Viernes, 16 Noviembre 2018 16:10

Tchadianizándome (Relato de mi compañera Paula)

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Si. Poco a poco uno va acostumbrándose y adaptándose a la cultura de este país, tan antagónica a la nuestra.

Hace un año, me saturaba el olor de la pediatría de la mañana. El hecho de que los niños no lleven pañales ambienta las habitaciones con la típica “esencia de pis, caca y leche materna o artificial”. El resultado es una fragancia de retrogusto dulzón que se asienta en tu lámina cribosa y acaba acompañándote el resto del día. Ya no lo huelo.

El año pasado trataba a los niños con guantes. En parte por la costumbre europea de proceder, pero reconozco (avergonzada), que me daba todo el asco tocar la ropa mojada de orina de los bebés. Eso también lo he superado. Aquí juego a la ruleta rusa. Viviendo al límite total, cojo a un niño, lo abrazo y me lo llevo a la camilla de Kine. A veces toca bebé mojado y otras veces no. Y no siempre las mamás tienen ropa para cambiarlos. Así que ya me he acostumbrado a que se me escurran los dedos sobre sus cuerpecitos.
De hecho, hoy, ¡me ha tocado premio triple! A media mañana, ya llevaba pis de Beau y de su hermana Marie. Estaban empapados los pantaloncillos de ambos cuando los transportaba.
Pero el premio gordo ha sido regalo de la koala Anaïs. Y es que, cuando una nazara te coge en brazos, hay muchas posibilidades de que relajes esfínteres, bien de emoción o de miedo. Hoy Anaïs se ha aliviado cuando la he achuchado. El calorcito ha empezado a nivel de las costillas inferiores y, poco a poco, ha ido descendiendo el líquido elemento hasta el elástico del pantalón.

Y aunque ya estoy hecha una jabata y mi umbral de escrupulosidad se ha elevado notablemente, he dejado a la pequeñaja sobre un paño oloroso aunque seco y he iniciando viaje hacia mi chambre. Lo que pretendía ser una travesía corta se ha convertido en un paseo “chocapalas” interminable, oloroso y húmedo en el que he compartido el pipí de la bebé con todos mis amigos y compañeros que han cometido el error de saludarme efusivamente mientras yo luchaba por llegar a casa.

He llegado a la chambre con sensación de autoasco pero sintiéndome tremedamente amada.

¡Hala! ¡A repartir besos por la península!

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