
Blog_Dra.-Paula (102)
Blog de la Doctora Paula
Medica especializa en Medicina Física y Rehabilitación trabaja en el servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Fuenlabrada
Madrid, 30 de enero de 2024
Últimas horas previaje y me pregunto varias cosas.
- ¿Las mochilas encogen cuando se lavan a mano?
- ¿La ropa engorda de un año a otro?
- ¿Te has estresado al verme estas últimas 24 horas, papá? ¿Acaso es eso posible?
Mi ropa chadiana abulta más que los años previos.
El macuto es, claramente más pequeño.
No sirve de mucho intentar envasar al vacío la ropa porque el sobrante de plástico ocupa espacio ERGO lo que ganas por un lado, lo pierdes por otro. Pero oye, bien que te lo has pasado con Pablete y la aspiradora.
Tampoco resulta útil meter las prendas en los organizadores de maleta con posibilidad de cerrar una segunda cremallera para ceñirlo todo más. Al final ocupan más, pesan más y son menos flexibles. Mejor en los organizadores de siempre.
Lo he probado todo.
He sacado pantalones, camisas, camisetas. He mezclado calcetines con pantalones por si los sujetadores se acomodaban mejor con las camisetas (fíjate tú la chorrada)
He cambiado de modelos y tamaños de organizadores.
He hecho el tetris una y otra vez.
He metido el pie hasta la mitad de la mochila para hacer hueco pero no ha servido de mucho, papá: está claro que hay cosas irreductibles.
Una vez con la mochila semicerrada (que todavía falta el neceser), miro sin querer mirar las costuras que están casi a reventar y llamo a esbirro número 3 (jugador de rugby y con una agudeza visual claramente superior a la mía ) para que me ayude a pesar el bicho con una de esas básculas de mano.
- A ver…23…no. 24 kilos, mamá.
- ¿PEERRRRDONA?
- Sip. Mira, aquí lo dice.
-
Me alejo medio metro del número digital (por aquello de la perspectiva) y si. Efectivamente. Inexplicablemente pesa 24 kilamenes..
¿Pero cómo es posible que pese lo mismo que los maletones? Es imposible que me dejen pasar con este fardo a la cabina. Si tampoco he sido tan exagerada con la ropa…
Entonces pienso en ti, papá. Justo y preciso. Te gustaba viajar con prendas que te cubrieran en caso de cualquier inclemencia meteorológica o incidencia manchil. Calzado para todo: un par para ir, otro para estar, otro para volver. Uno para hacer senderismo en pista, otro para trecking un poco más duro. Sin olvidar el par un poco híbrido que sirviera para salir a cenar pero con su toque rural. Secuelas de los Jesuitas de Tudela, donde solo tenías un par de alpargatillas.
Que se me va la burra a los trigos. Pensando en ti, me he echado a reír. Sin duda, este es tu viaje soñado, tu drimcamtru para llegar al estado de cortocircuito bestial.
Y mientras un trozo de mi cerebro estaba contigo, el otro andaba pensando la manera de bajar 10 kilos de la báscula.
— Mamá …
- Cariño, déjame pensar
- Mamá, escucha…¡que está en libras!
¡¡¡SUBIDÓN!!!
No more tetris.
Pasemos al resto de tareas.
Imprimir diccionario español-ganbae- árabe (la autora: una me da).
Ir a recoger el “paquetito” para Sor Aurita, Salesiana que está en Koumra. Lo que inicialmente eran unas pilas para el audífono se ha convertido en…TACHÁN!…paquete de kilo y medio ?.
- Es que también le metí un poco de chocolate y un juego que nos pidió…pero se lo compramos de viaje, ¿eh?
Se masca la movida en la cola de facturación de AirFrance…todo con sobrepeso. Bueno, todo no. La mochila is under 13k.
Ha habido visita a madre, consulta con Juan, compra de last minute, llevada a rugby de Pablo y compañía, una hora de desestress con el maravilloso grupo de atletismo y nuestra DominAdrix y vuelta a casa para los flecos.
No sé si acostarme, la verdad.
Me lo estoy pensando mientras me doy un bañito caliente (de esos con los que fantasearé en Bébédjia) y una copa de Trus en mano.
En un rato nos vemos en el aeropuerto, papá. Ahora si.
Mientras, vete con mamá y asegúrate de que se tome el Oniria, que si no tampoco pega ojo.
Muchas ganas.
Ya si.
Beré!
Madrid, 29 de enero de 2024
Ay, papá… ¿pero qué hacías a las 6 de la mañana en el aeropuerto? Nos vamos pasado mañana. Que me expliqué mal en la carta que te escribí ayer. Con razón tanta gente se ha despedido de mí la pasada noche ?.
Estoy durmiendo un poco mejor (gracias a tu influencia), pero no lo suficiente para expresarme como Dios manda. Perdón.
Seguimos con el viaje, papá, que queda lo mejor.
Pararemos a comer en Bongor. Te avisaré unos minutos antes para que hagas unas inspiraciones profundas e intentes dominar tus potentes escrúpulos antes de tu primera comida Chadiana.
A la entrada del “establecimiento”donde comeremos habrá un bidón de plástico con un grifillo y una pastilla de jabón bien manoseadita para que nos lavemos las manos. No preguntes de dónde sale ese agua. Luego nos ponemos un poco de gel hidroalcohólico y punto.
Nos traerán en una bandeja grande redonda un par de pollos delgaditos desmembrados con cebolla, pimón (el picante que anulará cualquier sabor a rancio), tomate y limón. Si quieres ver la cocina, acércate al puestecillo que hay un poco más adelante, aunque te aconsejo que te quedes aquí pegadito a mi. Too much information can be overwhelming.
Por cierto. No busques los cubiertos. No hay. Tampoco servilletas. Sé que para alguien que limpiaba disimuladamente todos los cubiertos, así estuviera en un 3 estrellas Michelin, esta experiencia puede ser abrumadora. Tranquilo. Uno se acostumbra a comer con las manos, a dejar los huesecillos en la mesa, a chuparse los dedos al terminar de comer e incluso, en caso de necesidad (por ausencia de agua y jabón, kleenex o gel) a esparcirse el resto de aceite cual crema hidratante en las manos.
Tu cara es un poema. Si. Ya sé que preferirías morir de inanición antes que comer aquí. Me hace toda la gracia que, aún siendo ángel, sigas tan increíblemente aprensivo ?.
Espera que no todo va a ser gore. Acompañando el plato nos traerán unas botellas de 650 ml de cerveza africana. La Gala se parece un poco a la Mahou clásica y la 33 es un poco más fuerte que una Estrella Galicia. Y si. Parece mucha cantidad pero te la acabas. Y te pedirías otra si no fuera porque tendrías que pedirle a Jean Paul que parara cada dos por tres en medio de la carretera para esconderte tras un matorral. La sabrosa cerveza africana es la única bebida que encontrarás fría por aquí. Bueno…miento. Hay unas botellas de Fanta y Top que también están frescas pero es como beberse un sirope hiperdulce o medio litro de flash de fresa en estado líquido. Supongo que será menos sano el alcohol que el azúcar pero en mi caso no hay duda. Céréales más etanol is my choice. Always. Por eso nunca adelgazo cuando vengo aquí. Por el cereal.
La parada en Bongor anima mucho. El pollo sabe a gloria. La cerveza también. Has llegado al ecuador del viaje en coche y la carretera mejora. Se te ha secado el pantalón (el contacto pierna con pierna calienta mucho) y te ha empezado incluso a gustar la monótona melodía que pone en bucle Jean Paul.
Pasaremos por Mondou, la capital económica del país. No esperes una urbe moderna con rascacielos y calles. El Manhattan Chadiano es exactamente igual que todas las poblaciones por las que hemos pasado previamente pero un poco más grande. C’est tout.
