Domingo, 05 Febrero 2023 16:16

Madrid- Bébédjia, 3 de febrero de 2023

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Cada viaje es distinto y todos igual de terroríficos.
Las escalas demasiado largas, pero nunca lo suficiente para que no te encuentres a ti misma el el último minuto corriendo de un lado a otro para que te de tiempo a ir al baño, rellenar la botellita de agua y comprar algo de comida antes del embarque.
Bajo los efectos de los corticoides, puedo presumir de no haber echado ni un sueñecito en las 10 horas de vuelo que siguieron al estrés pero embarque.
Y con ese estado de alerta aterrizamos en NDjamena a la hora prevista, dispuestos a enfrentarnos al control policial, al momento en que te cambian tu pasaporte por un salvoconducto y al momentazo final aeropuertil de discusión sobre el contenido de las maletas, si tenemos este u ese papel, que si nos las quedamos, que si el ministro de sanidad no ha dado el ok…
Advertidos de que es la última vez que nos dejan llevarnos las maletas sin tener todos los papeles en regla, vamos a la busca de Jean Paul y la Toyota del hospital que nos llevará al centro de acogida donde pondremos las piernas en alto unas 6 horas antes de salir para los trámites en el viceconsulado y emprender la tortura de viaje que nos llevará a Bébédjia.
11 horitas alternando carretera potable y pista de ralley que nos ha obligado a parar varias veces para evitar que la pobre Rocio colapsara del mareo que llevaba la pobre. Y agradecidos de cada parada que nos permitía desencajarnos del asiento y estirar las piernas.
11 horas hasta llegar a Bébédjia con la bolsa de medicamentos que necesitan frio en una mochila térmica que ha hecho su papel gracias al hielo que nos ha conseguido Jean Paul en NDjamena.
11 horas de sudor, dolor de sacro, de rodillas, de garganta in crescendo amenizados por la música de la lista más choni de Jose.
Y tras casi cuatro horas de asentamiento en Saint Joseph, de reparto de chambres, búsqueda de misioneras para que el contenido del termomacuto no se perdiera después de toooodos los kilómetros recorridos, cena y charla con Elisabeth, me encuentro de nuevo en mi crisálida, preguntándome si el sonido del mosquito está fuera o dentro de la misma.
Ya estoy en casa.

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