para todos. Hemos hablado del manejo del paciente politraumatizado, de la malaria congénita, las convulsiones en pediatría y los accidentes cerebrovasculares (ACV en lo sucesivo, que me duele el dedo).
Me pareció una idea estupenda el tema de los ACV porque aquí son cada vez más frecuentes. Pero claro, todo hay que adaptarlo a esta realidad. Aquí se debe manejar esta patología sin pruebas de imagen, sin posibilidad de trombolisis, trombectomía o neurocirugia, sin medicamentos para el colesterol o la diabetes, sin anticoagulantes o antiagregantes diferentes a la aspirina, (que además es muy difícil de encontrar) y sin profesionales formados para tratamiento rehabilitador…el panorama es desolador.
Lo que SI podemos hacer es controlar las constantes, evitar factores de riesgo cardiovascular (muchos inevitables sin el tratamiento específico) y rezar.
Pero claro; cuando les hablas de hacer deporte te dicen que no pueden porque no tienen zapatillas y porque además casi todos tienen anemia (sin olvidar el calor tórrido durante muchos meses al año). Si insistes en una dieta sana, te recuerdan lo caro que resulta comprar frutas y verduras aquí.
Todo el mundo da el OK a la parte de rezar (menos mal).
A pesar de la complejidad de los temas, este año han preguntado más y creo que todos se han beneficiado del debate. Que aumente la curiosidad es buena señal.
Tenemos planes para empezar otra vía de formación…¡que se preparen nuestros amigos y compañeros sanitarios porque necesitaremos apoyo y muchos voluntarios!
Un abrazo, gente
Bébédjia, a 8 de febrero de 2022
El mes de la gloria
Así llama mi hijo Juan al mes que me marcho a Africa. Se libra de la que él considera “la mujer más pesada del mundo”.
Él realidad creo que yo descanso más que él ;)
Me dice que el mes se le hace corto. Y no le falta razón. Siempre se queda corto.
Es fácil olvidarse de las necesidades de otra persona si uno no se pone en su lugar, si no lo conoce bien.
No se trata de venir con el convencimiento de que tu manera de trabajar es la mejor, de intentar imponer tus cambios para que ellos se den cuenta de que lo que hacían hasta ese momento estaba mal pero que, gracias a Dios, han llegado los nazaras a abrirles los ojos.
No. No es eso.
Aunque a Juanito se le pasa el mes en un abrir y cerrar los ojos, a muchos les parecen nuestras misiones demasiado largas. ¡Un mes! ¡Y cada año!
Parece mucho pero no sobra ni un minuto de nuestra estancia.
Debes que pasar visita con ellos para conocer las patologías más frecuentes, darte cuenta de que falta personal o detectar dificultades de manejo de determinadas enfermedades (lo que facilita la elección de temas para las sesiones generales). Es el momento también de la formación practica, a pie de cama, donde muchas veces el que aprendes eres tú. Y, sobretodo, es el rato en el que aprendes a aceptar que los familiares se nieguen a que el enfermo consuma más tiempo y dinero y que quieran llevárselo a la aldea a morir. Eso hay que vivirlo y asumirlo. No hay otra.
Tienes que haberte hecho cargo de un paciente, haberle pedido pruebas (para comprobar que lo que pides no se puede realizar en el laboratorio o que si se puede pero desde hace más de un año no hay reactivos), y haber prescrito tratamientos (y escuchar la temida frase: “en rupture depuis…” ).
Es importante que hayas estado en las distintas áreas del hospital en diferentes momentos para comprobar cuándo hay luz y cuándo se apaga..
Debes haber dedicado tiempo charlar con tus compañeros de distintos servicios para poder conocer sus inquietudes y necesidades, sus problemas y sus sueños.
Y al menos haber intentado mezclarte con la gente de la calle y hablar largo y tendido con misioneras que llevan años aquí para conocer y entender sus creencias y su cultura para después, integrando todo lo vivido, lo luchado y lo aprendido, poder dialogar y, con humildad y respeto, ofrecer tu apoyo para lograr un objetivo previamente consensuado.
Y ese trabajo de campo no se puede hacer en dos semanas, ni siquiera en una sola misión. Por eso venimos el mayor tiempo posible y por eso repetimos. Y eso lo podemos hacer porque el hospital donde trabajamos en Madrid nos lo permite (y nos lo facilita) y porque el ayuntamiento al que pertenece nos apoya. Bueno…y también porque hemos casado bien :)
La reunión con la dirección de Saint Joseph ha sido muy agradable y fructífera. Nos hemos sentido familia.
Cuentan con nosotros para seguir mejorando la atención sanitaria de los pacientes del distrito (aunque la verdad es que vienen de todos los rincones de Chad) y nos agradecen , de corazón, nuestro apoyo. Y con ese motor estamos deseando volver para arrancar nuevos proyectos y para volver a la carga, que el COVID nos ha dejado alelaos.
El mes de la gloria va llegando a su fin y, aunque haya días en que hemos podido aportar (y mucho) y otros que borraríamos del cerebro, creo que el balance es absolutamente positivo.
En breve…¡a por los 11 meses de furia Chadiana en España!