La carretera que une Mondou y Bébédjia está muy bien. Es una carretera asfaltada de doble sentido sin arcén, pero no hay nada mejor en todo el país. Disfruta del camino. Cierra los ojos cuando estén cruzando cabras o cebúes. También cuando estemos adelantando a un camión que a su vez adelanta a una moto (donde van montadas 4 personas) que a su vez adelanta a la bici que está pasando a ras de los niños que van camino al cole. Así no verás que viene otra pickup en dirección contraria. Escucharás pitidos, pero no sufrirás.
Cuando la carretera atraviese un verde túnel formado por árboles combados, estaremos llegando a Bébédjia.
Llegaremos de noche al hospital (anochece hacia las 17:30). No te asustes con los carteles donde se indica que está prohibido introducir metralletas, katanas o lanzas. Como ves tenemos a nuestros guardas de seguridad armados con una porra y un detector de metales. No te plantees cómo va a ganar una porra a una kalashnikov. Déjate llevar.
Dentro del recinto estarán esperando Sor Pilar, Samuel, los de Iluminafrica y la sabrosa comida de Jeanette.
Y verás y entenderás que ya me siento como en casa.
Ocurrirán muchas cosas que te sorprenderán, que te horrorizarán o te conmoverán. Pero las viviremos juntos.
Te dejo que digieras todo lo leído.
Nos vemos el miércoles a las 4 de la mañana en el aeropuerto.
Deseando viajar contigo, papá. Te quiero.
Madrid, 28 de enero de 2024
Querido papá, seguimos que queda mucho viaje.
Javi y yo embarcaremos a las 6 de la mañana vía Paris y allí nos juntaremos con los dos farmacéuticos voluntarios del Alto que coincidirán con nosotros. Son de León. Buena gente seguro.
Paris-NDjamena se hace un poco pesado pero lo peor es la llegada con la policía de aduanas mirándonos con cara de pocos amigos mientras hurgan las maletas en busca de algún motivo para dejarlas retenidas allí. No te pongas nervioso. Dejaré ropa interior a la vista (disuasoria siempre) y sacaré el comodín de la antena diplomática como el año pasado.
Una vez salgamos del hospital, iremos al centro de acogida de Kabalaye (sitio austero pero limpio, disfruta esa noche porque es el lugar más lujoso donde nos vamos a alojar este mes). La cinta aislante es para los agujeros de las mosquiteras. Y no. Los bichos de gran envergadura que vuelan en el patio no son aves exóticas. Son murciélagos.
Al día siguiente iniciaremos el viaje en la Toyota por carretera/camino/pista hacia Bébédjia. Vamos apiñados pero atados, no te preocupes. Y tú no ocupas lugar. Ni sudas. Eres el compañero ideal. Como vamos 5 contando con el conductor yo no tendré que compartir asiento delantero con nadie este viaje, que ir como una amazona mirando hacia la derecha o izquierda 12 horas te deja los piramidales y las lumbares on fire.
La música que suena es la favorita de Jean Paul, música tradicional chadiana. No. No luches contra ella. Son doce horas de melodía monótona que deberás dejar que entre y salga de tu sistema auditivo rápidamente, como los pensamientos que debes dejar que fluyan cuando meditas. Te acostumbrarás.
Yo siempre tomo stugeron para no marearme al entrar y salir de los cráteres de tierra, pero tú supongo que eso lo tendrás dominado. Mejor cierra los ojos durante el viaje para no ver cómo conduce Jean Paul o como hacemos un sándwich a un pobre ciclista en el momento en que un camión decide adelantarnos a ambos.
El paisaje que verás cambia poco. Puro Sahel. Más cerca de la capital es más desértico, y a medida que nos acerquemos a Saint Joseph va siendo más verde. La tierra también irá adquiriendo un tono más rojizo conforme avancemos. Ni una montaña, eso sí. Con lo que a ti te gustan.
Verás niños bajo árboles de mango, puestos de comida en la carretera, poco coche, bastante moto, alguna bici y mucha gente andando en los márgenes de la carretera. Construcciones de ladrillo de adobe con techos hechos con ramas y paja. Camellos en los primeros kilómetros, cabras siempre, muchas gallinas, algunos cebúes y cerdos comiendo de la basura. Porque verás muuucha basura, papá. Plásticos y papeles por todos los lados, a ambos lados de la carretera o formando montañitas que acabarán por quemarse.
Suficiente dosis para hoy.
Además necesito que estés pendiente de mamá, que la he visto muy tristoncilla esta mañana. Dale la mano, métete en sus sueños para que reviva alguno de los momentos en que hacías reír a todo el personal. Ponte el pañuelo encima de la cabeza y susúrrale al oído que todo va a ir bien.
Hasta mañana, papi. Te quiero.
Madrid, 27 de enero de 2024.
Papá, queda menos de una semana para el viaje a Chad y, como es el primer año que me acompañas (y te conozco bacalao), te quiero explicar un poco lo que te vas a encontrar para que no te cortocircuites allí en el cielo.
Bueno, en realidad vas a tener que estar un poco allí conmigo y otro poco en casa con mamá, que parece que desde que te fuiste están apareciendo los achaques que no se podía permitir tener cuando tú la necesitabas. Así son los de Aragón.
Al lío.
Lo que me has visto hacer hoy en el baño es impregnar la ropa que voy a llevar con permetrina. Parece que el olor (prácticamente imperceptible para los humanos) ahuyenta a los mosquitos, y aunque Javi dice que lo único que consigo es intoxicarme, la realidad es que a lo largo de estos años me han picado muy pocos zancudos chadianos . Cierto es que el único que me picó el año pasado me pasó su dosis de plasmodiums, pero superamos ese bautismo malárico sin complicaciones.
Te veo levantar las cejas.
Por supuesto que os oculté este episodio.
Las maletas gigantes del cuarto de enganchados están ya casi todas llenas de medicación y material de quirófano para Saint Joseph. Se lo está currando Javi solo porque mamá me tiene entretenida con su esófago. Aunque en Chad a veces riñimos (si, con “i” porque son riñas muy lights) nos queremos mucho y es un amigo y compañero maravilloso. Y no. No le pasa nada en la boca. Habla raro porque su cerebro va a mil por hora y los músculos orofaciales no son capaces de seguir su vertiginosa velocidad mental, así que hay muchas letras o sílabas que, directamente, no pronuncia. No te frustres si al terminar el mes en Bébédjia no has conseguido dominar su disfasia. Llevo yo intentándolo desde 2017 y nada.
Llevaremos cada uno 3 megamaletas y el macuto con nuestras cosillas. Y a Chady bien limpito, preparado para ser arrastrado por el suelo, abrazado y untado con mocos de los niños de la APMS. Se queda mucho material en Fuenlabrada porque no hemos conseguido que venga ningún voluntario más este febrero. Ojalá encontremos otro par de locos que quieran ir en mayo y octubre. ¿Puedes hacer algo tú desde ahí? Inspirar corazones, remover conciencias, regalar valentía…seguro que conoces a alguien que tenga mano. Añade ese recado a la lista de mandados que te susurré al oído mientras te ibas.
Para que no te atores, sigo mañana.
Habla con el Jefe a ver si me ayuda a dormir un poco mejor que no pego ojo.
Te quiero y te echo muchísimo de menos.
Bébédjia, a 1 de marzo de 2023
Toca despedirse.
También toca rellenar los frascos que fabriqué en su día para poder guardar todo aquello que no quiero olvidar, todo lo que me ha hecho feliz. En las pequeñas botellas guardo imágenes, sensaciones, olores y emociones vividas y las abro cuando deseo trasladarme a esos momentos tan especiales, a esos lugares en los que me habría quedado horas, quieta, ensimismada.
No quiero olvidar a Chanceline, Mbay, Charlene, Fatme, Esperance, Ali o Mariam.
