Madrid, a 26 de febrero de 2024
Hoy tocaría contaros que entrábamos en la última semana de trabajo en Bébédjia.
Que ya hicimos las formaciones y que nuestros compañeros estuvieron atentos y felices, sobre todo al recibir su título y al compartir comida y bebida al terminar.
Que lamentablemente tanto Mahamat como uno de los recién nacidos que ingresaron antes de nuestra vuelta se unieron al grupo de pequeños pastoreados por mi padre.
Que la pequeña de 10 años que se cayó a un pozo y tuvo una lesión medular evolucionaba bien desde su traslado al centre de handicapés, pero que Mabel les dio permiso para marcharse a su casa el fin de semana y hoy volvió ulcerada e hinchada como un globo, así que ha tenido que reingresar en Saint Joseph.
Que el edificio de la tuberculosis ya tiene todos los retoques hechos, y que pronto empezarán a construir el muro que delimitará la nueva zona donde atenderemos a los pequeños del proyecto Estudiar en Chad.
Que aún no me han traído a Marie, la hermana de Beau Claire, y que espero que nuestra súper matrona Deo sea capaz de avisar a su tía (y ahora madre) Irene para que pueda ver cómo ha crecido la hija de mi querida Blanchie.
Que cada día hace más calor.
Que todavía me quedan por ver a alguno de los ahijados de Estudiar en Chad y a otros tantos del programa “exclusivo” (o, más bien, inclusivo) de discapacidad, como a Mbay, Roland, Juskar, Bernardin, Orianne, Charlotte, Sergine y Severine.
Que estamos preparando la cena de despedida para el jueves, y que habrá jamón, cecina, tortilla de patata, sardinas con tomate, ensalada, pollo con couscous, cerveza, vino y sangría.
Que nos cuesta aceptar que queda un año para volver a ver a compañeros, misioneras y niños.
Y que, aún así, estamos deseando darnos una ducha caliente, lavarnos los dientes con agua del grifo, tomar leche de verdad (y yogur, y chocolate…), encender la luz cuando nos dé la gana y abrazar a los nuestros.