Bébédjia. Febrero de 2024.
Sentiments cachés
En Chad todos los sentimientos se contienen.
Bueno, no todos.
Los niños no son capaces de contener el terror que les produce ver un nasara de carne y hueso aproximarse a ellos. Les dijeron que el demonio es blanco y apareces tú con tu rostro pálido saludando efusivamente, con el típico canturreo ibérico que utilizamos cuando nos relacionamos con los niños. Resultado: llanto cuasi inmediato, giro de 180 º, inicio de carrera (cuando la mayoría están dando sus primeros pasos), caída al suelo a los dos segundos y agravamiento del llanto, que se vuelve inconsolable. Relación rota antes de iniciarse.
Por el momento, ningún niño de la pediatría se me acerca con curiosidad. El otro día tuve un amago de amistad con un niño de unos 3 años a quien le lancé un balón de playa de los que siempre me traigo. Tímidamente comenzó a darle pataditas y yo se las devolvía. Todo apuntaba a que terminaría por aceptarme cuando un golpe de aire desvió la trayectoria del ligero balón y acarició la tripa del niño, roce que debió sentir como si un delantero de rugby te hace un placaje en alguna final. Como podéis imaginar, aquello acabó mal, con 15 minutos de llanto continuado (con matices de grito) acompañado de un coro de risas de todas las madres de la pediatría.
En fin.
Creo que el miedo es, pues, la única emoción no disimulable.
Se esconde el amor de pareja. Jamás verás a un hombre y una mujer de la mano (ojo que los hombres si se dan la manita), o dirigirse el uno al otro con cariño o cercanía. Nunca un beso en público. Jamás. Aunque sea en la mejilla.
El otro día lo hablaba con mi compañero Stany. Vino su mujer a recoger algo a la pediatría y el, sin darse la vuelta para mirarla, fue a por lo que ella había venido a recoger y se lo entregó sin mediar palabra, sonrisa o ademán de complicidad. Le pregunté si estaba enfadado y él se rió. En público la pareja se relaciona así. No hay otra manera. La pobre nassara, que no entiende. Escandalicé a todos cuando les expliqué nuestro modus vivendi e incontinencia en lo que se refiere a expresar nuestros sentimientos en España. Nos ven como salvajes. Literal.
Por lo general, tampoco se muestra el cariño a los hijos. No hay besos o caricias. No hay abrazos. Hay gestos asociados a acciones concretas: dar de mamar, amarrar al bebé a la espalda, despiojar…pero son gestos estériles, sin ninguna connotación asociada. Hubo un padre que me rompió los esquemas allá por el 2018. Narcise, el padre de el pobre Beau Claire, el marido de mi amiga Blanchie, la mujer que coprotagoniza mi foto de estado y que falleció en el 2020. Narcise sonreía a sus hijos (incluso a Beau, que quedó con grandes secuelas neurologicas tras una malaria cerebral), jugaba con ellos, les abrazaba con ternura. Anecdótico.
No lo he vuelto a ver, ni a él ni a Beau, a quien se llevó a Mondou dejando atrás a la pequeña Marie, encasquetándosela al hermano de Blanchie y desapareciendo definitivamente de la vida de la familia de su difunta esposa.
Aquí yo me encargo de romper esas barreras con los más pequeños. Abrazo a mis niños y les beso la mejilla (bueno: no a todos. A Marie Claire, Sadia y Valentina, que el resto se cortocircuita). Los elevo por los aires y juego con ellos. Les acaricio las tiñosas cabezas con ternura y les limpio los restos de comida de la boca.
Los niños del programa de apadrinamiento han crecido recibiendo eso: amor explícito, sin decapitar. Y aunque fuera del recinto de la APMS se comporten como el resto de los Chadianos, espero que de puertas hacia dentro no les asuste demostrar el afecto, el cariño o el amor a las personas que les rodeen.