Quiero guardar a Martin en el mismo botecito en el que en su día guardé a Emmanuel y a Survi. ¡Cuánto amor hay en este frasco!
Añado a Guadalupe, Mabel, Erika, Cris, Soco, Susan y Alfonsina en el frasco que contiene a las misioneras a las que quiero desde hace años. La pauta de administración se mantendrá sin cambios: abrir e inhalar cada vez que piense que mi día a día es duro o cuando la tibieza contamine mi fe.
Un año más, he conseguido que venga Marie con su tía Irene para despedirme de ella. Hace 3 días que no comen ni ella ni sus primos hermanos (convertidos en hermanastros cuando falleció mi amiga y preciosa mamá, Blanchie). Su mirada sigue triste, aunque he conseguido ver un esbozo de sonrisa cuando ha visto la bolsita de chupachuses y galletas que le había preparado. La ayuda para que salgan al paso poco durará. Su tío (padre en la actualidad) sigue sin encontrar trabajo. Insisto en que entren en el programa de Estudiar en Chad. He regalado a la pequeña de vientre hinchado cuarto y mitad de mebendazol y una camiseta que le utilizará de vestido durante mucho tiempo. A cambio me la llevo en el botecito donde está su madre, Blanchie.
En el frasco destinado a los Discapacitados de Mbikou, he añadido a dos más: Mbay y Bernardin. Todos para dentro. Compartiré su esencia con sus generosos padrinos.
Ojo, que dejo hueco porque, al parecer, conoceremos en breve tres incorporaciones de último minuto.
El bote de los huérfanos apadrinados gracias al proyecto “estudiar en Chad” es cada vez más grande, más ruidoso, más colorido. A través de su cristal se puede ver mucha sonrisa, mejores notas, retales del curso de costura, archivos Word del de informática, niños mejor nutridos. Se ve también a “Jeanpolito”, al que ha habido que escolarizar en el kinder porque toooodos los días se venía desde bien lejos andando porque no quería pasarse de nuevo el día solo. El grupo de adolescentes está cada vez más bonito (y bobo, que el pavo es algo universal). Sin embargo, a la que más se ve brillar a través del vidrio es a mi debilidad, Marie Claire. Una parte generosa de este frasco lo ocupa el grito de alegría y la carrerita que se pegó al verme entrar en su internado. Eso, y el abrazo sincero, prolongado, sentido, caluroso, apretado que nos dimos.
A los alumnos de San Kisito de Bebotó también los incluyo aquí.
¡Cómo me gusta este bote!
La esencia de este la inhalaré cuando esté de bajón. Cuando esté contenta, también.
Sigue en el bote de los sabores nuestra cocinera Jeannette y sus sabrosos platos. El aguacate, la lechuga, la cebolla, la berenjena, la pizza de cabra y la mousaka con bechamel hecha con leche en polvo Nido. Aquí han entrado pisando fuerte Sor Guadalupe con su pozole y Sor Chaíto con su capitán.
En el bote de flora y fauna me guardo el olor ajazminado de unas flores de las falsas acacias, los majestuosos mangos con sus frutos, los árboles de karité y neré , los árboles de flores naranjas, las buganvillas, la flor del desierto, las estrellas que brillan más que en casa, la luna que crece de abajo a arriba, los termiteros con forma de champiñón de Bebotó, el lagarto que vivía en mi ventana y el sonido de las aves nocturnas.
Me guardo los momentos de risas y los más tristes y bajos.
El color azul de Saint Joseph. Mis compañeros. Mis amigos.
Hoy acaba la misión de febrero 2023 en Saint Joseph.
Nos espera el espeluznante viaje de vuelta (aunque Javo siga queriendo “romantizarlo”, la llegada al centro de acogida (lugar donde la ducha fría al menos lleva presión y donde das al interruptor y la luz se enciende a cualquier hora.
Intentaremos vernos con los 2 españoles que andan en Njamena y la madrugada del viernes al sábado nos enfrentaremos a los tediosos trámites del aeropuerto.
Volaremos de noche y, si Dios quiere, llegaremos a nuestra burbuja de amor y de confort el sábado por la mañana.
Y, como cada año, muchas gracias a todos los que habéis querido abrir los ojos y el corazón este mes. Los que me habéis acompañado para compartir el dolor, la enfermedad y la muerte, la injusticia y también la belleza de esta parte del mundo.
A todos a los que os entristece el sufrimiento ajeno y os enoja la injusticia. A vosotros, qué soñáis con un mundo mejor, más equitativo y solidario.
Nos vemos en la web www.enganchados.org, en nuestro perfil de Instagram @enganchados_oficial, en facebook (Enganchados ONG) o en Twitter @eCHADnosunamano.
Merci. Oi djo. شكرا لك.
À tout! Beré!
Bébédjia 28 de febrero de 2023
PERDI LA CUENTA
Perdi la cuenta de los niños que han fallecido estas semanas. Aunque en realidad no sé si perdí la cuenta o decidí no contar, que no es lo mismo.
Martin se fue la madrugada de ayer. Ya hace un par de días que comenzó también con dificultad respiratoria. No aguantó el frío. No aguantó las horas sin oxígeno. No aguantó.
Perdí la cuenta pero sé que en lo que va de mes no ha sobrevivido ninguno de los prematuros que hemos tenido ingresados.
Perdí la cuenta de los niños con malaria grave que no lo han conseguido. Ha sido un goteo continuo salvo dos días en los que no hubo fallecidos. Dos en un mes.
Da miedo pensar en lo que está por venir. Este ha sido el año más tranquilo en la pediatría de todos los que he vivido aquí y aún así, perdí la cuenta. A partir de junio la cosa empeorará, como cada año.
Perdí la cuenta de los pacientes a los que no hemos podido tratar o diagnosticar por falta de medios. Son muchos, pero uno no se me borrará jamás de la memoria. El estudiante de 17 años que viajaba desde el campo a Doba montado en la parte trasera de un camión a quien, tras apearse, se le cayeron encima dos enormes sacos de harina, partiéndole el cuello y dejándole tetrapléjico.
No se me olvidará cómo le tuve que explicar al padre que no había solución, que su precioso hijo varón que tanto le ayudaba en sus tareas agrícolas y que tan bien iba en el liceo nunca volvería a caminar ni podría manejar una voituretta, que no volvería a comer solo o a escribir, que estaba condenado a vivir con el collarín que le pusimos en el hospital porque la lesión del cuello era inestable e inoperable aquí, que tendría que seguir sondado y que necesitaría ayuda de laxantes y estimulación para vaciar el intestino. Lo trasladamos a Handicapés donde intentarán darle una vida digna en un entorno tranquilo, pero pronto los familiares se irán agotando y, como ya hizo la joven Celine el año pasado (tetrapléjica tras caerse de un mango), se dejará morir.
Y ojalá ocurra pronto, porque en este escenario, si sobrevive el tiempo suficiente, le queda malvivir.
Perdi la cuenta de los niños a los que he saludado, de los globos que he inflado, de los “chupachuses” que he entregado, de los mofletes que he acariciado.
De las misioneras a las que he abrazado, de los “tobanuas” y “salam” que he pronunciado, de los kilómetros recorridos, de los retratos que he tomado.
Pero no me olvido de los pacientes que salieron adelante, ¡de eso no hay que olvidarse!
No me olvidaré de Fatme, la pequeña malnutrida huérfana de madre a la que con mimo cuidaba su kaká, Aicha. Tampoco de Chantelle, la bebota con secuelas de malaria que empezó a mejorar ya estando aquí y que espero continúe tratamiento en handicapes.
De Mariam, la niña que sobrevivió a la meningoencefalitis, despertándose ciega y sorda. De cómo poco a poco empezaba a seguir objetos grandes con la mirada y parecía escuchar la música de mi spotify hasta que hoy, por fin, nos ha visto y ha bailado con la bachata de Manuel Turizo.
