Bébédjia
5 de octubre de 2019
La época de lluvias se ha alargado este año. Por eso la sabana está tan verde.
Sigue lloviendo, y gracias a eso, habrá más arroz y más trabajo para los que lo recogen.
Sigue lloviendo, y por culpa de eso hay más mosquitos y más malaria. Por eso en la “sala de cuidados intensivos” de pediatría, hay 2 o 3 niños por camilla, en transverso.
Sigue lloviendo, el campo está precioso y hay menos miedo a la hambruna en la época seca, pero la malaria está arrasando con la salud y la vida de cientos de pequeños cada día. En Saint Joseph ingresan los que viven más o menos cerca, pero hay miles de pequeños sabana adentro, en las pequeñas aldeas de todo el país.
Y mientras llueve, hay 97 niños con sus madres y algunos hermanos en la pediatría. 97 niños de los cuales la mayoría tienen malaria, y un cuarto son malnutridos graves.
Hace dos noches murieron 3 de ellos; antes había 100.
Hay tantos niños en la pediatría que todavía no he alcanzado a verlos a todos.
Esta mañana he entrado en la sala de cuidados intensivos de pediatría buscando niños con daño cerebral por malaria. Hay 12, y 4 camillas. Están ellos, sus madres, y los mosquitos que actúan de vectores de la enfermedad que les ha llevado a esa sala.
Hay dos pequeños recibiendo una transfusión. Una niña con una hemoglobina de 1g/dl; el otro de 2g. Si, lo sé. Todos pensamos que esas cifras son incompatibles con la vida, pero estos pequeños no dejan de sorprendernos con su fortaleza. Y mientras en España esos niños estarían muertos o en la UCI, aquí están tumbados en un trozo de camilla desvencijada, mientras la vida les va entrando por la vía que tienen en el dorso de sus manitas.
Y entre las dos camillas donde yacen tendidos sendos niños anémicos, veo en el suelo unos paños. Y debajo de esos paños, un precioso niño de 6 meses que se llama Franco (habéis leído bien). Está tendido en el suelo y su madre ahora mismo no está. Tiene los ojos cerrados, las manos en puño con el pulgar alojado dentro, codos flexionados y pegaditos a su diminuto tórax, piernas en flexión. Está rígido, pero reacciona cuando intento moverle las extremidades, y cuando le abro los ojos para ver su mirada perdida e intento distinguir las pupilas del oscuro iris. Lleva ingresado dos semanas, convulsionando, febril, inconsciente. Hoy no ha convulsionado. Si todo sigue así, el lunes intentaré empezar a tratarle.
Hay tantos niños ingresados que es fácil que dejes de ver a alguno un día. Sobretodo si está tendido en el suelo, entre dos camillas y envuelto por paños. Pero Franco ya es mío, y no se me pierde ;)