Bébédjia- N’Djamena, 15 de enero de 2024
Pues bien.
Asumida la vuelta, la noche anterior invitamos a misioneras, equipo médico y al director a nuestra habitual fiesta de despedida. Había sorpresa incluida como no podía ser de otra manera cuando uno viaja con Javi. Collares de corazones, luces led, la palabra LOVE purpurinada sobre la mesa y globos rojos que se suponía que debían adoptar forma de corazón (pero que en realidad parecían mamas infantiles). Había que celebrar que estábamos juntos y que por fin viajaríamos a N’Djamena 4 personas y el conductor.
Hasta el último minuto tuve la esperanza de que así fuera peeeeeero….nuestro director decidió acompañarnos así que, una vez más, compartí asiento delantero de la Toyota. Nos acompañó él y 3 hermosos pollos metidos en una caja con agujeros sobre las maletas.
Javi y yo nos miramos. ¿Correrían estos mejor suerte que los pollos que llegaron cadáver (y mi-cuit) en aquella vuelta a N’Djamena de 2019?
Hasta el último minuto también mantuvimos el estrés, porque el coche que debía llevarnos a N’Djamena amaneció el miércoles con la caja de cambios caput. Papá, ahí inteviniste seguro, porque no daba yo un duro por que llegara Jean Paul a Mondou al taller y que fueran capaces de arreglarlo antes de que cayera la noche.
El viaje, igual de terrible que siempre. Bueno, un poco menos porque salimos antes de las 7 de la madrugada (despertador 5:15 mueero) e hizo menos calor.
Y aunque físicamente fue algo menos agotador, pasamos más tensión que nunca. En Chad hay una verdadera crisis de carburante. Sencillamente no hay. A ver, hay gasolina para las motillos en los puestecitos donde venden litros sueltos en botellas recicladas de agua, pero mucha está adulterada o muy sucia, y va acabando con los motores. El Diésel para las Toyotas es otra cosa. O lo encuentras en una gasolinera de verdad, o estás vendido. Y si le compras un par de bidones XXL al comerciante de confi, puede que te quedes sin Toyota. Ya han tenido que llevar la del hospital un par de veces al taller por este motivo pero es que NO HAY gasolineras con combustible hasta encontrarte a 20 kilómetros de N’Djamena.
El caso es que íbamos por Kelo y ya estábamos con medio depósito. Fuera aire acondicionado.
Cocínate mientras intentas desesperadamente no caerte sobre el conductor en los baches.
En Bongor paramos en el puesto favorito de Jean Paul. Y tu, papá, que a la ida tampoco te habías fijado mucho porque estabas absorto mirando la cantidad de basura que hay por todos los lados, por fin te percataste de la guarrería del sitio. Las carpas y los pollos en el mismo puesto, con sus moscas volando alrededor, y el fuego (artesanal) que calienta el aceite que está friendo todo a la vez debajo del mostrador. El bidón con grifo a la derecha. El jabón en la parte superior. Tu cara: un poema. Reconoce que emplatado la cosa pintaba mejor y que te tranquilizó que yo no mojara el pollo o la carpa en la salsa líquida.
Después de la comida, reanudamos el camino con la misma tensión y una imagen que nunca olvidaré me sacudió más que los enormes socavones del camino. ¿Recuerdas? Había un pequeño animal atropellado en la “carretera” (de lo destrozado que estaba era imposible adivinar la especie) y unos niños, agachados en el margen de la carretera, esperaban, ansiosos, a que pasáramos para poder agarrar lo que quedaba del bicho y comérselo.
Ese es el nivel de hambre que hay. No quiero ni pensar cómo va a ser la época de lluvias. El año pasado llovió mucho menos de lo normal y apenas hay arroz. Hay mijo, pero el que no haya comprado hace unos meses que estaba más barato, no va a poder permitirse comprar el mijo cuando el precio se ponga por las nubes.
Sacudida física y psíquicamente.
Desde nuestra salida nos paramos en todas las gasolineras del camino para ver si había diésel. Nada.
A 50 kilómetros de N’Djamena ya estábamos en reserva y aquí no hay grúas.
Por fin, a unos 20 km de la capital pasamos por dos gasolineras con muchísima cola. De la primera nos fuimos porque entendimos que con la cola que había, pasaríamos la noche esperando. En la segunda (con infinidad de motos y camiones esperando), tras un posible “unte” del director a unos de los señoros de la gasolinera, conseguimos llenar el depósito tras una hora de espera.
Y así va el país. Hambre, refugiados de Sudán, República Centroafricana, Níger, Nigeria y Camerún (los 3 últimos en la zona del lago Chad) y crisis de combustible a pesar de ser un país productor en un contexto preelectoral (3 años después del asesinato de Idriss).
Algo más de 10 horas de viaje, sanos y salvos aunque tocados y nerviosos porque se iniciaba ahora la ronda de llamadas que anunciarían el prematuro regreso.
Y de fondo, más alto que nunca, se escuchaba la “adhan” (llamada a la oración desde la mezquita) que volvería a despertarnos a las 5 de la mañana.