Jueves, 22 Febrero 2024 18:21

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LOS PARIAS

En Chad, papá, se celebra la muerte más que la vida.
Los nacimientos no se celebran. Se sufren.

Los cumpleaños no se celebran. Pocos saben qué día nacieron.

Pero la muerte, la muerte se celebra por todo lo alto. Tanto, que vienen familiares desde todos los puntos del país para llorar al finado. Hay que celebrarlo tanto que una muerte puede arruinar económicamente a una familia entera. Pero eso no importa. Lo importante es que la gente llore y coma. Todo el mundo tiene 3 días de permiso para ir a los funerales porque, quien no va, puede ser considerado como responsable del fallecimiento del familiar.

Ahora bien, no todo el mundo es merecedor de semejantes funerales.
Son dignos los que han cumplido con el ciclo de la vida, los que han tenido hijos y han muerto a una edad avanzada (que aquí puede ser a partir de los 40) con todas sus extremidades intactas. Si, si. Sin amputaciones de por medio.

Los indignos no merecen homenajes. La muerte de los parias se convierte en un proceso a liquidar lo antes posible.

Un recién nacido que muere es en realidad un ancestro reencarnado en el pequeño que quiere mandar un mensaje de advertencia a la familia. El destinatario del mensaje sabrá que es a él/ella a quien va dirigido y, cuando esto suceda, el infante, mero vehículo hecho carne, morirá. A estos niños no se les puede llorar. La familia cavará un agujero donde sea y allí lo meterá para cubrirlo de tierra rojiza antes de que termine el día. Cuando me enteré de esto pensé en mi hermana, Sara, a quien siempre he considerado mi ángel de la guarda. A pesar de su corta vida, la amasteis y seguramente llorasteis durante años mamá y tú, aunque nunca quisisteis transmitirme vuestra pena.

Cualquier otra persona que fallezca antes de haber cumplido con el ciclo vital (superar la infancia y tener hijos) es indigno.
Se le enterrará también rápidamente sin funeral previo, aunque será preciso clavarle unos pinchos en las plantas de los pies para que no vuelva jamás a caminar por esta tierra.

Una persona amputada es doblemente maldita, por un lado porque es un discapacitado y por el otro porque no se puede celebrar el funeral de alguien que al que le falta una extremidad por considerar que está incompleto. Salvo que ya sea viejito. Ese ya ha cumplido y se festeja, aunque un poquito menos. Con razón la mayoría rechaza esa técnica quirúrgica a toda costa, aunque se jueguen la vida al hacerlo…

Los discapacitados de cualquier otra causa son malditos también, al igual que las mujeres que no han tenido descendencia (poco importa si era el marido el infértil). Todos ellos serán enterrados con los pinchos en las plantas de los pies y, en el caso de las mujeres, boca abajo.

El ancestro de la familia del prematuro que falleció hace unos días fue diligente con la transmisión del aviso. La madre no lloró. Por lo menos se fue sin pinchos en sus diminutos pies.

PD: dale un abrazo enorme a Sara y dile que es un privilegio haberla tenido allí, velando por mi, desde que nací (aunque casi hubiera preferido poder pelearme por la ropa con su versión terrenal).

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