Nunca me olvidaré de Esperance, de su lengua de trapo, de su mirada estrábica, de cómo se emociona cuando escucha su nombre. El pequeño aguanta sentado cada vez más tiempo y en Handicapés lo mantienen limpio y bien vestido. ¡Vamos, cariño! ¡Sigue luchando!
Alí, el risueño árabe que perdió la visión de un ojo por Dios sabe qué motivo y que llevaba un año arrastrándose por una probable polio (pero váyase usted a saber) , ya puede caminar con sus muletas y los bitutores que le hicieron. ¿Cómo olvidarlo a él?
Siempre en mi corazón llevaré a la testaruda de Chanceline, que milagrosamente va mejorando del ojo y cuyas heridas van de cine, aunque deba seguir escondiendo la escayola unas semanas más porque la fractura no ha pegado todavía.
Hay dos prematuros nuevos en la incubadora antediluviana cubiertos por la manta térmica. Ninguno de ellos ha heredado el gorrito negro con rayas fucsias de Martin. Es mejor. Debía picar un montón.
Me quedo con el recuerdo de su pequeñez entre mis brazos y con la esperanza de que se sintiera amado en algún momento de su corta vida.
Dona/hazte socio
www.enganchados.org
Bébédjia, 27 de febrero de 2023
La Brousse
Hace un año conocí a las misioneras Guadalupanas de Bebotó. Siempre digo que fue una encerrona de sor Tere. Ella sabía bien que si AnaLi, Ana Rosa y Chaito me contaban situación en la que se encontraban los alumnos de su escuela, San Kisito, yo intentaría ayudarles. Era otra mochila más, si, pero podía intentarse.
Bebotó está en la pura brousse. Saliendo de Bébédjia hacia Doba hay unos 30 kilómetros. Una vez allí, si quieres llegar al hogar de estas misioneras Mexicanas y a la escuela que sostienen, debes lanzarte a la maravillosa y estrecha pista de tierra con socavones y cráteres. Cómo será la cosa que para recorrer los casi 60 km que separan Doba y Bebotó hay que echarle un par de horas y mucha biodramina. Y sujetador deportivo, eso también.
Aunque el paisaje es más frondoso conforme avanzamos, ahora está muy seco. Esto después de las lluvias tiene que ser espectacular. Hay campos de cultivo quemados repartidos a ambos lados de la pista. Cada año los agricultores los queman antes de la época de lluvias, parece ser que para preparar la tierra para la próxima siembra. Los niños aprovechan los incendios controlados para perseguir a las ratas que ya no tienen donde esconderse. Una vez cazada una rata, la echan a un zurrón y siguen con las batidas hasta que la bolsa esté bien llenita. Entonces ensartan a los roedores en un pincho, los cocinan a la brasa y se los zampan. Lo que no se coman, se vende. Brocheta de rata con todos sus pelos. Ñam.
Además de los terrenos hechos ceniza se ven campos de cultivo de mandioca, que debe crecer mejor en esta época. Hay menos mangos y más árboles de karité. También abundan los “neré”, árboles de aspecto escuálido y desnudo de los que cuelgan pequeños frutos de color rojizo o negro que son una especia muy preciada en Chad. Tanto que si a uno se le ocurre recoger estos frutos antes de que se abra la veda, ingresará en prisión. Y las cárceles de aquí son de película de terror (y no teorizo; hace unos años estuvimos atendiendo a los presos y madremiademivida)…
A lo que vamos: tierra roja, mangos, árboles de karité y neré, pequeños campos de mandioca y alguno de penicillaire. Y a ambos lados, cabezas de ganado conducidas por niños de etnia mbororó.
Y esto que parece tan bucólico es frecuentemente la causa del derramamiento de sangre en estas tierras conocidas como “el granero del Chad”. Los bororós, nómadas, cruzan estos campos y sus cabezas de ganado arrasan con el esfuerzo y la inversión de familias enteras, abocándolas a la pobreza y el hambre. Los agricultores, en un intento de salvar sus cultivos, se enfrentan con los nómadas y ahí comienza las batallas cuerpo a cuerpo donde todos pierden. Es cierto que antes de que lleguen desde el norte con las vacas, las autoridades locales acuerdan un pasillo para pastar, pero cuentan que últimamente apenas se respetan esos límites. Las malas lenguas dicen que el ganado pertenece a las personas con poder del norte del país y que los nómadas son simplemente pastores contratados y que, por ese motivo, a nadie le interesa poner freno a este problema que tanto daño, dolor y muerte acarrea.
Se ven pequeñas aldeas alejadas de la pista, con construcciones idénticas a las que se ven por todo el país.
Parece que cada vez son más los bororós que construyen sus chozas para quedarse, despojándose de su ADN nómada. Sus casitas son redondas y algo más bajas de las de los chadianos, y entre ellas incluso hay huertos bien cuidados.
A la altura de Beboungaye está el mercado de cereal más grande de la zona. Verlo vacío te da una idea de lo bullicioso que debe ser un día de mercado.
En la Toyota vamos las tres hermanas de BEBOTÓ, cuatro “mamás” del pueblo que van comiendo mangos y charlando en la parte de atrás y Rocío y yo.
Llegamos a la Escuela San Kisito de Bebotó un poco más tarde de lo previsto (SIEMPRE surgen cosas imprevistas) y sabemos que los niños nos esperan ansiosos para tomar la bouille. Deberían mostrarnos su enfado pero, por el contrario, cada una de las clases (desde linderos hasta 6º de primaria) nos da una calurosa bienvenida. Cantan para nosotras e incluso uno de los chavales se ha aprendido un discurso de acogida en español.
Todos con sus uniformes azules, se muestran curiosos y divertidos. Somos las únicas nassaras que han visto aparte de las hermanas (que aunque consideradas nassaras, son muuucho menos blancas que nosotras).
En esta ECA (escuela católica asociada) hay unos 400 niños de los cuales casi la mitad necesitan beca. Si no se los becara, no vendrían a la escuela, o bien porque son tan humildes que no se lo pueden permitir o, sencillamente, porque sus padres no creen que la educación sea necesaria. Las mujeres de Emaus de la parroquia del Carmen de Pozuelo apostaron por este proyecto y yo tuve la suerte de conocer a los alumnos becados y de darles la bouille, que es una bebida que contiene de penicillaire, cacahuete, arroz y en ocasiones tamarindo. La bouille es un reclamo para ellos porque, para muchos, será la única comida del día. Por eso hay niños que quieren venir a este cole, poco importan los 4 kilómetros a pie que les separa de su casa. Otro plus son los maestros, que están motivados y comprometidos. Se ve que aman su profesión. Las escuelas públicas son harina de otro costal.
Cuando, al son de la música elegida por Sor Ana Rosa, he visto desfilar a la chiquillada para irse ya a sus casas, no he podido reprimir unas lágrimas (benditas gafas de sol).
Lagrimas de Alegria, esperanza y gratitud.
Dona/ hazte soci@
www.enganchados.org
Bébédjia, 26 de febrero de 2023
LO LUNGA NYA
Hace un calor sofocante. Dicen que en unos días será peor, y así durante un par de meses.
Es posible entender la lentitud con la que caminan, la letargia de las personas que esperan, tumbadas sobre la tierra, días enteros alrededor del hospital. Un grupo de mujeres árabes acompañadas de un hombre de cierta edad se han hecho fuertes en una zona techada próxima a nuestras habitaciones. Pensada inicialmente como una “cafetería”, la pausa es ahora un tenderete con paredes formadas por los paños y pañuelos de preciosos diseños y llamativos colores de nuestras vecinas. Creemos que subarriendan esos metros cuadrados a algún conocido que tenga en Saint Joseph un familiar enfermo.
