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Miércoles, 07 Febrero 2024 18:02

Bébédjia, 5 de febrero de 2024

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Bébédjia, 5 de febrero de 2024

Anoche, antes de acostarnos, pasamos por la pediatría para dejar comida para las familias que lo necesitan (costumbre adquirida desde 2017) y para revisar a los peques. Había 5 niños en la sala de cuidados intensivos. Un prematuro, el resto menores de 2 años. Eran las 23 horas y había luz. Y 3 de los 5 niños, recibían oxígeno de los concentradores. A pesar de eso, el más pequeño de los 5 se fue al cielo contigo esa madrugada, papá. La unidad de cuidados intensivos de Saint Joseph dista mucho de parecerse a una de las nuestras y son pocos los prematuros que lo logran. Hace algunos años hubo una pequeñina de un kilo, huérfana de padre (y, desde el parto, de madre también), que sobrevivió contra todo pronóstico a pesar de las numerosas malarias que padeció a lo largo de su ingreso (que duró, creo recordar, unos 6 meses). Nació el día de Reyes y Sor Lourdes la llamó Epifanía. Algún día te contaré su historia, papá.

Me confirman Pelagie y Sebou que las cosas han cambiado mucho desde que hay baterías nuevas y se renovó la instalación eléctrica para individualizar las diferentes zonas del hospital. Aunque siguen siendo escasas las horas de luz cuando pensamos que se trata de un hospital, siempre que hace falta poner a funcionar un concentrador de oxígeno en la pediatría (sea la hora que sea), se pone. Fue el compromiso que adquirió el director médico de Saint Joseph cuando le dije que se trataba de una condición sine qua non para que yo buscara ayuda financiera para comprar baterías nuevas para la fotovoltaica, el traslado de las mismas a Chad (tarea siempre colosal), la instalación de las mismas, la modernización de la instalación eléctrica y la supervisión de los equipos. Inicialmente se enfadó conmigo. ¿Todo ese dinero para salvar a unos niños? ¿Y qué pasa con los adultos? El niño pequeño importa (y aporta) tan poco…
Yo entiendo que si fallecen los adultos, todo se desmorona. Que si nadie trabaja no habrá nada que llevarse a la boca, pero es que en este país la jerarquía es tan radical! Los menores de 5 años son absolutamente vulnerables y están desprotegidos. Son la casta inferior.

En ese pulso que mantuvimos el director y yo, ganamos ambos. Ahora mueren menos niños por falta de electricidad (o más bien tienen más posibilidades de salir), pero también se benefician los adultos. De hecho, siempre que viene un caso urgente que requiera intervención, se hace la luz. El hospital, en general, funciona mucho mejor.

La Fundación Juan Entrecanales de Azcarate nos concendió la ayuda que redujo a la mitad la factura, el grupo ENARA nos donó otro tanto otra y la empresa Cargo Services asumió el coste del traslado del contenedor hasta Saint Joseph. La Fundación EKI nos financió la compra a 10 años y sus ingenieros ayudaron a los técnicos locales a la puesta en marcha.

Un retraso en la llegada del contenedor el año pasado impidió que fuera testigo del cambio.

Y ahora, por fin, puedo ver los frutos. 6 años después de que iniciara la batalla contra la oscuridad, se empiezan a ver los resultados. ¡6 años!

Chad me ha enseñado a ser paciente (mucho), a no frustrarme y a tener objetivos realistas. A no olvidar que en este país se vive la mitad del día a oscuras, que culturas diferentes entienden la vida de modo diferente y tienen necesidades diferentes. A no juzgar, a aceptar cosas que antes de parecían aberrantes.

Y aunque estoy feliz, siempre me parecerá insuficiente.
¿Se vienen cositas? Se vienen cositas. Ya tengo un nuevo proyecto en la cabeza. Bueno, dos.

Te dejo con este buen sabor de boca para que disfrutes de tu sueño celestial.

Hasta mañana, papá

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