Domingo, 23 Enero 2022 09:11

Saturday Night Fever

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Bébédjia, 19 de enero de 2022
Un sábado de octubre de 2019, Rocío y yo donábamos sangre sin ser conscientes de lo que nos vendría una hora después. Ese relato que algunos conocéis se llamaba “Saturday Night Fever”.
La escena central era la siguiente:

“Paritorio de unos 11 metros cuadrados. Charcos de sangre en el suelo . Una niña de 13 años en una mesa de partos, semiincorporada. A su lado, su madre y abuela. La matrona de guardia buscando un guedel. Una niña de 17 años, embarazada de 36 semanas, tumbada y convulsionando en una segunda camilla con perneras. Rocío intentando hacerle un tacto vaginal con ayuda de Julia. Dos acompañantes de la mujer embarazada, sosteniendo la cabeza y cogiéndole la mano, respectivamente. Javier saliendo del paritorio mientras llama a Abdulaye para que prepare el quirófano urgente. Yo sosteniendo contra mi cuerpo a una prematura de 1,900gr, hija de la adolescente, intentando darle calor. Asomándose al paritorio, tres hombres árabes”.

Ese sábado se salvaron 4 vidas.
Aunque todo lo que sucedió esa noche era digno de un episodio trepidante de la serie “Urgencias” (más bien Urgencias sin medios), lo que más me conmovió fue la madre adolescente que dio a luz, con muchísima dificultad, a su primogénita, una pequeña prematura de menos de dos kilos.

Una niña enfrentándose a su primer parto, probablemente aterrorizada de ver tanto Nazara alrededor. Estaba semisentada en esa camilla de Paritorio, sudorosa y pálida, en silencio durante los pujos y contracciones. No cambiaba de expresión, no lloraba, no gritaba a pesar de que Rocío, finalmente, tuvo que hacerle una episiotomia generosa que luego hubo que suturar. No se desmayó a pesar de que partía de una hemoglobina de 6 y a pesar de que tenía malaria (aunque entonces no lo supiera). Esa niña era de la edad de mi hija Marina y yo no era capaz de dejar de pensar las diferencias abismales (o más bien abisales) entre la vida de una y la otra. Y, mientras intentaba calentar el cuerpo de la pequeña en mis brazos, mientras la mecía y canturreaba para que se sintiera amada y segura, no podía dejar de sentir una profunda tristeza y una enorme gratitud al mismo tiempo.

Esta mañana, al entrar en la pediatría, las he visto a las dos. Ella me ha reconocido, sobretodo cuando le he enseñado las fotos de los días postparto. Me ha preguntado por Rocio (señalando su imagen con el dedo, porque no habla ni papá de francés y yo digo solo 4 cosas en árabe) y se ha puesto triste cuando ha entendido que su ginecóloga no ha viajado con nosotros en esta ocasión.
La pequeña Zara ha preferido esconderse tras la falda de su madre y ha llorado en cuanto yo me he acercado un milímetro más de lo debido. Lo normal, vamos. El demonio es blanco para ellos, y que se aproxime una cosa que probablemente es demoniaca sonriendo y acercándole un aparato a la cara para enseñarle una imagen de un bebé, no mola nada.

Estos son los pequeños e increíbles regalos que nos ofrece este país. Poder contemplar cómo dos niñas que conoces y que sobrevivieron (de milagrito) hace dos años siguen aquí, en la tierra, y caminando de la mano.

Visto 734 veces Modificado por última vez en Martes, 25 Enero 2022 10:11
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1 comentario

  • Enlace al Comentario website Lunes, 29 Enero 2024 06:20 publicado por website

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