Los menos afortunados se tumban bajo los árboles y se van moviendo a medida que lo hace el sol.
Hace calor, pero a pesar de ello Martin sigue pasando frío. Su acompañante prematura murió hace unos días durante la noche. Así que ahí está solito, con su madre que se sienta en una de las sillas pequeñas cerca de él pero que solo lo toma en brazos cuando vamos a pasar visita.
El calor es sofocante pero el pequeño Mbai aguanta sus yesos cerrados desde la ingle hsta los pies, su frente llena de sudor que se desliza, en forma de gotas, hacia esos hoyuelos que tanto me gustan.
Los pacientes, en sus camas, siguen tumbados sobre sus gruesas mantas y yo me pregunto cómo aguantan con la torradera que hace.
Aunque hace tanto calor, los recién nacidos llevan todos su chaqueta, su gorros y sus patucos de lana. También Rhut, la limpiadora de la zona de la pediatría, lleva su gorro con orejeras y unas gafas de las que llevábamos en plena época COVID.
Hace mucho calor, a pesar de lo cual los niños siguen caminando kilómetros para ir a la escuela. Los que no tienen esa suerte, siguen en el margen de la carretera vendiendo cuatro cosillas que nadie, nunca, compra.
Hace calor y no hay mucho que hacer para refrescarse. Tan solo encontrar un lugar sombreado donde corra un poco de brisa y dormitar.
El quirófano sigue funcionando, y los cirujanos siguen llevando su delantal de plástico bajo la bata quirúrgica para operar. Quién sabe cuántos litros de líquido pueden perder en cada operación.
Todo es más difícil cuando hace calor, porque además saben que les esperan unos meses en los que los termómetros alcanzarán máximos y no quedará nada para comer de lo que se cultivó en la época de lluvia. Y este año será especialmente duro por las inundaciones que arrasaron con carreteras, viviendas y campos de cultivo.
Hace mucho calor se dice lo lunga nya en ganbae.
Yo ando todo el día sudando, abanicándome con cualquier papel que pillo.
- Lo lunga nya! - les digo todas las mañanas.
Les hace toda gracia que les comente el tiempo en ganbae. Después de sus segundos de carcajadas, me contestan:
- Aie, Paula. Lo lunga nya!
Y para sus adentros pensarán que si me quedará una semana más vería yo lo que es el lo lunga de verdad.
El sábado hicimos una fiesta con los ahijados de Estudiar en Chad. Comieron su boule, nos bailaron y luego les entregamos, uno a uno, unas pulseras con sus nombres.
Fue tan bestia el lo lunga que aquí una no pudo ir a un viaje que tenía previsto hoy a Bebotó de lo mal que me encontraba. Benditas hermanas de Doba, que me acogieron en su casa, me hidrataron y me prestaron una cama para que se me pasara el lolunga. ¡4 horas de siesta del carnero, señores!
Mamá, no te preocupes que por la noche ya estaba recuperada.
Mañana volveremos a intentarlo.
Disfrutad de vuestro cul o nya mientras una aquí se cocina lentamente..
Bébédjia, a 25 de febrero de 2023
Los Hoyuelos
Todos los viajes se añade al grupo de discapacitados de Mbikou un nuevo fichaje.
Cada año paso revisión a la tropa y este es el primero que me han podido ayudar en la difícil tarea de decidir quién sería candidato a cirugía y quien no. En la mayoría de casos el remedio es peor que la enfermedad, así que, como dice Jose, mejor no tocar.
Mbai, nueva incorporación a nuestro prestigioso equipo, fue la excepción. Lo encontramos sentado con el resto de sus compañeros. Cuando Maritza le pidió que se pusiera en pie, no pude contener el “madre mía” que me salió desde lo mas profundo de mi ser.
Madre mía.
¿Cómo es posible que una deformidad así no se haya tratado nada más nacer?
¿Cómo es posible que se pueda poner en pie, que pueda caminar, que no muera de dolor?
Es posible. Aquí todo es posible. Sus rodillas dirigiéndose hacia atrás, mucho más allá de sus talones; su cuerpo excesivamente inclinado hacia delante para no caer; su abdomen a la altura de sus pequeños pies y sus manos que caen hasta alcanzar las rodillas. Mirándolo de lado, el pequeño parece una “S” a punto de caer. Y, a pesar de todo, ante un mínimo estímulo, las comisuras dibujan una enorme sonrisa que termina en unos hoyuelos que no me pueden gustar mas.
Al pobre lo exploramos boca arriba, boca abajo, boca arriba otra vez, de lado, sentado, de pie, sentado, y otra vez de pie. ¡Vaya lío para testar los músculos! Que si este es extensor pero aquí flexiona, que si los isquiotibiales van por aquí o por allá, que si mira este pie…
En fin. Que después de volvernos locos y volver loco al niño, pensamos que quizá se beneficiaría de una pequeña intervención sobre los tendones para evitar la progresión de su deformidad y del dolor en los años que vienen.
Y ayer se hizo.
En el pasillo de quirófano lloraba inconsolablemente. Yo le acariciaba y le decía que todo iba a ir bien, pero la ansiedad fue in crescendo cuando vio al pobre Abdulay (con una cara de bueno que tira para atrás), aproximarse con la ketamina. Con la ayuda de 4 adultos (si, 4), por fin se quedó plácidamente dormido y empezó la faena. A pesar de que era, a priori, una Cirugia “simple” donde solo se actuó sobre los tendones, resulto más complicada de lo previsto. Los tejidos estaban muy fibrosados, la articulación deformada y no se pudo alcanzar la flexión con la que soñábamos. El equipo de quirófano acabó agotado, hipoglucémico y por las miradas continuas al reloj del quirófano, probablemente acordándose de nuestras respectivas familias .
Esta mañana estaba tumbado en la cama, enfurruñado, observando sus piernas enyesadas, rectas por primera vez. Me retiró la mirada las primeras veces pero yo notaba como sus hoyuelos luchaban por asomar. Poco pudo hacer para retenerlos. Son los hoyuelos más poderosos que que jamás haya visto.
Pese a su negativa inicial, lo pusimos de pie con los yeso. La resistencia fue dando paso a una mirada un poco de asombro al comprender las ventajas de ver el mundo desde un poco más arriba.
Todo ha ido bien, si, pero tanto Jose como yo tenemos miedo de que la cirugia fracase, de que Mbai tenga dolor o que le cueste más caminar.
Queda mucho trabajo por delante. Afortunadamente se marchará en un par de días al Centre de Handicapés de Doba para empezar a entrenar la marcha con bastones y, en dos meses, retirar yesos , potenciar y reaprender a andar.
No solo tiene a Sor Mabel detrás. También tiene a las hermanas de Mbikou y al todo el grupo de padrinos españoles de niños con discapacidad de enganCHADos.
Dona/hazte socio
www.enganchados.org
A LA TERCERA VA LA BAJADA
Superado el ecuador, comienza la semana más dura de la mision.
El cansancio físico comienza a pesar, como también pesa el agotamiento mental por estar continuamente intentando expresarte en una lengua que no es la tuya.
Pesa cada grado Celsius y la imposibilidad encontrar red.
Pesa el cansancio de tus compañeros.
Pesan los pacientes que han fallecido, los que se operaron y van mal, cada enfermo por el que nada puedes hacer por no tener los medios básicos o medicamentos necesarios.
Pesa cada carta que te entregan madres, niños o compañeros pidiéndote ayuda económica para empezar un pequeño comercio, para reconstruir su casa, para comprar una máquina de coser o para seguir formándose.
Pesa todo aquello que pensaste que podías mejorar y ahora sabes que llevará demasiado tiempo o que nunca se logrará.
Pesan las desgarradoras historias de vida que te cuentan, las caras de agotamiento de las misioneras que nada piden salvo que atiendas a algún niño con problemas de salud.
