Bébédjia, 22 de febrero de 2023
Y BIENVENUE BAILA
En enero de 2022 os contaba la historia de Bienvenue.
Esta niña, su hermano Marcelin y su madre Constance fueron “rescatados” en la brousse más allá de Palá por el padre Constantino. A Tino le llamó la atención Bienvenue, una pequeña de 3 años con malnutrición crónica de cuya pierna derecha asomaba un pedazo de tibia necrosada. Un año antes sufrió una fractura abierta de tibia (Dios sabe cómo se la hizo) y con esa fractura vivió (o más bien sobrevivió) un año. Como nunca se la redujeron ni la inmovilizaron, el hueso quedó desplazado y fuera.
Por la suciedad de la piel y el estado de su ropa estoy segura de que vivió ese año en el suelo. Se desplazaría arrastrándose (o más bien se quedaría sentadita mientras su madre se ausentaba), porque Marcelin, su hermano pequeño, era quien viajaba anudado al tronco de su madre. Como era de prever, su herida se infectó, el hueso se infectó y la parte del mismo que sobresalía, se necrosó. Para más inri Marcelin, su hermano pequeño, tampoco se podía desplazar por un probable daño cerebral al nacer y por la malnutrición.
A Tino le llamaría la atención la mirada de abatimiento de la madre de los pequeños. Los tres fueron abandonados por el padre de los pequeños quien se negó a cargar con dos niños handicapés. Y si te he visto, no me acuerdo.
Tino montó en una pickup a la familia y se los trajo a Saint Joseph esperando que Elisabeth librara a la pequeña de la amputación, que es lo que le habían dicho que necesitaba la niña en el hospital más cercano.
Cierro los ojos y recuerdo perfectamente la llegada de este sacerdote italiano de ojos claros con el trío. La ropa mugrienta, el olor a paños orinados, la mirada seria de los tres, la tibia asomado por la pierna los vientres abultados de los dos. Tino sostenía a Bienvenue. Costance con Marcelin a los lomos y en las manos el carnet, una cazuela y unos paños. Recuerdo también a Elisabeth valorando a la niña en el pasillo que lleva a la sala de ecografía.
- Si. Se puede hacer la secuestrectomia. He hecho muchas como esta.
Y mientras se marchaba a toda prisa recuerdo cómo daba las órdenes a Abdulay para que gestionara la intervención y a Tino para que hiciera lo suyo con el ingreso.
Y si. Lo hizo. La operó y pudo cerrar la piel.
Después de la intervención los niños siempre estaban solos en la cama, con la misma ropa, haciendo sus necesidades una y otra vez sobre esos paños que nunca lograban secarse.
La madre no venía acompañada ni tenía familia en Bébédjia, así que era ella misma la que iba y venía del mercado, la que preparaba la comida fuera del hospital, la que iba a la caja a pagar.
¡Esos niños eran tan tristes!
Nunca, logré una sonrisa de los pequeños (y mira que hago el payaso). De mala gana me entregaban su manita para saludarme cada día. Tímidamente aceptaban los globos o las galletas que les llevábamos, pero el ceño fruncido de ella y la cara de terror de él eran para verlos.
Justo antes de nuestro regreso, Tino los llevó a Handicapés de Doba y es ahí donde les cambió la vida, pero yo no lo supe hasta hace unos días.
Bienve empezó la reeducación. La cara de tristeza y desconfianza fue desapareciendo a medida que iba ganando autonomía y mejorando su alimentación. El Handicapés se les obliga a “ducharse” a diario y a llevar la ropa limpia. Paso número uno hacia la dignificación. Pronto se puso en pie con dos muletas, y poco después comenzó a caminar. Cuando ya era capaz de caminar con una, se le dio el alta unas semanas para que pudieran viajar a la aldea, aunque debían volver concluido el periodo de “descanso” para continuar el tratamiento (que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, los dos niños hacían rehabilitacion y, de paso, se les incluyó en el programa de apoyo nutricional).
Volvieron según lo previsto pero a los pocos días Constance avisó a las hermanas que debía marcharse 2 meses a la aldea por una cuestión familiar. Erika y Mabel, sabiendo lo importante que era que los chicos salieran de su centro caminando por su propio pie y superando la malnutrición, ofrecieron a la mamá quedarse ellas con los dos hasta que ella regresara. ¿Quién podía negarse?
Bienvenue y Marcelin no eran conscientes de que les había tocado la lotería. Y es que, en casa de estas misioneras, los niños recibieron una atención integral: amor, nutrición, hábitos higiénicos, educación, estimulación y descubrimiento del juego.
Dormían compartiendo colchón dentro de una mosquitera.
La primera semana Erika se levantaba cada dos horas para llevarlos a hacer sus necesidades en un orinal. La semana siguiente cada tres, y así hasta conseguir una reeducación vesical completa. Resultado: los peques ya no se hacen nada encima. Ropa limpia y con olor aceptable.
Los levantaban a las 6:00 para que visitaran el orinal y para que Alfonsina, la joven aspirante a hermana, los bañara en su barreño con agua previamente precalentada. Luego desayunaban y hacía las 7:30 los llevaba Alfonsina al centro, donde los peques hacían sus terapias y jugaban con otros niños. A la una Erika se los llevaba a comer y después dormían dos horas de siesta. Por la tarde sesión de juegos, nuevo baño, cena a las siete y a las ocho de la tarde todos dormidos.
Y así, con cariño, rutina y buenos hábitos, Bienvenue y Marcelin se convirtieran en dos bomboncitos felices, parlanchines, curiosos, juguetones, amados, sanos. Los dos lograron caminar sin muletas, correr y bailar. Bailar. Qué bonito es verlos bailar.
Dos meses pasaron y Constance volvió con el vientre abultado y el padre de la criatura a su lado. Dijo que estaba embarazada de seis meses, pero una de las siguientes noches avisaron a las hermanas porque Constance había parido sola, sobre la tierra, detrás de las habitaciones. Mabel y Erika cortaron el cordón, lavaron a la recién nacida, la calentaron, y las llevaron al hospital porque la mamá no lograba alumbrar. Como todo en este país tiende a infectarse, ellas no iban a ser menos, así que los 20 días que duró el ingreso, Bienve y Marcelin siguieron en el “Resort”.
Constance intentó, antes de volver a la aldea con su prole, que las hermanas se quedaran con los chiquillos sine die.
Supongo que ambas soñaron con ver a esos pequeños crecer a su lado, pero unos niños deben estar con su madre, y así se lo explicaron a Constance. No puede ir desperdigando hijos por todo el país. Debe hacerse responsable de su salud, su educación y de su bienestar. Aunque Dios sabe si lo hará.
Se marcharon a la aldea dos semanas antes de que nosotros llegáramos. Tampoco los veré en la revisión, prevista para finales de marzo.
El padre de la bebé parece que acepta a los hijos de otro hombre. Si la cosa no se tuerce, es poco probable que el padrastro vaya a obligar a Constance separarse de ellos.
Mabel les seguirá citando para revisiones periódicamente (aunque no las necesiten) para comprobar que todo va bien.
Y yo mientras estaré tranquila y feliz, porque ellas están detrás y porque tengo un vídeo en el que Bienvenue baila.