Pesa cada minuto sin luz, cada día sin antiretrovirales, cada aparato que se avería, cada bolsa de sangre que no se trasfundirá.
Pesan los pacientes que rehusan el tratamiento en el hospital para buscar a su curandero y aquellos que llegaron demasiado tarde.
Pesa cada ahijado al que sabes que no podrás ver en esta ocasión.
Pesa tanta injusticia y desigualdad.
Y pronto pesará la ausencia de Elisabeth, la misionera milagro que, entre otras cosas, ha sido la mecha y el motor de enganCHADos.
www.enganchados.org
Dona/hazte socio ♥
Más...
Bébédjia, 23 de febrero de 2923
LA CARRETERA
Cuenta Sor Nunci, Comboniana de 82 años que llegó a Chad en 1974, que este país ha cambiado mucho en algunos aspectos pero que hay cosas que siguen exactamente igual que hace 50 años.
Cuando ella llegó a este país se asfaltaba la primera carretera (de doble dirección) desde NDjamena hasta Gélengdeng, a 154 km hacia el sur. No fue hasta que encontraron petróleo en Kome en 2003 que siguieron asfaltado los 600 km restantes de carretera que terminan en Sahr.
Desde hace años, el tramo que se asfaltó inicialmente está en tal mal estado que es preferible recorrerla por pistas, también llenas de socavones. 154 km y 4 horas separan la capital de Gélengdeng. Superada esa primera fase la cosa mejora, aunque no deja de ser una carretera no iluminada, de doble dirección, en la que conviven bicicletas, viandantes (la mayoría), mototaxis con una media de 3 minutos pasajeros, vehículos (pocos), camiones (algunos mas), Toyotas con cientoylamadre de personas sentadas encima de sacos de harina y autobuses que van a toda pastilla.
Cuando se inunda todo en época de lluvias, la gente se apea del medio de transporte elegido y prosigue a pie, con el cuerpo medio sumergido y las bolsas y sacos sobre la cabeza. Al otro lado buscarán la manera de proseguir el camino.
Han mejorado las comunicaciones . Casi todo el mundo tiene teléfono, aunque la mayoría sigue utilizando los aparatos que solo permiten mandar sms o realizar llamadas. Un número cada vez mayor tiene un smartphone malillo y en función del momento político que atraviese el país habrá mejor, peor o nula conexión a internet. También hay una mayor oferta de cosas para comprar, aunque para encontrar una sartén, unos vasos grandes o una escoba haya que irse a 65 km de distancia.
Las viviendas siguen siendo las mismas. Se trata de pequeñas construcciones sin electricidad ni agua corriente hechas de ladrillos de adobe, sin ventanas, sin suelo y con techos hechos de paja. Siguen viviendo en el suelo, cocinando sobre las pequeñas hogueras que les sirven también para calentarse en la época de invierno. Son tan frágiles que este año son muchísimos los que se han quedado sin hogares por las terribles inundaciones de agosto que dejaron aisladas a tantas poblaciones.
Por las inundaciones también se perdieron los cultivos y ahora las familias se enfrentan a el gasto extra de la nueva construcción de sus hogares y a la hambruna. A perro flaco, todo son pulgas.
He pasado muchas horas durante este viaje observando el país a través de la ventana de la Toyota.
La tierra seca, más roja cuanto más nos aproximemos a Mondou. Las casas a medio destruir. Los árboles de mango, las falsas acacias, las flores del desierto, las palmeras.
Mujeres llenando de color el Sahel con su impresionantes y ceñidos paños, la mayoría transportando todo tipo de cargas sobre la cabeza y sus bebés anudados a la espalda. Niños con camisetas mugrientas y sucias empujando carros llenos de sacos, haciendo rodar un neumático o simplemente sentados, observando la carretera, como yo. Muchos chavales con sus palos infinitos intentando alcanzar los frutos del mango. Gente sentada en el borde de la carretera vendiendo mangos o bolsitas minúsculas de harina molida, cacahuetes. Transeúntes solos o en pequeños grupos que caminan lento. Vacas, cabras y pollos cruzando la carretera cuando no deben.
Todos paran sus quehaceres para mirarnos y gritar “¡Nasar!”.
Y la nasar, que no se cansa de mirar a través de la ventana como uno no se cansa de mirar el fuego o la cara de un recién nacido.
Dao nya
Hasta mañana
Bébédjia, 22 de febrero de 2023
Y BIENVENUE BAILA
En enero de 2022 os contaba la historia de Bienvenue.
Esta niña, su hermano Marcelin y su madre Constance fueron “rescatados” en la brousse más allá de Palá por el padre Constantino. A Tino le llamó la atención Bienvenue, una pequeña de 3 años con malnutrición crónica de cuya pierna derecha asomaba un pedazo de tibia necrosada. Un año antes sufrió una fractura abierta de tibia (Dios sabe cómo se la hizo) y con esa fractura vivió (o más bien sobrevivió) un año. Como nunca se la redujeron ni la inmovilizaron, el hueso quedó desplazado y fuera.
Por la suciedad de la piel y el estado de su ropa estoy segura de que vivió ese año en el suelo. Se desplazaría arrastrándose (o más bien se quedaría sentadita mientras su madre se ausentaba), porque Marcelin, su hermano pequeño, era quien viajaba anudado al tronco de su madre. Como era de prever, su herida se infectó, el hueso se infectó y la parte del mismo que sobresalía, se necrosó. Para más inri Marcelin, su hermano pequeño, tampoco se podía desplazar por un probable daño cerebral al nacer y por la malnutrición.
A Tino le llamaría la atención la mirada de abatimiento de la madre de los pequeños. Los tres fueron abandonados por el padre de los pequeños quien se negó a cargar con dos niños handicapés. Y si te he visto, no me acuerdo.
Tino montó en una pickup a la familia y se los trajo a Saint Joseph esperando que Elisabeth librara a la pequeña de la amputación, que es lo que le habían dicho que necesitaba la niña en el hospital más cercano.
Cierro los ojos y recuerdo perfectamente la llegada de este sacerdote italiano de ojos claros con el trío. La ropa mugrienta, el olor a paños orinados, la mirada seria de los tres, la tibia asomado por la pierna los vientres abultados de los dos. Tino sostenía a Bienvenue. Costance con Marcelin a los lomos y en las manos el carnet, una cazuela y unos paños. Recuerdo también a Elisabeth valorando a la niña en el pasillo que lleva a la sala de ecografía.
- Si. Se puede hacer la secuestrectomia. He hecho muchas como esta.
Y mientras se marchaba a toda prisa recuerdo cómo daba las órdenes a Abdulay para que gestionara la intervención y a Tino para que hiciera lo suyo con el ingreso.
Y si. Lo hizo. La operó y pudo cerrar la piel.
Después de la intervención los niños siempre estaban solos en la cama, con la misma ropa, haciendo sus necesidades una y otra vez sobre esos paños que nunca lograban secarse.
La madre no venía acompañada ni tenía familia en Bébédjia, así que era ella misma la que iba y venía del mercado, la que preparaba la comida fuera del hospital, la que iba a la caja a pagar.
¡Esos niños eran tan tristes!
Nunca, logré una sonrisa de los pequeños (y mira que hago el payaso). De mala gana me entregaban su manita para saludarme cada día. Tímidamente aceptaban los globos o las galletas que les llevábamos, pero el ceño fruncido de ella y la cara de terror de él eran para verlos.
Justo antes de nuestro regreso, Tino los llevó a Handicapés de Doba y es ahí donde les cambió la vida, pero yo no lo supe hasta hace unos días.
Bienve empezó la reeducación. La cara de tristeza y desconfianza fue desapareciendo a medida que iba ganando autonomía y mejorando su alimentación. El Handicapés se les obliga a “ducharse” a diario y a llevar la ropa limpia. Paso número uno hacia la dignificación. Pronto se puso en pie con dos muletas, y poco después comenzó a caminar. Cuando ya era capaz de caminar con una, se le dio el alta unas semanas para que pudieran viajar a la aldea, aunque debían volver concluido el periodo de “descanso” para continuar el tratamiento (que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, los dos niños hacían rehabilitacion y, de paso, se les incluyó en el programa de apoyo nutricional).
Volvieron según lo previsto pero a los pocos días Constance avisó a las hermanas que debía marcharse 2 meses a la aldea por una cuestión familiar. Erika y Mabel, sabiendo lo importante que era que los chicos salieran de su centro caminando por su propio pie y superando la malnutrición, ofrecieron a la mamá quedarse ellas con los dos hasta que ella regresara. ¿Quién podía negarse?
Bienvenue y Marcelin no eran conscientes de que les había tocado la lotería. Y es que, en casa de estas misioneras, los niños recibieron una atención integral: amor, nutrición, hábitos higiénicos, educación, estimulación y descubrimiento del juego.
Dormían compartiendo colchón dentro de una mosquitera.
La primera semana Erika se levantaba cada dos horas para llevarlos a hacer sus necesidades en un orinal. La semana siguiente cada tres, y así hasta conseguir una reeducación vesical completa. Resultado: los peques ya no se hacen nada encima. Ropa limpia y con olor aceptable.
Los levantaban a las 6:00 para que visitaran el orinal y para que Alfonsina, la joven aspirante a hermana, los bañara en su barreño con agua previamente precalentada. Luego desayunaban y hacía las 7:30 los llevaba Alfonsina al centro, donde los peques hacían sus terapias y jugaban con otros niños. A la una Erika se los llevaba a comer y después dormían dos horas de siesta. Por la tarde sesión de juegos, nuevo baño, cena a las siete y a las ocho de la tarde todos dormidos.
Y así, con cariño, rutina y buenos hábitos, Bienvenue y Marcelin se convirtieran en dos bomboncitos felices, parlanchines, curiosos, juguetones, amados, sanos. Los dos lograron caminar sin muletas, correr y bailar. Bailar. Qué bonito es verlos bailar.
Dos meses pasaron y Constance volvió con el vientre abultado y el padre de la criatura a su lado. Dijo que estaba embarazada de seis meses, pero una de las siguientes noches avisaron a las hermanas porque Constance había parido sola, sobre la tierra, detrás de las habitaciones. Mabel y Erika cortaron el cordón, lavaron a la recién nacida, la calentaron, y las llevaron al hospital porque la mamá no lograba alumbrar. Como todo en este país tiende a infectarse, ellas no iban a ser menos, así que los 20 días que duró el ingreso, Bienve y Marcelin siguieron en el “Resort”.
Constance intentó, antes de volver a la aldea con su prole, que las hermanas se quedaran con los chiquillos sine die.
Supongo que ambas soñaron con ver a esos pequeños crecer a su lado, pero unos niños deben estar con su madre, y así se lo explicaron a Constance. No puede ir desperdigando hijos por todo el país. Debe hacerse responsable de su salud, su educación y de su bienestar. Aunque Dios sabe si lo hará.
Se marcharon a la aldea dos semanas antes de que nosotros llegáramos. Tampoco los veré en la revisión, prevista para finales de marzo.
El padre de la bebé parece que acepta a los hijos de otro hombre. Si la cosa no se tuerce, es poco probable que el padrastro vaya a obligar a Constance separarse de ellos.
Mabel les seguirá citando para revisiones periódicamente (aunque no las necesiten) para comprobar que todo va bien.
Y yo mientras estaré tranquila y feliz, porque ellas están detrás y porque tengo un vídeo en el que Bienvenue baila.
Bébédjia, a 21 de febrero de 2023
LES BEQUILLES
ESPAÑA:
Objetivo: que el joven amputado tenga muletas para que deje de estar postrado en la cama.
Acciones necesarias:
- Decirle al paciente que necesita comprar muletas para caminar.
- Como el paciente ya las tiene de cuando se hizo un esguince, regularlas apretando la muesca que sobresale.
Tiempo empleado: 5 minutos
Esfuerzo físico: mínimo
Esfuerzo mental: cero
CHAD
Objetivo: que el joven amputado tenga muletas para que deje de estar postrado en la cama.
Tiempo estimado: ni idea.
Recursos necesarios (estimados):
- humanos: traumatólogo, médico rehabilitador
- Materiales: muletas, llave inglesa.
Acciones necesarias:
- Decirle al paciente que necesita comprar muletas para caminar.
- Buscar a alguien que hable nganbae para que le diga que tiene que comprarse muletas para caminar.
- Conseguir que ese alguien no se vaya porque tiene que seguir traduciendo lo que sale por la boca del paciente.
- Comprender que no tiene dinero para comprarse las muletas. Aceptarlo.
- Preguntar a los veteranos dónde se compran las muletas.
- Buscar a Elisabeth.
- Seguir buscándola.
- Encontrar a Elisabeth en quirófano.
- Cambiarse para entrar en el quirófano y poder preguntar a Elisabeth dónde tiene las muletas y cuánto cuestan.
- Conseguir las llaves del almacén de quirófano.
- Buscar, a lo Indiana Jones, unas muletas en la escombrera. ¡Uy perdón! Quería decir en el almacén.
- Volver al quirófano y explicarle a Elisabeth que las vas a comprar tú para no dilatar más el temita.
- Interpretar que cuando farfulla en realidad es que está de acuerdo.
- Entregar al chico las muletas y ponerle a caminar.
- El médico rehabilitador considera que las muletas están demasiado bajas.
- Hacer foto de la tuerca.
- Ir a la otra punta del recinto donde, supuestamente, se encuentra el encargado del almacén/ferretería y pedirle una llave inglesa para quitar la tuerca.
- Encargado localizado.
- Aceptar que te diga que debes volver a por la muleta en cuestión para ver, in situ, cuál es la llave inglesa que procede utilizar.
- Volver a por la muleta y excusarse con el paciente (que no comprende nada de lo que estás diciendo o haciendo).
- Atender a los que te interceptan por el camino con radiografías, carnets o preguntas.
- Llevar la muleta de nuevo a la otra punta, buscar el tamaño idóneo. No desesperarse al ver que la llave está un poco mellada.
- Intentar desenroscar la tuerca, sin éxito, ya que gira todo: la tuerca de tu lado, el tornillo y la tuerca del otro lado.
- Pedir ayuda al estudiante de enfermería y darte cuenta que no sólo necesitas a otro humano sino que te hace falta otra herramienta.
- Buscar unas pinzas picopato para el bloqueo de la tuerca del otro lado..
- Atender a los que te interceptan por el camino con radiografías, carnets o preguntas.
- Sacar los dos tornillos de la primera muleta. Comprobar que están un poco torcidos. Divagar; te recuerdan a las torres Kio. Estimar la altura ideal. Volver a meter tornillos y a enroscar tuercas. Mucho. Demasiado. La madera endeble empieza a astillarse. Aflojar un poco. Muleta terminada con gasto energético elevado.
- Poner en pie al pobre amputado (que lleva meses sin hacerlo) y comprobar que quizá la muleta esté un poco baja.
- Plantearse qué hacer. Optar por dejar esta como está y empezar con la otra.
- Desenroscar tornillos de la segunda muleta. Dejar la muleta más larga que la otra. Volver a meter tornillos y a enroscar tuercas.
- Aceptar que el estudiante haga un Hannover y abandone el barco.
- Poner en pie de nuevo al amputado y comprobar que la segunda muleta queda un poco larga. (Cagoentó)
- Preguntar al paciente con cuál de las dos se encuentra más cómodo.
- Darse cuenta de que el paciente no entiende francés. Empezar la comunicación gestual.
- El paciente asiente cuando le señalas un lado. El paciente también asiente cuando le señala el otro. Intentar interpretar sendos asentimientos. Seguir intentándolo.
- El paciente, con un gesto, te indica que un lado está más alto que otro. Pero claro, eso tú ya lo sabes.
- Tras 5 minutos de esfuerzos ímprobos teatralizados, entender que el paciente está más cómodo con la segunda muleta, la que se ha dejado más alta (aceptando la posibilidad del error de interpretación).
- Desenroscar tuercas, sacar tornillos e intentar alargar la muleta más baja. Los agujeros no coinciden por unos milímetros. Intentar forzarlo pero desistir porque vas a acabar cargándotela.
- Aceptar que las muletas van a quedar un poco bajas.
- Pasar los tornillos y enroscar las tuercas de la primera muleta con la altura inicial.
- Desenroscar tuercas, desatornillas y bajar altura de la segunda muleta. Pasar tornillos y enroscar
- Secarse el sudor.
- Entregar muletas al paciente quien, de nuevo, asiente.
- Devolver la pinza picopato que encontraste en el bloc.
- Devolver la llave inglesa en la otra punta del hospital.
- Ir a comer con la sensación de haber terminado una clase de body pump. Satisfacción subóptima.
Tiempo empleado: alrededor de dos horas.
Esfuerzo físico: intensidad media-alta
Esfuerzo mental: máximo
Y así, TODO.
Bébédjia, a 20 de febrero de 2023
No es lo mismo.
No es lo mismo enterarse por la mañana que la noche previa (cuando no había luz) ha fallecido un niño que presenciarlo.
No es lo mismo.
Recuerdo mi primer niño fallecido, en directo, en la urgencia pediátrica. Era pequeña, menor de un año, y la traían inconsciente, comatosa. Tenía mucha fiebre. No había electricidad, así que no pudimos poner en marcha el concentrador. Se cogió una vía y se empezó a pasar un suero previa determinación de la glucosa. Murió a los pocos minutos.
Siempre vienen cuando es demasiado tarde.
La madre, reprimiendo el llanto, buscó un paño para colocarlo bajo la mandíbula de la pequeña para luego anudarlo en la cabeza. Mantenía así cerrada su pequeña boca. Posteriormente buscó un paño más grande mientras el enfermero retiraba la vía y cerraba los ojos de la niña, que seguían entreabiertos. En silencio y sin derramar una lágrima colocó el paño al lado de la pequeña, cogió con delicadeza su pequeño cuerpo y lo puso sobre el paño para después cubrirlo por completo. Lo hizo de una manera tan mecánica que me preguntaba cuántas veces habría hecho esto mismo con anterioridad. Fue aterrador.
A esta niña le sucedieron muchos, demasiados niños. Sobretodo en época de lluvias.
Hoy le ha tocado a Rocío ver a las madres rotas, ver a los niños inertes, comprobar que Grace, la enfermera, llora con ellos.
Y no, no es lo mismo vivirlo a que te lo cuenten.
Esta mañana, en el pase de visita de la urgencia, había cuatro niños nuevos, dos de ellos muy graves. Uno que había nacido 48 horas antes, séptico, con muy mala pinta. La otra era una preciosa niña de un año con una malaria grave, en coma.
Al pasar por la niña de la malaria, hemos tenido que ponerle nuestros pulsioximetros en diferentes dedos de sus extremidades (y en los nuestros) en los nuestros, para comprobar que, efectivamente, los cacharros funcionaban . La pequeña, que respiraba superficialmente, saturaba por debajo del 70%. Cuando llegó ayer por la noche, se puso en marcha el pequeño generador que tuvimos que coger del laboratorio (ya que el grupo de emergencia de la pediatría estaba averiado, como siempre), y la pequeña estuvo con aporte de oxígeno hasta que se acabó la gasolina a la 1 de la mañana. Quizá llegó viva a la mañana por eso. Después de comprobar su saturación, Pelagie mandó a alguien a buscar combustible para poner el pequeño grupo en marcha.
Bien. Remontada.
El recién nacido también necesitaba oxígeno. Segundo concentrador en marcha. Y amor en marcha, que le he tenido que pedir a la abuela que cogiera al pequeñín en brazos. Si se muere, que antes haya sentido el calor humano.
Todo ha ido bien por la mañana. La luz de los paneles se encendió hacia las 9:30 y ha aguantado hasta las 14:00. Y a esa hora nos hemos ido a comer.
Rocío sabía que dos horas sin electricidad podrían llevar a los dos a la muerte y ha querido estar con ellos. Y allí, en la sala de “cuidados intensivos” pediátricos se marchó uno y después el otro. Y sus madres han gritado, han llorado, se han tirado al suelo. La madre que nunca coge a su bebé y a la cual hay que regañar toooooodas las mañanas para que le de de mamar, ha cogido a su pequeño y se lo ha puesto al pecho, como si fuera consciente, por fin, de que su hijo podía morir si ella no pone de su parte. Quiero creer que los dos pequeños que “se fueron” (que aquí se dice que uno “est parti” cuando fallece), obraron su pequeño milagro en la sala de pediatría.
Los dos pequeños estaban muy graves, lo sé.
Pero también sé que siempre los traen tarde, que esperan demasiado porque creen que el curandero tradicional les va a ayudar, porque no quieren gastarse dinero en salvar a un “embá” que no produce nada para la familia, porque no son conscientes de que cada minuto cuenta, que están participando en una carrera contra la muerte. Porque la educación en este país es pura fantasía, sobretodo si eres mujer.
Estaban muy graves, lo sé. Igual tampoco habrían sobrevivido en nuestro oasis; también lo sé. Pero lo que no podemos es normalizar que un ser humano se muera porque no tiene acceso a la electricidad.
Desde nuestra pequeñez, no podemos mejorar la educación de un país entero, pero si podemos trabajar con un grupo pequeño de niños vulnerables para que estén mejor formados y mas informados y quizá, el día de mañana, quieran trabajar para levantar este país desde dentro; quizá sepan que es mejor llevar a sus hijos enfermos al hospital antes de que sea demasiado tarde. Quizá.
Desde nuestra pequeñez no podemos mejorar las infraestructuras de este maltratado territorio. Este es un país sin carreteras, sin electricidad, sin agua potable, sin construcciones que aseguren una higiene básica y sin una red de transportes aceptable. Es demasiado grande nuestro enemigo.
Lo que sí podemos intentar es que en el hospital de Saint Joseph haya luz la mayor parte de horas al día para asegurar que funcionen los equipos médicos, para poder trabajar de forma más segura y eficaz, para que la oscuridad no lo pare todo. Y quizá la población que acude a nuestro centro deje de creer que vivir en la penumbra es normal y aceptable. Y quizá entonces empiecen a moverse por el cambio. Y quizá los profesionales le den valor a seguir trabajando aquí y podamos fidelizar al personal. Quizá.
Por casos como los de estos niños merece la pena cada minuto trabajado para conseguir reparar la fotovoltaica.
Por ellos debemos seguir luchando, aunque nos desgastemos, aunque todo sea tan lento y tedioso, aunque la población no sepa darle el valor que tiene a vivir con luz.
El contenedor con las baterías sigue en Lome (Togo) y, aunque yo ya he perdido la esperanza de ver cómo descargan las baterías nuevas en Saint Joseph, me emociono al pensar que un día, mientras esté pasando consulta en Fuenlabrada, recibiré un mensaje desde Chad diciéndome que las baterías por fin llegaron a Bébédjia.
Y pegaré un gritito y saltaré de mi silla y abrazaré a mi residente como en su día hice cuando me comunicaron que la Fundación Juan Entrecanales de Azcarate nos había concedido la ayuda.
Pero no será lo mismo que me lo cuenten a vivirlo. Aunque el resultado final me vaya a hacer igual de feliz.